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La lectura del libro Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada, hace ecos hacia diversas reflexiones acerca del territorio, del espacio, de las regiones, de su conformación y dinámica, ecos que nos permiten recorrer rincones de la realidad, para dar cuenta de la forma en que los actores y sus prácticas van conformando el paisaje, construyendo su entorno, habitándolo y dándole un sentido; ecos hacia distintos tiempos, distintos espacios y hacia otras disciplinas, hacia las distintas formas de reflexionar, de discutir, de ubicarnos dentro del conocimiento y de su trayectoria.
El primer eco es uno que hace de la disciplina misma, de la geografía y de su antigua tradición de estudiar áreas, lugares, límites y fronteras. Pero en esta ocasión no se trata de la descripción de una región de la superficie terrestre ni de los límites que la separan de los lugares que la rodean. No. El libro habla de áreas del pensamiento en términos de las ciencias sociales y de sus fronteras con las otras disciplinas, de los acercamientos que ha habido entre geografía y sociología, de sus distanciamientos, de las veces que nos hemos aislado cada quien en su mundo del saber y de las confluencias para analizar la realidad. En este sentido, cabe preguntar: ¿dónde termina la geografía e inicia la antropología?, ¿o la sociología?, ¿o la historia? Cuando hablamos de la producción del espacio, del análisis regional o de la construcción de un lugar ¿hasta dónde podemos aislarnos de los estudios políticos, de los económicos, los demográficos o los culturales?, ¿hasta dónde pueden estas otras disciplinas abordar sus objetos de estudio como si existieran independientemente de una dimensión espacio temporal? Cuando reflexionamos desde el positivismo, el marxismo, el humanismo o el posmodernismo, ¿hasta dónde terminan los cuestionamientos del geógrafo e inician los de las otras disciplinas?
El análisis del territorio, del espacio, de las regiones; de su conformación y dinámica, nos permite develar la realidad; lo cual, según Federico Fernández, implica reconocer que no está disgregada, sino entera, y que son las formas que tenemos de analizar las que descomponen, desintegran y aíslan los componentes de un todo; que los pensadores se han empeñado en desbaratar el rompecabezas y en dispersar las piezas... hasta perder algunas de ellas.
Gustavo...