Fecha de recepción: 22 de marzo de 2013
Fecha de aprobación: 18 de abril de 2013
Resumen
Este artículo analiza Historia secreta de Costaguana (2007), de Juan Gabriel Vásquez. La novela entra en diálogo irreverente con Nostromo (1904), de Joseph Conrad, y con la historia de Colombia del siglo XIX e inicios del siglo XX. Narra con intensidad la Guerra de los Mil días y la pérdida de Panamá. La historia y la ficción se entrelazan para cuestionar el pasado de Colombia. Además, se relatan los procesos que rodean la creación literaria. El artículo toma como línea teórica la metaficción historiográfica, a partir de Linda Hutcheon. Del mismo modo, se recurrirá a conceptos de Fernando Ainsa sobre la reescritura del pasado.
Palabras clave: Novela, Conrad, Colombia, Panamá, metaficción historiográfica.
You have robbed me, Joseph Conrad: from Nostromo to the Secret History of Costaguana [Historia secreta de Costaguana]
Abstract
This article analyzes Historia secreta de Costaguana [The Secret History of Costaguana] (2007), by Juan Gabriel Vasquez. The novel enters into irreverent dialogue with the novel Nostromo (1904), by Joseph Conrad, and the history of Colombia's nineteenth and early twentieth century. It tells of the Thousand Days War and the loss of Panama. History and fiction intertwine to criticize Colombia's past. Besides, it tells of the literary creation process. The article uses the concept of historiographic metafiction (Linda Hutcheon). It also considers Fernando Ainsa's concepts about rewriting the past.
Key words: Novel, Conrad, Colombia, Panama, historiographic metafiction.
« Vous, Joseph Conrad, m'avez volé » : De Nostromo à Histoire secrète de Costaguana
RÉSUMÉ
Cet article analyse Histoire secrète de Costaguana (2007), de Juan Gabriel Vásquez. Le roman établit un dialogue irrévérent avec Nostromo (1904), de Joseph Conrad, et avec l'histoire de la Colombie du XIXème siècle et début du XXème siècle. On raconte d'une manière intense la Guerre des Mille jours et la défaite de Panama. L'histoire et la fiction s'entrelacent pour remettre en question le passé de la Colombie. En plus, on raconte les processus qui entourent la création littéraire. L'article prend comme ligne théorique la métafiction historiographique, à partir de Linda Hutcheon. De la même façon, on fait recours aux concepts de Fernando Ainsa sur la réécriture du passé.
MOTS CLÉS : Conrad, la Colombie, le Panama, métafiction historiographique
Introducción
Como bien apunta Andreas Huyssen en su libro En busca del futuro perdido, cultura y memoria en tiempos de globalización (2001), en la actualidad la memoria "es una obsesión cultural de monumentales proporciones" (p. 20) y se corre el riesgo de que se banalice, en aras de vender pasados escamoteados que se aprovechan de "un impulso subliminal de deseo de anclarnos en un mundo caracterizado por una creciente inestabilidad del tiempo y por la fracturación del espacio en que vivimos" (p. 23). No obstante, es ineludible que desde el arte, la filosofía y la política se promueva una conciencia crítica y capaz de discernimiento entre lo espurio y lo profundo a la hora de problematizar el pasado. He ahí la enorme validez que cobra la ligazón de la memoria con la metaficción historiográfica. Dicha metaficción historiográfica es entendida, desde la línea teórica de Linda Hutcheon, como ficción que se piensa a sí misma, tematizando el proceso mismo de construcción de una obra literaria, como también hechos de la historia de un país que son sometidos a juicio crítico.
Desde planteamientos teóricos sobre la metaficción historiográfica y sobre la ficción que reescribe la historia y la propia literatura (a partir de postulados de Fernando Ainsa) este artículo aborda críticamente Historia secreta de Costaguana (2007), novela del bogotano Juan Gabriel Vásquez, la cual toma como hipotexto la novela Nostromo, de Joseph Conrad. El interés por la novela de Juan Gabriel Vásquez se da por su calidad narrativa y por la complejidad de su metaficción historiográfica, en tanto ella no es nostálgica ni un simple simulacro sobre la ficción dentro de la ficción, pues está cargada de contenido político, de sentido crítico y un arduo trabajo de reescritura y renarrativización en el que "cuando revisita el pasado no sólo recuerda cosas, sino que también investiga nuestra amnesia" (Hutcheon, 1988, p. 224). Esta amnesia está ligada a la turbulenta historia de Colombia durante el siglo XIX, los horrores de la Guerra de los Mil Días al nacer el siglo XX y la pérdida de Panamá.
Conrad y Nostromo
Nostromo, la novela de Joseph Conrad publicada en 1904, es considerada por Edward Said, Malcom Deas y Juan Gabriel Vásquez como una de las mejores creaciones ficcionales sobre Latinoamérica en lengua no castellana por su nítido grabado de la turbulenta historia de una nación latinoamericana. Esta novela de Conrad tiene el atractivo de mostrar al lector "el proyecto imperialista en América Latina" (Said, 2005, p. 251). En ella se cuenta la historia de Costaguana, un país con coordenadas existentes sólo en la ficción, donde abundan las guerras, dictaduras y corrupciones. A este país llega la injerencia de intereses norteamericanos para privarlo de una parte de su geografía: Sulaco, en la provincia occidental donde se encuentra la mina de plata de Santo Tomás. Adicional al carácter político de la novela, se ofrece la historia de un marino italiano, fuerte y osado, justamente Nostromo.
Juan Gabriel Vásquez en El arte de la distorsión (2009) afirma que Nostromo es "uno de los antecedentes más claros (y menos señalados) del boom latinoamericano" (p. 147). La Costaguana inventada por Joseph Conrad es una suerte de patria madre de futuros espacios existentes únicamente en la ficción que, sin embargo, refiguran varios de los conflictos de América Latina: Santa María, de Juan Carlos Onetti; Comala, de Juan Rulfo; Macondo, de Gabriel García Márquez. Costaguana es un ejemplo valioso para configurar un espacio ficticio desde el cual una totalidad imaginada (con su geografía física y humana, su historia macro y sus historias pequeñas) condensa situaciones neurálgicas por las que ha atravesado el continente o alguno de sus países.
Un lector colombiano, por ejemplo, encuentra en la Costaguana de Nostromo un fresco muy vivo de lo que fue buena parte de la historia del siglo XIX e inicios del XX. Desde el equivalente ficcional se refigura uno de los hechos más graves de Colombia: la pérdida de la provincia de Panamá por intereses foráneos (no ya una mina de plata como en Nostromo, sino un territorio clave para la construcción de un canal estratégico, en aras de conectar el Atlántico con el Pacífico). Además, el texto novelístico de Conrad menciona que por aquellos años estaba en boga el proyecto de la Regeneración, justamente en Colombia era el legado -algo nefasto por cierto- de Rafael Núñez y la Constitución de 1886.
Otro factor por destacar en la novela del autor polaco es que se habla de una élite ilustrada que, promoviendo destierros y muertos, se ufana de ser experta en oratoria y poesía: "El clima del Nuevo Mundo parece favorable al arte de la declamación" (Conrad, 2003, p.76). ¿Acaso Colombia no registra en su pasado una tradición de presidentes gramáticos que fungían de poetas? ¿No fueron los mismos que crearon el himno nacional, una ciudad letrada y la Academia de la Lengua Colombiana? ¿Un país que se ha ufanado de estar constituido por poetas y de tener la Atenas Sudamericana (Bogotá) no resulta cuestionada en un equivalente ficcional donde hasta un loro parlanchín repite "!Viva Costaguana!" (Conrad, 2003, p.76)?
Los personajes que cruzan el relato de Conrad personifican sus partidos tradicionales como "diablos absurdos" y mencionan un país violento como "tragedia bufa" (Conrad, 2003, p.144). Muchos de ellos descargan en el lenguaje el hastío por saberse parte de una nación donde se heredan odios, venganzas y destierros. Precisamente, la herencia del exilio puede rastrearse en innumerables historias de colombianos durante el siglo XIX y XX, anónimos unos, otros hacían parte de apellidos con recorrido político. Uno de ellos, Santiago Pérez Triana, hijo del expresidente Santiago Pérez Manosalva, tuvo que exiliarse por culpa de las persecuciones de Miguel Antonio Caro.
La experiencia del viaje de Santiago Pérez Triana fue consignada en su libro De Bogotá al Atlántico, publicado en castellano en 1893 y cuya versión inglesa de 1902, titulada Down the Orinoco in a Canoe, contó con prólogo de Robert Cunninghame-Graham. Éste último, escritor y político de origen escocés, era un amigo cercano de Conrad, con quien cruzaba correspondencia. Es probable que el autor de Nostromo hubiera leído el libro de viajes del desterrado liberal y tuviera conocimiento de la figura y de las acciones adelantadas por el político colombiano en Londres. En todo caso, es clave tener en cuenta la siguiente consideración de Malcom Deas en Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y .literatura colombiana (2006):
Conrad confiesa en una carta a Cunninghame-Graham que se ha servido de Pérez Triana como modelo de don José Avellanos, aristócrata de Costaguana (...) Aunque Conrad trata a este personaje con una dosis de ironía, se pueden detectar en la política de Costaguana- Sulaco ecos de la versión de Pérez Triana sobre la política de Colombia-Panamá: a los que mandan en el interior no les han llegado las luces del progreso, no conocen las costumbres de los negocios civilizados: "Somos una vergüenza y un proverbio entre los poderes del mundo" (...) Conrad escribió Nostromo mientras Panamá se separaba de Colombia. En su correspondencia con Cunninghame-Graham consta su reacción: "¿Qué piensa Ud. de los Conquistadores Yanquis en Panamá? ¿Bonito, no? (p. 280).
La convulsión política de un país que lleva a la pérdida de su territorio sirvió para los propósitos escriturales de Joseph Conrad. Aunque se hallaba escribiendo su novela mientras Panamá se separaba de Colombia ya la estaba imaginando desde años atrás, nutriéndose de sus lecturas y recuerdos. Sabía de la fragilidad de la "democracia colombiana" y de otras naciones del Caribe y Latinoamérica. No sólo había leído al respecto sino que también lo había escuchado cuando, con apenas 18 años, se había embarcado hacia tierra americana. Múltiples imágenes estaban grabadas en su mente desde 1876 cuando el velero Saint-Antoine salió de Marsella hacia la isla caribeña de Martinica:
... El viaje en el Saint -Antoine, con el que Conrad tocó tierra venezolana (desembarcó en Puerto Cabello, conoció la Guajira) y avistó Cartagena, o quizá llegó a visitarla. En La flecha de oro, Conrad habla de las varias actividades "legales e ilegales" a que se dedicó durante ese viaje; entre las últimas puede estar el contrabando de armas -esto era, al parecer, uno de los pasatiempos del marinero-para los conservadores colombianos, que por esos días intentaban echar abajo el gobierno liberal de Aquileo Parra. Las batallas de Costaguana, la república bananera, avant-la-letre que Conrad inventó en Nostromo, deben mucho a su percepción de los enfrentamientos políticos colombianos. Sulaco debe mucho a Cartagena; don José de Avellanos debe mucho a Santiago Pérez Triana, hijo de Santiago Pérez, el liberal que había ocupado la presidencia de Colombia antes que Parra (Vásquez, 2007b, p.29).
El pacto de lectura es abierto en sus posibilidades y permite que un lector colombiano pueda sentir a Nostromo como una obra que, desde las refiguraciones ficcionales y el juego de espejos (Costaguana-Colombia), le habla de un país corrupto, violento y simulador de cultura, el cual, no obstante su arrogancia, se deja quitar parte de su territorio.
Juan Gabriel Vásquez y su proyecto creador
Habría que tener en cuenta todo lo anterior al pensar el génesis de Historia secreta de Costaguana (2007), de Juan Gabriel Vásquez. Al respecto, resulta ilustrativa la Nota del autor que figura al final de la novela. En ella, el escritor bogotano reconoce que fueron varias las motivaciones para su obra, no sólo la lectura de Nostromo, también del ensayo de Malcolm Deas y de innumerables textos sobre la vida del autor polaco, entre los que se destacan Joseph Conrad: the Three Lives de Frederick Karl y Conrad in the Nineteenth Century de Ian Watt. Vásquez tuvo que conocer el universo conradiano para escribir una biografía de 112 páginas titulada Joseph Conrad, el hombre de ninguna parte (2007).
La base enciclopédica en torno al autor polaco, la poderosa seducción de Nostromo que admite la posibilidad de leerla en clave colombiana, casi que obligaban al escritor bogotano a escribir su propia novela en diálogo irreverente con la publicada en 1904. Conrad era para Juan Gabriel Vásquez uno de esos personajes que se imponen a la fuerza, un fantasma que había perseguido al autor colombiano en sus lecturas, invitando al exorcismo, a esa envidiable construcción de la prosa que es la novela.
Ahora bien, lo que confiere a la novela de Juan Gabriel Vásquez una fuerza literaria enorme es que no se limita a un ejercicio intertextual donde claramente se evidenciara que el hipotexto es Nostromo y el intertexto Historia secreta de Costaguana. La astucia del colombiano está en poner "patas arriba" el orden de las cosas, jugar con la parodia seria (instalar y subvertir) y crear un texto narrativo tan convincente en el relato de un narrador intradiegético que, ficcionalmente, habría sido robado en su "historia" por Conrad. Se logra, como efecto de verdad en el pacto ficcional, hacer sentir al lector que el antecedente de Nostromo sería la historia de un colombiano huyendo de la guerra, quien había pactado con Conrad dejársela escribir a cambio de que lo involucrara como personaje. Curioso juego carnavalesco: dar la vuelta al tiempo, ser irreverente e imaginar que lo contenido en Historia secreta de Costaguana sería la fuente de Nostromo.
Juan Gabriel Vásquez -desde las posibilidades que le otorga la ficción- rompe la lógica e imagina que sería Joseph Conrad el ladrón de historias (en este caso la de un colombiano migrante, José Narváez, el protagonista de Historia secreta de Costaguana). En su gozosa e irreverente narración se entremezclan seres que rodearon a Conrad como también otros de la historia colombiana, tales como Santiago Pérez Triana, Miguel Antonio Caro, Rafael Núñez, entre otros.
Historia secreta de Costaguana: destierro y robo
En Historia secreta de Costaguana el protagonista, José Narváez, se denomina un "pobre colombiano, anónimo y desterrado" (Vásquez, 2007a, p.14) y da cuenta de por qué salió de su país: "Vine a Londres, como tanta gente ha venido huyendo de tantos lugares, huyendo de la historia que me tocó en suerte, o, mejor dicho, de la historia del país que me tocó en suerte (Vásquez, 2007a, p.15). El protagonista sintió cómo la Guerra de los Mil Días entre 1899 y 1902 afectó su armonía familiar: un soldado desertor asesinó a su esposa en Colón (en la Provincia de Panamá); tras la muerte, la relación con su hija se vio deteriorada. Este factor, sumado a la insatisfacción de ser parte de una nación que durante el siglo XIX registró varias guerras civiles y dictaduras, lo llevaron a traicionar a Colombia: "porque quería vengarme de mi país y de su historia entrometida, déspota, asesina" (Vásquez, 2007a, p.256). Para tal propósito, fue cómplice cuando se fraguaba la Independencia de Panamá.
En Historia Secreta de Costaguana, Narváez se considera un alma gemela de Conrad, a quien contó en una noche de Londres su vida y los hechos de una Colombia que perdió a Panamá, a cambio de que lo incorpore como personaje de Nostromo, como se llamaría la novela, promesa que no es cumplida por el autor polaco: "Usted me ha eliminado de mi propia vida (...) Usted, Joseph Conrad, me ha robado" (Vásquez, 2007a, p.286). El protagonista, al momento de narrar, tiene setenta años. Comienza su relato justo por los días en que la sociedad londinense sufre con la muerte de uno de los escritores más destacados en su lengua: Joseph Conrad, nacido en Polonia un 3 de diciembre de 1857 y nacionalizado británico. La vida ficcional de José Narváez es contada en primera persona tras la muerte del escritor a celebrarse, transgredirse y parodiarse:
Hoy, 7 de agosto de 1924, mientras en mi remota Colombia se celebran ciento cinco años de la Batalla de Boyacá, aquí en Inglaterra se lamenta, con pompa y ceremonia, la desaparición del Gran Novelista. Mientras en Colombia se conmemora la victoria de los ejércitos independentistas sobre las fuerzas del Imperio español, aquí, en este suelo de otro Imperio, ha sido enterrado para siempre el hombre que me robó (Vásquez, 2007a, p. 13-14).
Se indica el tiempo y el lugar de la narración. Se posiciona el relato desde un afuera (Inglaterra) sin olvidar lo que ocurre en el contexto de origen (Colombia); el aquí y el allá narrados a la vez: ceremonia patria en un lado, luto en el primer mundo.
Por Historia secreta de Costaguana cruzan personajes nacidos de la imaginación, como también otros de existencia concreta: figuras de los partidos liberal y conservador del siglo XIX e inicios del XX, así como aquellos que habiendo nacido en territorio colombiano fraguaron la Independencia de Panamá (el general Esteban Huertas o Manuel Amador Guerrero). Múltiples militares y presidentes de Colombia son llevados al banquillo en la ficción para narrarles sus infamias. Así, por ejemplo, se señala que el general José María Melo se haría al poder a la fuerza en 1854 como una forma de evitar que se le enjuiciara por el asesinato de un soldado de apellido Quiroz. Al presidente Rafael Núñez, quien siendo un liberal radical mutó a conservador recalcitrante, se le ataca literariamente por ser un "curioso tránsfuga" (Vásquez, 2007a, p.168) y un "presidente metamorfoseado" (Vásquez, 2007a, p.169). De Miguel Antonio Caro se indica en la obra que, mientras se ufanaba de su sensibilidad artística y de sus traducciones de clásicos grecolatinos, se dedicaba también a firmar órdenes de destierro. Aquí la ficción increpa a la historia, la somete a revisionismos mediante una prosa rica en recursos narrativos e intertextuales en aras de que "se dinamiten creencias y valores establecidos" (Ainsa, 2003, p.76).
Relato de una mutilación: Historia y ficción cruzan sus caminos
La mayor parte de la novela de Juan Gabriel Vásquez ocurre en Colón, ciudad de Panamá, cuando aún esta provincia hacía parte del territorio colombiano. La obra da cuenta de cómo se fraguó la separación de la provincia en 1903, sus antecedentes, actantes e intereses varios: Los errores históricos de la presidencia colombiana al firmar tratados con Estados Unidos desde 1846 permitiendo su injerencia en asuntos internos; la construcción del ferrocarril de Panamá por una compañía estadounidense tras concesión dada por el Estado colombiano, inaugurado en 1855 para facilitar el viaje a California durante la llamada fiebre del oro estadounidense; el inicio, desarrollo y fracaso de la construcción del Canal de Panamá a cargo de una compañía francesa liderada por Ferdinand de Lesseps, quien había dirigido la construcción del Canal de Suez; el clima separatista y los movimientos de los conspiradores en noviembre de 1903 que permitieron la Independencia de Panamá.
Historia secreta de Costaguana es la historia de una pérdida invaluable para Colombia, no únicamente por tratarse de una parte notable de su geografía, sino también porque era una zona estratégica a nivel mundial. Acertadamente la novela de Juan Gabriel Vásquez ficcionaliza todo el proceso del desmembramiento patrio y los movimientos de los traidores colombianos que, en vez de defender los intereses de su nación, se dejaron comprar por un puñado de dólares.
Las páginas que más cautivan al lector son aquellas en las cuales -en conexión a las intenciones de Conrad en Nostromo- se recrea la forma como el Imperialismo estadounidense interviene en el resto de América, la enorme paciencia para lograr sus cometidos desde el momento en que pone sus ojos en un punto estratégico hasta que alcanza su objetivo.
Panamá ya interesaba a Estados Unidos desde que se independizó de España. Es vital recordar que Panamá, tras su Independencia de la potencia ibérica en 1821, decidió anexarse a Nueva Granada (el nombre de Colombia por aquel entonces) seducida por la figura de Bolívar y su sueño de la Gran Colombia, integrada por Nueva Granada, Ecuador y Venezuela. El Libertador consideraba a Panamá "el centro del universo" (citado por Lemaitre, 1971, p.9). Desde esa década, los Estados Unidos tenían puestos los ojos en su territorio, en tanto favorecía la comunicación entre el océano Atlántico y el océano Pacífico. Varias investigaciones -entre ellas las de Eduardo Lemaitre y Ovidio Díaz Espino- resaltan que en 1822 el coronel William Duane de Filadelfia hizo propuestas al gobierno colombiano para formar una empresa y escavar el estrecho de Panamá. Esa propuesta en su momento no fue aceptada.
Gran Bretaña también había demostrado sus intenciones frente a Panamá. Por esta razón, el general Tomás Cipriano de Mosquera, presidente colombiano entre 1845 y 1849, decidió tratar de neutralizar cualquier intento de invasión firmando un tratado con la potencia norteamericana, otorgando múltiples libertades comerciales y de tránsito a los Estados Unidos a cambio de su protección. De la firma del mismo da cuenta Historia secreta de Costaguana:
En los sillones aterciopelados de un ministerio se sentaban dos hombres con una pluma de ganso y firmaban el Tratado Mallarino-Bidlack. En virtud del artículo XXXV, el país que ahora se llamaba Nueva Granada otorgaba a los Estados Unidos derecho exclusivo de tránsito sobre el Istmo de la provincia panameña, y los Estados Unidos se obligaban, entre otras cosas, a mantener estricta neutralidad en cuestiones de política interior. Y aquí empieza el desorden, aquí empieza... (Vásquez, 2007a, p.19).
El Tratado Mallarino - Bidlack fue firmado el 12 de diciembre de 1846. ¿Quién iba a sospechar las implicaciones tan nefastas que tendría cuando su nombre oficial resultaba, por demás, tan pacífico y halagüeño, "Tratado de Paz, Amistad, Navegación y Comercio"? El artículo XXXV que menciona Narváez abolía derechos diferenciales y ponía en igualdad de condiciones a norteamericanos y granadinos en lo relativo a comercio y navegación en territorio panameño. El beneficio cubría a ciudadanos, buques y mercancías.
Colombia le concedió al país que desde la época de Bolívar ya pretendía a Panamá unos privilegios de morada, tránsito y enriquecimiento como para enamorarlo más de la idea de construir un canal interoceánico. Los presumidos políticos y el presidente Tomás Cipriano de Mosquera se presentan ante el lector como aldeanos ingenuos pactando con un viejo zorro para que les cuide el gallinero.
Los pasajes donde la novela usurpa a la "Historia" sus tratados y sus relatos buscan leer en las propias grafías de los representantes del Estado las huellas de sus fracasos. Aquí la metaficción historiográfica se atreve a poner "la historia bajo sospecha" (Navarro, 2002, p.210) y no concilia con el olvido cuando se trata de traumas profundos de la sociedad colombiana. La relación con el pasado nacional no es de reverencia ni solemnidad frente a los hombres que la Historia patria sitúa en un lugar elevado.
Posterior al momento donde la ficción recuerda el Tratado Mallarino - Bidlack, se señala cómo Colombia le dio una concesión a una compañía francesa para que construyera un ferrocarril que uniera el Océano Pacífico con el Atlántico y ante el fracaso de la misma, le permitió luego a los Estados Unidos retomar dicha empresa. La compañía norteamericana orientada por William H. Aspinwall, adelantó el proyecto desde 1850 y logró en 1855 inaugurar el que sería llamado el Ferrocarril Interoceánico. Para los Estados Unidos era prioritaria la existencia del mismo pues al estar Panamá en un lugar privilegiado de Centroamérica se convertía, gracias al ferrocarril, en una ruta segura entre los dos océanos para que colonos estadounidenses pudieran pasar en menos del tiempo usualmente requerido a California, donde la fiebre del oro era intensa desde 1848.
José Narváez recuerda que fue a finales de 1876 cuando a bordo del vapor norteamericano Selfridge partió hacia Panamá para conocer a su padre, quien desde dos décadas atrás residía allí. En Colón (en la provincia de Panamá) el protagonista narrador y su padre son testigos de la llegada de Ferdinand de Lesseps para mirar el territorio donde habría de construirse el canal. Las obras arrancaron en 1881 y la compañía del canal tiene que declararse en quiebra en 1889, uno de los ingenieros enviado por Monsieur Lesseps muere de fiebre amarilla: Gustave Madinier. La viuda, llamada Charlotte, se enamora después de José Narváez y ambos tienen un hija, Eloísa, quien nace en 1886, justo el año en que sale la Constitución con más tiempo de duración en la historia de Colombia: "Mi país empezaba a mudar de nombre y de constitución como una víbora muda de piel, y se hundía de cabeza en los años más oscuros de su historia" (Vásquez, 2007a, p.159).
El affaire Panamá costó más de mil millones de francos. Lesseps creyó que el canal de Panamá sería más fácil que el del Suez. Había planeado un canal a nivel del mar, en vez del sistema de exclusas, error que, al tratar de enmendar en 1889 no fue posible porque los franceses se negaron a darle más dinero. Un factor a destacar al respecto es que la novela de Juan Gabriel Vásquez, además de escarbar en archivos históricos para someterlos a cuestionamientos, retoma, inclusive, lo que la prensa panameña y mundial decían de lo acontecido con la construcción del canal. Le Figaro tituló "Francia comienza a salir del embrujo Lesseps" (citado por Vásquez, 2007a, p.169). Por su parte, el Economist de Londres indicaba a los accionistas que se habían involucrado en una empresa suicida, advertía además que "Mr Lesseps y la Compañía del Canal han invertido más dinero en comprar periodistas que excavadoras, más en sobornos que en ingenieros" (citado por Vásquez, 2007a, p.169). Vale destacar en esta instancia que la forma como Juan Gabriel Vásquez entra en relación con el archivo periodístico e histórico forja un medio más envolvente para el lector y una sólida urdimbre textual: "La fuente histórica adquiere una dimensión ficticia, siendo como es en realidad auténtica" (Ainsa, 2003, p.94). Además, la incorporación de citas y menciones de periódicos de la época posibilitan multiplicidad de puntos de vista sobre lo que estaba aconteciendo con relación a Panamá. Hay una "polifonía interdisciplinaria" (Ainsa, 2003, p.94) que implica "la utilización de una suma de textos múltiples y un adecuado procedimiento de estructuración novelesca en el cual la intertextualidad resulta de gran importancia" (Ainsa, 2003, p.89).
Colombia se desangraba en una de sus más largas guerras civiles que habría de durar de 1889 a 1902 y dejaría más de cien mil muertos. Astutamente el narrador, quien sabe ligar carnavalescamente el cuerpo individual y sus orificios abiertos con el cuerpo colectivo (la patria), establece la siguiente conexión: "El 17 de octubre de 1899, poco después de que mi hija Eloísa menstruara por primera vez, comenzaba en el departamento de Santander la guerra civil más larga y sangrienta de la historia de Colombia" (Vásquez, 2007a, p.261).
José Narváez narra al detalle múltiples circunstancias que se darían en torno a la cuestión del canal. Como se considera historiador de líneas paralelas, mientras cuenta lo que acontece en Panamá, indica lo que hace Conrad en Inglaterra: "En Marzo de 1902, Conrad había escrito: "Nostromo será un relato de primer nivel'. Meses después su entusiasmo habrá decrecido" (Vásquez, 2007a, p.234). La escritura del protagonista narrador problematiza la historia nacional y desnuda las intrincadas imbricaciones de su relato, pero también señala al lector las tribulaciones de Conrad cuando apenas tenía el bosquejo de la novela que sólo habría de tomar forma cuando el colombiano exiliado y el polaco dialogaran en Londres. La manera como operaría el imperialismo norteamericano, las tensiones entre el gobierno de Marroquín y Roosevelt desencadenan tanto los sucesos atroces que afectan la cotidianidad de Narváez, como también la Independencia de Panamá, tan inspiradora para Nostromo.
A quienes Panamá sitúa como próceres de su Independencia (Manuel Amador y José Agustín Arango) eran, en realidad, funcionarios de la empresa de ferrocarriles estadounidense. Como el gobierno colombiano llevaba tres meses sin pagar a las tropas colombianas instaladas en Panamá a cargo del general Esteban Huertas, fueron fácilmente sobornables. De todas las anteriores intrigas es testigo de primer plano José Narváez. Él vio cuando Manuel Amador desembarcaba del Barco Yucatán, proveniente de Estados Unidos, con una maleta en la que llevaba varios de los documentos revolucionarios, así como un modelo del acta de Independencia. Estuvo al lado del coronel James Shaler, dirigente de la empresa ferroviaria, convenciendo a las tropas que venían del interior de Colombia de que ninguna revolución se fraguaba. Se cuenta en la novela que los generales Tovar y Amaya fueron retenidos en Panamá, sus tropas (el batallón Tiradores) quedaron al mando del coronel Eliseo Torres, quien al percibir la atmósfera enrarecida no pudo unirse a sus generales porque Shaler y los empleados del ferrocarril se negaron a movilizarlos de Colón a Panamá. Ante el oscuro panorama y enterado el coronel Torres de que ya en ciudad de Panamá se había declarado la Independencia, se deja sobornar por dirigentes de la compañía del ferrocarril aliada de los revolucionarios. Es allí donde las manos de José Narváez entran en escena.
José Narváez, quien quería vengarse de su país y de su "historia déspota y asesina" (Vásquez, 2007a, p.255) prestó su casa para pactar el soborno. Con gentileza se ofreció a contar cada uno de los billetes y las monedas que sumaban 8.000 dólares. Mientras los revolucionarios y el coronel Torres conversaban, él contaba "con la cabeza gacha, como un ladrón medieval a punto de ser decapitado" (Vásquez, 2007a, p.276). Garantizada la Independencia definitiva por parte de Panamá frente a Colombia habría de fracturarse aún más la relación entre Narváez y su hija. Ella había nacido panameña, por lo tanto, aunque viviera con su padre, su patria era otra pues él seguía sintiéndose colombiano, tan traidor y mezquino como los altos políticos y militares de la patria de origen: "En medio de la revolución que se llevaría a Panamá, me di cuenta de que también tú podías verte arrastrada lejos de mí; el Istmo se estaba desprendiendo del continente y comenzaba a alejarse de Colombia, flotando en el mar Caribe como un champán abandonado" (Vásquez, 2007a, p.275).
La ciudad de Panamá se declaró en Independencia el 3 de noviembre de 1903. El día elegido buscaba no llamar la atención de la prensa y el público norteamericano, en tanto la preocupación estadounidense estaba enfocada en las elecciones del 4 de noviembre. El 5 de noviembre se sumó la ciudad de Colón y, ante la huida en barco del batallón Tiradores rumbo a Barranquilla-Colombia podía hablarse de que todo el Istmo estaba liberado (ese mismo día abandonó José Narváez a su hija en una embarcación que lo llevó al puerto de Barranquilla y luego en otra que lo trasladó a Londres). Barcos de guerra estadounidenses arribaron para proteger el desembarco de naves colombianas y "para la tarde del 6 de noviembre, ya el gobierno del presidente Theodore Roosevelt había otorgado el primer reconocimiento formal a la República de Panamá" (Vásquez, 2007a, p.279). Nada pudo hacer Colombia, salvo humillarse una vez más con una vergonzosa propuesta: "Ciudad de Panamá sería la nueva capital de Colombia si el Istmo se reintegraba al territorio colombiano. Mientras Panamá se negaba de tajo como un amante resentido" (Vásquez, 2007a, p.282).
El final de la novela de Juan Gabriel Vásquez recrea la llegada de José Narváez a Londres. La solidaridad de un reconocido desterrado colombiano - Santiago Pérez Triana- y su encuentro con Joseph Conrad, quien refiguraría con otros nombres su historia individual y la historia de su país en Nostromo. El colombiano anónimo afrentado por la Historia de Colombia soñaba ser inmortalizado por la pluma del polaco más destacado en lengua inglesa. Sin embargo, descubrió que hasta la propia ficción, con sus trucos y elecciones discriminatorias, se permitió el lujo de usarlo, borrándolo a la vez: "Era cierto. En la República de Costaguana, José Altamirano no existía. Allí vivía mi relato, el relato de mi vida y de mi tierra, pero la tierra era otra, tenía otro nombre, y yo había sido eliminado de ella, borrado como un pecado inconfesable" (Vásquez, 2007a, p.286).
A su modo, la novela es la historia de un colombiano traidor que huyendo de un país de traiciones encuentra a otro que, desde la ficción y en otra latitud, le asesta también el golpe. ¿El traidor traicionado? ¿Borgesiana narración? La acusación de que Conrad le había robado la historia a Narváez literariamente se presenta tras la muerte del autor polaco. Una acusación fuera del tiempo y sin testigos pues la memoria desplegada por el protagonista desde su palabra particular se sabe condenada al olvido, al ostracismo.
Apuntes finales
Historia secreta de Costaguana (2007), de Juan Gabriel Vásquez, es una novela donde se pone en el banquillo a un país que se vanagloria de su cultura humanista y grecolatina, una tierra que está saturada de "filólogos y gramáticos y dictadores y sanguinarios" (Vásquez, 2007a, p.91). La lectura ideológica del pasado colombiano no descuida, en todo caso, la elaboración estética del texto narrativo. Juan Gabriel Vásquez le ofrece al lector una obra intensa en sus atmósferas, amena en su relato, en su propuesta intertextual y paródica (principalmente con Nostromo de Joseph Conrad) y en juegos narrativos donde se entremezclan tiempos y espacios: la historia de vida de José Narváez en Colombia y su posterior exilio en Londres, y paralela la de Conrad (su juventud, viajes por América Latina, África y Europa, su estadía en Londres y sus avatares en la escritura). Las memorias individuales se convierten en punto de mira de la memoria colectiva, pues en la ficción de Vásquez se cuenta una versión desencantada de la Historia de Colombia (el tránsito del siglo XIX al XX con la Guerra de los Mil Días y la pérdida de la provincia de Panamá). Esta última por culpa tanto del imperialismo norteamericano, como también por la ineficacia del gobierno de José Manuel Marroquín.
En la novela de Juan Gabriel Vásquez hay una metaficción historiográfica, la cual "trabaja para situarse dentro del discurso histórico sin claudicar su autonomía como ficción" (Hutcheon, 1989, p.4). Para no perder dicha autonomía es que los registros históricos son distorsionados, tanto por la inserción de un personaje ficcional en medio de seres de comprobada existencia, como también por la fusión de convenciones de la ficción y la historiografía que son "simultáneamente usadas y abusadas, instaladas y subvertidas, aceptadas y negadas" (Hutcheon, 1989, p.4).
En tanto Historia secreta de Costaguana narra algunos aspectos de la Guerra de los Mil Días, la obra está anclada a una tradición novelística que ha focalizado dicho conflicto bélico: Flor de Tierra (1904) de Saturnino Restrepo, Inés (1908) de Jesús Arenas, El camino en la sombra (1965) de José Antonio Osorio Lizarazo, entre otras. Sobre la Pérdida de Panamá cabe destacar la obra de teatro I took Panamá (1974) de Luis Augusto García y la película muda Garras de oro, dirigida por P. P. Jambrina y producida por Cali Films en 1926.
* Artículo de reflexión, perteneciente a la investigación "La memoria metaficcional y migrante en cuatro novelas colombianas entre 1991 y 2007".
Referencias
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Conrad, J. (2003). Nostromo. Juan Mateos de Diego (trad.). México: Distribuciones Fontamara.
Hutcheon, L. (1988). A poetics of postmodernism, history, theory, fiction. New York: Routledge.
Hutcheon, L. (1989). Historiographic Metafiction Parody and the Intertextuality of History. Intertextuality and Contemporary American Fiction. O'Donnell, P and Robert Davis (ed.). Baltimore, Johns Hopkins University Press, p.p. 3-32.
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Vásquez, J. (2009). El arte de la distorsión. Bogotá: Editorial Alfaguara, 2009.
Vásquez, J. (2007a). Historia secreta de Costaguana. Bogotá: Editorial Alfaguara, 2007.
Vásquez, J. (2007b). Joseph Conrad, el hombre de ninguna parte. Bogotá: Editorial Norma.
Jorge Ladino Gaitán Bayona**
Universidad del Tolima, Colombia.
** Doctor en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Licenciado en Lenguas Modernas de la Universidad del Tolima. Profesor de Planta de la Facultad de Educación de la Universidad del Tolima.
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Copyright Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia Jan-Jun 2013
Abstract
This article analyzes Historia secreta de Costaguana [The Secret History of Costaguana] (2007), by Juan Gabriel Vasquez. The novel enters into irreverent dialogue with the novel Nostromo (1904), by Joseph Conrad, and the history of Colombia's nineteenth and early twentieth century. It tells of the Thousand Days War and the loss of Panama. History and fiction intertwine to criticize Colombia's past. Besides, it tells of the literary creation process. The article uses the concept of historiographic metafiction (Linda Hutcheon). It also considers Fernando Ainsa's concepts about rewriting the past.