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Del oído y la vista también nace el amor. De ver y escuchar dulces y cristalinas notas suavemente desprendidas de una lira, los moradores del monte Olimpo, musas, diosas, dioses; y ninfas, sátiros y centauros de los bosques, caían arrobados ante Apolo, igual que todo mortal sucumbe hoy a la música porque es lenguaje entre lenguajes, susceptible de ser sentida más allá de todo idioma, en tanto signo universal de la armonía capaz de alegrar, conmover, fascinar y encantar al alma.
Provenga de los vientos, de tambores, de sonajas, de cuerdas, de mil y un maneras de organizar sonidos según lugar, tiempo y espacio, el espíritu se da a la comprensión de lo que es de cada cultura, su invención y ejecución.
Así, Franz Valverde, el músico boliviano que es a la MuyuMuyu como ella es a Franz, viaja que viaja, toca que toca, asombra que asombra a su paso por ciudades, poblados y cantones de Japón. Tres meses durará su gira actual de solista, rasgando con amor, fuerza y arte las cuerdas de las dos caras de su guitarra. ¿Cómo así?, preguntarán quienes nunca han visto tan singular instrumento, invención del ilustre maestro, boliviano también, Ernesto Cavour.
Así como se...