RESUMEN: Una de las novedades más importantes del recién iniciado proyecto de investigación en el yacimiento de Valdeherrera ha sido el descubrimiento de una necrópolis musulmana o maqbara de cronolo- gía emiral ubicada entre los restos de la ciudad celtíbero-republicana existente en el lugar. Dada la ausencia total de materiales islámicos en el yacimiento, este descubrimiento ha marcado un hito en la investigación histórica de la ocupación islámica del territorio y del origen de Qal'at Ayyub, confirmando lo que las fuentes escritas musulmanas narraban.
En este trabajo no pretendemos ofrecer una visión de conjunto ni un estudio exhaustivo de la maqbara descubierta, ya que los trabajos de excavación continúan y todavía no ha sido posible determinar su exten- sión. El fin último es dar a conocer su descubrimiento y aportar una secuencia cronológica que complete el vacío de información existente en este momento sobre el inicio de la presencia árabe en el valle medio del Jalón, donde se encuentra la ciudad de Qal'at Ayyud, que jugará un importante papel a lo largo de la Edad Media.
Palabras clave: Maqbara. Período emiral. Valle del Jalón. Muerte violenta.
ABSTRACT: One of the news more importantly of recent research project in Valdeherrera site has been the discovery of a Muslim necropolis; this maqbara dated in emiral period is located between the remains of the Celtiberian-Roman Republican city existing in the place. Given the total absence of Islamic materials here, this discover has marked a key in the historical investigation of the Islamic occupation of Qal'at Ayyub's territory and origin, confirming the Muslim written sources.
In this work we not aim to provide an overview or a comprehensive study of the discovered maqbara; the archaeological work continues and has not yet been possible to determine its extent. The ultimate goal is to publicize this discovery and provide a chronological sequence to fill the information gap existing at the moment of the start of the Arab presence in the middle valley of Jalon, where Qal'at Ayyud city played an important role throughout the Middle Age.
Key words: Maqbara. Emiral Period. Jalón Valley. Grave. Violent death.
1. Ubicación y contexto geográfico
El yacimiento de Valdeherrera1 se sitúa a unos 4 km al SO de Cala- tayud, junto a la carretera que con- duce a Munébrega (C-202), en la margen izquierda del río Jiloca (Fig. 1). Ocupa un promontorio de esca- sa altura en el mismo ángulo for- mado por los valles del Jiloca y del Jalón, presentando una suave pen- diente descendente N-S que se eleva ligeramente sobre las vegas circun- dantes y desde donde se domina a la perfección todo el entorno geo- gráfico delimitado en la confluencia de ambos ríos, ofreciendo así una privilegiada visión de la Calatayud actual (Fig. 2).
Gracias a esta aventajada situa- ción, este territorio siempre ha albergado asentamientos de gran importancia que lo estructuraron y jerarquizaron en algunos momentos: Segeda, Valdeherrera, el oppidum de la Calatayud celtibérica, en época romana Bilbilis Italica, Municipium Augusta Bilbilis y Qal'at Ayyub -actual Calatayud-, desde época musulmana hasta el presente. Las sucesivas cam- pañas de prospección realizadas en el término de Valdeherrera y su entorno entre 2005 y 2008, con- tinuadas de manera intermitente hasta la actuali- dad, ofrecen los siguientes porcentajes: materiales vinculados al Bronce final (0,5%), época celtibérica (38,5%), época republicana (57%), época altoim- perial (2%) y época bajoimperial (2%).
Valdeherrera se ubica en uno de los puntos neu- rálgicos de la Celtiberia, en la confluencia del río Jiloca con el Jalón, dos de las principales vías natu- rales de la Antigüedad, ya que a través de ellas se producía la comunicación entre la Meseta, el valle del Ebro y la costa. Por ello, el desarrollo del asen- tamiento se verá favorecido por el cruce de cami- nos existente en su entorno: por el valle del Jiloca entre las dos ramas del Sistema Ibérico, a través de Daroca y las tierras de Teruel hasta el valle del Turia por el sureste hasta el litoral mediterráneo, y por el valle del Jalón, bien hacia el valle del Ebro o hacia la Meseta con su prolongación por el Henares, sin olvidar que a 9 km al NO desemboca en el Jalón el río Ribota, por cuyo valle se puede acceder fácil- mente hacia el Sistema Ibérico, el Moncayo con su riqueza minera y la meseta soriana (Fig. 3).
2. Introducción historiográfica2
A pesar de la importancia de este yacimiento, especialmente en época celtibérica, han sido muy pocas las noticias que teníamos de su existencia, debiéndose la primera mención escrita conocida al historiador local V. de la Fuente, quien publicó su existencia en 1880 en su obra Historia de la siempre augusta y fidelísima ciudad de Calatayud3. Más tarde, otros historiadores locales como López Landa (1935: 71-72) y López Sampedro (1968: 147) hacen referencia al yacimiento en un intento de ubicar en él Platea, ciudad mencionada en los epigramas de Marcial4, sin dudar nunca de la ubi- cación de la Bilbilis indígena en otro lugar que no fuese Bámbola, donde se levantó el Municipium Augusta Bilbilis.
La publicación por parte de López Sampedro (1968: 143-157) de la Carta Arqueológica del tér- mino municipal de Calatayud inicia una nueva fase de los estudios de Valdeherrera, al mencionar los restos arqueológicos aparecidos en el lugar, reto- mando las citas o descripciones de La Fuente y Landa, dentro de un estudio más general de la Comarca de Calatayud.
Tendremos que esperar a los años ochenta para encontrar los primeros trabajos monográfi- cos sobre el yacimiento en los que se plantea la adscripción celtíbero-romana del yacimiento (Galindo, 1980; Lostal, 1980; Domínguez, 1983; Galindo y Domínguez, 1985; Domínguez y Galindo, 1984). A partir de entonces Valdeherrera entra en la historiografía científica como un importante asentamiento en el que ubicar la Bil- bilis indígena (Burillo: 1988: 55-57; 1998, 2007; Burillo y Ostalé, 1983-84: 288-303), si bien con- sideramos que este planteamiento es erróneo (Martín-Bueno y Sáenz, 2003: 357-360; Sáenz et al., 2009: 52-59).
Finalmente queremos reseñar que en ninguno de los trabajos anteriores, ni entre los elementos muebles publicados y conocidos hasta el momen- to, se han encontrado elementos islámicos, ni siquiera numismáticos de los que el yacimiento es tan prolífico (Martín-Bueno y Redondo, 1979; Domínguez y Galindo, 1984: 63-103, etc.).
3. La maqbara de Valdeherrera
3.1. Ubicación
La maqbara de Valdeherrera se sitúa al S del yacimiento, extendiéndose por la calle N y las estancias próximas a estas, pertenecientes a las ínsu- las I y II (Fig. 4). La elección del lugar parece estar influenciada por la cercana presencia del agua, ya que en ocasiones las maqabir están relacionadas con acuíferos, fuentes o manantia- les, ramblas, arroyos o ríos, etc., debido al efecto que el agua ejerce entre los musulmanes como ele- mento catártico o purificador, que juega un papel fundamental tanto en la vida diaria como en la espiri- tual a través de su empleo en las abluciones de purificación del cuer- po y la tumba. En este caso basta con recordar la denominación de la zona como 'Cifuentes' para valorar esta relación5.
El yacimiento se encuentra, como anteriormente mencionamos, en el ángulo de confluencia del río Jiloca con el Jalón, siendo visibles ambos ríos y su rica vega, habitual- mente inundable, que se extiende hasta los pies del mismo. Por todo ello Valdeherrera reunía bastantes de los requisitos para albergar una maqbara, al ser además habitual su ubicación en laderas o pequeños altozanos que dominan ríos o ramblas.
A pesar de ello, pensamos que la necrópolis está vinculada a un asentamiento temporal islámi- co que parece responder a razones estratégicas debido al control territorial que se ejercía desde este pequeño altozano desde donde se divisaba y controlaba perfectamente Calatayud, así como las rutas del Jiloca y el Jalón. Por otra parte, la pre- sencia de los potentes fosos que circundaron la ciudad celtibérica en tres de sus lados y el cortado oriental, le proporcionaban un carácter inexpug- nable y seguro para el asentamiento temporal musulmán y, por extensión, debido a la amplitud de la planicie existente de aproximadamente 35 ha, para la ubicación del cementerio6.
3.2. Descripción de la maqbara
Hasta el momento (campaña 2012) se han localizado 62 tumbas individuales7 (Fig. 5), según marcan los preceptos religiosos, siendo simples fosas de unos 40 o 50 cm de anchura abiertas en los niveles de destrucción y abandono de las viviendas de la ciudad sertoriana, llegando a per- forar en algunos casos los pavimentos de mortero blanco de las estancias como en el caso de las tumbas T. 6, T. 17 y T. 18 (Figs. 5 y 9), sin que las tumbas situadas en la calle llegasen a perforar su firme formado con grava apelmazada.
La necrópolis se encuentra perfectamente orga- nizada en un espacio abierto, como en la mayoría de las maqabir peninsulares, sin cercados o delimi- taciones que la circunden (Figs. 6 y 7). Bien es cierto que, a falta de una visión global, la zona excavada nos es suficiente para apreciar una organi- zación espacial preestablecida mediante sepulturas alineadas que configuran calles paralelas de circula- ción por las que transitarían los cortejos funerarios y los visitantes, siendo esta una tónica bastante habitual como se ha podido apreciar en el Tossal de Manises (Alicante) (Tendero et al., 2007: 139, fig. 3.49), en la fase primera de la necrópolis de Rote- ros de Valencia (Pascual y Serrano, 1996: 234), Marroquíes Bajos en Jaén (Serrano y Castillo, 2000: 106), Calatrava la Vieja (Ciudad Real) (Prie- to et al., 1988: 127), etc.
3.2.1. Las tumbas
La maqbara de Valdeherrera presenta unos enterramientos que responden a un esquema sobrio y sencillo8, siguiendo la doctrina malikí ampliamente difundida en al-Andalus que estableció una serie de rituales y normas vinculados con ella9 que censuran y desaprueban las tumbas monumentales y promueve que fuesen estre- chas, excavadas en la misma tierra y "no más profundas que la cintura de un hombre", sin obra alguna.. Los cubri- mientos son sencillos, a lo sumo una simple cubierta de madera, lajas o tejas, sobre la que se dispone un túmulo de tierra a modo de única señali- zación externa de la tumba. Se observa una gran homoge- neidad tipológica y una total ausencia de otros elementos de señalización como cipos, estelas, etc. De esta manera se mantienen los pre- ceptos de igualdad social y económica que deben tener los enterrados y sus tumbas.
Respecto a su orientación, si bien se aprecia un respeto a los rígidos preceptos coránicos, observamos una cierta flexibilidad y ligeras varia- ciones, desviándose ligeramente del tradicional eje NO-SE perpendicular al eje de la qibla y depo- sitando el cuerpo envuelto en un sudario10. La orientación de las cabeceras se mantiene en un arco bastante homogéneo entre 285°-300°, si exceptuamos las tumbas 5, 8, 9, 13, 20 y 33, que presentan una orientación casi perfecta O-E, pero siempre con el rostro orientado hacia el SE, forzándolo si es necesario con la colocación de una piedra que bloquee el cráneo.
Esta orientación parece quedar condicionada por la disposición urbana de la ciudad indígena, ya que la mayor parte de las tumbas se disponen de forma paralela a los muros perimetrales de la insula (O/NO-E/SE), y por extensión de la calle, que determina su disposición que coincida aproxi- madamente con la orientación buscada marcada por el rito coránico. De ahí que tuviesen en estos muros un elemento guía para su trazado e incluso fuese en algunos de ellos, como por ejemplo en la Tumba 31, empleado el zócalo de sillares a modo de shaq.
Se han podido identificar dos tipos de inhu- maciones, excavadas siempre en el terreno, en las que se observa un rito unitario (Fig. 8). En ambos casos la planta de la fosa es longitudinal con extremos rectos o levemente curvos y ligeramente ahusada; la parte inferior es más estrecha para facilitar el encaje del cuerpo que, en ocasiones, puede aparecer calzado con piedras en la espalda para mantener su posición sobre el lateral derecho e inmovilizarlo, especialmente tras el cráneo para asegurar su orientación:
- Fosa alargada con extremos redondeados y paredes rectas, sin enlucido o enfoscado alguno; se cubre con un pequeño túmulo longitu- dinal formado por la tierra procedente de la excava- ción de la tumba. General- mente esta fosa se abre en espacios que presentan pavimentos duros (Fig. 9).
- Fosa alargada con ex- tremos rectos o redondea- dos y cubierta por tres o cuatro losas de yeso alabas- trino colocadas a un agua descendente hacia el N protegiendo la parte dorsal del cuerpo enterrado (Fig. 10). Estas losas proceden de la partición de los blo- ques alabastrinos emplea- dos en los zócalos de las viviendas celtibéricas, de ahí que la ausencia de zócalos y cimenta- ciones en algunas zonas de la ínsula excava- da, especialmente en su zona noreste, sea una consecuencia del expolio y reutiliza- ción de los sillares para estos menesteres. En algunos casos se han colocado cuñas o pequeños fragmentos de losas en los huecos que quedaban entre las losas. Posteriormen- te se cubría la tumba con tierra, quedando visible la cresta de la cubierta. Son muchos los paralelos que encontramos para este tipo de enterramiento a lo largo de al- Andalus, variando el tipo de materia emplea- da para las cubiertas -piedra, ya sean losas o sillarejos, tajas o tegulae reutilizadas, e incluso adobes-.
En nuestro caso no hemos localizado paralelos directos, debido a la peculiaridad del material empleado -losas de yeso alabastrino-, si bien encontramos similitudes formales y cronológicas para el segundo grupo con alguna de las tumbas de las necrópolis del Tolmo de Minateda (Hellín, Alba- cete), del s. IX (Gutiérrez, 2007: 344); Puerta de Toledo (Zaragoza), fechada por C14 entre el 834 ± 35 y 929 ± 30 (Galve y Benavente, 1992: 385); Tossal de Manises (Alicante), entre los ss. VIII-X (Tendero et al., 2008: 146-173, fig. 4.3), sin olvidar otras maqabir como las de Xarea en Vélez Rubio (Haro y Carrión, 1995: 12-16) y el Cerro del Almendralejo en Marbella (Fernández et al., 2001: 618), etc.
Algo muy peculiar de estas fosas es que tienen su lateral oriental recto, mientras que el lateral occidental está algo socavado a modo de covacha, rememorando la tumba del Profeta; donde se colo- caba el cuerpo, quedaba apoyada la cadera en la pared, mientras los brazos, cabeza y pecho parecen quedar protegidos por esta pequeña oquedad. Un caso peculiar lo encontramos en la Tumba 31, que se ha sobreexcavado bajo la cimentación de un muro empleándola como cubierta de la covacha (Fig. 11). Es posible que este tipo de pared lateral cóncava debamos ponerlo en relación con la exis- tencia de shaq en tumbas más complejas, siendo una tipología similar a la documentada en las maqabir de Tauste (Zaragoza)11 y Ejea de los Caba- lleros (Zaragoza), Tossal de Manises (Tendero et al., 2008: 146-173), en la necrópolis 4 de Marroquíes Bajos en Jaén (Serrano y Castillo, 2000: 97), etc. En algunos casos la fosa presenta un escalón lateral (Fig. 12) sobre el que apoyar la ya mencionada cubierta.
3.2.2. La colocación de los cuerpos
Los cuerpos fueron depositados siguiendo los preceptos coránicos: en posición de decúbito late- ral derecho con la cara mirando hacia La Meca, prolongación de la postura del individuo que se coloca de esta manera cuando siente acercarse su fin, a la vez que se comienzan a recitar versículos coránicos12.
Los brazos se dispusieron estirados o ligera- mente flexionados con las manos apoyadas sobre la pelvis y las piernas rectas o ligeramente flexio- nadas, apreciándose en su disposición el uso de sudarios que las mantuvieron comprimidas hasta su descomposición. Para asegurar la orientación de la cabeza se dispuso bajo ella un canto rodado o fragmento de sillarejo a modo de "almohadilla", forzándose su orientación para girar el rostro del difunto hacia la qibla. Es interesante reseñar que esta orientación coincide prácticamente con el punto por el que asoma el sol tras la Sierra de Vicor, hecho que debió actuar como un elemento de referencia para la orientación del rostro.
El cuerpo pudo cubrirse con tablas de madera para impedir que la fosa se llenara de tierra. Final- mente se formaba un pequeño túmulo de tierra que cubría el conjunto, y ocupaba toda la prefosa con la tierra extraída.
El estado de conservación de los huesos en general es bas- tante malo debido a la alta con- centración de sales que presenta el terreno fruto de los mam- puestos de yesos alabastrinos empleados en la construcción de las estructuras, así como en los pavimentos de opus signinum y de mortero blanco perforados durante la apertura de las fosas de inhumación (Fig. 9). Todo ello obligó a la completa conso- lidación in situ de los huesos en el momento de su extracción complicando su posterior estu- dio antropológico.
3.2.3. Los ajuares
Hay que señalar la total ausencia de ajuar en el interior de las tumbas y de cualquier otro elemento u objeto orna- mental personal que permitiese establecer una determinación cronológica más precisa. Tam- bién está ausente cualquier hito de señalización o signo de iden- tificación de tipo social, con la sola excepción de los túmulos, siendo esta la norma general de las necrópolis musulmanas. Es reseñable que incluso, a pesar de abrirse las fosas en niveles de destrucción y abandono de la ciudad celtibérica, se tuvo un extraordinario cuidado a la hora de limpiar la fosa de cualquier resto o ele- mento material de esta época que pudiese "conta- minar" la inhumación.
La ausencia de elementos de cultura material o estructuras de época islámica asociados a la necró- polis es total. El hecho de que todos los enterra- mientos excavados hasta el momento sean masculinos, así como la simplicidad de estos, a la vez que la penuria de elementos empleados en su construcción, denota premura en la ejecución, si bien se observa siempre, como ya hemos mencio- nado, el cumplimiento de las estrictas prescripcio- nes coránicas.
3.3. Cronología de la maqbara y datación radiocarbónica
Tras la exhumación de varias tumbas (T. 1, 6, 12, 14, 19, 25, 31, 35, 39 y 46) y como era de esperar, carecemos de cualquier tipo de material asociado que aportase alguna secuencia cronológi- ca. Por ello se consideró de vital importancia la datación por radiocarbono de algunos restos óseos; se enviaron muestras de las tumbas (T. 21 y T. 46) al Beta Analytic Radiocarbon Dating Laboratory (Miami, Florida-USA), obteniéndose los resultados expresados en la Fig. 13 utilizando la técnica de Espectrometría de Masas con Aceleradores.
Los análisis de C14, una vez calibrado, nos pre- sentan un horizonte que podemos establecer en la segunda mitad del s. IX, más concretamente en sus últimas décadas, debido a lo cual, des- cartado un asentamiento islámi- co permanente en Valdeherrera o en su entorno más inmediato al que vincular esta necrópolis, hace que tengamos que ponerla en relación con alguno de los acontecimientos bélicos vincu- lados con la historia de Cala- tayud, especialmente con los sucesos derivados del control musulmán de estas tierras y la disputa existente entre sus dis- tintas facciones. No obstante hay que descartar que se trate de una de sus necrópolis, ya que esta se localizó en el sector de la Puerta Terrer conocido también como Puente Seco, fechándose en los ss. X-XII13.
4. La relación entre la maqbara de Valdeherrera y Qal'at Ayyud (Calatayud)
El paso siguiente fue adscribir esta necrópolis a un núcleo urbano determinado, ya que las áreas funerarias necesariamente estaban cercanas al lugar de hábitat, al no permitir el ritual funerario y sus preceptos largos traslados hasta el lugar del enterra- miento (Dickie, 1985: 46).
Ya hemos mencionado cómo en el paraje de Valdeherrera-Cifuentes no existe elemento material alguno de época musulmana. La cercanía de la población de Paracuellos de Jiloca, conocida desde época romana por sus balnearios con aguas sulfuro- sas e importante asentamiento musulmán que parece identificarse con el Castillo de Xiloca citado en el Cantar de Mío Cid 14 y distante tan sólo 3 km en línea recta, pudiera ser una respuesta, pero debemos descartarla ya que se encuentra en la mar- gen derecha del Jalón, al otro lado de sus vegas y es improbable que la necrópolis de esta localidad se ubicase al otro lado del río. Más cuando sabemos que el ritual exige proximidad entre el lugar de fallecimiento y enterramiento; de ahí deriva la ubi- cación de las necrópolis en las proximidades de las puertas de las ciudades, como sucede en el caso de la maqbara de la Puerta Terrer de Calatayud.
Su vinculación con otro tipo de hábitat de tipo rural o alquería a modo de pequeña comuni- dad rural ubicada en Valdeherrera, explotadora de las ricas y fértiles vegas que se extienden en sus inmediaciones, es tentador, pero debemos insistir de nuevo en la inexistencia de cualquier vestigio que pudiera apoyar dicha hipótesis.
Nos queda por lo tanto una única posibilidad, y es que respondiese a una ocupación temporal del lugar. ¿Un campamento militar? Los cuerpos inhumados así parecen indicarlo. La totalidad de los cuerpos exhumados, 12 de las 62 tumbas des- cubiertas que representan prácticamente el 20% de la necrópolis, son hombres adultos, de entre 21 y 40 años, en los que se han documentado muertes violentas con importantes traumatismos como hundimientos craneales en tres casos -T. 4, T. 6 y T. 46- (Fig. 14), sin que en ninguna de ellas se aprecie regeneración ósea; ausencia de extremidades -T. 7 y T. 25-, y puntas de flecha incrustadas en los huesos como en el caso del cuerpo de la tumba T. 1 (Fig. 15), en donde se localizó una de ellas entre las costillas.
5. La fundación de la Calatayud islámica
Las excavaciones urbanas desarrolladas en Calatayud han permitido constatar la ocupación del lugar ya desde el Bronce antiguo y medio en el denominado Castillo del Reloj (Cebolla et al., 1997: 89-98, láms. 10-12) y en época celtibérica en el Castillo de Doña Martina y su entorno (Royo y Cebolla, 2005: 157-159; Cebolla y Royo, 2006: 281-290).
Las excavaciones también han verificado la pre- sencia de estructuras y elementos muebles de los ss. I-III identificados como pertenecientes a una villa de carácter agrícola (Cebolla et al., 1997: 101-108, 215), a las que hay que añadir la reciente aparición de un importante conjunto termal en la plaza Ballesteros, fechado en los ss. II-IV15.
En el estado actual de la investigación, desconocemos si hubo una presencia u ocupación visigoda en Calatayud, pero podemos intuirla a partir de una serie de hallazgos, principalmente restos de una necrópolis visigoda en el término de Illescas (Martín- Bueno, 1973: 435-442; Esco, 1987: 633-645). Esta época oscu- ra de Calatayud se rompe con el asentamiento de los musulmanes, al construirse un pequeño qal'a al que se le añadiría el elemento onomástico de quien tal vez fue su primer sahib o gobernador, de donde se derivaría el topónimo Qal'at Ayyud "Fortaleza de Ayyud", es decir, "Fortaleza de Job", del que resultaría el actual nombre de la ciudad.
No obstante, no sabemos con exactitud el momento de dicha fundación, ya que las fuentes árabes no trasmiten noticias de ello ni de ningún otro acontecimiento que se produjese en estos primeros años. Habrá que esperar al emirato de Muhammad I (852-886) y a la crisis o fitna generada por la rebelión de los muladíes para encontrar las primeras menciones de hechos histó- ricos a los que poder vincular la necrópolis de Val- deherrera.
Queda fuera de toda duda, como bien expuso en su momento Souto (1989: 675-696), que debe descartarse la tradición historiográfica, que ha per- durado hasta época bien reciente, de la atribución que Jiménez de Rada hizo en su Historia Arabum16 (¿1243-1244?) de la fundación de Calatayud a Ayyub b. Habib en el año 71617.
Será Zurita quien termine por generalizar esta atribución: "Fue poblado este lugar según se escri- be en la historia de los árabes en el mismo tiempo que los moros se apoderaron de España; y su poblador fue Ayub, el que volvió la silla real de los árabes a la ciudad de Córdoba"18 (Canellas, 1967: lib. I, cap. XLV, 148), popularizada amplia- mente en la historiografía de Calatayud tras el tra- tado de Martínez del Villar (1598: II, 1-44).
Tendremos que llegar a V. de la Fuente (1994: 114) para encontrar el planteamiento de una duda razonable sobre esta arraigada tradición, si bien no llegó a pronunciarse del todo: ..."es tan inofensiva e insignificante, que no merece la pena de molestarse en sostenerla con calor, y como, por otra parte, los argumentos son negativos, y no presenta documento en contrario, ni noticias de otro origen ni de otra etimología, bien puede continuar, mientras no aparezcan otras mejores".
Ciertamente el topónimo Calatayud-Qal'at Ayyud con Ayyud b. Habib ha quedado como axioma, manteniéndose hasta hoy esta atribución u origen de la ciudad, a pesar de trabajos como los de Souto (1989: 677-680), que recoge los textos del historiador y geógrafo andalusí Al-Udrí (1003-1085) en Tarsi 'al-ajbar, en los que se des- cribe la rebelión en la Marca Superior de los Banu Qasi19 contra el imán Muhammad I, quien se vio en la necesidad de llamar a los hijos de Abd al-Azizal-Tuyibi en su ayuda, reconstruyendo para ellos Calatayud, así como Somed, Daroca y Furtis20. También le encargó combatir a los Banu Qasi, poniéndolos al frente de sus gentes, dándo- les a cada uno un regalo de cien dinares en cada campaña (TA. 41). En una segunda cita (TA. 49) Al-Udrí, refiriéndose a los escritos de Al-Razi dice: "Cuando se hizo manifiesta hostilidad de los Banu Qasi en la Marca, en Zaragoza, en tiempos del imán Muhammad I, reconstruyó éste la ciudad de Calatayud y dejó en ella a Abd al- Aziz al-Tuyibi, en el año 248 (7 marzo 862-23 febrero 863)". Posteriormente continúa mencio- nando como desde Calatayud efectuó ataques contra los Banu Qasi hasta su muerte en el 277 (27 abril 890-14 abril 891).
Tampoco podemos dejar pasar las menciones efectuada por el historiador cordobés Ibn Hayyan (987-1075) en la obra Al-Muqtabis fi Tarikh al- Andalus, quien matiza estos aspectos: ..."El emir Muhammad b. 'Abdarrahman fue el primero en hacer señores-clientes a estos Tuyibíes, destacados en la Marca superior, cuando le causaron proble- mas los Banu Qasi, rebeldes de ella. Preparó contra ellos a estos Tuyibies, los invistió como señores- clientes, los reunió y dispuso como vivienda para ellos la ciudad de Calatayud, en esta marca. La [re]construyó para ellos, la fortaleció e introdujo en ella a su caudillo y notable Abdarrahman b. 'Abdaláziz b. 'Abdallah b. al-Muhayir at-Tuyibi, lo nombró oficialmente sobre sus gentes y ordenó a éstas congregarse en torno a él. [Re]construyó para ellos la fortaleza de Daroca y otras, obsequiándoles con dones y asignándoles suplementos por sus campañas"... Esto tuvo lugar en el año 361 (16 octubre 874-5 octubre 875) (MQ-III, 30)21.
Como vemos, las incursiones de los Banu Qasi desde el valle del Ebro obligaron a fortificar y poblar la tierra de la comarca de Calatayud con el clan yemení de los tuyubíes, establecidos en la Marca Superior y fieles a los omeyas. Abdarrah- man b. 'Abdal 'aziz b. al-Muhayir at-Tuyibi con- virtió el viejo qal'a en una medina, creando un amplio sistema defensivo en la comarca con la creación de varios husun y sus consiguientes poblaciones (Somed, Daroca, Furtish, etc.). De cualquier manera, los datos que se desprenden de las fuentes escritas no son concluyentes, ya que la fortificación de las tierras de Calatayud y Daro- ca es una información transmitida por Ahmad ibn Muhammad al-Razi a partir de los escritos de al- Udhi, que la sitúan en el 862/863 y los de Ibn Hayyan, en el 874/875.
A partir de estos momentos, el poder de los Tuyibies, y por consiguiente el progreso y desarro- llo de la medina de Calatayud, fue en aumento, extendiéndose su influencia por gran parte de la Marca Superior y de su capital Saraqusta, donde terminarán por reemplazar a los Banu Qasi, dando lugar con el tiempo a rebeliones contra Córdoba, como la encabezada por Muhammad b. Hashim at'Tuyubi entre 934-937, fundando en el s. XI la primera dinastía de la taifa de Zaragoza.
Antes de continuar debemos hacer una matiza- ción que será fundamental a la hora de justificar la necrópolis de Valdeherrera. Para ello reproduci- mos un texto de Souto (1989: 685, cit. 46) referido a la interpretación del verbo banà que aparece recogido en los textos anteriores y que puede ser traducido como construir o reconstruir indistintamente. Dice Souto: "Se trata sin duda de uno de los vocablos más incó- modos con que se puede encon- trar el investigador a la hora de realizar el estudio crítico de una cita, pues significa a la vez cons- truir y reconstruir. El mismo problema presentan sus nom- bres de acción binà y bunyan que tanto pueden significar 'construcción' como 'reconstruc- ción' o 'restauración'. Su traduc- ción ha de hacerse teniendo esto en cuenta, y los pasajes en los que figuran estas palabras han de ser considerados con suma cautela, so pena de caer en importantes errores de interpretación. Per- sonalmente, desde hace tiempo nos inclinamos por traducir tales términos anteponiendo el prefi- jo 're-', encerrado en corchetes, al verbo 'cons- truir' y al sustantivo 'construcción', como se puede ver en este mismo trabajo".
Llegados a este punto podemos vincular la necrópolis, teniendo en cuenta la datación aporta- da por el C14, con los enfrentamientos entre musulmanes por el control de las tierras de la comarca de Calatayud e incluso con la conquista del viejo qal'a, tal vez un pequeño hisn, que con toda probabilidad estuvo ubicado en el cerro que posteriormente albergó el denominado Castillo de Don Álvaro o de Doña Martina (Fig. 16). No hay que olvidar que es el único de los cinco castillos con los que contó la ciudad construido en buena parte con sillares de caliza encintados por un entramado de madera, como se ha conservado en el muro de poniente, siguiendo técnicas construc- tivas yemeníes (Souto, 2005: 113-116)22.
Por todo ello se deduce que la primera fecha concluyente que tenemos para una presencia efec- tiva de musulmanes en lo que hoy es Calatayud hay que retrasarla hasta la segunda mitad de s. IX, según se desprende de los datos arqueológicas aportados por la necrópolis de Valdeherrera y de la ausencia de otros elementos culturales islámicos que podamos datar en el s. VIII, fechas corrobora- das por las fuentes escritas de al-Udhi que la men- cionan en el 862/863 y los de Ibn Hayyan en el 874/875. En todo caso nos remite al s. IX en vez de al s. VIII (716), como ha sido mantenido tradi- cionalmente hasta ahora.
Si hubo un pequeño qal'a o hisn en lo que hoy es el Castillo de Doña Martina, no podemos ase- gurarlo, más si carecemos de excavaciones. Como hemos visto también, las fuentes escritas islámicas son bastante posteriores a los acontecimientos que narran, en el caso de Al-Udrí dos siglos, a pesar de elaborarse a partir de los tratados de al-Razi, escri- tos a su vez casi un siglo después de que se produ- jesen los hechos. Es precisamente aquí en donde hay que valorar el verbo banà que aparece recogido en los textos mencionados y que puede ser traduci- do indistintamente como construir o reconstruir.El empleo de uno u otro da un distinto significado al texto. Si hay, o no hay, una pequeña fortifica- ción previa a la llegada de los tuyubíes para fortifi- car el territorio y crear un tapón frente a los siempre revoltosos Banu Qasi deberá decirlo la arqueología, pero hasta el momento la presencia más antigua queda documentada en la maqbara de Valdeherrera.
6. Conclusiones
Evidentemente queda todavía mucho por investigar en el ámbito de la arqueología medieval de Calatayud y su comarca. El descubrimiento de esta maqbara en el transcurso de la excavación de Valdeherrera ha sido una sorpresa que permite esclarecer un poco el desconocimiento existente y aportar nuevas informaciones sobre la ocupación del territorio en época islámica.
La falta de elementos de cultura material impi- de ser más concretos, pero los análisis de C14 efec- tuados han aportado unas fechas, segunda mitad del s. IX, que concuerdan perfectamente con lo que las fuentes escritas musulmanas decían y que, salvo excepciones, no habían sido consideradas, quedando relegadas por una tradición historiográ- fica errónea.
Desconocemos todavía mucho de esta maqba- ra, pero el descubrimiento hasta el momento de 62 tumbas, su disposición, tipología y ritual empleado, estrechamente relacionado con la doc- trina malikí ampliamente difundida en al-Anda- lus, entronca perfectamente con necrópolis como las de Tauste, Ejea de los Caballeros, Daroca, Zaragoza, etc., por citar alguna de las más próxi- mas situadas en el valle medio del Ebro y que pre- sentan cronologías similares.
La evidente muerte violenta documentada en la mayor parte de los cuerpos exhumados nos permite incidir en la vinculación de los enterra- mientos con acontecimientos históricos concretos que hay que relacionar con el emirato de Muham- mad I (852-886) y la pérdida del control omeya sobre los territorios periféricos gobernados por 'señores muladíes', descendientes en algunos casos de la nobleza peninsular preexistente, que los gobernaban de manera autónoma. Esta ausencia de autoridad central terminaría por desencadenar la crisis o fitna generada, en nuestro caso, por la rebelión de los siempre levantiscos Banu Qasi, y la necesidad de taponar, controlar y frenar su expansión por el valle del Jalón. Para ello fue necesario acudir al linaje Tuyibi, que posterior- mente extendería su poder por toda la Marca Superior hasta crear Mudir I en 1018, debido al hundimiento y descomposición del califato cordo- bés, la taifa de Zaragoza.
1 Entre los años 2005-2009 se ha desarrollado un pro- yecto de investigación entre el Centro Ausonius de la Univ. Michel de Montaigne Bordeaux 3 y el Área de Arqueología-Grupo URBS del Dpto. de CC de la Antigüe- dad de la Univ. de Zaragoza, con la colaboración del Cen- tre Littoral de Géophysique de la Univ. de La Rochelle; estos trabajos han sido codirigidos por los firmantes de este artículo. A partir de esa fecha las excavaciones han sido coordinadas desde la Univ. de Zaragoza dentro del proyecto MINICINN-HAR. 2008-03752: URBS II: Modelos edilicios y prototipos en la monumentalización de las ciuda- des de Hispania. Sobre las labores arqueológicas realizadas en Valdeherrera cf. Martín-Bueno, Krausz y Sáenz, 2009; Martín-Bueno y Sáenz, 2012, 2013; Krausz, Mathé y Druez, 2012.
2 Una detallada revisión historiográfica de este yaci- miento en Sáenz, J. C.: "Una revisión historiográfica de los estudios sobre la ciudad celtibérica de Valdeherrera", Saldvie, 13, e. p.
3 Hemos utilizado la ed. facsímil de esta obra publica- da en 1994 por el Centro de Estudios Bilbilitanos de Calatayud.
4 Marcial, Ep. IV.55.13: "Platea que resuena por su hierro rodeada por el Jalón que da temple a sus armas" y Ep. XII.18.11: "Boterdo y Platea, estos nombres, tan bron- cos tienen las tierras celtíberas".
5 En la historiografía moderna se ha generalizado la denominación del lugar en el que se ubica el yacimiento como Valdeherrera, al ser designado así en el Polígono Catastral (P. 31); sin embargo, en realidad el lugar siempre se ha denominado 'Cifuentes', término o denominación ya mencionada, por ejemplo, por López Landa (1935: 71- 72): ..."Platea no había de ser una excepción: fue fundada a la orilla del Jiloca muy cerca de su confluencia con el Jalón, en el término que después fue llamado Cifuentes (cien fuentes) por la abundancia de sus manantiales"... y por Rubio Vergara (1952: 35-36) ... "No lejos de la con- fluencia del Jalón y el Jiloca, en el término de Cifuentes, existió la localidad romana de Platea, sonora por el hierro de sus fundiciones". A pesar de estas citas hay que seña- lar que La Fuente en 1880 en su Historia de la siempre augusta y fidelísima ciudad de Calatayud se refiere al térmi- no como 'Val de Herrera' en el siguiente párrafo: "Los romanos, tan aficionados á utilizar las confluencias de los ríos, no dejarían de aprovechar la del Giloca con el Jalón. En el término de Val de Herrera se ha hallado, y aun a veces se descubren vestigios de edificios antiguos que los labradores destruyen como obstáculo a sus labores...". Evi- dentemente hay que reconocer una cierta confusión en la denominación del lugar, pero los agricultores de la zona, especialmente los mayores, se refieren a este lugar como 'Cifuentes', el nombre tradicional, mientras que los jóve- nes usan 'Valdeherrera', la denominación catastral.
6 La extensión del yacimiento, fosos y recinto amura- llado se documentan en Martín-Bueno y Sáenz, 2009: 429-437; 2012: 11-17.
7 Hay ausencia de osarios, algo lógico al estar estos prohibidos (Dickie, 1985: 46), aunque se han podido constatar algunos casos excepcionales, como en la maqba- ra de Madinat Baguh en Priego, Córdoba (Carmona y Luna, 1996: 121).
8 El estudio de las necrópolis musulmanas de al-Anda- lus permite apreciar cómo la ceremonia y el ritual de ente- rramiento son fieles a la shariqa, salvo los lógicos cambios, por otra parte apenas perceptibles, explicables por la evo- lución del ritual, así como, las más de las veces, por los condicionamientos físicos del terreno y del entorno en donde se ubique la necrópolis (Roselló, 1992: 162).
9 El inicio de la presencia omeya en la Península vino marcado por la influencia de al-Awzai (Damasco, 87/704- Beirut, 157/774) uno de los máximos representantes de la escuela siria de derecho religioso, cuyos discípulos expan- dieron sus doctrinas por el Magreb y al-Andalus influyen- do notablemente en los ulemas andalusíes de ciudades como Córdoba, Toledo, Saraqusta. A pesar de ello, la lle- gada a la Península Ibérica de discípulos de Málik bin Anas (708/716-796), cuyo nacimiento supuestamente fue predicho por Mahoma, supuso una profunda transforma- ción del pensamiento, pasando a representar la tradición más pura y auténtica desarrollada en torno a las enseñan- zas del Profeta, asumiendo desde el rigor el Corán y la sunna como fuentes esenciales del derecho islámico y aceptando los hechos y dichos del profeta y sus compañe- ros (hadices) como ejemplarizantes. La llegada a Córdoba de los escritos de Malik, especialmente del tratado Kitáb al-Muwattá, supuso una auténtica revolución a la hora de interpretar y seguir el Corán. Esta nueva doctrina y escuela de pensamiento -malikí o escuela de Medina-, se difun- dió rápidamente en al-Andalus, lo que supuso casi una inmediata desaparición de las enseñanzas juristas de al- Awzai al ser reemplazadas por el rito malikí, si bien se aprecia como a partir del s. IX la escuela malikí andalusí renuncia al estudio de los hadices, volviéndose inmovilista al prohibirse la interpretación y la reflexión personal (Arié, 1982: 339-341).
10 La tradición recoge la posibilidad de no lavar al difunto cuando este haya fallecido en combate como un mártir, siendo amortajado con su propia ropa, ya que la sangre con la que está empapada es muestra irrefutable de su fe, suponiendo su martirio el perdón de todo pecado (Dickie, 1985: 44). Evidentemente es casi imposible apre- ciar este hecho en los enterramientos de Valdeherrera, a pesar de atestiguarse indicios de muertes violentas (T. 1, T. 4, T. 6 y T. 46).
11 Aún inédita y en proceso de excavación. Quere- mos agradecer a F. Gutiérrez, director de las excavacio- nes, esta información. Para más documentación sobre los trabajos arqueológicos desarrollados en esta necrópolis cf. http://arqueoguti.blogspot.com.es/2010/11/necropolis- andalusi-de-tauste-zaragoza.html.
12 ..."Vemos que vuelves tu rostro hacia el cielo. Te dirigimos en una dirección que te agrade. Oriéntate hacia la Mezquita Sagrada"... Los creyentes musulmanes no tie- nen garantizado el paraíso; la salvación llegará tras un camino de pruebas y valoraciones que se inicia en el momento de la defunción, momento rodeado de lógico dolor, pero también de temor al desconocido más allá y al juicio sobre los actos realizados.
13 Se trata de una necrópolis descubierta en 2007 cuya excavación puso al descubierto cerca de 250 enterramientos, si bien su extensión debió ser mayor ya que la excavación se limitó a una serie de solares en los que se había previsto la construcción de viviendas. A falta de la publicación de los resultados, a partir de la información dada a conocer por los medios de comunicación, la necrópolis se fecha en los ss. X- XII hasta la conquista cristiana de la ciudad, momento en el que la judería se extendió por esta zona, se amplió la barria- da hebrea y se construyeron viviendas sobre el cementerio musulmán.
14 Poco sabemos del Castillo de Xiloca exceptuando que fue conquistado por Alfonso I en 1120 tras la batalla de Cutanda, al mismo tiempo que caía Calatayud y con ella todo el valle del Jiloca. Cuando se formó la Comunidad de aldeas de Daroca se integró en ella formando parte de la sesma del río Jalón, siendo conquistada por los castellanos en 1362 durante la denominada Guerra de los dos Pedros, siendo recuperada por los aragoneses en 1366. El castillo ocupaba una meseta de unos 50 m de eje mayor en las pro- ximidades de la población, conservándose actualmente esca- sos restos consistentes en parte de las murallas realizadas en tapial y ladrillo y una torre de planta rectangular, construida en el mismo material que las murallas, que ha perdido el remate (Cabañas, 1999: 133; Guitart, 1976, t. I: 90).
15 A falta de la publicación de los resultados definiti- vos de su estudio, parece confirmarse cada vez más la existencia de un importante asentamiento, posiblemente de carácter industrial, tal vez la Platea mencionada por Marcial, dependiente del Municipium Augusta Bilbilis. Si bien no se ha podido determinar una significativa ocupa- ción en época bajoimperial, sí podemos establecer que no hay una ruptura en la ocupación del lugar.
16 Sobre la Historia Arabum cf. Fernández Valverde (1999). Cf. también la Historia Arabum de Jiménez de Rada en la edic. crítica de Lozano (1974, Sevilla).
17 Tras el asesinato en Sevilla del valí Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusair, casado con Egilona, viuda de Rodrigo en un intento para atraer a la nobleza visigoda, y mientras llegaba desde Qayrawan (Ifriqiya, Túnez) el nombramien- to de un nuevo gobernador, Ayyub b. Habib al-Lajmi gobernó de manera interina seis meses en 716 actuando como valí de al-Ándalus. Era hijo de una hermana del pri- mer valí y, por tanto, primo hermano del asesinado Musa ibn Nusair. A pesar de ello, como señala Souto (1989: 675-696), esta atribución no resiste una crítica historio- gráfica rigurosa.
18 Zurita, J. (1562): Anales de la Corona de Aragón. Zaragoza, edic. consultada de Canellas, Zaragoza, 1967- 77, lib. I, cap. XLV.
19 Sobre esta familia muladí de origen hispano remiti- mos a Cañada (1980), Lorenzo (2010) y a su trabajo e. p.: La dawla de los Banu Qasî. Origen, auge y caída de una dinastía muladí en la frontera superior de al-Andalus. Madrid: CSIC.
20 Hemos manejado las siguientes ediciones y traduc- ciones: Kitab Al-Muqtabis fi tarif riyal al-Andalus edic. de Martínez Antuña: Chronique du règne du calife umayyade 'Abd Allah à Cordove. Paris, 1937 y Tarsi al akhbar, tra- duc. de F. de la Granja (1966): "La Marca Superior en la obra de al-Udri". En Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, VIII. Zaragoza, pp. 447-545.
21 En ambos casos la similitud de las citas es evidente al ser tomadas por los historiadores Ibn Hayyan y al-Udri de una misma fuente: la Historia de los reyes de al-Andalus (Ajbar muluk Al-Andalus) o Crónica del Moro Rasis, tal como se denominó el tratado de Ahmad ibn Muhammad al-Razi (887-955 d. C.) conocido como al-Tariji (el Cro- nista) o, para los historiadores cristianos, el moro Rasis, que desarrolló su labor literaria en tiempos de Abderra- mán III y que perteneció a una familia de historiadores andalusíes de la época del emirato y califato de Córdoba que abarcó los ss. IX-X.
22 Sobre este aspecto queremos hacer una matización: los sillares calizos empleados en su construcción son origi- narios del teatro de Bilbilis, procedentes mayoritariamente de su scaenae frons (Martín-Bueno y Sáenz, 2010: 243- 268). Igualmente, el empleo de un encintado de vigas de madera de encina, generalmente ramas o troncos de pequeña sección, que alterna con hiladas de sillares dis- puestos a soga, está presente en los edificios públicos y privados de Bilbilis. De esta manera se refuerza la cons- trucción ya que la piedra usada en las edificaciones bilbi- litanas no es de buena calidad, principalmente piedras pizarrosas extraídas in situ, que son bastante quebradizas y generaron en su momento auténticos problemas estructu- rales en los edificios en las que fueron empleadas.
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J. Carlos SÁENZ PRECIADO y Manuel MARTÍN-BUENO
Dpto. de Ciencias de la Antigüedad. Facultad de Filosofía y Letras. C/ Pedro Cerbuna, 12. 50009 Zaragoza. Correo-e: [email protected]
Recepción: 3/07/2013; Revisión: 25/07/2013; Aceptación: 12/09/2013
BIBLID [0514-7336 (2013) LXXII, julio-diciembre; 153-171]
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Copyright Ediciones Universidad de Salamanca Jul-Dec 2013
Abstract
One of the news more importantly of recent research project in Valdeherrera site has been the discovery of a Muslim necropolis; this maqbara dated in emiral period is located between the remains of the Celtiberian-Roman Republican city existing in the place. Given the total absence of Islamic materials here, this discover has marked a key in the historical investigation of the Islamic occupation of Qal'at Ayyub's territory and origin, confirming the Muslim written sources. In this work we not aim to provide an overview or a comprehensive study of the discovered maqbara; the archaeological work continues and has not yet been possible to determine its extent. The ultimate goal is to publicize this discovery and provide a chronological sequence to fill the information gap existing at the moment of the start of the Arab presence in the middle valley of Jalon, where Qal'at Ayyud city played an important role throughout the Middle Age.
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