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Decía Antonio Castro en uno de los artículos que firma y recoge en su libro intitulado obsesiónEsbuñuel que "algún día habrá que tratar con seriedad, y de una vez por todas, [el tema de la homosexualidad] en la obra de Buñuel, uno de los más importantes, de los menos analizados y, sin el menor tipo de duda, uno de los más obvios y más encubiertos" (372).1 Un breve recorrido por el legado artístico del conocido cineasta deja traslucir que efectivamente, el denostado deseo homosexual casi siempre aparece de manera implícita a lo largo de su trayectoria cinematográfica, desde que filma Un perro andaluz en 1929, cuyo protagonista fue visto por Lorca como un malintencionado trasunto de sí mismo, concretamente de su idiosincrasia sexual,2 hasta las alusiones al lesbianismo en Belle de jour de unos treinta y cinco años más tarde, incluyendo otros largometrajes como Los olvidados, Simón del desierto, El y Robinson Crusoe.3 Es un tema al que vuelve Buñuel una y otra vez, como hará también con la religión, otro de sus caballos de batalla. La falta de atención acertadamente advertida por Castro no deja de sorprender si tenemos en cuenta la tinta que se ha vertido en el análisis de las ffeudianas perversiones polimorfas que Buñuel evoca reiteradamente con el objetivo principal de exponer las constricciones y trabas que la sociedad y las convenciones morales en general imponen al impulso sexual. La única explicación que puede haber en este descuido analítico puede atribuirse a lo encubierta que la temática homosexual aparece en su obra, algo que de por sí no deja de sorprendemos si tenemos presente lo mucho más explícito que es a la hora de representar las múltiples manifestaciones que el deseo adquiere en su obra, entre las cuales cabría incluir las de carácter psicopatológico.
Una de las obras en cuyo análisis me detengo a continuación es Ensayo de un crimen, película que el realizador aragonés filmó en 1955, seis años después de iniciar su largo exilio en México. Si me demoro en este filme no es simplemente para corroborar la observación del mencionado critico, pues la ambivalencia sexual que delata el comportamiento del protagonista ha sido ya aludida por Peter Evans y más recientemente por Carolyn Wolfenzon, aunque es cierto también...