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Ciudadano Presidente:
Cuando el Congreso me dispensó el alto honor de designarme para llevar la palabra en esta sesión solemne, acaso hubiera yo podido apelar á una excusa y suplicar la designación de otro orador, entre tantos muy elocuentes como abundan en este Cuerpo. Pero al propio tiempo que el honor, y no menos apreciado, existe para cada uno de nosotros el deber imperioso de no rehuir ningún esfuerzo patriótico ni librarnos de ninguna responsabilidad.
La responsabilidad en el presente caso será tremente. Lo sé. Me anima y conforta, sin embargo, el pensar que esta sesión recordatoria es ya por si sola digno homenaje á los fundadores de la República, y aunque débil resuene ahora la voz del orador, vuestra presencia, señores, hará de todas suertes que siempre esté vibrando aquí el alma de la patria.
Si descartamos de la revolución de Independencia el lenguaje violento contra España que necesariamente hubieron de emplear los revolucionarios como grito de combate y medio seguro de apasionar á la masa popular, queda la genuina grandeza de un hecho histórico hispano-americano, cuyo origen, significación y transcendencia quisiera yo comprender en breve síntesis.
Cuando decimos que del 19 de abril de 1810 al 5 de julio de 1811 nació la patria, fuera erróneo negar que ella existía antes. Afirmamos solamente que en el transcurso de esos meses clásicos los colonos venezolanos adquirieron por fin plena conciencia de que eran ya capaces de presentarse ante el mundo con el carácter de organismo político autonómico. Existió la patria venezolana desde que á raíz de la conquista se estableció aquí el régimen colonial: la patria que los revolucionarios de la Independencia transformaron con sangre y fuego, la misma patria que nosotros estamos adorando hoy en nuestro corazón y venerando en nuestro espíritu (Aplausos.) Nacionalidad compleja, en la que por siglos venían amalgamándose razas y mentalidades diferentes: el indio autóctono, el español conquistador, el africano esclavo. En el indígena, la tradición de vida libre que circulaba por la corriente de los ríos, y vibraba en los murmurios de la selva, y á la hora del combate prolongaba el brazo indómito con la recia macana ó volaba con la flecha al corazón del enemigo; en el conquistador, la tradición de la aventura inaudita, la...