Content area
Full Text
En el contexto de una compleja transición como la que vive nuestro país en las últimas décadas, a veces la discusión sobre el tema se extravía al enfrentar una amplia gama de transformaciones políticas, económicas y culturales. El objetivo de este trabajo es discutir los cambios registrados en la identidad masculina, que parece abandonar el modelo tradicional del ser varón. De tal manera que la transformación de nuestra realidad social se constate a partir de las transformaciones simbólicas que la masculinidad ha tenido a partir de la emergencia de nuevas identidades femeninas, de mujeres con poder. Así se podró observer cómo la transición se debate entre prácticas del pasado y nuevas prácticas que sugieren la emergencia de un tiempo socialmente nuevo.
El debate como referente del cambio
El referente más utilizado en el estudio de la realidad social, es sin duda el sostener que las relaciones sociales están estructuradas a partir de relaciones de poder. De ser esta la esencia de la realidad social habremos de considerar que todas las relaciones entre los individuos está regida por el poder.
Se trata entonces de comprender si las interacciones se reproducen de manera conflictiva o comprender bajo qué circunstancias culturales las relaciones de poder son aceptadas por las partes, sobre todo de aquella que le corresponde subordinarse a él. En esencia, se trata de reconocer que las relaciones sociales son con conflictivas, esta premisa se aprecia en una de las posibles interpretaciones sobre la obra de Elias, quien en principio considera que el proceso civilizatorio, la cultura, es un proceso colectivo que contiene la naturaleza violenta del individuo. Desde luego, la complejidad del proceso de socialización emerge como la única posible fuerza, capaz de reprimir los impulsos animales de los individuos, por ello la imagen del Leviatán y la contundente propuesta de Freud para reconocer la fuerza que posee la sociedad para contener los impulsos de los individuos. El estado como fuerza política y la cultura como elemento de cohesión social constituyen dos referentes que moldean las conductas de los individuos, a partir de una represión de los impulsos, por la fuerza policial del estado (violencia institucionalizada) y la fuerza simbólica del compromiso que todo individuo adquiere por el solo hecho de pertenecer a una cultura.