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El artículo describe el contexto histórico y sociocultural de la reciente crisis boliviana. Los conflictos cada vez más álgidos de los últimos tiempos, que ponían en evidencia una creciente brecha entre los progresos de la modernización económica y las demandas de una población anclada en una imagen del Estado perteneciente al pasado, no sirvieron como advertencia para que los partidos y la clase política asumieran el papel de referentes requerido por las circunstancias. Ha terminado de aflorar unafuerte tendencia conservadora y populista que amenaza lo que debería ser una etapa de modernización democrática.
Palabras clave: crisis, proceso político, tendencias, Bolivia.
La reciente «guerra del gas» que forzó la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, no es un evento aislado ni espontáneo. Su antecedente más claro es otro evento de igual nomenclature bélica, la «guerra del agua»1. Ambos hechos tornan visible un conflicto que no ha concluido, gestado por la emergencia de un nuevo movimiento populista, aunque tiene raíces profundas en la cultura política boliviana, y de orientación conservadora, en la medida en que los diversos actores agrupados en él buscan rescatar el pasado para enfrentar lo que consideran amenazas de la globalización y del capitalismo. Este conflicto ha puesto en riesgo la democracia, esencial para consolidár la apertura y modernización pero irrelevante para este movimiento. Y ocurre a pesar de la orientación progresista y los positivos pero limitados resultados de las reformas.
Renacimiento del populismo
Bolivia no ha superado la ideología populista que se consagró como pensamiento oficial en 1952, rompiendo las ataduras de una oligarquía excluyente y formando un Estado patrimonial corporative que simuló ser «de bienestar» mientras dispuso de los excedentes de exportación. Pero ha sido desde entonces una ideología que no ofrece ni facilita la formación de propuestas que superen el corto plazo, cobijando una práctica que mantiene al país en una extenuante indefinición política, y agotando sus recursos en ilusorios mecanismos de redistribución.
La trampa populista nos ha llevado a los bolivianos a mentirnos a nosotros mismos, hiriéndonos y desperdiciando las pequeñas y limitadas oportunidades que tenemos. Queremos capitalisme a la hora de consumir pero no a la de trabajar o invertir; queremos democracia al reclamar derechos pero no al asumir obligaciones; queremos un Estado social fuerte y...