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Recientemente han aparecido dos nuevos poemarios de Jorge Eduardo Eielson (Lima, 1924): Sin título (Pretextos, Valencia) y Celebración (Jaime Campodónico Editor, Lima), y en varios países se preparan ediciones para los próximos años. Desde Milán, ciudad en la que reside desde hace muchos años, el poeta ha tenido la amabilidad de responder nuestras preguntas, reflexionando acerca de su biografía, su relación con la poesía y el lugar de ésta en la cultura de hoy.
Empecemos con un tema biográfico. Recuerdo un verso que aparece dos veces en el poema "Ceremonia de fuego y ceniza en el cine Rex de Roma", de su libro Ceremonia Solitaria: "Ya no sé qué hacer para calmar mi infancia". ¿Cómo era su medio familiar en Lima?, ¿cómo recuerda sus años de infancia?
Tuve la suerte de nacer en el seno de una buena familia limeña, que también era una familia muy buena conmigo, pues siempre me dejaron seguir mi propia vocación. El más severe era mi padre. Quizás porque su propio padre -un pianista escandinavo anclado en el Perú- le inculcó una severidad postiza, para no desentonar en el medio hispano-católico de la ciudad. De todos modos, papá murió cuando yo tenía apenas 7 años y mi recuerdo de él es bastante borroso. Aparte de esto, toda mi familia era aficionada a la música, aunque yo comencé a gozar realmente de esta situación cuando, a su muerte, nos trasladamos al mar, es decir, al balneario de Miraflores. Allí, casi todas las noches, mi abuela se encerraba en el salón y tocaba, sólo para mí, algunas piezas de Bach, Mozart o Chopin, que yo escuchaba embelesado. Luego nos íbamos a pasear por las callecitas cercanas a la casa, llenas de laureles y brisa marina. Recuerdo que lo que más nos gustaba de esos paseos era observar el cielo estrellado, muy brillante, debido a la escasa iluminación del lugar. Mi abuela reconocía, incluso, algunas constelaciones y me las indicaba con el dedo. Fue el periodo más bello de mi infancia. Duró casi hasta mi adolescencia, cuando de nuevo volvimos al centro de Lima, todavía limpio y ordenado, y comencé a frecuentar la biblioteca y la piscina de la Universidad de San Marcos. Esto durante el invierno, porque en los meses estivales...