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En los últimos años, sin embargo, se ha tomado conciencia de la importancia de recuperar este patrimonio textual, sumamente rico tanto desde el punto de vista histórico como desde el lingüístico. La posición de su marido y de su hijo en el Imperio y la influencia que podía ejercer sobre ellos con sus consejos, así como recomendándoles a ciertas personas para que ocuparan diversos cargos administrativos, la convirtieron en una de las figuras femeninas con más poder en el Franco Condado del siglo XVI. Se ha regularizado, sin embargo, la puntuación y el uso de las mayúsculas, y también se ha introducido la acentuación. Su principal ciudad de asentamiento era Besanzón, vinculada en el siglo XVI al imperio español pero cuya élite social era francófona.
Las cartas escritas por mujeres a lo largo de la historia han sido frecuentemente menospreciadas y relegadas por la ecdótica. La mayoría de ellas nunca han sido publicadas, permaneciendo, pues, olvidadas -cuando no han sido destruidas- en los archivos y bibliotecas. En los últimos años, sin embargo, se ha tomado conciencia de la importancia de recuperar este patrimonio textual, sumamente rico tanto desde el punto de vista histórico como desde el lingüístico. En este sentido, es particularmente interesante la obra Lettres des femmes de la famille Granvelle. Edition et étude de documents inédits, de Eva Pich-Ponce, profesora de la Universidad de Sevilla. Publicada en 2017 por la editorial Peter Lang, en su colección "Liminaires - Passages interculturels", contiene la edición filológica y el estudio de 178 cartas manuscritas, inéditas hasta nuestros días y conservadas en la Real Biblioteca de Madrid y en la Bibliotheque municipale de Besançon.
Esta correspondencia epistolar, escrita en lengua francesa, da a conocer la vida de toda una familia de la alta burguesía de Besanzón entre 1532 y 1574, al tiempo que aporta una información valiosísima sobre la lengua hablada por las élites de esa ciudad y del Franco Condado en el siglo XVI; refleja su pronunciación, morfosintaxis y léxico, por lo que es de un interés filológico evidente y constituye un corpus muy interesante para los historiadores de la lengua.
140 de estas cartas fueron escritas por mujeres. Las 38 restantes, escritas por hombres, permiten completar la historia de la familia y datar algunas de las misivas de las autoras femeninas. En efecto, para la realización de esta obra, Eva Pich-Ponce no solo ha tenido que localizar las cartas, que se encuentran en distintos códices y bibliotecas, sino también datarlas, puesto que muchas no contienen la fecha en la que fueron escritas o indican únicamente el día y el mes, pero no el año. Añádase a ello que, incluso cuando existe indicación de año, puede ocurrir que este siga el cómputo de hacerlo comenzar en Pascua, en vez de en enero. Por todo ello, es el contenido de las misivas y las remisiones de unas a otras presentes en ellas lo que ha constituido la guía fundamental de la autora para poder establecer la fecha de su escritura; con tal éxito, por cierto, que, de las 178 cartas editadas, únicamente siete no han podido ser datadas con precisión.
El volumen pone en evidencia cómo era la vida cotidiana de las mujeres de la alta sociedad del Renacimiento y destaca la importancia de un campo de conocimiento insuficientemente estudiado. El destinatario de la mayoría de las misivas es Antoine Perrenot (1517-1586), cardenal de Granvela y consejero de Carlos V y Felipe II. Si distintos estudios han abordado la vida del cardenal, así como la de su padre, Nicolas Perrenot (1486-1550), quien fue también secretario de Estado del emperador, muy pocos se han centrado en la vida de las mujeres de esta familia. Sin embargo, una de ellas sobre todo, Nicole Bonvalot (¿1490?-1570), madre del cardenal, desempeñó un papel relevante en su entorno geográfico y social. La posición de su marido y de su hijo en el Imperio y la influencia que podía ejercer sobre ellos con sus consejos, así como recomendándoles a ciertas personas para que ocuparan diversos cargos administrativos, la convirtieron en una de las figuras femeninas con más poder en el Franco Condado del siglo XVI.
La obra de Eva Pich-Ponce da a conocer por primera vez las misivas escritas por Nicole Bonvalot y por sus seis hijas. Un estudio preliminar de los documentos, dividido en nueve secciones, abre el volumen y permite comprender mejor las cartas editadas. En la primera sección, la autora destaca la importancia de la trayectoria diplomática de Nicolas y de Antoine Perrenot. Muestra cómo Nicolas Perrenot, nacido en Ornans, llegó a ocupar durante muchos años el cargo de secretario de Estado de Carlos V. Tras su muerte en 1550, lo sustituyó en sus funciones su hijo, Antoine Perrenot, quien ya había comenzado a trabajar para el emperador como ayudante de Nicolas. Antoine Perrenot, obispo de Arrás y futuro cardenal de Granvela, luego arzobispo de Malinas y virrey de Nápoles, dedicó toda su vida al servicio de Carlos V y, tras la abdicación de este en 1555, al de Felipe II. Gracias a que archivaba todas las cartas que recibía, su correspondencia, en gran parte conservada, constituye una fuente de información esencial para los estudios sobre el siglo XVI.
Las siguientes secciones del estudio preliminar se centran más concretamente en la vida familiar de estos personajes históricos de Besanzón. En 1513, Nicolas Perrenot se casó con Nicole Bonvalot, con quien tuvo quince hijos, si bien cuatro morirían siendo niños. El volumen aporta información sobre la instrucción recibida por los hijos varones de la familia, que estudiaron en las universidades europeas más prestigiosas de la época: en las de Dole, París, Lovaina, Pavía, Padua. Las hijas, en cambio, como era usual en su tiempo, únicamente tuvieron acceso a una instrucción básica, lo cual, si bien las facultó para escribir ellas mismas su correspondencia, explica las notabilísimas diferencias que se hallan al comparar su escritura con la de sus hermanos. Y es que el destino de estas mujeres era principalmente el matrimonio. El estudio muestra cómo procuraba la familia Granvela concertar matrimonios que -incluso, a veces, contra la voluntad de las mujeres, manifestada expresamente en las cartas- le aseguraran aliados importantes en el Franco Condado y en la alta sociedad europea, es decir, cómo a través de estos enlaces los Granvela fueron tejiendo toda una red de alianzas que les granjearon un gran poder en su época.
En otro apartado, se hace referencia, siempre a partir de la información aportada por las misivas, a las enfermedades que padecieron los distintos miembros de la familia, así como a las medicinas y remedios caseros de que se valían para intentar paliarlas. Y Eva Pich-Ponce destaca también los datos revelados por las cartas editadas en cuanto a los objetos de arte que intercambiaban los Granvela, quienes, además de ser grandes mecenas, mandaron construir distintos palacios y capillas funerarias. Hace especial hincapié, asimismo, en la importancia de los jardines que poseían, puesto que las cartas evocan recurrentemente cómo los miembros de la familia se enviaban unos a otros plantas ornamentales y de cultivo. Finalmente, tras prestar atención a los regalos y recomendaciones mencionados en la correspondencia, se aborda en el estudio preliminar la cuestión de la herencia y de los conflictos entre los hijos por el reparto de los bienes familiares tras el fallecimiento de Nicolas Perrenot, algo que constituyó una de las principales fuentes de sinsabores para Nicole Bonvalot.
Tras este estudio histórico-social de la correspondencia, la sección de la obra titulada "La langue des femmes de la famille Granvelle" presenta un análisis de los rasgos más importantes del francés utilizado por Nicole Bonvalot y sus hijas. Las particularidades de la lengua empleada en las cartas reflejan numerosos aspectos del registro oral, lo que hace que esta correspondencia sea interesante no solo para los historiadores, sino también para los lingüistas. Estudia la autora el léxico que se utiliza de forma reiterada en las cartas y que a menudo es característico del Franco Condado, así como algunas expresiones. Y también se preocupa por facilitar al lector actual la comprensión de unos textos que, por su particular ortografía, pueden plantearle frecuentes problemas de lectura. No nos referimos únicamente al hecho de que, al no estar aún fijados en el siglo XVI los usos ortográficos del francés, puedan encontrarse ciertas palabras escritas de manera diferente en una misma carta, incluidas las escritas por hombres, sino a que, en el caso de Nicole Bonvalot y de sus hijas, la grafía mantiene una estrecha relación con la pronunciación, lo que complica la lectura de sus escritos. Por tanto, Eva Pich-Ponce, para editar las cartas, no sólo ha debido hacer frente a la dificultad paleográfica que conlleva cualquier acercamiento a los textos manuscritos del XVI e incluso, en su caso particular, a distintas caligrafías, sino que ha tenido que superar igualmente el reto de comprender y dar a entender una ortografía alejada, no ya de la moderna, sino, por su fuerte vinculación con lo oral, incluso de la que era usual en la época. Estamos refiriéndonos a casos como "verchunous" (vers chez nous) o "Aspour" (Augsbourg), a los que se añade el muy frecuente reflejo escrito de los enlaces orales entre palabras de un mismo sintagma mediante el recurso a la reduplicación de grafemas, frecuentemente acompañada, debido a la ausencia de apóstrofos, de fenómenos de fusión: "Dieu nous soit en nayde" por el usual entonces Dieu nous soit en ayde, "leur" por lheure o "lon en net plus pansy" por l'on en est plus pensif. Complétese con casos como "en tandre" por entendre, "adrese san" por adressez-en, "queque sune" por quelques-unes... Son dificultades de lectura de las que Eva Pich-Ponce no solo avisa en su estudio preliminar, sino que va despejando en las numerosas notas a pie de página que dedica a cada una de ellas a lo largo de su edición de las cartas. Acaba este apartado lingüístico con unos comentarios sobre los distintos tipos de abreviaturas y notas tironianas utilizados en la correspondencia (pero desarrollados en la edición) y con un breve estudio de la morfología y la sintaxis características de la particular escritura de estas mujeres.
Después del amplio estudio preliminar al que nos hemos referido -más de cien páginas-, la obra incluye, como segunda parte, una descripción codicológica donde se destacan las características de los veinticuatro códices en los que se encuentran repartidas las cartas editadas. Eva Pich-Ponce explica por qué la correspondencia no solo acabó repartida en diversos códices, sino también en distintas bibliotecas europeas, y cómo, ya en el siglo XVII, llegaron muchas de las cartas a Valladolid, para acabar custodiadas, desde 1806, por la Real Biblioteca de Madrid. Finalmente, encontramos un estudio de las diversas filigranas que se identifican en el papel utilizado por la familia Granvela.
Se reserva la tercera parte del volumen a la exposición detallada de los criterios seguidos para la edición de las cartas. En todo momento se ha intentado reproducir lo más fielmente posible los textos originales. Se ha regularizado, sin embargo, la puntuación y el uso de las mayúsculas, y también se ha introducido la acentuación. Como se deduce de lo ya expuesto, la edición ha respetado la oscilación gráfica de ciertos fonemas y las particularidades de la escritura de las autoras de las cartas; no obstante, con el fin de facilitar la comprensión de unos documentos difíciles de entender por sus características ortográficas, se han introducido algunas letras omitidas en los originales. Estas intervenciones de la editora de las cartas siempre aparecen señaladas mediante paréntesis angulares.
Tras el estudio histórico y codicológico, el volumen presenta la edición de los 178 documentos, ordenados de forma cronológica. Esta edición, además de ir acompañada por notas filológicas que explican numerosos aspectos del texto -están situadas a pie de página, como ya hemos dicho-, está jalonada también de 361 notas históricas que, colocadas al final del volumen, permiten comprender mejor el contenido de la correspondencia, ya que aclaran la identidad y los datos biográficos de cada personaje citado en los documentos, las circunstancias a las que se alude en ellos y, en general, todo aquello que hubiera podido permanecer oscuro para el lector.
Completan esta publicación, además de una nutrida bibliografía, unos cuidados índices. Los dos primeros contienen, respectivamente, los datos básicos de cada carta editada (signatura, fecha, autor, destinatario, lugar) y las misivas mencionadas por los autores de la correspondencia; les siguen un índice onomástico y otro toponímico.
Esta obra, cuya aparición ha coincidido con el centenario del nacimiento del cardenal Granvela, es esencial, como hemos expuesto, para acrecentar el conocimiento que se tenía sobre los miembros de su familia, es decir, para completar lo que ya se sabía sobre una familia, los Granvela, que desempeñó un papel fundamental durante los reinados de Carlos V y Felipe II. Su principal ciudad de asentamiento era Besanzón, vinculada en el siglo XVI al imperio español pero cuya élite social era francófona. De ahí que esta publicación sea de un gran interés tanto para España como para Francia, sin excluir a otros países. Ella toda es una demostración de la importancia de localizar y editar la correspondencia epistolar del pasado que custodian los archivos y bibliotecas. Y muestra, sobre todo, hasta qué punto es necesario, para completar la historia del género femenino, redescubrir los textos originales escritos por mujeres: son una fuente que permite recuperar, sin intermediarios, su propia voz, pues es, efectivamente, la propia voz de las mujeres la que, desde el pasado, sigue llegando hasta nuestros días a través de su escritura. Por esto mismo, solo cabe desear que Eva PichPonce logre dar continuidad a esta magnífica primera entrega. Y es que, pese al alto número de cartas que ha editado, faltan por localizar bastantes otras de las que se tienen noticias a través de las conservadas. ¿Será posible encontrarlas algún día? Pregunta de difícil respuesta. En todo caso, la autora nos anuncia (página 12) su propósito de completar en un futuro próximo la colección que ya nos ha ofrecido; las misivas publicadas llegan hasta 1574, pero nos promete editar las dirigidas después de esa fecha por las hijas de la familia Granvela a su hermano Frédéric de Champagney o las cartas de Hélene de Bréderode y de las sobrinas del cardenal Granvela. Esperemos que así sea. La voz de las mujeres seguiría así llegándonos desde el pasado gracias a la esmerada labor de Eva Pich.
Sobre la obra de Eva Pich-Ponce, Lettres des femmes de la famille Granvelle. Édition et étude de documents inédits (Berna, Peter Lang, Liminaires - Passages interculturels 39, 2017, 418 p. ISBN: 9783-0343-2682-7).
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