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Para quienes desarrollamos nuestro quehacer científico en la segunda mitad del siglo XX los equilibrios en las relaciones entre individuo, ciencia y sociedad se vieron sacudidas por cambios de gran importancia en la consideración ética de la actividad científica.
Ante los grandes avances logrados, el descomunal aumento del conocimiento científico y tecnológico y de su acervo bibliográfico, y la velocidad y alcance logrados en la difusión de tales avances, aquellos cambios en la relevancia de los aspectos éticos pasaron casi desapercibidos para muchos.
La humanidad fue sacudida por eventos casi inconcebibles, y ciertamente increibles, que la tornaron conciente de tal dimensión ética. Dos hechos ocurridos en la década de los años 40 marcaron el cambio de rumbo: la inaudita actitud de los nazis de exterminación masiva y asquerosos experimentos en humanos, y los bombardeos atómicos a poblaciones civiles llevadas a cabo por los aliados.
Pero hubo mucho más. La biotecnología y la genética molecular nan abierto fronteras y posibilidades antes no pensadas. Las perspectivas de cambios radicales en la distribución de especies y de control de las mismas, incluyendo a los humanos, sobrepasaron la preocupación de un posible uso indebido de los resultados de investigaciones puntuales. Fuera del ámbito de los laboratorios, la destrucción progresiva e irreversible de la naturaleza y sus recursos, los hallazgos de cambios climáticos que apuntan a un futuro incierto para la vida como la conocemos y las restricciones impuestas por los mecanismos de protección de mercados, son nuevos escenarios que despiertan inquietud por sus facetas éticas.
Ya no se trata solamente de faltas por plagio de contenidos o alteración de resultados, que no son raras, sino de situaciones derivadas de la investigación y el conocimiento que llevan a consecuencias desconocidas o insospechadas que alcanzan hasta la destrucción masiva.
La preocupación ha existido siempre, pero es en tiempos recientes cuando se ha comenzado a insistir en una ética de la ciencia y a considerarla en ámbitos políticos, educativos, institucionales y otros. La ética no viene a ser una añadidura novedosa a la ciencia, sino que está imbuida en las labores de investigación científica; ella no solamente intenta aclarar los valores morales del trasfondo de la actividad, sino que sustenta su discusión pública, el nuevo diálogo entre ciencia, industria y sociedad, se...