Recibido: 02.06 2017
Aceptado: 26.04.2018
RESUMEN
La reciente crisis económica ha obligado a algunos españoles a recurrir a la ayuda institucional. Aunque no se puede cuantificar adecuadamente cuántas personas se encuentran en situación de privación alimentaria, se trata de un problema que es necesario diagnosticar dada su gravedad. En este trabajo se explora la forma en que este colectivo gestiona la ayuda alimentaria en un contexto que es nuevo para ellos en un doble sentido: es la primera vez que se encuentran sin recursos para resolver sus necesidades cotidianas y es la primera vez que solicitan ayuda social. Los datos proceden de entrevistas en profundidad realizadas a 14 personas que han participado en un programa de emergencia alimentaria en el año 2012. Se ha podido comprobar que estas personas con privación material severa, gestionan con pericia la ayuda alimentaria, pero esto no les hace tener éxito en la solución de sus necesidades básicas dado que priorizan otros pagos antes de resolver la alimentación. También se ha visto que perciben su situación como provisional y muestran indignación hacia una situación de la que se sienten víctimas y de la que esperan salir a través del empleo y no de la ayuda institucional.
PALABRAS CLAVE
Pobreza. Privación alimentaria. Alimentación. Sociología de la Alimentación. Exclusión social. Crisis económica.
ABSTRACT
The economic crisis has forced some Spaniards to apply for social aid. Although it is not possible to adequately quantify how many people are in food deprivation, it is a problem that needs to be diagnosed given its severity. This paper explores the way in which this group manages food aid in a context that is new to them in a double sense: it is the first time that they find themselves without resources to solve their daily needs and this is the first time they request aid social. The data come from in-depth interviews conducted with 14 people who have participated in a food emergency program in 2012. It has been shown that people with severe material deprivation manage food aid with expertise. Nonetheless, this effort does not meet their basic needs because they prioritize other payments before food. It has also been seen that they perceive their situation as provisional and show indignation towards a situation of which they feel victims. They hope to leave this situation through the employment and not through the institutional aid.
KEY WORDS
Poverty. Food deprivation. Food. Sociology of Food. Social exclusion. Economic crisis.
1.INTRODUCCIÓN
La crisis económica ha modificado el consumo en los hogares españoles confirmándose el descenso de los ingresos medios por hogar y una redistribución del gasto, en particular en los hogares más afectados por el desempleo (EPF, 2016; CES, 2016). Así, mientras que en años previos a la crisis, el paro era ligeramente superior al 8% se situó en una cifra cerca cercana al 25% a comienzos de 2012, mientras que en la UE-27 el ascenso fue del 7,2 al 9,6%. Si nos referimos a su incidencia en los hogares españoles un 13% de los hogares con al menos un activo tenía a todos sus miembros desempleado durante los años más intensos de la crisis. En este panorama de no creación y destrucción de empleo, la recesión ha perjudicado especialmente a los hogares con menos renta, lo que ha ocasionado un aumento de la incidencia de las formas más severas de pobreza que habían venido descendiendo hacía décadas gracias a la extensión de la red de protección no contributiva. En 2010, en torno al 43% de la población española estaría en riesgo de pobreza si no hubiesen recibido prestaciones sociales. En 2005 el 38,5% de la población estaba en riesgo antes de recibir las transferencias sociales y esta cifra aumentó hasta el 42,9% en 2010 (Laparra y Pérez Eransus, 2012).
La alimentación, como bien básico de consumo, también se ha visto afectada, siguiendo la tendencia apuntada en la Ley de Engel: los hogares económicamente más débiles dedican una parte mayor de su presupuesto a comer, efecto "crisis" que no se aprecia entre el resto de los hogares (Gutiérrez y Díaz Méndez, 2015).
Pero las estadísticas oficiales de gasto y consumo no analizan con precisión las situaciones de privación alimentaria extrema que llevan a algunos grupos sociales a solicitar ayuda alimentaria. Son las encuestas sobre pobreza las que nos aproximan a estos problemas. En la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) se muestra el aumento de casos de necesidades alimentarias básicas. En 2007 un 2,1% "no podía permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días", frente a un biern3% en el año 2011 (ECV, 2007-2011). Asimismo, el Informe FOESSA (2014) confirma que la cifra de personas que dicen "haber pasado hambre en los últimos diez años con frecuencia" o que "la están pasando ahora" se ha duplicado, pasando de un 2% de la población en el año 2007 a 4,5% en el año 2013. Algo similar ocurre en el caso de los hogares que aumentan de un 2,7% en el año 2007 a un 3,9% en el 2013 (FOESSA, 2014).
Los efectos de la crisis sobre la salud y la alimentación también han sido corroborados en los informes realizados por los servicios de salud pública, quienes advierten del aumento de enfermedades ligadas a una alimentación deficiente (la obesidad en particular) entre la población infantil, inmigrantes y ancianos (Flores et al., 2014; Antenas y Vivas, 2014). También en el Informe FOESSA puede apreciarse el aumento del número de hogares que han dejado de comprar medicinas, seguir tratamientos o dietas por problemas económicos. Ha pasado del 5,6% para el año 2007 a 13,3% en el año 2013 (FOESSA, 2014). Todo parece indicar que la crisis económica ha hecho aflorar situaciones de privación material tan extrema que en algunos hogares faltan alimentos, pero la cuantificación actual de este fenómeno no permite una aproximación cercana a esta experiencia de pobreza.
Este trabajo tiene por objetivo mostrar la forma en que un grupo específico de demandantes de ayuda alimentaria afronta su privación material. Se trata de lo que podríamos denominar "nuevos pobres" (los "no consumidores", los consumidores expulsados del mercado descritos por Bauman, 2005), personas que por primera vez solicitan ayuda a una institución para afrontar sus necesidades alimentarias diarias; un colectivo no habituado a la privación ni al respaldo institucional y que carecen de capacidad de consumo.
Para lograr este objetivo se opta por una metodología de carácter cualitativo basada en entrevistas en profundidad y se plantea un análisis de dos áreas concretas: en primer lugar, se muestra cómo explican los afectados su situación y el efecto que la crisis tiene en sus vidas; en segundo lugar, se analizan las estrategias que siguen para afrontar la situación de privación alimentaria y se explora cómo es su experiencia con la ayuda institucional recibida.
Esta investigación parte de la siguiente hipótesis: la situación de privación material a la que se enfrenta por primera vez este colectivo y la consideración de estar inmersos en una cultura de crisis compartida con el resto de la población, les orienta hacia unas decisiones alimentarias de austeridad y contención, tanto en la compra y el consumo, como en el uso de la ayuda social.
2.PERSPECTIVAS DE ANÁLISIS SOBRE LA PRIVACIÓN ALIMENTARIA
Para analizar la extensión del riesgo de pobreza o exclusión social en España es preciso adoptar una perspectiva regional, dada la descentralización del gasto social hacia las comunidades autónomas y las diferencias socioeconómicas entre ellas (Faura-Martínez, Lafuente-Lechuga y García-Luque, 2016). A este respecto, la extensión del riesgo de pobreza o exclusión social no ha sido igual para todas las comunidades autónomas durante la crisis. La comparación entre 2008 y 2011 indica que Baleares, Aragón y Canarias duplican la media nacional de crecimiento de la pobreza. Andalucía, Madrid y Comunidad valenciana también registran incrementos importantes. En el caso de Asturias, esta Comunidad se sitúa en una posición inferior a la media nacional en el índice de pobreza material junto con Castilla-La Mancha, Cantabria y Castilla y León (Herrero, Soler y Villar, 2013). Si nos referimos a la privación material severa de 2009 a 2013 los hogares afectados en Asturias han pasado de representar el 1,4% al 4,2%, unas cifras inferiores a los valores obtenidos en España; no obstante, ha tenido lugar una intensificación de la carencia material severa superior (FOESSA, 2014).
La forma en que los hogares pobres afrontan situaciones de privación material ha sido estudiada con profusión, pero es poco habitual que los problemas ligados a la falta de alimentos sean un aspecto más de la privación y no un objetivo específico de estudio (Truninger y Díaz-Méndez, 2017). En términos generales, los trabajos sobre privación material adoptan dos perspectivas de análisis: Unos describen y analizan la forma de resolver las necesidades alimentarias a través de ayudas sociales, bien sea pública o privada, formal o informal. Otros exploran de qué modo se proveen de alimentos los hogares más pobres, centrándose en particular en la compra de alimentos y en la composición de la cesta de la compra. En ambos casos, sea a través de la ayuda alimentaria, sea a través del mercado, se ponen en evidencia las dificultades de estos hogares para resolver sus necesidades alimentarias básicas y para llevar una dieta apropiada (Otero y Garcia-Espejo, 2016).
2.1.Vías no económicas para resolver las necesidades alimentarias
El trabajo de Edin y Lein constituye un punto de arranque para el análisis de la privación material (Edin, 1991; Edin y Lein, 1997). Aunque Edin y Lein (1997) no se centraron en exclusiva en la alimentación, presentan un modelo dinámico de gestión de la privación en el que se explica cómo los hogares pobres adoptan estrategias para afrontar la situación que padecen: las estrategias de apoyo institucional, que consisten en acudir a instituciones públicas o privadas de las que se obtienen ingresos o ayudas en especie (agence-based strategies); las de apoyo informal, cuando se recurre a la ayuda de amigos, vecinos o familiares (network strategies) y las estrategias laborales (using side-jobs to get by), que consisten en complementar las ayudas sociales con trabajos informales no decla- rados (Edin y Lein, 1997:143-191). Esta clasificación se ha seguido utilizando en estudios más recientes y en colectivos similares (Hill y Kauff, 2001; Heflin et al., 2011) y ha sido aplicada al análisis de la alimentación por Morton et al (2008) para explorar las necesidades alimentarias. Estos autores plantean que hay dos vías para proveerse de alimentos: los denominados patrones de reciprocidad (reciprocity mechanism), es decir, intercambiar alimentos entre los más próximos; y por otro, los patrones de redistribución (redistribution mechanism) que hacen referencia al uso de ayudas estatales o de organizaciones formales. Ambas estrategias son patrones no económicos para afrontar las necesidades alimentarias y siguen la lógica de Edin y Lein de gestión de la privación.
La elección de unas u otras estrategias para solucionar los problemas de carencias alimentarias depende de la gravedad de la situación alimentaria: si fracasa el apoyo informal, o no se posee, se recurre al formal, aunque se intentan evitar aquellas vías de apoyo que estigmatizan a quienes las utilizan, de ahí que se opte en primer lugar por la ayuda del entorno más próximo y solo en caso extremo se recurre a la ayuda institucional (Whiting y Ward, 2010; Sales, A. y Lafuente, M. I. 2015). Lo más gravoso para quienes se ven en esta situación es recurrir a los comedores sociales, pues esta ayuda no solamente pone en evidencia la necesidad alimentaria sino también la falta de apoyo social (Gracia-Arnáiz, 2017).
Pero las ayudas también se seleccionan en función del lugar de residencia y los urbanos siguen con más frecuencia patrones de redistribución, mientras que los rurales usan más la reciprocidad (Morton et al., 2008; Whiting y Ward, 2010; Heflin et al; 2011). También la cultura está detrás de la elección de las vías de ayuda, pues se ha visto que los latinos emplean más frecuentemente las ayudas de familiares y las redes sociales informales que otros grupos étnicos (Carney, 2011). La estructura del hogar, en particular la presencia de menores, afecta o modula la decisión, pues se adoptan elecciones que no se harían si no se tuvieran hijos con el objetivo de evitar el efecto de la privación sobre los menores o su visibilidad (Whiting y Ward, 2010; Espeitx y Cáceres, 2011; Heflin et al., 2011). Estos trabajos muestran cómo los factores estructurales del hogar condicionan la forma de afrontar la privación alimentaria y ponen de manifiesto que las personas afectadas por situaciones de pobreza actúan para intentar salir de la escasez y no para mantenerse anclados en la ayuda social.
2.2.Vías económicas para aprovisionarse de alimentos
Los estudios que analizan las vías habituales de adquisición de alimentos de la población con menos recursos se orientan a analizar la compra de productos y la composición de las dietas que estas adquisiciones les permiten. Estos trabajos muestran que la comida se ve alterada en situaciones críticas y que las elecciones alimentarias están condicionadas por sus circunstancias económicas y no por sus preferencias alimentarias. Estos trabajos confirman la relación entre los bajos ingresos y una alimentación con escasas frutas y verduras y con un exceso de grasas y azucares (Charles y Kerr, 1986).
Aunque cabe pensar que la alimentación es lo último que se modifica cuando el hogar se encuentra en situación económicamente crítica, los estudios confirman lo contrario. En los años ochenta uno de los estudios pioneros, el trabajo de Charles y Kerr (1986) en el que analizan la dieta de un grupo de hogares de bajos ingresos (familias monoparentales y familias con dos miembros desempleados) confirma que la dieta se ve alterada cuando el hogar es pobre. También se constata en estudios más recientes, pues se ha comprobado que en las familias americanas de menos ingresos durante la época del año en la que es necesario calentar la vivienda, la alimentación se resiente, mientras que en el resto de los hogares se mantiene estable (Bhattacharya, et. al., 2003). Conclusiones similares se han obtenido en España en la reciente crisis económica, pues los propios afectados por la crisis afirman que la comida es secundaria cuando urge pagar la hipoteca o el alquiler de la vivienda (Espeitx y Cáceres, 2011).
Aunque la composición de la dieta difiere en función de la población de estudio, se ha constatado que la renta y la alimentación guardan una clara relación. Los hogares de bajos ingresos modifican su dieta hacia productos de alta densidad energética y calórica. Se ha constatado que la reducción de la renta va ligada a la reducción del consumo de fruta, pescado y verdura (Galobardes et al., 2001; Darmon y Drewnowski, 2008; Peretti, et al., 2009). Y se puede afirmar que, paradójicamente, los hogares pobres son los más afectados por la obesidad (Jones-Smith et al., 2011; Smith et al., 2013).
En el caso español los datos corroboran la relación entre la crisis económica y una deficiente alimentación (Medina, Aguilar y Fornons, 2015). Además, tanto en las Encuestas Nacionales de Salud como en diversos estudios nutricionales se ha podido constatar que la obesidad está particularmente asociada a las clases sociales bajas (ENS, 2011-2012; Antenas y Vivas, 2014).
En definitiva, sea a través de la ayuda social o con estrategias de compra para ajustar las necesidades a sus reducidos ingresos, los hogares afectados por privación material afrontan activamente sus graves problemas alimentarios. Pero con frecuencia sus esfuerzos para afrontar la escasez de alimentos derivan en malnutrición con los consiguientes efectos sobre su salud.
2.3.- Crisis y consumo alimentario en España
No se cuenta aún con un gran número de trabajos sobre el impacto de la crisis, pero si un pequeño grupo de estudios que ayudan a la comprensión del efecto que la crisis ha tenido y está teniendo sobre el consumo en general y sobre la alimentación en particular.
La referencia más elaborada es el estudio llevado a cabo por Dagdeviren el al (2016) que compara la situación de los hogares afectados por la crisis económica en nueve países, entre ellos España. Los resultados apuntan a un impacto fuerte en las condiciones de vida de la población y a relevantes efectos sobre el consumo que diferencia a "nuevos" afectados por la privación y "viejos" desempleados afectados ahora también por la crisis. Estas diferencias se muestran en sus narrativas. Interpretan la crisis y se ven afectados por ella de forma diferente. Todos ellos focalizan en sus propias experiencias las consecuencias de la crisis y le dan significado a través de sí mismos. Las diferencias se centran, en particular, en la interpretan de la crisis y en la profundidad de sus consecuencias. Para los "viejos" pobres esto no es más que una continuidad (una grave y penosa continuidad) en sus experiencias vitales de privación, pues se perciben en constante y prolongada crisis. Pero los "nuevos" pobres se muestran desconcertados ante su situación, vulnerables y estigmatizados por la pérdida de su posición social.
Esta misma situación se ha mostrado en los estudios realizados en España. El "efecto crisis" ha modificado los discursos de la población sobre el consumo de todos los ciudadanos y ha alterado sus prácticas de consumo hacia una mayor austeridad en todos los estratos sociales (Alonso et al., 2016; Gutierrez y DíazMéndez, 2015). Pero la adaptación a las nuevas circunstancias económicas ha sido mejor aceptada por los grupos acostumbrados a la escasez que por el resto (Alonso et al., 2011; Alonso et al., 2016). Además, el impacto de la crisis ha sido mayor entre los grupos económicamente más desfavorecidos mostrándose incluso efectos sobre la salud y el bienestar derivados de una alimentación deficiente (Antenas et al, 2014; Flores et al, 2014).
En relación con la ayuda alimentaria, diversos autores confirman que dichas ayudas en España (vales de alimentos, reparto de alimentos y comedores sociales) proceden fundamentalmente de la iniciativa privada o público-privada (Sales y Lafuente, 2014). La pérdida de autonomía y la descalificación social, así como el cambio de hábitos, son algunos de los efectos mencionados en este y otros trabajos (Bom Kraemer y Gracia-Arnáiz, 2015). En países con larga tradición de ayuda alimentaria institucional, como sucede en USA, existen programas estatales específicos (Food Stamp Program) que reparten diariamente alimentos a miles de ciudadanos (Gundersen y Oliveira, 2001). El efecto de estos programas sobre las dietas ha llevado a algunos autores a considerar que puede existir una relación entre las ayudas alimentarias y el aumento de la obesidad en los grupos más desfavorecidos (DeBono et al., 2012).
3.METODOLOGÍA
En este trabajo se han realizado 14 entrevistas en profundidad semi-estructuradas realizadas a lo largo del año 2012 dentro de un proyecto de investigación denominado Alimentación y Pobreza (ALyPO, 2012) desarrollado por el Grupo de Investigación en Sociología de la Alimentación de la Universidad de Oviedo. Las entrevistas se han realizado a un grupo de personas que solicitan ayuda alimentaria y forman parte del Programa "Ahora más que nunca" gestionado por Cruz Roja-Asturias. Este programa está integrado en el "Proyecto para la mejora alimentaria de colectivos vulnerables" promovido por Cruz Roja, la Obra Social de Cajastur y la Fundación Alimerka. Aunque la selección de la muestra se ha realizado entre las personas que piden ayuda alimentaria a Cruz Roja por primera vez, el programa está orientado a colectivos afectados por la crisis que cumplen el requisito siguiente: "la renta per cápita anual de la persona solicitante debe ser igual o inferior al Salario Social Básico, en caso de unidad familiar de un solo miembro. La cuantía será de 442,96 €, incrementándose en función del número de miembros de la unidad familiar" (Cruz Roja, 2012). Dentro de los colectivos beneficiarios de la ayuda se encontraban personas mayores de 65 años con responsabilidades familiares sobrevenidas por la crisis económica; personas paradas de larga duración; familias con todos los miembros en paro; personas sin hogar; familias que se encuentren por debajo de los baremos económicos establecidos. Para la selección de la muestra de este trabajo se ha considerado que el demandante de ayuda acuda por primera vez a Cruz Roja y se ha eliminado a las personas sin hogar, dado que no gestionan su propia alimentación.
La mayor parte de ayudas alimentarias en España están gestionadas por el Banco de Alimentos, Cruz Roja Española y Caritas y, en su mayoría, consisten en programas que proporcionan alimentos en especie a personas en situación de privación. En el caso analizado aquí, la ayuda alimentaria se ofrece a través de un vale de alimentos que, por un importe de 50 euros, permite la compra en un supermercado de alimentos y productos de higiene. Este formato de ayuda incorpora a la tradicional ayuda institucional, la provisión de alimentos por la vía habitual para el resto de la población, la mercantil, pues permite la elección de los alimentos como si se trátese de un procedimiento habitual de compra. El vale de alimentos se entrega a la persona responsable de la alimentación del hogar.
La metodología de estudio es cualitativa. Esta metodología tiene un gran potencial para indagar en aspectos de la pobreza pues estas aproximaciones metodológicas permiten, no solo acercarse a un colectivo poco numeroso, sino hacerlo desde una visión dinámica con el objetivo de captar como actúan y auto perciben las personas afectadas una situación imprevista y nueva en sus vidas (Shildrick y MacDonald, 2013). El análisis del discurso "permite el estudio sistemático de la experiencia personal y el significado ", es decir, permite entender "cómo los eventos han sido construidos por sujetos activos? (Riessman, 1993: 70). Además, este artículo se centra en el contexto de crisis y como menciona Domínguez (2000) "la crisis no es (...) meramente un proceso histórico objetivo, es también un proceso histórico ?subjetivo?". Las explicaciones de los sujetos a su propia situación ofrecen una vía de comprensión de la complejidad en la que están inmersos como consecuencia de la crisis, ver las formas de afrontar la privación cuando se trata de la primera experiencia de privación y da la oportunidad a los afectados de explicar su situación.
En el año 2012 en el que se ha seleccionado la muestra de estudio, Cruz Roja ofreció el vale de alimentos a 231 personas con el Programa "Ahora más que nunca". Esto supuso un total de 781 beneficiarios del vale de alimentos. En la Tabla 1 se muestran las características del universo de estudio empleado en la investigación.
Esta información fue facilitada por Cruz Roja (Asturias) y a partir de ella se procedió a la elaboración de una muestra cualitativa que mantuvo la proporcionalidad del universo de estudio y que está compuesta por 1 hogar unipersonal, 5 hogares monoparentales y 8 hogares compuestos por parejas. Además, 10 de los 14 hogares entrevistados tienen menores entre sus miembros. La edad de la población entrevistada oscila entre los 26 y los 65 años. Todos los seleccionados son españoles. Cruz Roja (Asturias) cuenta con implantación en el medio rural de ahí que haya sido posible incorporar la variable territorio en la selección de la muestra, aunque en el universo de solicitantes del año 2012 no haya sido incluida esta variable por parte de la institución. El perfil de los entrevistados se puede ver en la siguiente tabla.
Las entrevistas se realizaron a las personas responsables de la alimentación del hogar, tuvieron una duración media de una hora y fueron analizadas con el software de análisis cualitativo MAXQDA, previa transcripción. El cuestuario se dividió en 5 áreas: Compra (Frecuencia, alimentos indispensables, establecimientos donde compra, análisis de compra, costumbres relacionadas con la compra). Gestión económica (Organización de la familia, gasto en alimentación, distribución del gasto en alimentación, aprovechamiento de las ayudas para la alimentación, situación anterior a la privación material). Cocina (Gusto por la cocina, cómo aprendió a cocinar, platos que prepara con más frecuencia. Horarios, costumbres familiares. Conservación de alimentos. Situación económica actual, situación crítica). Comida (Gustos de la persona y de la familia, comidas especiales, organización comidas). Alimentación y salud (Creencias sobre alimentación, comida saludable, dieta). Ayudas recibidas (Conocimiento de ayudas, recepción de otras ayudas). Vale de alimentos (Valoración, autopercepción como beneficiario, autoanálisis situación). Se elaboró un sistema de códigos a partir de las principales líneas discursivas identificadas en las entrevistas con el software de análisis cualitativo de datos MAXQDA. Tras esta codificación se realizó un análisis descriptivo, en una primera fase, clasificando los principales temas de los discursos. En una segunda fase se procedió a la realización de un análisis de contenido en el que se realizó una comparación de los discursos en función de los criterios previos de selección de los individuos.
4.RESULTADOS
4.1. La experiencia de la pobreza
El análisis de los discursos de los sujetos de estudio se sitúa en la perspectiva de quien se enfrenta por primera vez a la privación material y, también por primera vez, a la necesidad de resolver sus necesidades cotidianas con ayuda social. Dos puntos de vista que obligan a cambiar la forma de actuar ante la vida, en general, y ante la alimentación en particular. La escasez de recursos y el nuevo rol de dependiente de las instituciones sitúan a la persona responsable de la alimentación del hogar en un lugar distinto al anterior a la crisis y es desde esta nueva lógica desde la que toman sus decisiones sobre cómo enfrentar la privación, y más concretamente qué comer y qué dar de comer a los suyos.
Las circunstancias que viven estos hogares son de extrema gravedad. Los relatos de las carencias básicas muestran la imposibilidad de llegar a fin de mes pero también la falta de comida, especialmente dramático cuando hay niños en el hogar.
"No tenía nada en la nevera y lo abría y decía ¿a quién se lo doy? El desayuno de uno, el bibi de otro, tenía que repartirlo como podía, y me quedaba yo sin desayunar" (E11)
Estos "nuevos pobres", que no habían conocido anteriormente circunstancias tan adversas, atribuyen a la crisis económica su situación. Interpretan la crisis como una circunstancia sobrevenida que ha afectado a personas que, como ellos, estaban fuera de los círculos habituales de pobreza. Perciben que se han visto atrapados por un momento económico sobre el que no tienen ningún control y que de manera injusta e incluso por azar les ha afectado a ellos igual que podría haber afectado a otros.
"Me dicen hace unos años que tengo que verme así y firmo en cualquier lao que eso es imposible" (E3)
"Esto le pasa a cualquiera, esto pásanos a nosotros, esto le pasa hasta al más ricu" (E5)
"Al principio (sentía) mucha vergüenza, bueno, para ir a la asistenta ya me dio, es que lo veía como otra cosa, como que no... como que no era pa mí" (E3)
"Hoy soy yo (...) mañana serán otros" (E4)
Pedir les resulta extraño e intentan explicarse a sí mismos que la situación es excepcional. Vivir de la caridad, depender de la ayuda de otros, refleja un mundo que se escapa a su comprensión y del que no esperaban formar parte. Han llegado a esta situación por la pérdida de empleo y se encuentran capacitados para ganarse la vida por sí mismo. Se perciben como parte de una sociedad en la que el esfuerzo personal es la vía para afrontar las necesidades cotidianas. Pero tanto por la injusticia de las circunstancias que viven, como por su capacidad para afrontar sus propias vidas, su actual situación no les hace percibirse como pobres. La pobreza es algo duradero, y su situación es circunstancial. Por ello la ayuda social es percibida como una respuesta de emergencia ante situaciones imprevistas, que hoy les sirve a ellos y en el futuro a otros.
Aunque expresan la extrema situación que padecen, sus valoraciones indican que esperan que su vida cambie cuando las circunstancias sociales que le llevaron a esta situación se reviertan. Por ello, la mayoría espera salir de la crisis por las mismas vías que les mantuvieron en el pasado entre los colectivos no vulnerables: cuando consigan un empleo:
"Volver a trabajar, sí, sí, yo tengo que volver a trabajar y a cotizar" (...) (E5)
"Trabajo, trabajo para uno de los dos, con que mi mujer consiguiera un trabajo más estable..." (E14)
"Con tal de trabajar me da igual, lo que pasa que ahora no hay nada, nos han jodido" (E8)
"Hombre (el futuro) lo veo bien, lo quiero ver bien. Un trabajo, un trabajo y cobrar mil cien, mil doscientos eurinos, y eso era la lotería, vamos, y con un trabajo, nos saldría de maravilla" (E8)
"Es que yo no tuve nunca que depender antes de nadie, nunca. Yo he estado trabajando toda mi vida (...) yo mentalmente necesito una actividad, necesito una actividad ya, yo necesito una actividad ya. Yo cogería el coche ahora mismo y me marcharía a Alemania a trabajar" (E3)
Esta forma de enfrentarse a la privación, les hace vivir la experiencia como demandantes de ayuda social como algo provisional. Precisamente la provisionalidad es la esperanza de que todo mejore, de que sea posible volver a la vida perdida y dejar que la ayuda se destine a otros con necesidad.
4.2. Estrategias para afrontar la privación alimentaria o cómo llegar a fin de mes
Estamos ante personas habituadas a que las necesidades alimentarias se resuelvan comprando alimentos. Sin ignorar su precio, pero sin restricciones económicas, están habituados a componer una dieta considerada apropiada y elegir, como el resto de los españoles, con criterios culturales y de salud (Díaz-Méndez, et. al., 2013). No es que el precio no estuviera presente en las elecciones alimen- tarias en el pasado, pero cabe preguntarse a qué responden hoy las elecciones de estos sujetos que compran con un vale de alimentos ofrecido por una institución de ayuda social. Los datos no indican una lógica nutricional en la elección de los alimentos y se separan así de la población general. Las circunstancias no son propicias para considerar la salud cuando lo que falta es la comida.
En el proceso de compra y elección de los alimentos se detectan estrategias claras para ahorrar y para aprovechar al máximo los recursos disponibles. El vale de alimentos se gasta con criterios de compra racionales, pero la escasez está obligando a una elección con algunos cambios, ya no se dirime entre lo bueno y lo malo, ni siquiera entre lo caro y lo barato. Se opta por un ajuste, lo más próximo posible, a los recursos disponibles y se establece un ranking de prioridades. Las personas responsables de la alimentación de los hogares actúan como un comprador experimentado que conoce los precios y, ahora más que nunca, los ajusta a las necesidades del hogar.
"Llevé la calculadora y un papel aparte, y solo me pasé en sesenta y tres céntimos; y esta vez, pal próximu cheque, tengo ya hecho la compra más o menos, apuntao, yo tengo una lista en casa hecha (...) tengo una lista hecha exactamente de cincuenta euros, exactamente todo (E5)
En estos "nuevos pobres" se detecta la racionalidad en el aprovisionamiento alimentario apuntada por Edin (1991) y más propia de los hogares con experiencia de privación que la de quienes no han necesitado ajustar anteriormente sus recursos a sus necesidades. Conscientes de su precariedad, actúan con un comportamiento organizado y con poco margen para el azar. Son conscientes de la reducción del presupuesto familiar y del efecto que esto tiene en la cesta de la compra, pero de forma muy especial en aquellos hogares no habituados a tomar decisiones exclusivamente basadas en el precio.
"Pues mira, dejamos de comprar... nosotros somos fanáticos de los quesos, que a mí me encantaba todos los tipos de quesos, normal, hay que recortar y no me costó. Y mi hija se da cuenta de lo que ha tenido y de lo que tiene ahora. Muchas familias se dan cuenta cuando pierden todo. Si tu has llevado una vida en que siempre lo has pasado mal y ahora lo pasas mal, para ti no cambia nada, pero de la otra forma sabes lo que has perdido, más no vas a pasar hambre, en vez de comprar lo más caro compras lo más barato, es una cuestión de organizarte" (E14)
También se detectan estrategias de ahorro dentro del hogar, confirmando un uso activo de los escasos recursos existentes y un claro papel protagonistas de las mujeres como gestoras de la privación. El comportamientos de ahorro que se han visto en los hogares habituales de ayuda alimentaria en otros países (Hoisington et al., 2002) se reproduce en estos hogares: repartir la comida en varios platos, congelar en previsión de las carencias a final de mes, organizar la compra en función de la ayuda recibida, repetir comidas a lo largo de la semana o reducir el tamaño de las porciones. Además, se ajustan los tiempos de recepción del vale de alimentos a las necesidades del hogar. Todas estas conductas se citan en las entrevistas como fórmulas de gestión para afrontar la escasez.
"Soy más ahorradora, miro más por las cosas, el trabajo, buf, pensé que no iba a hacerlo nunca, y mira, me vi en esta situación y tuve que cambiar. Yo si mi hija me pide una chuche, se la intento dar, pero si no puedo, no puedo. Como el otro día me pedía unas bambas, pero le dije, cariño no puedo, yo tuve que ir tragándome mi orgullo y la vergüenza al ropero que pusieron aquí, para cogerles ropa" (E11)
Se ha afirmado que la alimentación es un aspecto tan básico de la vida diaria que es lo último que tocan las familias que se encuentran en situación de privación material extrema (Charles y Kerr, 1986). Esta idea, desarrollada en los años 80 no se confirma en estos "nuevos pobres". Las estrategias se sofistican a medida que se hace más difícil llegar a fin de mes, pero con frecuencia se debe elegir entre pagar las facturas o seguir comiendo. Sus prioridades no son la alimentación, cuya falta no se detecta más que dentro del hogar, y optar por afrontar pagos que les obligarían a visibilizar su privación y hacer irreversible su situación de "nuevos pobres": el pago de la luz y la vivienda (renta o hipoteca) son las prioridades. Al apoyo institucional se incorporan las ayudas informales del entorno próximo:
"¿En comida? Cuándo estábamos normal. A lo mejor 150 euros por semana (...) Bueno, cambió..., pues, a ver... centrarse un poquitín, decir, yo esto no lo puedo comprar, y me gusta, pero no lo puedo comprar. Porque a razón de lo que yo tengo que pagar y eso, yo no quiero quedar a deber nada, e ir mes a mes. Porque si vas dejando, si no lo llevas al día, si lo atrasas, ya está, es que no puedes, es que con 400 y pico no puedes. Prioridad, ya pagué la renta del piso, ya pagué la comunidad, ya pagué el teléfono, ahora me falta la luz, bueno pues, a raíz de eso ¿qué te puede quedar? ¿150 euros o 200? Pues bueno, pues ye el límite que puedes decir, pues gasto, y hay veces que dices, me sobraron 20 euros, jolina que. ye una manera de ahorrar, claro es que te tienes que cerrar los ojos, y pasar (E9)
"Yo toy pasándolo fatal, claro, porque toy pagando una hipoteca de 305 euros y cobro 426 euros de ayuda familiar. Buf ...menos mal que me da la CR el vale, y lo que bajo del pueblo y... a veces dame mi madre algo" (E13)
La elección de unas u otras vías de ayuda se realiza en función del tipo de hogar, siendo particularmente determinante la presencia de menores que hace más urgente la comida diaria y que incentivan la búsqueda de recursos con el objetivo de dar de comer a los más pequeños, o, en ocasiones, de no visibilizar ante los niños la situación de privación que se padece. La alimentación quede en un segundo plano y solo ocupa un lugar central cuando hay hijos en el hogar. Sigue así la lógica de los hogares habituales de ayuda social (Charles y Kerr, 1995; Espeitx y Cáceres, 2011; Carney, 2012). En estos casos se ve que es la persona responsable de la alimentación, la madre en casos de familias, la más perjudicada con las restricciones, pues da prioridad a las necesidades del resto de los miembros del grupo.
"Mi desayuno es un café, mi merienda es un café, y luego comida y cena... Yo lo que ellas quieran, y yo lo mismo, de lo que sobra de ellas que ellas no quieran me lo como yo" (E11)
Los hábitos de solicitud de ayuda, conocidos para demandantes más experimentados, son algo nuevo para este colectivo. Por ello manifiestan sorpresa por la falta de agilidad de las administraciones para ayudarles o la inadecuación de las ayudas recibidas. Estamos ante amas/os de casa experimentadas, expertas en gestión del hogar, pero usuarias noveles de las ayudas institucionales
"Solicité el salario social (y) no entiendo cómo pasan un mes sin cobrar, si son cuatrocientos y pocos euros y tienes que pagar la renta, el gas, la luz. ¿Cómo solucionar un mes que no cobras?" (E2)
"Yo, ya te digo, que tengo biberones en casa, que gasto mucha leche, entonces, y yo mira yo, lo que veo mal es que sabiendo que tienes hijos pequeños, que no te den más leche" (E11)
Los entrevistados son personas acostumbradas a pagar puntualmente sus facturas y a responder por sus gastos, y no comprenden los retrasos de las administraciones ante la imperiosa necesidad de resolver el día a día en esta nueva situación de extrema necesidad que están viviendo.
5.DISCUSIÓN
La crisis ha afectado a colectivos no habituados a la privación material. Por tratarse de "nuevos pobres" los análisis existentes sobre la precariedad y la pobreza no son suficientes para comprender su situación y afrontarla de modo eficiente. Analizarlo desde la perspectiva de los afectados nos aproxima tanto al problema como a la solución, dado que se precisa de un análisis específico que permita afrontar la dramática situación que padecen.
Todos los hogares han de resolver de manera regular sus necesidades alimentarias. Los seleccionados en este proyecto han tenido que resolver sus necesidades básicas a través de la petición de la ayuda que podría considerarse más extrema, la de alimentación; además, lo han hecho de este modo por primera vez. Con esta acción han visibilizado la penuria económica que atraviesan unos hogares que no hace mucho tiempo se situaban en esferas muy alejadas de los colectivos necesitados de respaldo institucional. Constatar que no se es capaz de proveer al hogar de los alimentos básicos confirma su extrema precariedad, tanto ante ellos mismos como ante la sociedad.
Con el formato de "vale de alimento" se presenta una forma autónoma de resolver la alimentación cotidiana que conjunga en sí misma la ayuda institucional y la compra. En el entorno de crisis en el que se sitúa este comportamiento, los relatos sobre la forma en que gastan el vale de alimentos dejan ver una acción estratégica en la que los beneficiarios ajustan sus necesidades a sus escasos recursos. Pero además, la gestión de la privación se apoya en un comportamiento muy racionalizado de la compra, en la búsqueda de recursos complementarios procedentes del entorno más próximo y en una buena gestión doméstica de los productos adquiridos. Confirman que han reducido las compras de algunos productos y que eligen de acuerdo al dinero disponible y a una sopesada reflexión sobre sus necesidades diarias. Intentan gestionar eficientemente su alimentación, pero esta minuciosa gestión de la escasez no siempre tiene éxito y con frecuencia no logran alimentarse adecuadamente a diario.
La primera cuestión que destaca en la forma de afrontar la privación es que la alimentación no es lo primero. Los gastos de electricidad y vivienda son prioritarios y solo una vez afrontados éstos, se opta por considerar las necesidades alimentarias. Además, las gestoras del presupuesto familiar son las últimas del reparto, quedando al margen, en especial, cuando hay menores en el hogar. No estamos solo ante una contención del gasto, como parece que suceder a la población general afectada por la crisis (Alonso, Fernández e Ibáñez, 2016) sino ante un cambio en la manera de enfrentarse a la restricción económica. Tal y como ya han confirmado otros analistas la alimentación se resiente y con ella la salud a corto y medio plazo (Medina et al., 2015; Antenas y Vivas, 2014).
De manera generalizada, los criterios de salud ligados a la alimentación, que parecen estar presentes en algunas de las elecciones alimentarias y en la minuciosa elaboración de la lista de la compra, se pierden de vista ante el apremio por comer a diario y no disponer de lo suficiente para ello. Los criterios de elección basados en el precio difuminan el sentido de cualquier opción saludable, y no es que no se sepa lo que es sano, sino que la nutrición y el hambre son dos realidades enfrentadas.
La crisis se experimenta desde una nueva posición social: por primera vez viven con carencias y por primera vez son demandantes de ayuda. Estamos ante "nuevos pobres", pero que se resisten a autocalificarse de pobres. Ya se ha constatado en otros estudios la negación de la pobreza por parte de quien se encuentra en situación económica crítica y se reproduce aquí también esta autopercepción (Shildrick y MacDonald, 2013). Los sujetos analizados se ven a si mismas como personas que viven circunstancialmente una situación de penuria material asociada al desempleo y en un contexto general de crisis que, a su juicio, afecta de un modo u otro, a toda la población española. Se experimenta la situación dentro de una cultura de crisis compartida, lo que ayuda a reducir la presión personal y social, como se ha visto en otros discursos de crisis (Callejo y Ramos, 2017; Alonso et al., 2011).
Así mismo, los sujetos entrevistados ponen su vida en perspectiva mirando hacia el pasado y miran a su entorno próximo, como se ha visto también en otros estudios con personas afectadas por la crisis (Dagdeviren, Donoghue y Meier, 2016). Comparándose consigo mismos y con otros, se perciben como víctimas de esta nueva realidad económica. La vinculación de su situación con el desempleo les hace percibir que la vuelta a la normalidad será posible, esa normalidad que consistirá en recuperar un trabajo que les permita resolver las necesidades de su vida cotidiana con su propio esfuerzo, al igual que lo han hecho en el pasado. Se han visto obligados a modificar su estilo de vida; se miran a sí mismos en relación al pasado y se ven a sí mismo superándolo en el futuro.
La dependencia (del Estado, de la familia, de los vecinos) les provoca inseguridad, pero no solo por la carencia de recursos, sino por la imposibilidad de controlar sus propias vidas y de hacer uso de sus habilidades y capacidades para salir de esta situación. Al igual que se ha visto entre el resto de la población, sienten más indignación que vergüenza (Ortega y Martín, 2012). Al tener que pedir, sea en un entorno informal o institucional, se visibiliza la imposibilidad de responsabilizarse de sus propios gastos, que en esencia es la evidencia de no poder hacerse cargo de sus propias vidas. Y esto se traduce en indignación, en un enfadado con un sistema que les ha arrebatado aquello que les permitía ser autosuficientes: el empleo. En esencia, estos sujetos viven en la provisionalidad de una mala situación que esperan que finalice pronto y que les permita abandonar la ayuda social y responsabilizarse de su propio sustento y el de sus familias. Desde esta lógica, la ayuda institucional debe quedar libre para otros que pudieran encontrarse en sus mismas circunstancias y que se vean necesitados de un respaldo urgente, al igual que les ha sucedido a ellos.
Aún a pesar de esta indignación se muestran agradecidos por la ayuda recibida, y este agradecimiento implica una determinada manera de entender la ayuda institucional. No se trata de una población conocedora de la ayuda social privada o pública. Al haber vivido al margen de la precariedad hasta este momento no conocen la ayuda social y no la entienden como algo propio de un estado social del bienestar, sino como una respuesta de emergencia social puntual para quien debe afrontar una situación extrema sobrevenida y sobre la que no se tiene control. No aciertan a explicar por qué el Estado no actúa para apoyarles ante la extrema situación que padecen, pero huyen de la concepción de la ayuda social como algo estructural del sistema y de ningún modo desean verse como usuarios habituales de estas ayudas. Como se ha visto en otros estudios, se identifican con el desempleo, no con la pobreza, de ahí su actitud hacia las ayudas públicas (Shildrich y MacDonald, 2013).
6.CONCLUSIONES
Tenemos ante nosotros a un colectivo que no aflora en las estadísticas pero que vive una situación de extrema privación. El análisis sobre la nueva situación de pobreza muestra una realidad socialmente preocupante, pues la falta de alimentos que se vincula a sociedades con graves carencias y alejada de los nuevos conceptos de pobreza, aparecen en la España de la crisis. Además, la vivencia de esta circunstancia como algo provisional les sitúa en una posición de mayor vulnerabilidad.
Estos "nuevos pobres", más desempleados que pobres desde su punto de vista, están inmersos en la cultura de crisis que ha afectado a todo el país, de ahí que piensen en su situación como algo provisional que podía haber afectado a cualquiera. Salir de esta situación es su prioridad, lo que supone a la par no necesitar la ayuda social. Por ello sus decisiones están basadas en resolver provisionalmente una situación que se espera breve, comer a diario y dar de comer a diario a su familiares, y que choca con dos hechos que les sobrepasan: por un lado, con la urgencia de pagar rentas inaplazables que les obligan a dejar en un segundo plano la comida u ofrecer a otros los escasos recursos alimentarios del hogar. Por otro lado, con el choque entre lo saludable y lo inmediato, haciendo que tomen decisiones orientadas a la saciedad y no a la salud. No son circunstancias nada favorables para mirar hacia el futuro, pues los efectos de una deficiente alimentación se verán más adelante y difícilmente pueden ser reconocidos hoy por quienes están al tanto de su salud: los médicos de familia.
Este trabajo aporta datos de interés especialmente por tratarse de un colectivo tan específico, pero sería aún más interesante si fuera posible comparar estos discursos con los sujetos que se encuentran en situación de privación material con anterioridad a la crisis. Es un reto investigador plantearlo de este modo y analizar y comparar a "nuevos" y "viejos" pobres. Así mismo, ampliar la muestra cualitativa y realizar un análisis que permita hacer tipologías, ayudaría a ofrecer, de forma más precisa, pautas de acción para ayudar a estos colectivos. Pero al margen de estas posibilidades, el análisis de este colectivo es un buen ejemplo para considerar si las ayudas tradicionales pueden ser adecuadas para responder a situaciones de emergencia puntual y a colectivos no habituales de estas situaciones y que se acercan a la ayuda social como una pauta de acción transitoria. También pone en evidencia que la falta de ingresos no es la única manifestación de la pobreza, pues la dependencia, de las instituciones o de otras personas, visibiliza la precariedad y disminuye la capacidad de los individuos para enfrentarse a la crisis.
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Abstract
CARNEY, M. (2012): "Compounding crises of economic recession and food insecurity: a comparative study of three low-income communities in Santa Barbara Country". DARMON, N., Y DREWNOWSKI, A. (2008): "Does social class predict diet quality?" The American journal of clinical nutrition, 87(5), pp. 1107-1117. GUNDERSEN, C., Y OLIVEIRA, V. (2001): "The food stamp program and food insufficiency". JONES-SMITH, J. C., GORDON-LARSEN, P., SIDDIQI, A., Y POPKIN, B. M. (2011): "Cross-national comparisons of time trends in overweight inequality by socioeconomic status among women using repeated cross-sectional surveys from 37 developing countries, 1989-2007".
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