NOTAS Y COMENTARIOS
RESUMEN
Desde los inicios de la ciencia económica, política y economía han estado ligadas. El estudio de la interacción entre estos dos campos ha dado origen a lo que hoy conocemos como economía política. Sin embargo, el término de economía política es un concepto general que abarca una amplia gama de escuelas de pensamientos que sería imposible analizar en un solo artículo. El presente trabajo entrega una revisión de la bibliografía de las principales aportaciones que la escuela de economía política neoclásica ha hecho al entendimiento del accionar de los gobiernos. Particular acento es puesto en analizar ejemplos de la economía política neoclásica aplicada a países de la América Latina.
ABSTRACT
Since the beginning of the economic science, politics and economics have been closely related. The study of the interaction between these two fields has originated what we know today as political economy. However, political economy is a broad field that includes a wide range of school of thought that it would be impossible to discuss in one article. The present work gives a revision of the literature focusing in the main contributions that neoclassical political economy has made to the understanding of governmental behavior. Special emphasis is given to the discussion of examples of neoclassical political economy applied to Latin American countries.
INTRODUCCIÓN
A fines de los años cincuenta aparecieron los trabajos seminales de Downs (1957) y Black (1958) que analizaron el fenómeno de la competencia política con la metodología y los instrumentos analíticos de la teoría económica neoclásica. Sin embargo, en un principio su influencia no recayó directamente en la teoría económica sino más bien en la ciencia política. Quince años más tarde, la publicación de otros dos artícules por Kramer (1971) y Nordhaus (1975), dieron inicio al estudio del efecto que la competencia política tiene en la política económica. En este segundo caso fue la teoría económica la que concentró su atención en la interacción entre economía y política. A partir de estos dos momentos la bibliografía empieza a reconocer la formación de un nuevo programa de investigación;1 este programa se le ha llamado nueva economía política o economia política neoclásica.2
Desde sus inicios a fines de los años cincuenta, el desarrollo de este programa fue paulatino para crecer de manera acelerada a partir de los ochenta. Los primeros análisis que se originaron en esta escuela se enfocaron en el caso estadunidense, y posteriormente en casos comparados de otros países desarrollados. Así, durante sus primeros 20 años la economía política neoclásica dejó de lado las problemáticas de países en desarrollo, problemáticas acaparadas por otras teorías, como la teoría desarrollista de modernización, la teoría de la dependencia y en menor medida por otros desarrollos teóricos de corte estructuralista. El uso de la metodología neoclásica para el estudio de paises en desarrollo y en particular de la América Latina es reciente. Sólo en los años recientes la economía política neocláica ha incorporado el estudio de las regiones en desarrollo.
Las crisis económicas de los años setenta y ochenta, el resurgimiento en la academia de la economía neoclásica como competidora de la teoría económica keynesiana y la aceptación de la importancia de los microfundamentos por esta última -dando origen a las teorías neokeynesianas- fueron los detonantes del uso de los fundamentos metodológicos neoclásicos en el análisis económico y político para los países latinoamericanos. Después, las reformas económicas en países en desarrollo, la predominancia de las economías de mercado y su desigual desarrollo, la integración de mercados y los problemas de coordinación y de conflicto de intereses,' así como los descalabros y las crisis que han acompañado a la liberación de mercados, renovaron el interés de la teoría económica neoclásica en el comportamiento político y sus efectos en la economía.
Paralelamente la tercera ola de democratización y sus consecuencias en cuanto a los problemas de transformación y creación de instituciones, así como de estabilidad frente al cambio de régimen y a las transformaciones económicas, alimentaron el interés de nuevas perspeclivas de estudio de la interacción entre economía y política para países en desarrollo. El aumento de la competencia política que ha acompañado este proceso permitió la interpolación de algunas teorias aplicadas a fenómenos políticos en países desarrollados, particularmente en los Estados Unidos, para explicar procesos politicos y económicos en países en desarrollo. Junto con esto, el desarrollo de los métodos estadísticos y econométricos permitió mejores maneras de falsación de la teoría a partir de observaciones empíricas.
Aunque existen aportaciones importantes e innovadoras desde esta perspectiva, creemos sin embargo, como lo señala Weyland (2002), que existen problemas en la aplicación de algunas de estas teorías debido a la existencia de características estructurales no compatibles con los modelos teóricos elaborados para el caso estadunidense y que son propios de la América Latina. No obstante, contrariamente a Weyland, argumentámos que varies de estos problemas no son de manera forzosa insalvables. En particular, que muchos de los modelos teóricos no consideren las particularidades de la región no implica que no sea posible construir jnodelos teóricos con el método del programa neoclásico que tomen en cuenta esas características. El problema radica no en la imposibilidad sino en la inexistencia o en la incipiencia de estos modelos teóricos. Los desarrollos teóricos se ban elaborado principalmente fuera de la América Latina y el conocimiento de la economía política neoclásica dentro de la region es aún pobre. Son pocos los centres académicos que dedican parte de su currícula al estudio de esta escuela, tante en el caso de la economía como de la ciencia política. Esto se debe en cierta medida a la sólida tradición estructuralista que existe en la academia latinoamericana, que sin duda ha aportado importantes avances en el entendimiento de los fenómenos sociales, económicos y políticos. Además, en muchos casos este desconocimiento y el rechazo a la teoría económica neoclásica han generado también el rechazo poco crítico e ideologizado del empleo del método neoclásico en el análisis económico-político.3
Disentimos de quienes consideran la economía política neoclásica como una teoría universal;4 sin embargo creemos que su método enriquece el análisis de los fenómenos políticos y económicos en general y es de gran utilidad en el caso de la América Latina.
El objetivo de nuestro estudio es dar a conocer a los economistas latino-americanos, no forzosamente especialistas en economía política, las tres principales corrientes que componen la escuela neoclásica de economía política y sus aplicaciones más relevantes en la América Latina. Aunque es cierto que existen revisiones generales de economía política en la bibliografía anglosajona,5 éstas muchas veces no son accesibles para un público importante en la América Latina. Además, ninguna de estas publicaciones desarrolla ejemplos y aplicaciones del caso latinoamericano.
El artículo está organizado de la siguiente manera. La sección I desarrolla las principales aportaciones que la economía política neoclásica ha hecho al entendimiento del actuar de los gobiernos. Presentamos tres importantes escuelas que componen lo que hoy conocemos como economía política neoclásica: la del ciclo político económico, la de la teoría de juegos e información asimétrica aplicada a la competencia política y finalmente la de la teoría espacial del voto. Para cada una de estas escuelas se analizan ejemplos aplicados a países de la America Latina. Al final se presenta las principales conclusiones del trabajo.
I. ECONOMÍA POLÍTICA NEOCLÁSICA
La escuela de economía política neoclásica hace uso del paradigma de la elección racional de los agentes, es decir, supone que la acción política (individual o colectiva) responde a la instrumentación de la racionalidad. Desde esta perspectiva el comportamiento político corresponde a la maximización de la utilidad de los agentes, cuya racionalidad supone el ordenamiento transitive de las preferencias. De esta manera la elaboración y la implantación de las políticas públicas no son un objetivo en sí mismo, si no el resultado de la instrumentación de esta racionalidad y de la interacción de los agentes implicados.
Su método es por lo general deductivo y en consecuencia, al identificar los intereses o preferencias de los agentes, se considera la interacción de estos últimos así como los incentivos y las restricciones que generan las instituciones existentes. Ya que los resultados finales dependen de las interacciones, los agentes también buscan afectar, crear o transformar instituciones que les permitan lograr optimar los resultados de sus acciones.
Como se ha señalado, el presente estudio describe las principales aportaciones que la economía política neoclásica ha hecho al entendimiento del accionar de los gobiernos. Para ello procedemos a revisar los principales artículos de las diferentes escuelas que conviven dentro de lo que llamamos economía política neoclásica. Es importante recalcar que el alcance de nuestro artículo es limitado, es decir, importantes escuelas de pensamiento que estudian la interacción entre la economía y la política han sido omitidas del presente estudio. Escuelas como la neoinstitucionalista, la constitucional o la de acción colectiva, por nombrar sólo algunas, no forman parte de este estudio. Además, temas como la agregación de preferencias, grupos de interés o búsqueda de renias están también fuera del alcance de nuestro estudio. Revisar toda esta gama de enfoques significaría la creación de un gran volumen. Por lo contrario, nuestro objetivo es enfocarnos en las aportaciones que la economía política neoclásica ha hecho al entendimiento del accionar de los gobiernos y a sus principales aplicaciones a la América Latina.
Para llevar a cabo el objetivo expuesto anteriormente hemos decidido dividir la escuela de economía política neoclásica en tres subescuelas. Cada subescuela posee características propias e individuales; sin embargo, todas ellas hacen uso del paradigma de la elección racional, que es el elemento analítico clave que contiene la economía política neoclásica. Las tres subescuelas que serán analizadas son: la escuela de los ciclos político-económicos, la escuela de la teoría de juegos con información asimétrica aplicada a la competencia política y la escuela de la teoría espacial del voto. Especial acento pondremos en analizar ejemplos de aplicaciones de estas teorías a contextos latinoamericanos.
1. El ciclo político económico
Ya en su clásico análisis de los ciclos económicos, Schumpeter (1939) reconocía que existen factures políticos que pueden actuar como variables determinantes de las fluctuaciones económicas. Pocos años después Kalecki (1943) propuso una teoría de las causas políticas del ciclo económico. Kalecki argumentaba que diferentes clases sociales actúan como grupos de interés cuya capacidad de negociación o de ejercer presión depende del nivel de empleo de la economía e inciden en las decisiones gubernamentales de políitica económica, reforzando así los ciclos económicos alrededor de la tasa natural de desempleo. A pesar de contextualizar su anslisis tanto en estados fascistas como en estados democráticos, Kalecki no señala los procesos electorales; sin embargo, se puede vincular el ciclo económico con los comicios electorales si estos últimos se consideran como maneras de expresión e incidencia de los diferentes grupos sociales en las decisiones de política económica. Si bien esta teoría se asemeja a los modelos partidistas más recientes, su influencia recayó sobre todo en los análisis marxistas que vinculan los ciclos económicos con ciclos de lucha de clases (véase por ejemplo Mandel, 1986, y Gordon, 1978) y no en los subsecuentes trabajos de la escuela neoclásica. Esta teoría vincula los ciclos económicos con factures políticos; sin embargo, el ciclo económico no es del todo endógeno y el proceso políitico únicamente lo acentúa.
Después de que Phillips (1958) publicara su artículo de la relación entre inflación y desempleo fue desarrollada la teoría de un ciclo político económico dentro de la economía neoclásica. No obstante, la idea de que los gobiernos tienen la posibilidad de explotar la curva de Phillips para buscar mantenerse en el poder tuvo que esperar hasta el decenio de los setenta.
En la economía neoclásica el análisis formal, tanto teórico como empírico, de los determinantes políticos del ciclo económico se inicia con el trabajo de Kramer (1971) respecto a la relación del comportamiento macroeconómico y los procesos de votación en el congreso estadunidense. Posteriormente Nordhaus (1975) formalizó un modelo teórico que intenta explicar los ciclos económicos a partir del comportamiento oportunista de los gobiernos. De acuerdo con Nordhaus el gobierno manipula la política económica, en particular la política monetaria, justo antes del periodo electoral con el objetivo de lograr que la economía alcance una combinación desempleo-inflación en el corto plazo que maximice la probabilidad de reelección. Este repetido accionar de los gobiernos en turno, intentando desplazar la economía por medio de la curva de Phillips, produce con el tiempo un ciclo caracterizado por una expansión económica antes de una elección y una recesión económica después de la elección, a lo cual Nordhaus bautizó como el ciclo político económico.
Este modelo toma el marco institucional como dado y la política macroeconómica es resultado del comportamiento de un único agente. Así la implantación de la política monetaria sigue un comportamiento de acuerdo con el calendario electoral, cuyo objetivo es lograr el únicu interés del gobierno en este contexte: la reelección.
La primera respuesta a la idea de Nordhaus fue la crítica de Hibbs (1977) al supuesto de un gobierno cuyo único interés es el de reelegirse. En su modelo partidista de política económica, Hibbs reconoce una mayor complejidad en las preferencias del gobierno. Hibbs mostró que, si bien es cierto, las predicciones de Nordhaus eran teóricamente congruentes, ellas no coincidían con los hechos reaies. Analizando series de datos de diversos países descubrió que los gobiernos siguen políticas económicas acordes con los intereses de a quienes representan, es decir, si el gobierno se identifica con la élite económica del país, entonces seráa más proclive a aplicar políticas económicas que resultarán en una baja inflación y mayor desempleo. La justificación teórica de este argumento se sustenta en la idea de que la élite económica está más preocupada del tema inflacionario y de la estabilidad del mercado de capitales que del tema del desempleo, pues el problema del desempleo afecta en mayor medida a los grupos que no pertenecen a la élite. Por otro lado, si el gobierno en turno se identifica mayormente con los sectores populares, entonces aplicará una política económica que resultará en un bajo desempleo y mayor inflación, dado que el tema del desempleo es de primera importancia para los sectores más pobres. Hibbs concluyó que las expansiones y recesiones económicas dependen de las preferencias o intereses de clase ligadas a quienes detentan el poder en un momento dado y de quienes ganan los comicios posteriores, dando origen a la teoría del ciclo politico económico partidista.
A partir de la publicación de estos dos artículos este campo de investigación ha concitado bastante interés para los macroeconomistas interesados en modelar aspectos políticos y su influencia en las variables macroeconómicas. Estos dos modelos se retomaron en la bibliografía subsecuente con dos importantes críticas. La primera se refiere al papel central que la política monetaria tiene en estas teorías, ya que en muchos países existe un alto grado de independencia de las autoridades monetarias.
La segunda critica y la más relevante es de carácter metodológico y se refiere a la formación de expectativas. Tanto en el modelo de Nordhaus como en el de Hibbs, el comportamiento de los votantes es sumamente sencillo y por tanto el resultado final depende sólo del comportamiento estratégico del gobierno. En ambos casos los votantes son miopes y no utilizan la información que tienen acerca de las características de los agentes políticos para establecer expectativas, es decir, no existe racionalidad en la elaboración de sus expectativas.
La formación de expectativas implica la respuesta estratégica por parte de los electores y por tanto el problema se convierte en un juego en el que las estrategias aplicadas tanto por el gobierno como por los votantes, no sólo deben responder a la instrumentación de su racionalidad sino que además deben ser creíbles. El desarrollo de las expectativas racionales y de los modelos que plantearon el problema de credibilidad y de congruencia temporal, incorporaron resultados de equilibrio perfecto en subjuegos y ofrecieron los instrumentes para avanzar en la teoría de los ciclos político económicos (véase Fisher, 1980, o Barro y Gordon, 1983).
Alesina (1987) incorporó las expectativas racionales en un modelo que retoma la idea del comportamiento partidista de Hibbs. Sin embargo, si los agentes son racionales en sus expectativas, los diferentes gobiernos no podrían sorprender a los votantes y los ciclos económicos no podrían ser ocasionados por el ciclo electoral. En este contexto los agentes sabrían de antemano el tipo de política que cada gobierno aplicaría y entonces ajustarían sus decisiones de tal manera que los gobiernos no podrían explotar la curva de Phillips. Son otros los elementos en el modelo de Alesina que permiten el comportamiento cíclico de la economía. En primer lugar los agentes fijan contratos nominales previos a los procesos electorales y, en segundo término, si bien los agentes son racionales en la elaboración de sus expectativas, el resultado electoral es aleatorio. Así, los agentes establecen sus contratos nominales basándose en el valor esperado del nivel de precios o del nivel de la actividad económica para periodes futuros, de acuerdo con las preferencias de los posibles tipos de gobierno. Una vez que las elecciones se efectúan y el nuevo gobierno toma el poder, la realización del nivel de precios será diferente a su previo valor esperado, con lo cual se generan ciclos en la actividad económica que pueden ser expansivos o recesivos, según quien haya ganado las elecciones.
Existe consenso en que el comportamiento de las variables económicas afectan los resultados de los comicios electorales. Para el caso de los Estados Unidos, Fair (1982, 1988) analiza el efecto de ciertas variables macroeconómicas en los resultados electorales para las elecciones presidenciales ocurridas entre 1916 y 1976. Este análisis encuentra que los cambios en el PNB per capita en términos reaies y el nivel de empleo afectan positivamente la cantidad de votos que el presidente o el partido en turno reciben en los comicios. Encuentra también que los votantes tienen además una alta tasa de descuento intertemporal, lo cual implica que sólo consideran el comportamiento macroeconómico durante periodos cercanos a las elecciones.
Sin embargo, diferentes estudios empíricos indican que el cambio en la actividad agregada de la economía en países desarrollados es relativamente pequeño durante los periodes previos a las elecciones. Alesina, Roubini y Cohen (1997) rechazan la existencia de un ciclo en la actividad real que responda a una elaboración oportunista de la política económica tante para los Estados Unidos como para una muestra de 18 países de la OCDE durante 1960-1993, con le cual invalidan el comportamiento de acuerdo con la teoría del ciclo económico de Nordhaus. En contraste, Faust y Irons (1999) y Alesina, Roubini y Cohen (1997) presentan evidencia que confirma el efecto partidista en el comportamiento de la actividad económica para los Estados Unidos congruente con el modelo partidista racional de Alesina pero que rechaza la teoría de Hibbs. Si bien, Alesina, Roubini y Cohen (1997) argumentan la existencia de este mismo comportamiento en países de la OCDE, Faust y Irons (1999) encuentran que las diferencias en la actividad económica permanecen una vez controlando por los efectos del comportamiento partidista.
En cuanto al comportamiento inflacionario y de los agregados monetarios, en particular M1, existe evidencia de un comportamiento oportunista a la Nordhaus en varios países pero no hay un consenso en un comportamiento partidista racional de estas variables (véase por ejemplo Grier, 1989; Alesina, Cohen y Roubini, 1992; Alesina, Roubini y Cohen, 1997; Faust y Irons, 1999).
Un estudio empírico del plebiscite chileno de 1988 es el estudio de Panzer y Paredes (1991). Recordemos que en ese plebiscite los votantes tenían dos opciones, votar "sí", lo cual significaba la continuación del régimen de Pinochet por ocho años adicionales, o votar "no", lo cual significaba llamar a elecciones al año siguiente. Paredes estimó un modelo de elección discreta de la probabilidad que un votante de un distrito particular votara "sí", en función de ciertas variables económicas (tasa desempleo distrital promedio del año por ejemplo). La principal conclusión del artículo de Panzer y Paredes es que la probabilidad de votar "sí" (o fracción de votantes que votan por la continuación del régimen) es mayor en los distritos donde las variables económicas son mejores, lo cual apoya la tesis de la importancia que tienen las variables económicas a la hora de definir una competencia política.
Por otro lado, Larraín y Assel (1995) también estudian el caso chileno; sin embargo, ellos se enfocan en determinar la posible existencia de un ciclo politico económico para la economía chilena en la segunda mitad del siglo XX. Utilizando una base de datos que abarca el periodo 1939-1993, Larrain y Assel concluyen que efectivamente ha existido un ciclo político económico en Chile durante el periode estudiado, ciclo que se evidencia durante los años en los que hay elecciones presidenciales, y no durante los años en los que sólo hay elecciones parlamentarias. La explicación de esta aparente contradicción se basa en la idea de que Chile tiene un fuerte régimen presidencial, por tanto las élites políticas compiten con muchísima mayor fuerza y usando todas sus armas durante las presidenciales, pues quien llega a la presidencia gobernará casi sin contrapesos del poder Legislativo.
Ejemplos de este comportamiento son también los relacionados con el manejo del tipo de cambio. En este tema existe una amplia bibliografía que analiza la economía política del tipo de cambio en diferentes países (véase per ejemplo Wise y Rioett, 2000; Stein y Sterb, 1999, o Frieden y Stein, 2001). Jaramillo, Steiner y Salazar (2001), por ejemplo, encuentran que para el caso de Colombia la depreciación nominal de la moneda es menor en periodes previos a la realización de comicios durante los años electorales que para los mismos periodos en los años en que no se realizan elecciones. Los episodios devaluatorios que precedieron a las elecciones presidenciales mexicanas durante los setenta y los ochenta, también han side considerados corne parte del ciclo político económico. De acuerdo con esta teoría, los gobiernos mexicanos han implantado en varias ocasiones políticas expansivas que generan desequilibrios fiscales y de balanza de pages. Las políticas de ajuste que en general inducen periodos recesivos son retrasadas hasta después de los comicios electorales. De acuerdo con Cardoso y Helwege (1995) las políticas necesarias para corregir los desajustes fueron pospuestas en diferentes ocasiones para garantizar los resultados electorales deseados por el gobierno. Al respecto, Osbeld y Rogoff (1995) afirman que el problema de credibilidad en los compromisos establecidos per el gobierno acerca del tipo de cambio durante la crisis de 1994 es resultado del comportamiento recurrente de devaluaciones justo después de realizadas las elecciones presidenciales en los periodes anteriores. Asimismo Kessler (2000) y Stein y Sterb (1999) describen cómo el gobierno mexicano sostuvo una aparente estabilidad económica hasta las elecciones de 1994. Más recientemente, Grier y Hernández Trillo (2004), utilizan una base de datos de 1971 a 1998 para el caso de México y prueban la hipótesis de los efectos electorales del tipo de cambio real. Utilizando una variable ficticia (dummy) que capta los movimientos del tipo de cambio antes y después de la elección, ellos confirman la existencia de un ciclo electoral en el tipo de cambio real para México. Sin embargo, al probar la existencia de un ciclo electoral del mismo tipo para los Estados Unidos el resultado es el opuesto.
El estudio de los modelos expuestos líneas arriba es de la interacción entre la política y la macroeconomía. La inflación, el desempleo, el ciclo político económico son todos aspectos muy importantes de la economía agregada, pero que no dejan espacio para el análisis de la interacción micro entre los actores políticos. A nivel microeconómico también se producen interesantes resultados del uso del paradigma de la elección racional en la competencia política. En la siguiente subsección analizamos brevemente las aportaciones que tanto el estudio de la información asimétrica como las aplicaciones de la teoría de juegos han hecho al análisis de la política.
2. Información asimétrica y teoría de juegos en economía política
Uno de los principales problemas que enfrenta cualquier agente individual para definir sus acciones es la interacción con otros agentes. Esto se debe a que el resultado final no depende de su acción individual sino del conjunto total de acciones que componen un hecho social. El resultado final en muchas ocasiones no es forzosamente el que los agentes hubieran preferido. Esta consecuencia es importante, pues a pesar de que la actuación racional de los agentes génera resultados que son ineficientes, los agentes pueden no tener incentivos para cambiar su comportamiento. Debido a que sólo los comportamientos que son creíbles pueden ser implantados, y en muchas ocasiones la cooperación no lo es.6 Estos equilibrios de Nash, y sus refinamientos hacia el equilibrio perfecto en subjuegos, son el punto nodal del análisis de la teoría de juegos y surgen de la heterogeneidad de los agentes en cuanto a sus intereses y objetivos, que no siempre son compatibles.
El fenómeno político en esencia surge de la diferencia e incompatibilidad de intereses y preferencias entre los agentes individuales que forman una sociedad. Por ello la teoría de juegos es un marco metodológico perfecto para hacer un análisis politico (véase por ejemplo Ordeshook, 1986; Banks, 1991 o Morrow, 1996).
Las ineficiencias que resultan de la interacción de agentes diversos se pueden deber, además de la imposibilidad de cooperación voluntaria, a la ausencia de mecanismos de coerción que obliguen a los agentes a cooperar, a la incapacidad de negociación o a problemas de información asimétrica.
Las diferencias en información proporcionan ventajas a los agentes que están mejor informados. Estos últimes tienden a actuar de manera que intentan obtener un mayor beneficio aprovechando la desventaja que el resto de los agentes tiene en cuanto información. Sin embargo, la respuesta racional del resto de los agentes es actuar en consecuencia, considerando las acciones que el agente informado realiza. A este tipo de problemas se les ha llamado problema del agente-principal.
Así por ejemplo, si se consideran los procesos electorales como de selección, los votantes buscan elegir el mejor gobierno (Fearon, 1999). Sin embargo, la capacidad o la calidad de los candidates a elección, en general es información privada de ellos y los votantes necesitan estimar de alguna manera estas características de cada candidate para poder elegir. Key (1966) propuso la idea de la votación retrospectiva que ha sido desarrollada por otros politólogos como Fiorina (1981) y Popkin (1991). Éstos argumentan que los electores seleccionan a su candidate a partir de acciones que este último haya realizado con anterioridad. De esta manera los votantes y los candidatos, incluidos los gobiernos en turno que intentan ser reelectos, enfrentan ese problema de información asimétrica. Así, los gobiernos en turno buscan utilizar esta asimetría en la información para intentar mantenerse en el poder y esto puede reflejarse en las politicas económicas que aplican. El manejo de la política fiscal por ejemplo, puede responder a un problema de este tipo y producir también los ya analizados ciclos politicos, en este caso provenientes del accionar fiscal.
Rogoff y Sibert (1988) y Rogoff (1990) explican el comportamiento político-económico cíclico a partir de problemas de información asimétrica. Estos modelos se basan en un problema de señalización al suponer que los votantes no conocen la real capacidad del gobierno en turno, por Io que este último tiene incentives a indicar su nivel de competencia por medio del manejo del gasto de gobierno antes de cada elección. El resultado es un ciclo del gasto público acompañado de periodos inflacionarios posteriores a los momentos electorales. En particular en Rogoff (1990) la composición del gasto de gobierno cambia antes de cada elección, aumentando el gasto en bienes de consumo y disminuyendo el gasto en inversión. En esta misma línea González (2000) incluye transparencia y democracia como variables independientes en un modelo de señalización. Shi y Svensson (2002) proponen que la exislencia de imperfecciones en la información produce ciclos económicos debidos a un problema de riesgo moral. La capacidad del gobierno no es observable por los votantes y estos intentan estimar las características del gobierno a partir de los resultados de la administración. Los gobiernos tienen entonces incentivos de ofrecer una mayor cantidad de bienes públicos antes de cada elección para incidir en la estiniación de los votantes.
Son aún muy pocos los intentes por incorporar tanto la política monetaria como la política fiscal en un solo modelo. Drazen (200Ob) propone un modeIo en el que el banco central acomoda la política monetaria para reducir fluctuaciones en la tasa de interés, producto de los movimientos de la política fiscal definida de acuerdo con la respuesta del congreso al ciclo electoral. A diferencia de Drazen, Gatica (2002) argumenta para el caso de la América Latina que tanto la política monetaria -deterrainada desde el poder ejecutivo cuando las autoridades monetarias no son independientes- como la politica fiscal responden a incentives electorales. Si la política fiscal responde a la política monetaria, el resultado final depende del grado de polarización, la fragmentación y el poder relative del sistema de partidos en el congreso.
Existen bastantes pruebas de que la existencia de asimetrías de información induce a los gobiernos a un comportamiento fiscal que genera un ciclo político-fiscal. Alesina y Roubini (1992) y Alesina, Cohen y Roubini (1992) encuentran que para el caso de los Estados Unidos las transferencias gubernamentales tienden a aumentar antes de cada elección. En el caso de Turquía, Krueger y Turan (1993) encuentran que ha existido un manejo discrecional de la política fiscal entre 1950 y 1980 para inducir una mayor votación en favor de los gobiernos en turno.
El primer análisis econométrico para el caso de la América Latina es realizado por Ames (1987). En su estudio Ames utiliza un grupo de 17 países latino-americanos entre 1947 y 1982 y obtiene evidencia de periodes expansivos durante las épocas de elecciones y disminuciones del gasto gubernamental poselectoral Io cual apoya la teoria del comportamiento oportunista de los gobiernos.
Haggard y Kaufman (1990) y Haggard (1991) sostienen que existe una correlación entre hechos políticos y procesos inflacionarios en Brasil, Chile, Argentina y Uruguay. Sugieren que los periodes inflacionarios de 1968 y 1973 en Uruguay fueron ocasionados por un incremento del gasto público y del déficit fiscal debido a los procesos electorales de esos años. Igualmente argumentan que es posible observar un comportamiento cíclico de la economía chilena determinado por los procesos electorales durante el periode anterior al pronunciamiento militar. Edwards (1994) concuerda con las observaciones de Haggard y Kaufman para el caso chileno en un análisis econométrico que abarca el periode 1952-1973, en el que además de considerar los periodos de elecciones presidenciales incorpora elecciones parlamentarias.
Para el caso de México Whitehead (1990) confirma la existencia de un ciclo político del gasto publico durante los decenios de los setenta y ochenta. Observa que durante el primer año del periode presidencial se imponen medidas recesivas, seguidas de un aumento en el gasto de gobierno en los dos años subsecuentes que propende a la legitimación del presidente en turno. En los siguientes años del periodo presidencial, el gasto disminuye para finalmente repuntar de modo desordenado durante el año electoral ocasionando un aumento del déficit fiscal y dando pie a medidas recesivas del presidente entrante. Más recientemente González (2002) ha confirmado el comportamiento cíclico del gasto de gobierno en el caso de México usando datos de elecciones federales entre 1958 y 1997. Las estimaciones que presenta González muestran el uso del gasto gubernamental en infraestructura y transferencias con el fin de hacerse de un mayor apoyo electoral, comportamiento que se ha intensificado a partir del incremento real en la competencia política.
Shi y Svensson (2002) utilizaron recientemente un panel de 123 países, incluyendo países desarrollados y en desarrollo, para un periode de 21 años. En su análisis encontraron evidencia que respalda la hipótesis de un ciclo de gasto público. Los resultados muestran que el ingreso gubernamental tiende a disminuir y el gasto de gobierno a aumentar antes de cada elección, Io que genera déficit fiscales posteriores a los periodes electorales. También encuentran que los déficit en los países en desarrollo son en promedio más del doble que los que se presentan en paises desarrollados.
Pero además de proporcionar los fundamentos micro de las teorías de los ciclos político-economicos y los ciclos presupuestales, los análisis basados en la teoría de juegos e información asimétrica han logrado explicar satisfactoriamente no sólo los procesos de carácter económico si no también político. El proceso de democratización que se ha dado durante los decenios recientes en diferentes regiones, y en particular en la América Latina, así como los procesos de reforma económica que le ha acompañado han planteado nuevos problemas a la elaboración de instituciones y la estabilidad política. El aumento de la competencia electoral ha impulsado la aplicación del método de la economía política neoclásica y en particular la teoría de juegos para explicar estos fenómenos. Estas teorías analizan como la interacción de diferentes actores políticos puede llevar a diferentes procesos y resultados en la creacion y el funcionamiento institucional así como de reforma o estabilización económica.
La incertidumbre en la estabilidad política de las nuevas democracias despertó un gran interés en los procesos de transición. Una de las primeras aportaciones en la explicación de la transición democrática y en el problema de estabilidad desde una perspectiva de la teoría de juegos es la de Przeworski (1991). Partiendo de las ideas planteadas anteriormente por O'Donnell (1974) y O'Donnell y Shmitter (1986), Przeworski utiliza el método de elección racional y elabora un modelo de interacción estratégica para explicar los posibles resultados institucionales de las transiciones democráticas. El resultado institucional de la transición está determinado por las características de los actores que participan en su formación así como por la capacidad y la voluntad de negociación de estos actores. Przeworski argumenta que el logro de una negociación entre quienes están arraigados a los regímenes autoritarios anteriores y las fuerzas sociales que buscan un cambio democrático conlleva a una transición graduai y las instituciones tienden a mantener características del régimen anterior. Existe en ese caso una tendencia a crear instituciones que se consideran transitorias, y las fuerzas sociales prodemocráticas tienden a mantener posiciones ideológicas poco flexibles y por tanto poco tolerantes de las prácticas democráticas. El análisis de Przeworski se enfoca en el cambio de regímenes autoritarios hacia regímenes democráticos, por Io que sus conclusiones de la estabilidad de las nuevas democracias son un tanto especulativas.
Cohen (1994) intenta enfrentar este problema al estudiar no la transición hacia la democracia sino el colapso de estos regímenes y el surgimiento del autoritarisme en la América Latina. Cohen cuestiona las exposiciones estructuralistas que explican el surgimiento de las dictaduras en la región como consecuencia de la incompatibilidad del desarrollo del capitalismo dependiente y las instituciones democráticas. Sin dejar de considerar la importancia que tienen los factures estructurales, argumenta que el descalabro de los gobiernos democráticos es resultado de la interacción estratégica de los distintos grupos ideológicos que participaron en la arena política, para Io cual, al igual que Przeworski, construye un modelo formai basado en el dilema del prisionero.
Es claro que desde la perspectiva de la economía política neoclásica el cambio institucional es resultado de la interacción de los diferentes agentes que intervienen en la transformación y de su capacidad de negociación y de coerción. Desde esta perspectiva, en el caso latinoamericano la estabilidad de los nuevos regímenes democráticos depende de actores prodemocráticos y del grupo que sustentó el poder durante el periode autoritario. Hunter (1998), con una línea similar a la de Przeworski y Cohen, utiliza un modelo de teoría de juegos para explicar la construcción de instituciones democráticas en la América Latina como resultado de la interacción de los gobiernos civiles y los grupos militares. Hunter construye una caracterización general para las preferencias de los gobiernos civiles respecte al programa de gobierno y de las fuerzas armadas en sus prerrogativas una vez establecido el gobierno civil, dándole particular hincapié al tema de los derechos humanos. El modelo es independiente del contexte institucional y el equilibrio logra reflejar acertadamente resultados ocurridos en países con procesos contrastantes como Argentina y Chile.
En la América Latina varias de las transiciones hacia regímenes democráticos se han dado como una cesión de poder por parte de los gobiernos militares. Geddes (1999a y 1999b) propone un modelo de teoría de juegos que intenta explicar los diferentes modos de transición. Con un enfoque similar, Londregan (2000) estudia este tipo de transites y la elaboración de las nuevas instituciones democráticas como equilibrios generados a partir de la negociación entre militares y civiles. Propone un modelo formalizado de transición democrática y le aplica para explicar el case de la transición chilena. Igualmente existen casos de reformas electorales impulsadas por gobiernos que han puesto en riesgo su permanencia en el poder. Lehoucq (1995, 2000) estudia el caso costarricense para argumentar que este tipo de comportamiento político se explica por la búsqueda de estabilidad.
Si bien los análisis de teoría de juegos han sido de gran utilidad para determinar la importancia de la interacción de diferentes actores, es innegable la importancia que tienen los factures estructurales. Un enfoque más equilibrado entre el método estructuralista y el de elección racional es el realizado por Cameron (1994) para explicar los problemas de inestabilidad política en la América Latina. Cameron realiza un análisis espacial de la competencia partidista y la conformación de coaliciones en Perú e identifica las condiciones estructurales, en particular la informalizacion de la economia, que empobrecieron las condiciones para estabilizar las coaliciones. Nacif (2002) desarrolla un modelo formai para explicar la elaboración y estabilidad de coaliciones entre los diferentes poderes y dentro del congreso mexicano para legislar y crear proyectos de política publica. Igualmente, Benton (2004) elabora un modelo de teoría de juegos para explicar la inestabilidad de los sistemas de partidos en la América Latina como resultado del uso de recursos públicos como un modo de patronazgo para crear coaliciones al interior de los partidos políticos. Por otro lado Baldez y Carey (1999) establecen un modelo de teoria de juegos y teoria espacial que aplican al caso chileno para explicar los procesos de decisión y el desempeño de las politicas públicas como resultado de las instituciones producidas durante la transición de regímenes militares hacia la democracia.
El proceso de democratización supone el fortalecimiento de las instituciones democráticas, y la disminución de prácticas autoritarias y de patronazgo o clientelismo. Este último modo de empleo de las políticas públicas es una práctica de gran importancia en la política latinoamericana que ha sido estudiada desde varies decenios atrás. No obstante, los análisis formates basados en la metodología neoclásica son escasos. Desde un enfoque teórico existen importantes aportaciones. Las ineficiencias que producen los intentes de manipulación del futuro político han sido estudiados por Persson y Svensson (1989), Alesina y Tabellini (1990), Aghion y Bolton (1990) y Besley y Coate (1998). En estos modelos la ineficiencia es resultado de un problema de incongruencia dinámica. La importancia que tiene la credibilidad en el gobierno y su capacidad por mantener compromises en la creación de instituciones democráticas ha sido analizada per Besley y Coate (1997). En el caso particular de las politicas redistributivas existe y a una amplia bibhografía; algunos de los más recientes trabajos que analizan los problemas de ineficiencia de estas políticas son Acemoglu y Robinson (2001), Bueno de Mesquita et al (2003), y Lizzeri y Perisco (2001).
Dixit y Londregan (1996, 1998) y Lindek y Weibull (1987) distinguen las características que un grupo social debe tener para que una política redistributiva le sea atractiva al gobierno. No obstante, existe escasa bibliografía enfocada en el mecanismo de clientelismo. Uno de los artículos más recientes es el de Robinson y Verdier (2002), quienes formalizan un modelo de la desigualdad, baja productividad, ineficiencia y clientelisnio y argumentan que el clientelisnio es factible cuando existe una conibinación de baja productividad, de abundancia de recursos naturales y desigualdad. El mecanismo de clientelisnio produce ineficiencias que a su vez mantienen la pobreza. Para el caso concreto de la América Latina, Benton (2004) y Estévez, Díaz Cayeros y Magaloni (2002) desarrollan modelos de patronazgo y clientelismo. Estévez, Díaz Cayeros y Magaloni analizan el proceso de clientelismo como una manera de disminuir los riesgos electorales del partido en el poder cuando la competencia electoral aumenta. Argumentan que el clientelismo no forzosamente asegura la estancia en el poder, sino que esto depende de los niveles de pobreza de los votantes y de la competencia electoral. Sólo en condiciones de pobreza y baja competencia électoral el clientelismo es una herramienta redituable, su costo es bajo y aumenta suficientemente la probabilidad de victoria electoral. El modelo intenta establecer una relación teórica entre desarrollo económico y clientelismo y se prueba con datos del Programa Nacional de Solidaridad en México para el periode 1989-1994. Sin embargo, el modelo no logra explicar los cambios en la inversion en obra pública y en el gasto administrativo frente al aumento de la competencia electoral municipal en México.
El desarrollo teórico de la economía politica neoclásica ha producido un importante número de análisis empíricos respecte al caso latinoamericano, basados en la teoría de juegos y de elección racional. Las críticas a los sistemas presidenciales y su efecto en la inestabilidad de los regímenes democráticos ha llevado al estudio empirico de las instituciones electorales y la relación entre poderes para varios países en la región. TaI es el caso del estudio de Ames (1996, 2001) de las instituciones brasileñas y su efecto en la crisis política de ese país, y Colomer y Negretto (2002) quienes analizan el efecto de diferentes formulas institucionales para el caso latinoamericano. Otros análisis de los efectos de las instituciones electorales, la estructura partidista, la composición del congreso y la posición del poder ejecutivo en el comportamiento de los actores politicos y el funcionamiento de los regímenes democráticos en la América Latina son Carey y Shugart (1995) y Mainwaring y Shugart (1997). En cuanto al comportamiento del poder legislativo como consecuencia de contexte institucional las principales aportaciones son Morgenstern (1999a, 1999b, 2003), Ames (1994, 1995), Jones (1995) y Crisp (2000), Jones (1998) ha abordado problema de cuotas en el congreso mientras que Carey y Shugart (1995) analizan el comportamiento de los candidatos y Carey (1996) los efectos de la reelección en el congreso.
Otro de los temas que también se ha abordado desde esta perspective es el de la reforma económica. Maxfield (1997), por ejemplo, utiliza la idea de uiformación asimétrica para explicar los procesos de independencia de los bancos centrales. Dado que los inversionistas foráneos no conocen a ciencia cierta las características de los gobiernos de países que requieren inversión extranjera, se genera un problema de agente-principal. Estos gobiernos, entonces, le otorgan independencia a sus bancos centrales para señalizar sus preferencias de política macroeconómica, no sin tener que pagar un costo en cuotas de poder por ello. Así, este proceso de reforma es más probable cuando los costos de perder el control total de la politica monetaria son menores.
Además de los problemas generados por las asimetrías de información, existe otro potencial problema cuando estudiamos la interacción estratégica entre individuos: el de la ausencia de coordinación entre los agentes. Procesos tan complejos como las reformas económicas o la implantacion de programas de ajuste implican la interacción de gran número de actores políticos, y esta interacción puede llevar a resultados muy diverses. Fernández y Rodrick (1991) explican por qué los gobiernos no aplican reformas que son Optimas economicamente debido a la incertidumbre en la distribuciôn de los costos y beneficios de las reformas entre diferentes actores. Alesina y Drazen (1991) presentan un modelo que argumenta que los retrasos en las reformas económicas o en los programas de estabilización son resultado de problemas de coordinacion y la interaccion estratégica de diferentes partidos en los congresos.
Uno de los primeros análisis de reforma económica para el caso de la América Latina con la metodología de teoría de juegos es el de Geddes (1991, 1994). A éste le han seguido algunos otros análisis que emplean modelos formales de teoría de juegos sobre temas específicos de reforma económica, como el caso de la reforma financiera en México (véase Neiman, 2001) o el uso de equilibrios bayesianos para explicar los procesos de privatización de empresas públicas (véase Waterbury, 1993). Se han desarrollado otros análisis que, aun cuando no presentan modelos formales, se basan en la teoría de juegos y de elección racional, como es el caso de Murillo (2000), quien estudia los problemas de interacción entre los sindicatos, el gobierno y los partidos políticos para explicar los procesos de reforma económica en México, Venezuela y Argentina.
Finalmente, la tercera escuela dentro de la economía política, la teoría clásica de votaciones, también llamada teoría espacial del voto (TEV) es la escuela más antigua dentro de la economía política. El desarrollo de esta escuela y sus principales aportaciones ai entendimiento del actuar de los gobiernos, así como sus aplicaciones a procesos electorales latinoamericanos, es el tema que convoca el resto de este estudio.
3. La teoría espacial del voto
La TEV es la escuela más antigua dentro de la economía politica neoclásica. Ella aplica el análisis microeconómico clásico al estudio de las elecciones. Usando un modelo de competencia espacial estudia la manera como las coaliciones gobernantes intentan retener el poder. Además, esta escuela estudia cómo algunas características de los candidatos -que no tienen relación con sus posiciones en el espectro político- influyen en los resultados electorales (por ejemplo, capacidad para generar una administración sin corrupción, simpatía que despierta el candidate, etc.); también estudia incertidumbre en las votaciones, características institucionales que facilitan la reelección de quien establece la institucionalidad y varios otros temas. Muchas veces a esta escuela se le llama teoría downsiana de votaciones, por el hecho de que Downs (1957) fue el primero en utilizar el concepto espacial como variable clave al momento de votar. Sin embargo, los orígenes de la TEV se remontan al decenio de los veinte, cuando Hotelling (1929) desarrolló la estructura de lo que hoy conocemos como competencia espacial.
a) La aportación de Hotelling. En 1929 Hotelling estaba interesado en estudiar la razón por la cual es usual encontrar dos empresas que compiten entre sí localizadas geográficamente muy cerca una de la otra. Las estaciones de gasolina, por ejemplo, están generalmente localizadas en las esquinas opuestas de la misma intersección o a una distancia reducida en la misma cuadra, las multitiendas están usualmente ubicadas en el mismo complejo comercial, una larga avenida contiene en una o dos cuadras todos los restoranes del sector, etc. Hotelling decidió estudiar la competencia espacial entre empresas y desarrolló un modelo en el cual dos empresas intentan maximizar su parlicipación en un mercado que posee una distribución uniforme de consumidores en un intervalo acotado. Estos consumidores pagan un costo de transporte proporcional a la distancia que recorren para llegar a la empresa. Hotelling encontre que, con ciertos supuestos, ambas empresas se localizarían en el centre del intervalo, posición que corresponde exactamente a la del consumidor medio. Argumentaba que esta tendencia hacia el niedio era algo aplicable en otros contextes. Hotelling sugirió que la competencia desarrollada por los actores políticos tiende a parecerse a la competencia geográfica entre actores económicos, y por esta razón los programas de gobierno ofrecidos por dos coaliciones que se disputan el poder tienden a parecerse bastante en muchos aspectos. Si bien el resultado de Hotelling puede no haber sido un gran descubrimiento para la teoróa de la empresa, sí constituyó una importante semilla para el futuro desarrollo de la TEV (véase Arrow, 1951, u Osborne, 1995). Aunque Hotelling no desarrolló su idea de competencia política espacial Io suficiente, sí podemos decir que fue el primero en aplicar el razonamiento económico a la competencia política.
b) Los primerós trabajos de la TEV. Downs (1957) y Black (1958) fueron los primeros en transformar las ideas espaciales de Hotelling en modelos formales de competencia política. El famoso teorema del votante mediano de Duncan Black es, sin duda, el primer resultado importante dentro de la TEV. En su expresión más sencilla, este teorema dice que "en una votación unidimensional,7 si las preferencias de los votantes tienen un solo máximo, entonces, en una elección por mayoría simple, la opción que prefiere el votante mediano vence a cualquier otra que se presente, por tanto el votante mediano es quien decide el resultado de la votación". Así, el votante mediano se constituye en un ganador de Condorcet.8 Este resultado, sencillo pero importante, constituye el punto de partida del subsecuente desarrollo de la TEV.
Como toda contribución seminal en teoría económica, el resultado del votante mediano está basado en supuestos simplificadores que serán relajados en futuras investigaciones de la materia. El primer supuesto en ser relajado es el requisito de tener una votación unidimensional. Davis y Hinich (1966 y 1968) introdujeron la formulación matemática para preferencias multidimensionales de los votantes. Esta nueva formulación produjo un replanteamiento de todos los otros supuestos requeridos para obtener el resultado del votante mediano en el contexto de dimensiones múltiples. Plott (1967) realizó una mejor reformulación al presentar las condiciones de simetría radial que garantizan la existencia de un ganador de Condorcet para el caso multidimensional. Su principal aportación fue generalizar el teorema del votante mediano de Black para los casos en que las elecciones se realizan considerando propuestas con más de un tema. Después, el trabajo de Davis, Degroot y Hinich (1972) expandió el resultado de Plott e introdujo el concepto de la mediana en todas las direcciones, llamado también el punto dominante, como el requisito para alcanzar el equilibrio en situaciones con múltiples dimensiones. Sin embargo, ambos desarrollos estaban elaborados con supuestos simplificadores, muy poco probables de darse en la realidad. Por tanto, si bien es cierto que de acuerdo con estos modelos es posible encontrar equilibrios multidimensionales, la probabilidad de que esto suceda es muy baja.
Cuando los estudiosos de la economía política no lograban encontrar una mejor solución a los problemas derivados de las dimensiones múltiples, Mckelvey (1976 y 1979) publicó sus conocidos artícules del caos.9 Mckelvey muestra que en esquemas de votaciones multidimensionales, las elecciones por mayoría producen ciclos interminables y problemas de intransitividad global en todo el conjunto de elección que enfrentan los votantes.
Uno de los dos problemas más relevantes en el desarrollo de la TEV es sin duda el señalado por Mckelvey de la inestabilidad. A principios de los años ochenta Tullock lanza un desafío con importantes consecuencias para el desarrollo de la TEV. Tullock (1981) argumenta que el caos y la inestabilidad encontrada en los modelos matemáticos formales de la bibliografía de la TEV no coinciden con la evidencia empírica y desafía a los estudiosos del tema a explicar esta aparente contradicción. Como respuesta se publicaron algunos intentos para explicar esta falta de coincidencia entre la teoría y la estabilidad observada en la realidad; sin embargo, su éxito ha sido limitado. Shepsle (1979), por ejemplo, introduce un concepto de carácter institucionalista del equilibrio inducido por la estructura como una manera de explicar la estabilidad observada en el mundo real. Romer y Rosenthal (1978) desarrollaron el modelo del establecedor de la agenda (o agenda setter), el cual responsabiliza a quien establece las reglas del juego o la agenda, sobre el resultado de una votación y en consecuencia de la estabilidad alcanzada en los procesos de elección, particularmente en el contexto de votaciones de comité. El mismo Tullock (1981) ofrece la explicación del logrolling como mecanismo de estabilidad en votaciones.
El segundo problema de importancia se refiere a la predicción que arroja el teorema del votante mediano. Este resultado implica que cuando existen condiciones que garanticen un ganador de Condorcet, los competidores presentarían la misma opción como su plataforma electoral; de acuerdo con el teorema, la opción mós preferida por el votante mediano. Hinich (1977), Coughlin (1984) y Ledyard (1984) demostraron que el resultado de convergencia es aún más general que el teorema del votante mediano. No obstante, esta convergencia de las plataformas y programas electorales no es la norma en la realidad, e importantes observaciones empíricas como la diferenciación de los partidos políticos o la existencia de grupos y partidos extremistas impusieron también cuestionamientos a la TEV.
Tanto la observación de falta de convergencia como la crítica de Tullock de la inestabilidad fueron una gran aportacion a la TEV, no sólo porque llamaron a la comunidad académica a explicar esta falta de relación entre la teoría y la realidad, sino también porque instaron a los estudiosos a incorporar caracteristicas del mundo real en los modelos matemáticos de economía política, lo cual marcó la tónica para el desarrollo posterior de la TEV.
c) Avances recientes de la TEV. Quizá uno de los más importantes avances recientes sea la teoría espacial de la ideología, introducida por Hinich y Munger (1994). Uno de los problemas más grandes que la TEV enfrenta es el pobre refinamiento político del electorado. La TEV tradicionalmente supone que los votantes son capaces de ordenar preferencias respecto a la posible combinación de políticas en espacios multidimensionales. Esto implica un alto grado de información y refinamiento por parte de los electores, lo cual es muy distinto de lo que se puede observar en la práctica. Así, es importante que la TEV considere la manera en como estos agentes simplifican su problema de elección. La teoría de Hinich y Munger (1994) argumenta que los votantes usan la ideología como una manera de simplificar su evaluación de los candidatos. Se postula que la ideología ahorra tiempo y recursos, pues los votantes no necesitan conocer cuúles son las posiciones de política pública que los candidates tienen respecto a los temas relevantes para los votantes (salud, educación, regulación, temas morales, etc.). Conocer la ideología a la que los candidatos adhieren permite a los votantes inferir las posiciones de política de éstos sin mayor costo y así decidir su voto.
En estos modelos probabilísticos los electores crean expectativas de las características reaies de los candidates, por le que queda abierta la posibilidad de que estos últimos intenten indicar sus características para ganar la elección. Esta idea no es sino lo que propone la teoría de la movilización y que ha sido analizada por los estudios del efecto de las campañas políticas en la opinión pública (Gerber y Jackson, 1990). Recientemente Bonilla (2004a) ha propuesto un modelo ideológico de financiación de campañas electorales en el que endogeniza las preferencias de los votantes. Bonilla argumenta que los partidos políticos utilizan recursos en campañas políticas para disminuir la variabih'dad de la distribución de probabilidad condicional que los electores se forman de ellos, y para aumentar la variabilidad de las distribuciones de sus rivales. En el equilibrio político toma importancia la trayectoria del candidate, los recursos con los que cuenta para la presente elección y el grado de convulsión política que existe en el memento de la elección.
Otra línea de refinamiento de la TEV es la propuesta por Wittman (1973, 1983) de los incentives de los competidores y el uso de modelos probabilísticos. En el modelo original de Downs el único interés de los competidores es el de maximizar votes. Este es el supuesto que guardan muchos de los subsecuentes desarrollos (por ejemplo Kramer, 1977; Hinich, 1977; Hinich y Ordeshook, 1970; Hinich, Ledyard y Ordeshook, 1972).
Aun cuando Lipset (1960 y 1994) publica uno de sus trabajos seminales apenas dos años después de An Economic Theory of Democracy de Downs, en el que argumenta que los partidos políticos representan intereses concretos en términos de políticas, no es hasta 1973 que Wittman formaliza esta idea en un modelo que propone que los partidos políticos no sólo compiten para ganar sino también para implantar las políticas concretas que les son de interés. Sin embargo, aun con el supuesto de que los competidores tienen preferencias en las politicas por realizar, Calvert (1985) demuestra que si la distribución de los electores en el espacio de políticas es conocida, los competidores tienden a convergir en el votante mediano. Esto se debe a que si los competidores buscan aplicar la politica que ellos desean, primero deben ganar la elección y para ello deben convencer a los votantes y maximizar la obtención de votos al igual que los competidores en el esquema de Downs.
Con la formalización de un modelo probabilístico en el que los competidores, además de buscar ganar las elecciones, tengan preferencias en el espacio de políticas, Wittman (1983) logró romper con el resultado del votante mediano y predijo un comportamiento diferenciado de los candidates mucho más acorde con los hechos reaies.10
A partir de los desarrollos basados en Downs y en Wittman, se ha avanzado hacia la idea de competidores colectivos y heterogéneos. Si bien el individualisme metodológico de la economía neoclásica había llevado a considerar a los competidores políticos como agentes individuales, en la realidad los partidos, los gobiernos o los grupos de interés son entes compuestos por agentes que no forzosamente comparten los mismos intereses o preferencias. Se han desarrollado sobre todo dos tipos de modelos que incorporan competidores colectivos heterogéneos: modelos de generaciones sobrepuestas y los llamados modelos curvilíneos.
Alesina y Spear (1988) introducen la idea de competidores colectivos (como lo son los partidos políticos) y proponen un modelo en el que hay individuos que se encuentran ya en el gobierno y pueden ser reelegidos durante un determinado número de periodes para luego retirarse. El comportamiento individual depende entonces del periode en funciones en que se encuentre cada agente. Aquellos que esten per retirarse querrán comportarse de acuerdo con sus propias preferencias, mientras que los que quieren ser reelegidos tenderán a comportarse de manera más cercana al votante mediano.
Los modelos curvilíneos se basan en el argumente de Hirschman (1970) de la participación de individuos extremistes dentro de partidos que no lo son de antemano, debido a que estos agentes extremistas no forzosamente buscan ganar elecciones sino expresar sus posturas ideológicas. Así, en estos modelos los partidos están compuestos tanto por agentes que buscan ganar elecciones como por agentes que sólo buscan expresar sus posturas ideológicas. Esto permite, al igual que con los modelos de generaciones sobrepuestas, que los partidos definan su posición tanto por la distribución de los votantes como por la distribución de los miembros que Io componen, con Io cual son menos sensibles a la posición de los votantes, rompiéndose así el comportamiento de convergencia.
Greene (2002a, 2002b) utiliza un modelo de tipo curvilíneo, en el que los partidos están compuestos por activistas y políticos oportunistas,11 para analizar el caso de México como un sistema de partido dominante. De acuerdo con Greene, las políticas que el gobierno priísta definía y las posiciones de la oposición dependían de la capacidad de patronazgo del gobierno y de la composición de los partidos. La política económica en ese case estaría determinada en cierta medida por la composición de los partidos y per los recursos disponibles del gobierno para desincentivar posibles opositores.
Aplicaciones de modelos espaciales referidos a países latinoamericanos, por lo contrario, son más bien escasas. Aunque existen excepciones como Dow (1998a) que estudia la conformación espacial de las primeras elecciones senatoriales chilenas después del régimen militar, y observa que, dado el sistema electoral del tipo d'Hondt que prevalece en Chile, existen incentivos a extremar posiciones dentro de las coaliciones que compiten por el poder. Estas fuerzas centrífugas -como las llama Dow- producen campañas electorales poco moderadas en los dos extremos del espectro político. En otro estudio Dow (1998b) estudia la importancia del factor Pinochet en las elecciones presidenciales del mismo año, y concluye que además de la posición de los candidates en la dimensión económica, la posición que ellos tienen respecto al legado del régimen militar es un factor decisive para los votantes a la hora de emitir su voto por uno u otro candidate. Más recientemente Bonilla (2004b) utiliza la metodología Cahoon-Hinich para estimar mapas espaciales del espectro político chileno. Con una base de datos de enero de 2003 de toda la regíon metropolitana, Bonilla observa que la sociedad chilena aún permanece más o menos polarizada respecte al régimen militar. Además, los mapas espaciales revelan que la variable "cambio del status quo" -con sus diferentes interpretaciones- se ha convertido en una variable importante para el electorado chileno y podría ser la variable clave en las presidenciales de 2005.
IL NOTA FINAL
Hemos revisado las principales aportaciones que el desarrollo de la economía política neoclásica ha hecho al entendimiento del actuar de los gobiernos. Las tres principales escuelas que conviven dentro de lo que llamamos economía política neoclásica (ciclo político económico, teoría de juegos e información asimétrica, y teoría espacial del voto) han sido revisadas. Especial hincapié hemos hecho en analizar artículos aplicados a la América Latina para cada una de las tres escuelas.
Si bien es cierto, históricamente la bibliografía anglosajona ha centrado su interés sobre todo en el desarrollo de modelos teóricos y sus aplicaciones se han centrado en países desarrollados (en particular los Estados Unidos), en los dos últimos decenios la bibliografía ha comenzado a dirigir su foco hacia la América Latina. La América Latina es una región que periódicamente presenta episodios de inestabilidad social y política, y per tanto es un terreno fértil para la aplicación de las técnicas desarrolladas por la economía política neoclásica.
Por último, debemos consignar que no creemos que la escuela de pensamiento desarrollada en el presente artículo sea forzosamente la única (o la mejor) manera de analizar la interacción entre política y economía. Sin embargo, creemos que el uso del paradigma de la elección racional utilizado por esta escuela aporta explicaciones interesantes tanto del actuar de los agentes que compiten por legar al gobierno, como del actuar del gobierno mismo y sus políticas públicas que repercuten en los votantes. Además, la tradicional visión de corte estructuralista, que históricamente ha imperado en nuestra región, hace aún más necesario el presente recuento de las principales escuelas que conforman la economía política neoclásica y sus aplicaciones a nuestro continente.
* Palabras clave: economiá política neoclásica, elecciones, Latinoamérica. Clasificación JEL: D71, D72, H10. Artículo recibido el 9 de diciembre de 2003 y aceptado el 21 de septiembre de 2004. Agradecemos a Mel Hinich las largas conversaciones que hemos sostenido del tema y por sus útiles comentarios. Agradecemos también las observaciones y comentarios de Patricia Murrieta, Cristián Larroulet y de dos dictaminadores anónimos de EL TRIMESTRE ECONÓMICO. Las ideas y opiniones expresadas en este artículo son únicamente responsabilidad de los autores.
1 Aquí empleamos el concepto de programa de investigación en el sentido propuesto por Lakatos (1978).
2 Para el resto del artículo nos referireraos a este programa como economía política neoclásica.
3 Ya que la nueva economía clásica es reconorida como el fundamento teórico de las políticas impulsadas por el Fondo Monetario Internacional y El Banco Mundial, más comúnmente llamadas "neoliberales", la economía política neoclásica es considerada también como "neoliberal" debido a que comparte los fundamentos metodológicos de la nueva economía clásica. Si bien es verdad que existen teorías dentro de la economía política neoclásica vinculadas con las políticas que estos organismos promueven, existen también desarrollos teóricos en esta escuela que se han distanciado de las políticas "neoliberales". Teóricos como Przeworski, reconocido como un socialdemócrata, ulilizan modelos de elección racional para promover políticas de otro tipo. Otros teóricos vinculados con teorias de corte marxista, como Elster y Roemer, utilizan también la teoría de la elección racional. Algunos consideran el nuevo institucionalismo como una opción crítica a la visión del KMI (Harris et al., 1995) y reconocidos teóricos de esta escuela, como Bates y North, consideran que sus desarrollos no están alejados de las posturas marxistas (Leys, 1996).
4 Un ejeraplo os Bates et al (2000), quienes afirman que la capacidad explicativa de la teoría racional es universal y por tanto puede dominar por sobre otros métodos teóricos. Otros teóricos dentro de la tradición de la elección racional, como Elster, han argumentado contra esta postura (véase por ejemplo Elster, 2000; Levi, 1997, y Gedes, 1995).
5 Véase por ejemplo Miller (1997), Saint-Paul (2000) y Drazen (2000a).
6 El ejemplo más sencillo de estos equilibrios es el del dilenia del prisionero.
7 Una votación unidimensional es la que se centra en un único tema. Por ejemplo, el gasto en salud pública como porcentaje del presupuesto fiscal del año.
8 Llamado así debido a la faniosa paradoja del marqués de Condorcet. Una opción ganadora de Condorcet es la que no puede ser derrotada cuarido se enfrenta con cada una de las otras opciones rivales en votación por mayoría.
9 Estos dos artícules de Mckelvey son los más conocidos; sin embargo, a la par de éstos se encuentran los trabajos de Schofield (1978, 1983, 1984, 1985) y los que estos dos autores realizaran en conjunto (Mckelvey y Schofield, 1986 y 1987). Estos desarrollos de los teoremas del caos se establecieron a su vez en los trabajos previos de Kramer (1977) y Plott (1967).
10 Ferejohn y Noil (1978) formulan un modelo con competidorcs a la Downs que no muestra convergencia. Sin embargo, el tnodelo es de alguna manera oongruente con el teorema del votante mediano, ya que la falta de convergencia se debe a que la distribución de los votantes no es conocida y cada partido tiene una función de probabilidad condicional diferente. De esta manera, el valor esperado del votante mediano es distinto para cada partido, sin embargo, el comportamiento de los partidos es ofrecer la política preferida de lo que cada uno de ellos considera es el votante mediano.
11 En la bibliografía se les ha llamado oportunistas a los agentes que únicamente huscan ganar eleceiones.
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