RESUMEN
El presente trabajo tiene como objetivo demostrar cómo la educación artística se ha posicionado como agente necesario para el desarrollo del arte en la sociedad contemporánea, y cómo su presencia ha transformado el arte en acción social, atendiendo a las directrices de la Unesco para la educación artística del siglo XXI. Por otro lado, el texto analiza el papel de la universidad en este proceso, y a través del estudio y análisis de las acciones llevadas a cabo desde un programa de máster en educación artística, se muestra la necesidad de colaboración entre universidad e instituciones artísticas, sociales y culturales. Una formación de posgrado especializada y de calidad en educación artística, debe hacer competente al alumnado en el desarrollo artístico, cultural y social de su contexto. Los saberes académicos han trascendido a través de las prácticas llevadas a cabo por los y las estudiantes en más de treinta instituciones sociales y culturales en los últimos cinco años, generando una red de acciones, interacciones y experiencias que están transformando la realidad social del arte. En esta realidad, la universidad debe atender y dar soporte a estas transformaciones sociales y artísticas, haciendo sostenibles estos procesos y generando fundamentos académicos que los validen.
PALABRAS CLAVE
Arte; educación artística; universidad; máster; prácticas.
ABSTRACT
This article describes how art education has positioned itself as an agent for the development of art in our society, and how its presence has transformed art into social action. On the other hand, the text analyzes the role of the university in this process, and the actions carried out from a master's program in art education. In order to provide artistic, cultural and social competencies to the students, the university has engaged to cultural and social institutions. In the last five years, the academic knowledge has transcended through the practices carried out by students in more than thirty social and cultural settings. This fact has generated a network of actions, interactions and experiences that are transforming the social dimension of art. The results also point to that these experiences show that the students of this master's degree are agents that define the new social intervention of the art. To this end, the university must attend and support these social and art transformations, making these processes sustainable and generating academic production.
KEYWORDS
Art; art education; university; master's degree; practices.
1.INTRODUCCIÓN
1.1. EDUCACIÓN ARTÍSTICA, TRANSFORMACIÓN SOCIAL Y UNIVERSIDAD
La Unesco (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization) celebró en Lisboa en 2006 la World Conference on Arts Education: Building Creative Capacities for the 21st Century. En este encuentro especialistas de todos los países en el ámbito de la educación artística sentaron las bases y el recorrido que la educación artística debería desarrollar en los siguientes diez años. Este recorrido se organizó en el documento the Road Map for Arts Education. En este documento, además de referirse a la cultura y su acceso a ella como un derecho fundamental, establece que el vehículo para ello es el desarrollo de la educación artística. Según este texto, la educación artística contribuye a desarrollar una educación que integra las facultades físicas, intelectuales y creativas y hace posible el desarrollo de relaciones más dinámicas y fructíferas entre la educación, la cultura y las artes. Según el texto, las sociedades del siglo XXI exigen cada vez más trabajadores creativos, flexibles, adaptables e innovadores, y los sistemas educativos deben ajustarse a esta nueva situación. La educación artística proporciona a las personas que aprenden las habilidades que se requieren de ellas y, además, les permite expresarse, evaluar críticamente el mundo que les rodea y participar activamente en los distintos aspectos de la existencia humana.
Además, la Unesco, en sus directrices, alentaba activamente a los gobiernos y otros organismos para facilitar la colaboración entre los ministerios, departamentos, instituciones culturales, ONG y profesionales de las artes y reconocía la importancia de desarrollar una política de educación artística que articulara los vínculos entre las comunidades, instituciones educativas y sociales y el mundo del trabajo.
Este texto, revisado posteriormente en la Segunda Conferencia Mundial sobre Educación Artística (Seúl, 2010), pone de manifiesto el papel relevante de la educación en el desarrollo cultural y artístico de la sociedad, y hace hincapié en reforzar las dimensiones socioculturales de la educación artística, además de resaltar el valor de la educación artística en la promoción de la diversidad cultural y la cohesión social, atendiendo a la amplia gama de entornos de aprendizaje y oportunidades dentro y fuera de los entornos educativos institucionales, favoreciendo intercambios interdisciplinarios e intersectoriales.
En el contexto próximo, la presencia de la educación artística en departamentos de educación de museos y centros de arte, fundaciones, ONG, asociaciones sociales y culturales, programas de arte y educación artística en centros de mayores, con niños/as y adolescentes, etc. es una realidad. Es decir, instituciones sociales y culturales demandan profesionales del área de la educación artística y es necesario que todas estas experiencias de base, se traduzcan en estrategias ascendentes, que permitan a través de estudios especializados en educación artística, profesionalizar este perfil y abrir nuevos cauces para el arte en la sociedad contemporánea.
En este contexto, el Plan Bolonia para el diseño de planes de estudios de másteres, permitió revisar contenidos y valorar necesidades tanto sociales como académicas, y abrir espacios para que la educación artística pudiera desarrollarse como un título de especialización profesional. Es por ello, que, en 2013, en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior, se pone en marcha el título de máster en Educación artística en instituciones sociales y culturales de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, atendiendo a una política académica que responda a estas necesidades a las que apelaba la Unesco para el ámbito de la educación artística.
1.2. LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA COMO CATALIZADOR PARA UN ARTE SOCIAL
Entender el arte como un hecho social es una realidad. Desde los planteamientos de Vygotsky (1915), que reconoce el arte como una herramienta social que proporciona desde lo íntimo y personal, los aspectos que nos insertan en el círculo de la vida social, pasando por el enfoque de Dewey (1934), que presenta el arte como una forma de experimentación que, ineludiblemente, nos lleva a una interacción con la realidad social.
Otros autores desde el campo de la sociología, como es el caso de Becker (1982) hablan del arte como una construcción social, desde la producción misma hasta su consumo, en la que se dan múltiples interacciones, convirtiéndose en una actividad cooperativa y compleja de hacer y validar. Para Becker, en los procesos de creación, distribución, intercambio y demás, el arte y el o la artista se mueven en varios niveles de acuerdos sociales para que este arte sea reconocido como legítimo.
Autores/as más contemporáneos trasladan estos acuerdos sociales al ámbito de lo comunitario, y plantean que el arte tiene la capacidad de mediar en el mundo real para producir transformaciones sociales, el arte es una práctica transformadora que surge de los conflictos de la gente para darle sentido al mundo. El arte es un lenguaje y una forma en que las personas expresan sus necesidades y creencias más profundas, y al hacerlo, el arte vive para ellos y ellas. No es algo que poner en un edificio para ver, visitar y ser explicado. Se trata de las prácticas reales en las que participan y se atiende a las opciones de vida de las personas (De Nobriga, Schwarzman, 1999). El arte es una expresión tanto de la identidad individual como de la grupal. Toda expresión es creativa, no importa que sea original, es una expresión de lo individual y de la vida social.
En este sentido, el arte con esta implicación social, se separa de otras aproximaciones y definiciones teóricas que revisan al o la artista como genio/a individual y solitario/a, y lo presentan ahora como un/a catalizador/a cultural y parte integral de cualquier proceso de intervención y transformación social (Bains y Mesa-Brains , 2002).
Según Cleveland (2000), el arte ha salido del museo para entrar en las comunidades e instituciones sociales donde sí puede tener un impacto directo y positivo en la vida de las personas, desde su dimensión más personal hasta las esferas más políticas de la vida social, y la educación artística es la herramienta para canalizar estas transformaciones. En este contexto donde el arte ha salido de su espacio legítimo, la educación artística, tal y como ya se ha apuntado anteriormente, es el vehículo que articulará esta transformación social del arte. La educación artística según Efland (2002), nos permite entender los mundos visuales y artísticos en los que vivimos, pero además, nos permite participar en ellos, y por tanto transformarlos. La educación artística tiene un carácter ineludiblemente dialéctico, que implica una interacción individual y colectiva. Un proyecto de educación artística implica procesos como imaginación, motivación, escucha, colaboración, flexibilidad, perseverancia, reflexión, reconocimiento e incluso celebración, que trascienden el ámbito del arte y lo llevan a la participación social.
2.OBJETIVOS
En los apartados de la introducción se ha presentado el contexto de esta investigación, a partir de las demandas y directrices de la Unesco para la Educación Artística, y por otro lado el contexto teórico que viene a sustentar la función de la educación artística para el desarrollo de la sociedad. Es por ello por lo que el objetivo general del presente trabajo es demostrar cómo la educación artística es necesaria para el desarrollo del arte en la sociedad contemporánea, y cómo su presencia está transformando el arte en acción social. Este objetivo principal, se articula en tres más concretos:
1. Analizar el papel de la educación artística como catalizador de un arte de acción social
2. Explorar el potencial impacto social de este tipo proyectos desde la educación artística
3. Definir el papel de la universidad en este proceso
Para poder dar respuesta, el texto se centra en los resultados y datos recogidos entre los años 2013 y 2017, cuando se pone en marcha el plan de estudios de Máster en Educación Artística en Instituciones Sociales y Culturales de la Universidad Complutense de Madrid. Lo que se presenta además es un análisis de las competencias del título, y cómo para la adquisición de estas, ha sido necesario establecer relaciones, vínculos institucionales y relaciones intersectoriales y cómo la educación artística ha sido un catalizador óptimo para establecer este tipo de sinergias. Por otro lado, además de dar respuesta académica a la necesidad de formar especialistas en el ámbito de la educación artística, el texto analiza el extenso y significativo campo de experimentación para la educación artística que se ha generado a partir de la puesta en marcha de este título de master. La muestra entre los años 2013 al 2017 presenta como 87 estudiantes han realizado sus prácticas curriculares en 26 instituciones y entidades de diversa índole:
Este campo de experimentación, teniendo como motor el trabajo de prácticas del alumnado, permite, tras cuatro ediciones del título, reflexionar sobre el potencial de la educación artística en la sociedad contemporánea.
3.METODOLOGÍA
Una de las primeras cuestiones en el diseño del plan de estudios para un título de máster que especialice en educación artística fue, como bien se ha planteado en la introducción, atender a las demandas sociales a la vez que favorecer los vínculos y estrategias que hicieran posible que la educación artística fuera una herramienta clave en el desarrollo social y cultural. De nuevo, recurriendo al texto de la Unesco, las dos grandes estrategias para conseguir una educación artística eficaz son impartir al profesorado y artistas una formación relevante y eficaz, y establecer relaciones de colaboración entre los sistemas y agentes educativos y culturales. Y para ello, ineludiblemente la universidad ha tenido que hacer un giro social y buscar aliados, alianzas y acuerdos con instituciones sociales y culturales.
En este punto, el Plan Bolonia favoreció este tipo de sinergias, dando especial relevancia y peso académico a las prácticas curriculares en los planes de estudio de la mayor parte de los másteres. Si volvemos al caso concreto del estudio del máster que nos ocupa, en la Tabla 2, pueden verse cómo las competencias específicas que el alumnado ha de alcanzar se reparten en dos bloques. El primer bloque, hace referencia a aquellas competencias que la universidad puede ofrecer, puesto que se refieren a la esfera del conocimiento académico y por tanto se consideran factibles de alcanzar a través de la propia institución. Y en la segunda columna se presentan las competencias específicas que el alumnado que quisiera especializarse en educación artística también debería alcanzar, pero que no son factibles a través de los saberes académicos, puesto que trascienden al ámbito de la práctica y de la acción social:
Podría decirse, que la universidad ha cedido su espacio legítimo del conocimiento a instituciones externas, perdiendo de alguna manera el control sobre estos saberes. Es decir, prácticamente la mitad de las competencias específicas del título, se alcanzan a través de un conocimiento práctico, que es ofrecido al alumnado desde fuera de la universidad. Son estas instituciones de carácter artístico y cultural, y en otras ocasiones del ámbito de lo social, las que adoptan el rol de proveedoras de conocimientos y experiencias necesarios para que el alumnado sea competente en materia de educación artística.
Esto sin duda, supone un esfuerzo de adaptación por parte de la universidad y en concreto de estos estudios de máster, puesto que se liberan ciertos contenidos, y los conocimientos adquiridos por los y las estudiantes, están ineludiblemente vinculados a sus experiencias en el contexto real. Estas cesiones, están dando lugar a saberes inesperados o al menos no predecibles, además de individualizados, dependiendo de las experiencias prácticas de cada uno/a de los y las estudiantes.
Este cambio de paradigma en la universidad, es sostenido por varios autores. Goldfarb (1998) no ve a la universidad como el único espacio, ni siquiera el primario, para la actividad intelectual. Según este autor, la sociedad civil es quizás igualmente importante, al menos en algunos momentos y lugares, en este desarrollo del conocimiento. Este aspecto es sin duda, una de las consecuencias más interesantes derivadas de las políticas de vínculos y acuerdos interdisciplinares e intersectoriales a las que la Unesco alentaba. En el momento en el que las instituciones (de diferentes sectores y disciplinas) empiezan a dialogar e interactuar, se produce irremediablemente un intercambio de expectativas, saberes y trueque de conocimientos, que se están haciendo visibles a través de las experiencias prácticas del alumnado.
Otros autores, como Gibbons et al. (1994), describen este proceso como un desafío a la naturaleza del conocimiento en sí mismo construido tradicionalmente, puesto que el conocimiento requerido para entender el capital social y construir lo comunitario no está ubicado dentro de la universidad. Es una construcción colectiva de agentes múltiples, posicionados de manera diferente, colaborando y compartiendo sus perspectivas específicas. En este sentido, el conocimiento no será propiedad de la universidad o de la comunidad, sino un producto emergente del compromiso compartido.
Así pues, si se quiere hablar de un arte social, como nueva realidad y si se quiere crear un corpus conceptual y de conocimiento en torno a este concepto, se tendrá que recurrir a las construcciones sociales del mismo y no solo a las académicas. Del mismo modo, se debería atender al campo de experimentación y de acción en el cual se está desarrollando este arte social: las instituciones y entidades que interactúan con la comunidad a nivel individual y colectivo.
3.1. LAS PRÁCTICAS DE ESTUDIANTES DE EDUCACIÓN ARTÍSTICA COMO CAMPO EXPERIMENTACIÓN SOCIAL
Tal y como se ha descrito en el apartado de metodología, entre los años 2013 al 2017, 89 estudiantes han realizado sus prácticas curriculares en 26 instituciones y entidades. La duración media de estas prácticas es de 2-3 meses (entre 150 y 300 horas). Tal y como se ha indicado anteriormente, para consecución de estas prácticas, el alumnado debe desarrollar o participar en un proyecto real, articulado a través de la educación artística. La media de participación en estos proyectos y actividades es de 8-10 participantes, además del apoyo y el soporte ofrecido por los/as profesionales de las instituciones de acogida que hacen las funciones de tutores/ as en el desarrollo de estas prácticas. Para poder describir el alcance de estas prácticas en la siguiente tabla se recogen los datos más relevantes que evidencian las dimensiones y el alcance del campo de experimentación abierto en este proceso:
El tejido de redes de colaboración alcanzado a través de este título de máster es especialmente significativo. La Universidad Complutense de Madrid ha posibilitado los contactos con museos e instituciones culturales de Madrid, tales como Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Museo Thyssen-Bornemisza, o Museo Lázaro Galdiano, Centro de Arte 2 de Mayo, Centro de Arte Alcobendas; con la red de museos estatales dependientes de la Dirección General de Bellas Artes y Patrimonio Cultural (Museo Nacional del Romanticismo, Museo Nacional de Artes Decorativas, Museo de América, Museo Cerralbo, Museo Nacional de Antropología, Museo Biblioteca Nacional, Museo de la Casa de la Moneda, etc.). También se han establecido acuerdos con entidades locales, dependientes del Ayuntamiento de Madrid, como Matadero Madrid o Medialab Prado y con instituciones de otras disciplinas y sectores, como el Organismo Autónomo Madrid Salud responsable de las políticas de salud pública y comunitaria, o con los centros para Adolescentes y Jóvenes ASPA. Entidades del ámbito de la sociedad civil, como Solidarios para el Desarrollo, asociación Argadini, asociación cultural Imágenes y Palabras, Fundación Yehudin Menuhin, Asociación Kwizera, Residencias Artísticas FelipaManuela, Pedagogías Invisibles. Se han creado vínculos con empresas del sector privado como Fundación Telefónica, Caligrama Proyectos Culturales, etc. Las redes de colaboración son especialmente interesantes cuando además ofrecen la posibilidad de desarrollar proyectos con otras entidades del ámbito de la sociedad con los que habitualmente trabajan, así ha sido el caso de la colaboración con Madrid Salud, que ha permitido establecer vínculos e intercambios con su propia red de colaboración (Servicio de Prevención e Inserción SEPI de la Fundación Tomillo, ASPA, Asociación de Mujeres gitanas españolas Romí Sersení, ADISLI, etc.).
En la tabla 2, se hace referencia a los trabajos académicos del alumnado, puesto que son un reflejo de las tres dimensiones fundamentales para poder definir la construcción de un conocimiento compartido en torno al arte social, desde el compromiso de todas las partes implicadas. Estos trabajos académicos responden a la dimensión artística, respondiendo a los intereses creativos y artísticos de los y las estudiantes, a la dimensión social y comunitaria, respondiendo a las necesidades de los colectivos o individuos que participan en los proyectos y por supuesto a la dimensión académica e investigadora, permitiendo elaborar memorias de seguimiento y documentación de los proyectos como material académico y de investigación. En la dimensión artística, es relevante atender a los lenguajes artísticos y creativos que se proponen en cada una de las prácticas, desde las técnicas pictóricas, dibujo, fotografía, vídeo, performance, mediación, etc. Sin duda, la variedad de lenguajes artísticos y plásticos, puestos a disposición de los diferentes colectivos, crean como ya se ha apuntado anteriormente, un amplio campo de experimentación. Poner el foco de atención en este amplio campo de experimentación generado por el propio alumnado, también vuelve al concepto de Gibbons et al., de estas nuevas formas de construcción del conocimiento.
Finalmente, en la tabla se recoge el potencial y el impacto intersectorial de la acción de las prácticas de este máster, que se ha traducido en producción científica compartida a través de la participación en congresos o reuniones científicas y que es sin duda, un eje fundamental para poder entender la trascendencia del arte, cuando este se articula como agente en las políticas intersectoriales. Un claro ejemplo es el material y producción científica derivada de la colaboración con el Organismo Madrid Salud del Ayuntamiento de Madrid. Esta colaboración interdisciplinar (arte y salud comunitaria) se ha traducido en una intensa actividad, presentada en congresos y eventos científicos, dando visibilidad y un espacio legítimo a este nuevo campo para la experimentación del arte comunitario (Ávila et al., 2016).
4.CONCLUSIONES
La conclusión final sobre este texto, se articula en torno a los objetivos que se han presentado como eje conductor del estudio (educación artística, acción social y universidad):
1. Analizar el papel de la educación artística como catalizador de un arte de acción social
2. Explorar el potencial impacto social de este tipo proyectos de la educación artística
3. Definir el papel de la universidad en este proceso
Con respecto al primer punto, en la mayor parte de los proyectos y experiencias derivadas de las prácticas de los y las estudiantes, el arte y la educación artística han sido un catalizador, un generador de experiencias alternativas a las que se ofrecen en la vida social habitual de muchos de los/as participantes (por ejemplo, acceso y participación en la vida cultural artística, acceso a museos e instituciones culturales, participación en talleres artísticos, capacitación en otros lenguajes artísticos y de comunicación, etc.). Estas experiencias han activado una participación social en la dimensión cultural y artística contemporánea, incorporando agentes y participantes que de otro modo no accederían a esta esfera de lo artístico. Retomando a Gibbons, el conocimiento sobre el arte ya no será propiedad de la universidad o de la comunidad, sino un producto emergente del compromiso compartido entre ambos. Esto sin duda, tiene consecuencias y va a suponer una transformación social importante. El arte tiene un impacto tanto en lo individual como en lo social y este impacto o transformación a través del arte hará reflexionar sobre cuestiones como: ¿quiénes son ahora los/las artistas?, ¿qué compromiso tiene el o la artista con la sociedad?, ¿qué otras profesiones o perfiles están transformando el arte (profesionales de lo comunitario, educadores/as, profesorado, profesionales de la salud y el bienestar, etc.), ¿qué tipo de arte financiarán las instituciones?, ¿qué formación necesitará el o la artista que trabaje con y en la comunidad?, ¿qué lugar ocupa la educación artística en este arte social? ¿deberían ser estas prácticas remuneradas?, ¿qué responsabilidades asumen cada uno/a de los agentes implicados en ellas (universidad-institución-comunidad) ?, ¿sería necesario un código ético o pacto social que generara un marco legal para este tipo de prácticas y experiencias?
Otro de los aspectos que indudablemente ha de plantearse, es la sostenibilidad de este tipo de experiencias, en un principio exitosas por su carácter experimental e innovador, pero que requieren un importante esfuerzo de gestión por parte de toda la red de instituciones y agentes implicados. En estos primeros años de experimentación, una de las ventajas incuestionables para su sostenibilidad ha sido el capital humano aportado por el alumnado universitario durante sus prácticas curriculares. Sin duda, la participación de los y las estudiantes como creadores/ as de estos proyectos y experiencias no es solo necesaria para la consecución de sus títulos universitarios, sino que además es una fuente de conocimiento, que la universidad ha de cuidar y proteger. El valor de cada una de las experiencias desarrolladas en las prácticas por este alumnado es incuestionable, puesto que ha generado un marco práctico extensísimo para la experimentación del arte en lo social. Bastaría con reflexionar sobre el alcance y la dimensión cuantitativa del trabajo de 89 estudiantes en alrededor de 30 instituciones diferentes con la participación de más de 230 personas de diferentes contextos y realidades sociales.
Además, es necesario reflexionar sobre el impacto y las consecuencias sociales y comunitarias de estas experiencias. Sin duda lo que hace significativos este tipo de proyectos de arte y acción social, es que el ímpetu o la fuerza motriz no viene solo de la universidad o de las instituciones sociales y culturales implicadas, sino que proviene de la propia comunidad que participa en los proyectos, del grupo de personas e individuos que forman parte y que participan en ellos, y encuentran nuevas vías para el desarrollo y participación en la sociedad (Onyx, 2008). Las políticas de educación artística que articulen los vínculos entre las comunidades, instituciones educativas y sociales y el mundo del trabajo, de las que se hablaba en el Road Map for Arts Education de la Unesco, se han traducido en realidades sociales, en proyectos comunitarios donde el arte y la educación artística ha sido los motores para activar demandas, ideas y propuestas. Sin duda, el arte y la educación artística provee a las personas oportunidades para la interacción y la comunicación, y evoca nuevas posibilidades tanto personales como sociales. El papel del educador/a artístico/a será canalizar estas posibilidades y hacerlas operativas y eficaces, ofreciendo a las personas y comunidades herramientas y estrategias para la participación y la transformación social.
Por último, es fundamental reflexionar sobre la responsabilidad de la universidad en todo este proceso. Y de nuevo es interesante volver a lo que la Unesco en 2006, ya apuntaba en su hoja de ruta que existe un amplio campo de experiencia en educación artística que no se investiga ni sistematiza. Existen muchos programas de educación correctamente concebidos y aplicados, pero en muchas ocasiones no consiguen transmitir sus supuestos teóricos o documentar de un modo adecuado sus resultados. La consecuencia es que hay pocos estudios monográficos sobre prácticas idóneas que se puedan utilizar como apoyo para procesos de promoción de la educación artística. Esta falta de un corpus de información fácilmente accesible se considera un gran obstáculo a la hora de mejorar las prácticas, influir en la formulación de políticas e integrar las artes en los sistemas educativos. Así pues, como al comienzo de este texto se planteaba la responsabilidad de la universidad en favorecer las estrategias ascendentes que hicieran posible unos estudios especializados en el ámbito de la educación artística, tras esta primera etapa de implementación de los estudios, uno de los principales retos y responsabilidades de la universidad como institución, es la de evidenciar las consecuencias derivadas de los vínculos creados entre comunidades, instituciones educativas y sociales, artísticas y culturales. Es decir, la universidad ha de trabajar en la legitimidad de estas nuevas prácticas artísticas sociales, a través de sus propias herramientas: difusión de trabajos académicos (Trabajos Fin de Máster, Prácticas en repositorios digitales Open Access), artículos de investigación, tesis doctorales, congresos y reuniones científicas, proyectos financiados, artículos y productos de divulgación, incorporación de estos contenidos en títulos de grado y posgrado, revisión de planes de estudio, etc. En esta tarea, es necesario un reconocimiento del trabajo del propio alumnado, puesto que tal como se ha explicado, a través de sus experiencias prácticas, han generado un amplísimo campo de experimentación de la educación artística en el contexto social. Si no se visibiliza este gran potencial de experimentación generado por los y las estudiantes, no se estaría visibilizando la realidad de la educación artística hoy. Por ello, la universidad, debería prestar especial interés a los materiales y productos derivados de estas experiencias (Trabajos Fin de Máster y Prácticas). La universidad dispone de mecanismos para hacer visibles estas experiencias de base (repositorios digitales, eventos e intercambios de experiencias del alumnado, etc.) y además debería alentar y apoyar a los y las estudiantes en la tarea de la producción científica y divulgación de los resultados. Este punto implica una corresponsabilidad y cooperación en la construcción del conocimiento entre el académico/a-investigador/a y el alumnado. Pero solo a través de estos mecanismos de intercambio universidad- estudiante- sociedad, se harán visibles y accesibles las prácticas innovadoras en el campo de la educación artística que están incidiendo en la transformación social del arte.
Por todo esto, la universidad ha de funcionar como institución al servicio de esta transformación social del arte, manteniendo y ampliando los compromisos con la comunidad, las instituciones y entidades, colaborando en un conocimiento compartido y por supuesto, evidenciando a través de estudios e informes la necesidad de formular políticas intersectoriales que validen este arte de acción social y lo sitúen como un eje para el desarrollo y transformación de la sociedad.
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Abstract
El presente trabajo tiene como objetivo demostrar cómo la educación artística se ha posicionado como agente necesario para el desarrollo del arte en la sociedad contemporánea, y cómo su presencia ha transformado el arte en acción social, atendiendo a las directrices de la Unesco para la educación artística del siglo XXI. Por otro lado, el texto analiza el papel de la universidad en este proceso, y a través del estudio y análisis de las acciones llevadas a cabo desde un programa de máster en educación artística, se muestra la necesidad de colaboración entre universidad e instituciones artísticas, sociales y culturales. Una formación de posgrado especializada y de calidad en educación artística, debe hacer competente al alumnado en el desarrollo artístico, cultural y social de su contexto. Los saberes académicos han trascendido a través de las prácticas llevadas a cabo por los y las estudiantes en más de treinta instituciones sociales y culturales en los últimos cinco años, generando una red de acciones, interacciones y experiencias que están transformando la realidad social del arte. En esta realidad, la universidad debe atender y dar soporte a estas transformaciones sociales y artísticas, haciendo sostenibles estos procesos y generando fundamentos académicos que los validen.