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Uno de los puntos de convergencia entre la mayoria de los intérpretes de la poesía española de los últimes tiempos es el reconocimiento de ciertos cambios en la fisonomía y el emplazamiento del sujeto lírico. De una manera análoga a la indeterminación que observamos en la obra de Luis de Góngora, en buena parte de la lírica producida en España durante las últimas décadas el yo poético queda diluido o difuminado, fenomeno que la crítica ha explicado sólo superficialmente como un esfuerzo por evitar incurrir en un confesionalismo que estos autores denuestan porque consideran que la tradicional presencia del sujeto hablante-siempre mas o menos ficticio-resulta excesiva y puede hacer caer el poema en el sentimentalismo patético. Fue la generación llamada "novísima" o "del 68" la que abogó con más impetu, desde mediados de los sesenta, por una estética que se alejara del protagonismo que el yo habia adquirido en las dos promociones poéticas anteriores, las cuales habían basado su rehumanización del discurso lirico (tras las rupturas estéticas de las vanguardias y el colapso ocasionado por la guerra) en la exhibición palmaria de un sujeto poemático bien definido que se enfrentaba a la injusticia social o a la sordera divina. La difuminación del mismo con la que responden los novisimos y sus epigonos hace muchas veces dificil determinar la posible identidad de ese sujeto poético o su lugar de enunciación. Por otro lado, en poemas en los que el yo lírico parece tener una presencia mas clara, el sujeto no hace sino preguntarse por la naturaleza de su propia constitución como tal. Esta incertidumbre y la disipación de la voz en el poema plantean varios desafios al lector y tienen diversas implicaciones de carácter no solo estético, sino también epistémico, como veremos más adelante. Por ello, limitarse a explicar el fenómeno de la despersonalización como una manera de evitar el introspeccionismo de corte romántico resulta un acercamiento aceptable pero incompleto. En las páginas que siguen se verá que dicho fenomeno no consiste solo en disfrazar u ocultar la voz del poeta, sino que también pone de manifiesto que tal voz no es ni puede ser la de un yo íntegro; es la de un ser que se expone por medio de estos recursos como un sujeto...