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De Noruega, ese vasto país pequeño, no nos llegan noticias muy a menudo. Sabemos que es rico en recursos caros y ecuánime en la distribución de su riqueza. Sabemos que es inimaginablemente oscuro en invierno y ridículamente luminoso en verano. Sabemos (y nos consuela un poco porque mal de muchos…) que no es perfecto, que su socialismo benéfico y opulento, tal vez a causa de esos seis meses de oscuridad, incluye tasas de suicidio y de alcoholismo desorbitantes. Hablando de oscuridades, en esta última década Noruega fue noticia mundial a causa de un gran horror: los atentados de Anders Behring Breivik, un militante de extrema derecha, que, el 22 de julio de 2011, asesinó a 77 personas en Oslo y en la isla de Utøya. La mayoría de sus víctimas eran adolescentes que participaban de un retiro organizado por el Partido Laborista. El plan de Breivik era eliminar a la nueva generación de la élite progresista noruega. Fue el mayor crimen en la historia reciente de un país que, desacostumbrado del todo a la violencia, con tasas de criminalidad insólitamente bajas y por cuestiones de mera estadística (77 muertos en una población de 5 millones es una proporción considerable), se vio sacudido como por un terremoto. El día en que Breivik salió de la casa de su madre, luego de dos años recluido jugando videojuegos, e irrumpió en la historia noruega, Karl Ove Knausgård estaba escribiendo la última entrega de Mi lucha, una obra mastodóntica en seis volúmenes que apareció en su país entre 2009 y 2011 y que este año termina de publicarse en español. Para ser exactos, aquel día en particular, el autor le daba los últimos retoques a una digresión de más de 400 páginas sobre Adolf Hitler. Por supuesto, Breivik termina irrumpiendo también en Mi lucha, que es, antes que nada, un retrato minucioso y exasperante de la cotidianidad (o, en palabras del ministro de Cultura de Noruega, "el más grande relato sobre nuestra generación"). Es que, en este último tomo, el más voluminoso de la saga, hay lugar para todo y para todos: pan con manteca, Adorno y Horkheimer, un viaje a las Islas Canarias, Paul Celan, varios pozos depresivos, Knut Hamsun, salchichas asadas, el joven Hitler, un infierno conyugal,...