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Devorar a la víctima resulta algo natural para el caníbal salvaje.
Freud.
El reciente estudio de Marguerite Feitlowitz, A Lexicon of Terror (1998), analiza en parte el impacto de la dictadura argentina en el lenguaje cotidiano. Como ella afirma, la guerra sucia incluyó una serie de distorsiones lingüísticas, de manera que términos tan cotidianos como "Latinoamérica" llegaron a considerarse sospechosos para las autoridades del estado1. Además, como ella explica, la construcción de un vocabulario perverso y específico jugó un papel activo en la metodología de la tortura: "el lenguaje ayuda a ritualizar la tortura; le da estructura, le provee una 'razón', una 'explicación', un 'objetivo'" (50). Por supuesto, la literatura argentina sintió fuertemente este ataque frontal al lenguaje, y Juan José Saer cuenta entre los más elocuentes narradores que han abarcado el tema de la censura y la opresión política. El entenado (1983), una de las novelas más deslumbrantes de Saer, ofrece un comentario oblicuo sobre este contexto. Superficialmente una novela histórica, El entenado trata la expedición de Juan Díaz de Solís quien, en 1516, hizo el primer intento de explorar el río de la Plata. Solís y varios de sus soldados murieron en una emboscada la primera vez que pisaron la ribera. El único sobreviviente fue Francisco del Puerto, el joven grumete de la expedición, que se quedó solo entre una tribu antropófaga hasta que fue rescatado más de una década después. Los años lo convirtieron en uno de los cautivos más famosos de la historia latinoamericana, y El entenado ofrece una especie de memorias perdidas en la voz de un Francisco del Puerto ya de avanzada edad que intenta comprender su experiencia en las colonias.
El entenado se inscribe así en la tradición de novelas sobre la conquista. El tema resulta natural en la literatura decimonónica, que reflexionaba y hasta cierto punto inventaba las historias nacionales en Latinoamérica. En el siglo veinte, importantes escritores como Fuentes y Carpentier continuaron esta tradición en obras como Terra Nostra (1975) y El arco y la sombra (1979), pero es sólo con la presión de movimientos indígenas y nuevas críticas de la epistemología etnográfica que los novelistas latinoamericanos han vuelto a la conquista dentro de una sensibilidad que excede los proyectos nacionalistas2. El entenado pertenece a este...