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Una de las principales dificultades para una correcta periodización de la cultura popular es la profunda transformación que sufre la cultura de las clases populares entre 1880 y 1920... Cuanto más se médita el problema mayor es el conuencimiento de que en algún momenta de ese período se encuentra la matriz de los problemas y determinaciones de la cual nuestra historia -y nuestros dilemas particulares- se derivan.
- Stuart Hall1
Desde la publicación de La ciudad letrada por Angel Rama los estudios culturales latinoamericanistas han entendido su forma de inscripción como una búsqueda de elementos culturalmente significativos que permanecen sin embargo ajenos al orden instaurado por la racionalidad letrada. Este ensayo, mayormente metodológico, se inscribe dentro de esa corriente, toda vez que su tema, la cultura popular argentina de fin de siglo XIX, permanece ininteligible e irrecuperable si se pretende entenderla solamente a través de la grilla tradicional de un sistema literario organizado alrededor de un canon estable y consensuado.
Sin embargo el estudio de esta cultura ofrece un primer obstáculo a la interpretación demasiado esquemática que divide los poderes de la letra, por un lado, y los de la creatividad popular, por el otro. Porque en aquella sociedad, en la cual incluso los sectores medios tenían un ingreso restringido a la alfabetización, la cultura popular fue una cultura eminentemente letrada. Sus producciones fueron incluso dominantes en el terreno editorial y su difusión superó en mucho a la de los materiales proveniente de los sectores de elites o de los primeros intelectuales "profesionales"2. La fuerte presencia de la cultura popular en la prensa periódica ? el impreso de ocasión no significa, sin embargo, que su producción pueda ser comprendida con las categorías socioculturales elaboradas por la producción letrada culta. Las formas letradas y literarias de la cultura popular estaban a su vez inmersas en una enorme red de producciones culturales donde los valores fundamentales procedían de la representación visual y la performance cultural. De aquí que el primer símbolo de una cultura popular contestataria y relativamente autónoma, el folletín Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez (1880) haya sido continuado, casi naturalmente, por la obra de teatro Juan Moreira (1884 como pantomima, 1886 hablada) y después de eso, por más de treinta años, actuado por anónimos admiradores...