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Si revisamos la extensa bibliografía crítica sobre el modernisme hispanoamericano, encontraremos muy frecuentemente la recurrencia de enfoques nacionalistas que contribuyeron a legitimar la homogeneización cultural latinoamericana y que vieron en el modernismo un fenómeno de afrancesamiento o extranjerismo, criterios eurocentristas que lo calificaron de imitativo bajo principios normativos europeos, y propuestas asentadas en el pensamiento binarista de un orden literario jerarquizado por su tradición crítica1. En cierta forma, dichos reduccionismos evidencian la complejidad de este movimiento polémico que exige la elaboración constante de estrategias metodológicas de recuperación. El aporte de Ángel Rama a los estudios del modernisme radica en las dimensiones de su método: al aplicar un enfoque culturalista e interdisciplinario, dentro del marco de la crítica continental, pero subrayando la necesidad de precisión histórica, la importancia del análisis textual y la de sus conexiones con las diversas series culturales, el crítico elude las restricciones de un sistema esquemático2. Rama interpreta un extenso material testimonial, hemerográfico y literario, recupera ciertas líneas investigativas fundamentales sobre el modernisme esbozadas por algunos enfoques anteriores, y construye un discurso crítico que, pese a su intención totalizante, se esfuerza por reconocer la heterogeneidad cultural latinoamericana al desenterrar las contradicciones que subyacen al orden letrado monolítico del siglo XIX.
Bajo esta perspectiva cancela los criterios fundados en binarismos y antinomias, especialmente aquéllos que reducen el modernismo a dos ismos antagónicos -torremarfilismo y mundonovismo- y euya génesis se encuentra en la periodización que postula Max Henríquez Ureña en su Breve historia del modernismo (1954), o los que, fundamentados en las propuestas de Guillermo Díaz Plaja, contraponen el modernismo a la generación del 98 como dos "espíritus" en conflicto3. Rama amplía la visión sobre el modernismo al ubicarlo dentro del cauce de la literatura moderna occidental, producto de la secularización, la democratización y la industrialización del siglo XIX. En este sentido encuentra afinidad con las propuestas universalistas de: Baldoniero Sanín Cano, para quien el modernisme constituyó "una tendencia general de la hora" (177); Federico de Onís, quien lo define como "...la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu que inicia hacia 1885 la disolución del siglo XIX" (XV); Juan Ramón Jiménez y Ricardo Gullón, quienes rechazan el concepto de movimiento sustituyéndolo por el de época cultural4, y Octavio...