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Abstract
Signæ se presenta como una aventura de iniciación en los misterios del desierto. Este reto originario de la palabra se da reconociendo los desafíos planteados por la contemporaneidad literaria y se autoconcibe como un viaje crítico bajo la siempre contradictoria poética propia. Con ojos abiertos, el yo poético debe mirar la miseria sobre la que se levanta el lenguaje. Hay una confusión esencial en su despliegue que le imposibilita convertirse en verdadera expresión del alma que lo invoca. Escribir es, esencialmente, un acto de rebeldía trágica, la desolada aceptación de un viaje destinado al fracaso. Y en este contexto, se asienta esta propuesta poética cuyo lenguaje combate interiormente su negatividad más radical; su no sostenido que se convierte en la única ruta para vertebrar el sí del poema. El muro de signos que el yo poético compone se torna en el vacío de la puerta, la entrada al misterio que Signæ insinúa como un arco en llamas. Este muro, límite del mundo, conciencia de sí mismo para el lenguaje, señala el inicio de la intemporalidad ascendente o descendente. Comienza entonces un naufragio vertical. Este poemario es la bitácora de un naufragio.
