Lanceros, P. y Barja, J. (eds.) (2017). Leonardo da Vinci. El libro del agua. Madrid: Abada Editores, 260 pp.
El libro del agua, de Leonardo da Vinci, es una obra de esas que uno puede catalogar con facilidad con la ambigua y seductora etiqueta de especial. El polifacético pensador florentino escribió sobre tantas cosas que es extraño encontrar un campo del conocimiento en su época del que no tengamos algún trabajo suyo de cierto calado: historia, naturaleza, tecnología, arte, aeronáutica, zoología, botánica, mecánica, arquitectura, anatomía, filosofía, ingeniería, matemática... Y en esa colección no podía faltar, evidentemente, el agua, que, "omnipresente en la obra de Da Vinci" -al decir de los autores de esta compilación-, "presume de un rango especial".
Esta deliciosa y cuidada edición -Abada Editores, 2017; segunda edición de 2018- es sin duda una pieza de coleccionista, una publicación imprescindible -por supuesto- para los enamorados y buenos conocedores de la obra de Leonardo, así como para los estudiosos de los avances técnicos y científicos del periodo renacentista italiano, pero lo es también para los investigadores -así, en general- del agua. Largo rato hace que los estudios hídricos volcaron su mirada hacia aspectos culturales y sociales, politizando -además- el líquido elemento; la publicación reúne, a lo largo de sus más de doscientas cincuenta páginas, anotaciones y dibujos sobre el agua, autoría de Leonardo da Vinci (1452-1519), y cuyos originales se encuentran localizados en alrededor de una decena de códices, depositados en bibliotecas, museos, y archivos privados de Italia, Londres, Nueva York y Madrid. Acompañan a las notas compiladas en la obra un total de setenta y nueve ilustraciones originales.
En estas investigaciones y trabajos de Leonardo, que datan por tanto de las últimas décadas del siglo XV y las primeras de la siguiente centuria, ya se conectaban muchos de los elementos que -con nuevos y diferentes enfoques- seguimos explorando, abriendo vías que incluso aún, a día de hoy, navegamos: "Y es que acaso Leonardo haya visto en las aguas y en el agua algo más que lo que es ya por sí misma su importante (pr)esencia, o también su función imprescindible" (p. 14), sospechan los autores -compiladores y editores- de la publicación, Patxi Lanceros y Juan Barja.
Completar la tarea no ha debido de ser sencillo: "en muchas ocasiones manifestó Leonardo la voluntad de ordenar sus materiales, y en muchas más indicó la intención de escribir un libro del agua", sin llegar a materializarse ese deseo, líquido; pero, "si ese libro, como tal, nunca fue completado, sí se ha insinuado en antologías, e incluso ha dado lugar a obras en las que se hace, con mayor o menor fortuna, la tarea de unificación que Leonardo no llegó a culminar" (p. 28).
Organizada en seis capítulos - precedidos por una presentación de los compiladores-, la edición reseñada de El libro del agua de Leonardo pretende el objetivo de "dar cuenta de un trabajo que se prolongó durante toda la vida de Leonardo: un trabajo, una curiosidad, una obsesión" (p. 28), un trabajo que "se dilata a lo largo de los años sin un orden preciso y sin obedecer a ninguna limitación, no exento de reiteraciones y redundancias, tampoco de contradicciones" (p. 29). Y, así como los humanos formamos un cuenco con nuestras manos para contener el agua que, poco a poco, se filtra y se derrama por los entresijos que quedan entre los dedos, así también los autores han tomado por propósito "dar cuenta de esa variedad, de esa multiplicidad de registros, ámbitos, estilos... (...) en la recopilación que el lector tiene entre las manos" (p. 29). Advierten, eso sí, que si bien es amplia -"con el fin de que nada quede sin la obligatoria visita"- la selección no es, sin embargo, exhaustiva, "con el fin de que las repeticiones (inevitables, da la forma de trabajar de da Vinci) no resulten escandalosas" (p. 29).
El primero de los capítulos -titulado Del libro- reúne todas aquellas anotaciones de Leonardo en las que hacía referencia a la forma y contenido que debía adquirir el libro -o os libros- sobre el agua, notas en las que perfila en su mente y deposita a través de su pluma las líneas maestras con que debía haber concebido -como no fue- su obra: "En primer lugar has de escribir un libro que trate de los lugares en los que se halla el agua dulce; después la salada; y en tercer lugar de cómo, por la desaparición de las aguas, nuestras regiones se tornaron más ligeras y, consecuentemente, se alejaron del centro de la tierra" (p. 37). "Describe un paisaje donde hay viento y agua, y amaneceres y crepúsculos" (p. 40), dejó el florentino, en una idea que, sin duda, nos conecta el agua con la capacidad de emocionar del paisaje.
En el segundo de los capítulos, De elementos y transformaciones, los autores han recopilado aquellas notas o estudios de Da Vinci en los que este reflexiona sobre la capacidad del agua de transformar otros elementos: "Con el tiempo, todo se transforma (...) El agua es el cochero de la Naturaleza, que transforma la tierra y la transporta" (p. 43). A lo largo de sus páginas, el capítulo recorre elementos de la física, la geometría -y hasta la lírica- en torno a la cualidad transformadora del agua; aparecen aquí las reflexiones del florentino sobre pesos, medidas, geometrías, direcciones. anotaciones sobre el ciclo hidrológico en general y sobre cómo este se relaciona y condiciona el paisaje, sus formas, sus estados, su matemática, su tiempo:
"Así que la nube vino a hacer lo que la esponja a la que la mano tiene retenida bajo el agua, que, una vez embebida, ve de nuevo cómo el agua, con fuerza, huye entre los dedos de la mano que presiona, y penetra en el resto del agua bajo ella. Eso hizo la nube justamente cuando, presionada por el frío que la rodeaba, comenzó a expulsar desde adentro todo el aire" (p. 102).
El tercer capítulo, De movimientos y varias inquietudes, compila las consideraciones y especulaciones de Leonardo acerca del movimiento del agua cuando el encuentro con otros elementos de la Naturaleza condiciona su fluir. Elementos de la física y la hidrodinámica se encuentran por doquier a lo largo de estas páginas: "En donde un curso de agua se une con otro en ángulo agudo, allí excava una gran profundidad" (p. 1 10). La lectura permite no solo aproximarse al conocimiento de Leonardo sobre la materia, sino también a la forma y el proceso de su pensamiento editorial y literario, y a su obsesión por estudiarlo todo: "Y también, describe cuanto sobrenada por el agua, y sus revoluciones y giros, pues los distintos giros y revoluciones de que hablamos trazan distintas formas y figuras" (p. 112). Y a la relación intrínseca del agua, con la vida:
"Es el agua aquello que, como líquido vivificador, a la árida tierra se le vino a dar como regalo; y la causa que en contra de lo que es su deseo natural, atravesando las abiertas venas, viene a impulsar lo que es pesado, es la misma que aquella que hace remontarse todo líquido en cualquier clase de los cuerpos vivos" (p. 149).
El cuarto capítulo se titula De formas y figuras, y en este encontramos una amplia y variada descripción de las formas y movimientos del agua en la naturaleza: gotas, olas, remolinos, ríos, mares... Estudia aquí Da Vinci las corrientes, su velocidad, su furia, sus cambios en el recorrido y en los diferentes espacios que ocupa: "Cuando el río es más recto, muestra mucha más furia en lo que es el espacio del centro de su anchura que la que desarrolla junto al margen" (174). Y vuelve a insistir sobre las transformaciones que el agua produce en el paisaje: "Las montañas son obra de los ríos" (p. 182), y advierte también sobre la pérdida de agua: "La dimensión de los mares interiores sufre una incesante reducción" (p. 183). A Leonardo le inquieta todo: "¿Qué es la espuma del agua?" (p. 195).
El quinto capítulo trata De experiencias, observaciones e invenciones, y aquí aparece esa capacidad tan propia de Da Vinci de analizar, investigar e inventar: "Cuando trates del agua, piensa primero en cursar la experiencia, luego tus reflexiones" (p. 197). Y el tiempo, tan necesario para el agua: "Si deseas construir un gran canal, debes hacer primero uno pequeño y, dándole agua, aplicando una rueda lograrás ir haciéndolo grande" (p. 208). Mecánica, ingeniería, proyectos. se mezclan en estas páginas:"Y esos peces serán de las especies que no enturbian el agua, no poniendo tampoco ningún lucio, ni anguilas ni tencas, porque se comen a los otros peces (p. 218); "Y también con ayuda de un molino haré siempre que suenen instrumentos, que podrán tocar tan largo tiempo como el molino no deje de girar" (p. 219); "Las causas de fractura de los diques se encuentran muy lejos, con frecuencia, del lugar donde se hallan dichos diques" (p. 221.).
El sexto y último capítulo recorre "un tema que obsesionó a Leonardo durante los últimos años de su vida" (p. 30): Del diluvio y otras inundaciones. Inquieto y dubitativo Leonardo:
"Aquí se alza la siguiente duda: si el diluvio que vino a producirse durante los tiempos de Noé aconteció o no en toda la Tierra. Y no parece que así haya sido, como lo muestran estos argumentos. En la Biblia se dice que el diluvio, que duró por espacio de cuarenta días con sus noches, consistió en una lluvia tan incesante como universal que llegó a elevarse hasta diez brazas sobre las más altas montañas del mundo. Y si el agua cayó, tal como dicen, todo a lo ancho de este mundo, debió de revestir la tierra entera con la forma esférica que tiene; y una superficie circular estará, en cada una de sus partes, a la misma distancia de lo que es el centro de la esfera. Y si la esfera de agua se halla en la mentada situación, no podría moverse en absoluto, pues por sí misma el agua no se mueve si no es hacia abajo. ¿Cómo, entonces, el agua que produjo aquel gran diluvio pudo nuevamente separarse, si, como se ha probado, ella no posee movimiento? Y es que, si se hubiera separado, ¿cómo lo hubiera hecho sin poder dirigirse hacia arriba? Faltan pues las razones naturales. Y por eso, para desplazar de algún modo esa duda, ha de requerirse algún milagro, o sostener que el calor del sol hizo que el agua fuera evaporándose" (p. 238).
Leonardo y el agua. No se hace justicia en esta reseña a la belleza de las ilustraciones del libro (no podría hacerse sino reproduciéndolas). Acaso Leonardo veía en el agua más que otros, "en su variación, su movimiento, su versatilidad incontenible, su esencial in-firmitas sin duda más también en su (inmensa) potencia de choque, su violencia posible y efectiva, como una metáfora gigante generadora de la humanidad" (p. 14).
Patxi Lanceros y Juan Barja han conseguido en esta bonita edición una aproximación elegante al inédito libro del agua de Leonardo da Vinci.
* Eduardo TAMAYO BELDA, Historiador por la UAM (España) y magíster en Ciencia Política por la UNA (Paraguay). Actualmente realiza su Tesis Doctoral sobre las relaciones hispano-paraguayas contemporáneas, y ha centrado también algunos de sus trabajos recientes en la protección social del agua frente a las amenazas extractivistas y en los intereses internacionales por las aguas subterráneas del Acuífero Guaraní. Contacto: [email protected]
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