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El capítulo XXIX de la Historia de una pelea cubana contra los demonios (1959) cierra con una evocación de la estatua del Cristo de la Habana, instalada por el gobierno de Fulgencio Batista durante la nochebuena de 1958. El monumento levantado dos semanas antes de que tuviera lugar la revolución paradigmática del siglo XX latinoamericano actúa como una cabeza de Jano en el nudo de la coyuntura histórica: hacia el pasado, es índice de la íntima relación que siguió existiendo entre la teología cristiana y el poder estatal en los tiempos de la república; hacia el futuro, operaría el milagro revolucionario, descrito como un acontecimiento mesiánico: la llegada del dios Huracán. El estremecimiento cósmico, sigue la fantasía del texto, no solo invocó a los dioses aborígenes vencidos durante la conquista y en espera de su redención, sino que despertó de su sueño a los espectros del catolicismo imperial, desatando el desconcierto.
Unas progresivas y retroversas otras, revolucionarias, contrarrevolucionarias y quietistas, piadosas unas y otras impías, rogativas cantadas a La Caridad y promesas secretas a La Covadonga; arrogancias medievaleras, tedeums de "liberación" y ardides de reconquista... ¿A.M.D.G.? ¿Opus Dei? ¡Pandemónium! Gran jolgorio de los diablos, con sus tridentes amenazadores. Como si el espectro del P. González de la Cruz vagara por los aires con su estantigua de almas lloronas, y los güijes cavernícolas salieran por las sabanas a nuevos terrores y travesuras. ¿Presencia del Anticristod ¿Estaba allí Jesús? ¿Apareció la sombra del primer clérigo que vino a Cuba? ¿Se oyó la voz de Fray Bartolomé de las Casas? (Ortiz, Historia de una pelea 555)
Escritas en el extremo de la experiencia republicana, estas líneas consignan una radical sospecha ante cualquier horizonte de redención histórica, como si el cansancio de dos revoluciones fracasadas (la de independencia y la de 1933) hubiera contaminado todo entusiasmo por el nuevo acontecimiento. La invitación que hace la Historia de una pelea cubana a leer la modernidad colonial y poscolonial en clave espectrológica, como la historia de una incesante conjuración de espectros, implica asumir que ningún acto de refundación soberana es del todo libre del acecho de espíritus que repetidamente llegan a interrumpir el orden de su teología política. Como se lee en otro pasaje clave del libro, la salida de la...