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Las virreinas consortes, por no haber sido asignadas para el cargo mediante un nombramiento oficial, no contaban con un listado de deberes y atribuciones aparejadas. Sin embargo, sí ejercieron un poder informal de representación. Las celebraciones funerarias barrocas, escenarios cargados de teatralidad en los que la fuerza de lo simbólico llegaba a su máxima expresión, fueron un terreno clave para el ejercicio del poder figurativo por parte de las virreinas. Mediante la comparativa con las exequias reales celebradas en Navarra y otros ejemplos de funerales de virreyes y virreinas de unos y otros territorios se analizan las exequias de los virreyes navarros marqueses de Cayro. La participación activa de Catalina María Peregrina de Giudice y de la Sierra en los funerales de su esposo, Luis Carlos Antonio González de Albelda y Cayro, y los dictámenes testamentarios en torno a su propia muerte nos hablan de una virreina que, pese a su condición de consorte, tuvo un papel activo en el gobierno humano y político del virreinato Navarro de mitades del XVIII.
