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La persecución de mujeres y su eliminación por medio de la práctica de la violencia extrema son abordadas en esta investigación artística en teatro a través del complejo entramado que articulan las nociones de historia, legalidad, memoria, mito, magia y poder, donde los bordes de la realidad y de la ficción se vuelven imprecisos y aun así, logran configurar un trozo significativo de la memoria histórica de las mujeres.
Desde el punto de vista de la historia, la construcción del sujeto criminal bruja al interior del sistema legal Cacería de Brujería que se desarrolló en distintos estados europeos entre el siglo XV y el siglo XVIII, articuló un nuevo par binario en el cuerpo femenino y logró separar a la mujer de una existencia bruja. Con el fin de evitar que el cargo de brujería fuera percibido como un error judicial, el sistema legal demandaba que la persona acusada confesara su propio crimen. Las confesiones fueron obtenidas bajo coerción y tortura, y el crimen fue castigado con sentencia de muerte, en la horca y en la hoguera. El castigo tenía condición espectacular y escindía a las comunidades entre acusadas y acusados, justicieros, culpables y espectadores.
En consecuencia, el estudio de la Cacería de Brujería se ha realizado principalmente a través de la disciplina de la historia. La utilización de archivos y documentos legales que han sobrevivido al paso del tiempo, han sido un soporte prioritario para comprender en qué consistía la acusación de brujería y en qué contexto social y económico se articuló su persecución.
En el contexto europeo, el 80% de las personas acusadas fueron mujeres y el 20% hombres. En el contexto escocés, de los 3.837 registros de acusaciones de brujería que han sido documentados en The Survey of Scottish Witchcraft de la Universidad de Edimburgo; el 85% fueron mujeres y el 15% hombres.
Dadas estas estadísticas, existe resistencia – en sectores académicos británicos en el campo de la historia y las leyes. – a significar la cacería de brujería como cacería de brujas - y por tanto, como cacería de mujeres . Aun cuando los cazadores de brujería en sus roles de investigadores, interrogadores, torturadores, escribas, fiscales y jueces, siempre fueron hombres, y los hombres acusados en su mayoría tenían relaciones filiales con las mujeres detenidas, quienes durante el proceso legal eran forzadas a incriminar a más personas.
A partir de los años 70’s, académicas y artistas feministas tales como Yoko Ono, Mieke Bal, Hito Steyerl, Ana Mendieta, Marina Ambramović, el colectivo artista-activista W.I.T.C.H., Carolee Schneemann, Suzanne Lacy, Judy Chicago, Charlotte Delbo, Amelia Jones, Rosi Braidotti Christina Larner, Maria Mies, Silvia Federici, Mona Chollet, Jenni Fagan, y The Silver Spoons Collective , entre muchas otras, han nombrado a la Cacería de Brujería como Cacería de Brujas y han visibilizado la violencia contra las mujeres que el sistema amparado en una visión de mundo patriarcal y fundado en prácticas misóginas, consolidó.