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Los cambios respecto a la edición de 2011 han sido significativos: el principio y el final son distintos, hay muchas páginas borradas y frases reescritas, la organización de los capítulos es diferente. ¿Por qué quisiste hacer estos cambios? ¿Habías quedado inquieta con la edición original, a pesar de que la crítica lo trató muy bien, o fue un impulso que nació al releerlo años después? No sé si me acongoja menos, le doy menos importancia a entender de qué va lo que escribo, o he ido conquistando dentro de esa opacidad una cierta luminosidad. Descubro que resolviendo pequeñas cosas la invitación a entrar y a seguir la novela se hace más amable y que lo cortés no quita lo valiente. ¿Se entiende? O sea, mi postura sobre la confusión, la comprensión, la claridad, no es algo que me interese por moda o por tener algo que decir, sino que es algo corporal, del funcionamiento de mi mente. Por ejemplo el Porsche en Clara y confusa fue porque mi pareja me dijo que había una reunión de Porsches en el restorán del francés y, como en el pueblo no hay mucho que hacer, me propuso que lo fuéramos a ver, ¡y resulta que el Porsche es parte fundamental de la novela! Ya lo habías hecho con las distintas ediciones de Poste restante y según me has contado, hay otra versión en ciernes de Los perplejos. ¿Piensas en las repercusiones que esta inestabilidad de los textos pueda tener en la crítica? ¿Te interesa incitar a la crítica a las relecturas y a las reescrituras? CR: En ese sentido, me parece interesante el método de los hermenéuticos medievales que hacen un comentario del comentario del comentario, y al final ya no importa el texto original.