Content area
Full Text
"Y vives de imposibles", dice en su Canto a Popayán el maestro Valencia, perpetuando la leyenda que asegura que el Quijote está enterrado en Popayán. "Al óptimo, audaz caballero, señor de la Mancha, de escuálida, triste figura, sepulcro le diste bajo un roble de añosa virtud", remata el poeta. Ya el ilustre escritor Rafael Maya, y hasta el presidente Alberto Lleras, habían dado sobre ello testimonio. La osamenta ilustre dice el mito cruzó en carabela la mar océano en busca de una ciudad que la mereciera.
No sorprende pues que allá, en un rincón del lienzo de Efraím Martínez, casi oculto a la sombra de un roble milenario, con su adarga, su lanza y su yelmo, esté Alonso Quijano el Bueno contemplando la elaborada escena de la Apoteosis de Popayán. Es éste el nombre del enorme cuadro que el pintor payanés culminó poco antes de morir, y que hoy engalana el paraninfo de la Universidad del Cauca.
Sí, en esta obra están todos los personajes -los reales y los ficticios de la compleja historia de la capital caucana. Está Pubenza, la indígena cuyo nombre adoptó el valle en donde Belalcázar fundó su ciudad consentida. La misma nativa que inspiró al poeta-soldado Julio Arboleda en su épico poema Gonzalo de Oyón: "He aquí a Pubenza: en ella el alma, todo / respira amor, pureza y hermosura; / el hechizo en sus ojos, la dulzura / vaga sobre sus labios...