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Obertura
Preguntarnos por el papel que compete a las humanidades bajo las reglas de juego impuestas por Ia globalización implica preguntarnos también sobre el papel asignado a Ia educación, y muy particularmente a Ia educación universitaria, en las sociedades globalizadas, pero nos lleva también a interrogarnos acerca de nuestra propia función como investigadores, educadores e intelectuales en un mundo donde Ia producción y transmisión de bienes simbólicos no pasa ni por Ia escuela ni por Ia intelectualidad (que podríamos llamar de viejo tipo, para distinguirla de los técnicos de Ia información y el conocimiento asociados a los medios de comunicación, Ia publicidad y el periodismo). Es decir, en un mundo en el cual el saber universitario -y más aún el saber procedente de las ciencias humanascarece del aura de las tradiciones, el prestigio de su vinculación al poder o Ia autoridad moral de Ia función crítica que tuviera desde sus orígenes en el Renacimiento hasta Ia más reciente época moderna.
De nada sirve lamentar -ni tampoco me interesa hacerlo- esta profunda crisis de legitimidad social y de relevancia simbólica por Ia que atraviesan las humanidades en sociedades progresivamente reguladas por las tecnologías audiovisuales, las leyes del mercado global y Ia lógica de Ia mercancía; sociedades posmodernas en las cuales ni Ia cultura cotidiana ni La Cultura, con mayúsculas, requieren el veredicto del mundo académico; sociedades globalizadas en las cuales tanto las culturas populares como las culturas de elite, las culturas residuales como las culturas emergentes, son encogidas al "pop" de Ia cultura mediática global promovida por Ia industria cultural transnacional; sociedades informatizadas donde el otrora privilegiado coto académico ya no puede resistir Ia marejada digital y cibernética ni mantenerse al margen de las leyes del mercado. Como todos sabemos demasiado bien, el desfinanciamiento de las universidades estatales va acompañado de una fuerte tendencia a Ia privatización y Ia mercantilización de toda Ia educación terciaria, en Ia medida que Ia mera supervivencia de cualquier institución impone su creciente subordinación a Ia generosidad de las fundaciones, los requerimientos del mercado y Ia adopción administrativa de criterios rigurosamente empresariales. En efecto, Ia lógica empresarial, determinada por Ia realización de beneficios y el control de costos, rige ahora no sólo en Ia administración pública y las distintas esferas de...