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El fútbol y el cine no se entienden. Nacidos en los albores del siglo, representan hoy, popularmente, los dos fenómenos culturales de mayor aceptación entre todo tipo de públicos. Ambos poseen un innegable atractivo para el espectador por una serie de causas que los hacen coincidentes. En primer lugar, cine y fútbol han desarrollado una universalidad que los ha catapultado a todos los lugares del planeta con mejor o peor suerte. Además, los dos son espectáculos de una duración limitada (y, curiosamente, similar) y de rápida absorción por las clases populares.
Aunque el común origen burgués del fútbol y el cine los convirtió, en un principio, en pasatiempos elitistas, su impregnación en todas las clases sociales, a diferencia de otras manifestaciones culturales, fue meteórica. El cine se "proletariza" en Europa pocos años después de su presentación oficial en sociedad, cuando las salas de proyección se empiezan a extender por las grandes ciudades durante las dos primeras décadas del siglo. En el caso del fútbol, su extensión hacia todos los estratos sociales se produce todavía antes, cuando el fútbol es un deporte de aficionados, y "debe mucho a la instauración del descanso del sábado por la tarde, desde 1860 en algunos casos, en provecho de la middle-class"1. De hecho, e fútbol, a diferencia del cine, entra en el siglo XX como una pasatiempo accesible a todas las clases sociales, según el modelo británico que vio nacer a los clubes tanto en sociedades recreativas de tinte burgués como en escuelas, pubs o instituciones religiosas, de carácter más popular.
Sin embargo, los mecanismos de propagación territorial de ambas disciplinas marcan una terrible diferencia que, con el paso de los años, va a condicionar las difíciles relaciones entre el cine y el fútbol. Así, mientras el cine nace, casi simultáneamente, en Europa y los Estados Unidos y se propaga en ambos focos con relativa independencia, conformando cada uno de ellos un estilo definitorio, el fútbol es un producto británico que se extiende a base de intercambios comerciales. Son los marineros ingleses los que exportan el fútbol a todo el mundo jugando en las playas durante los descansos de las tareas de estiba, lo que explica que, en países con notables relaciones marítimas con el Reino Unido, como Argentina...