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Debo comenzar confesando que me sentí muy incómodo cuando se me encargó pronunciar estas palabras en homenaje a Mario Briceño Iragorry. En primer lugar, porque, con una indignación comprensible, se concibió éste de hoy como un desagravio al acto de barbarie cometido contra su nombre por algún oscuro burócrata de esos que tanto despreciaba Antonio Machado porque "embisten cuando les da por usar de la cabeza". Me negué a participar en un desagravio por considerar que agravio no hubo: no insulta quien quiere sino quien puede.
Se decidió entonces llamarlo "homenaje". Acepté a falta de encontrar un mejor sustantivo.
Mi reticencia se debe a que he hecho mía, y suelo citar con frecuencia, la fiera sentencia de Enrique Bernardo Núñez: ''El mejor homenaje que se puede hacer a un escritor es leerlo". Es eso pues, lo que intento hacer hoy: si para algo sirven estas palabras que sea sobre todo para incitar a la lectura de la obra de Mario Briceño Iragorry, cosa que considero necesaria no sólo por el goce estético que nos produce el "roman paladino" de su altiva prosa, ni por su aporte al rescate de nuestra memoria colectiva, sino como algo mucho más urgente, porque en ello nos va la vida: como un antídoto al veneno que en esta triste hora venezolana, sentimos invadir nuestras venas, algo que ni en nuestras peores pesadillas creímos sentir alguna vez: la vergüenza de ser venezolanos.
No se tome esto último como la frase de un orador que, si no logra el aplauso, busca destacarse por el escándalo. Desde siempre hemos ridiculizado el latiguillo de los politicastros de campanario -y de charreteras- que pretenden enseñar desde la escuela "el orgullo de ser venezolanos". No: lo que debe enseñarse a nuestros niños es a desarrollar sus capacidades para que su país pueda sentirse orgulloso de ellos. Pero lo que nos lleva a gritar nuestra vergüenza es el relato de la experiencia de quien por alguna razón, debe salir del país: por el simple hecho de mostrar el pasaporte.
Salimos muy contentos de la oficina donde, con celeridad y buen trato, se nos otorgó el nuevo pasaporte, único válido a partir del primero de enero próximo.
Pero al hojearlo, el gozo se nos fue al pozo:...