Resumen
En el presente ensayo analizaremos una de las tesis mayores en el abordaje del autismo dentro del Campo freudiano: el retorno del goce en un borde. Esta tesis, que fuera formulada en los años ochenta por Éric Laurent, será abordada a partir de los desarrollos sobre la letra y la escritura efectuados por Lacan en el último período de su enseñanza, con el objetivo de precisar la noción de borde en psicoanálisis y su articulación con la clínica del autismo.
Palabras clave: autismo, retorno del goce, borde, letra, escritura, S1/a.
THE AUTISTIC SUBJECT AND HIS/HER EDGE
Abstract
This paper analyzes one of the major theses approaching autism in the Freudian Field: the return of jouissance in an edge. Such thesis, stated by Éric Laurent in the 1980s, will be tackled from Lacan's contributions on letter and writing developed in the last period of his teaching; the purpose is to specify the notion of edge in psychoanalysis and its articulation with the clinic of autism.
Keywords: autism, return of jouissance, edge, letter, writing, S1/a.
LE SUJET AUTISTE ET SON BORD
Résumé
Dans cet article l'on analyse l'une des thèses majeures en ce qui concerne l'approche de l'autisme chez Freud : le retour de la jouissance sur le bord. Cette thèse, formulée dans les années quatre-vingts par Éric Laurent, sera abordée en se basant sur les développements réalisés par Lacan dans la dernière étape de son enseignement, à propos de la lettre et de l'écriture. Le but est de préciser la notion de bord en psychanalyse, ainsi que son articulation à la clinique de l'autisme.
Mots-clés : autisme, retour de la jouissance, bord, écriture, S1/a.
Recibido: 26/08/16 * Aprobado: 29/09/16
En el presente ensayo analizaremos una de las tesis mayores en el abordaje del autismo en la orientación lacaniana: el retorno del goce en un borde.
La cuestión del retorno del goce había sido introducida en los años ochenta por Jacques-Alain Miller, quien había propuesto reconsiderar los aportes de Lacan, ya no ordenando la clínica de las psicosis exclusivamente a partir de la forclusión del Nombre-del-Padre sino sistematizando la problemática del objeto. En el Seminario XI, Lacan da una nueva presentación del niño como sujeto, poniendo el acento no tanto sobre la vertiente de la alienación al Otro, sino sobre la de la separación como causación del sujeto por el objeto a. Será el punto de partida de una nueva conceptualización de las psicosis en la École de la Cause Freudienne en los años ochenta, a través de la cuestión del objeto, que encontrará su puntuación mayor con el texto de Miller (1993), Clinique ironique:
Esto nos permite dar un sentido nuevo a lo que llamamos psicosis. Es a eso a lo que Lacan nos conduce. La psicosis es esta estructura clínica en la cual el objeto no está perdido, en donde el sujeto lo tiene a su disposición. De ahí que Lacan podía decir que el loco es el hombre libre (pp. 8-9).
Son particularmente las psicosis del niño las que inspiran a Lacan, en 1964, una nueva teoría de las psicosis alrededor de la noción de holofrase, término que designa un estado particular del significante, caracterizado por el congelamiento de la pareja significante, un estado no-dialectizable del significante el cual, incorporado, produce un efecto de reunión del goce y del cuerpo. Siguiendo a Rabanel (2014):
El Seminario XI conduce a una nueva concepción de la psicosis, ya no en relación a la forclusión, sino a la holofrase del S1 y del "objeto en el bolsillo" para el psicótico La serie: fenómeno psicosomático (FPS), psicosis y debilidad, que Lacan organiza en este Seminario encuentra en la holofrase su denominador común, a través de la acción del significante-completamente-solo -le signifiant-tout-seul. La falta de "significantización" del goce que resulta, es decir de defensa contra lo real, resume en cierta medida lo que tienen en común FPS y psicosis.
Si bien la holofrase permite organizar esta serie, la noción de retorno del goce, luego de la incorporación del significante-completamente-solo, permite individualizar sus componentes y, así, distinguir FPS y psicosis. En un artículo de 1987, titulado "Quelques réflexions sur le phénomène somatique", Miller (1987) especifica las diferentes modalidades del retorno del goce: retorno del goce en el lugar del Otro en la paranoia; retorno del goce generalizado a nivel del cuerpo en la esquizofrenia; retorno del goce, localizado, pero desplazado en el cuerpo como Otro, en el caso del FPS.
La problemática del goce permite, pues, un nuevo abordaje de la clínica de las psicosis: "en la psicosis, el Otro no está separado del goce; el fantasma paranoico implica la identificación del goce en el lugar del Otro" (Miller, 1993, p. 9). Así como Lacan se refería a los fenómenos de retorno en lo real -lo que está forcluido en lo simbólico retorna en lo real-, Jacques-Alain Miller había propuesto reordenar su enseñanza sistematizando las modalidades específicas del retorno del goce en las psicosis: en el lugar del Otro para el paranoico y en el propio cuerpo para el esquizofrénico. Durante las Jornadas sobre el autismo realizadas en Toulouse, en septiembre de 1987, Laurent (2011) completaba la serie propuesta por Miller avanzando que, en el caso del autismo, el goce retorna en lo que hace borde:
Durante los años setenta, trabajé cinco o seis años en un hospital de día con niños autistas; en este contexto, yo había propuesto en 1987 que en el autismo, el retorno del goce no se efectúa, ni en el lugar del Otro como en la paranoia, ni en el propio cuerpo como en la esquizofrenia, sino más bien en un borde (p. 56).
Si el goce se localiza en un objeto perdido para el neurótico, en un fetiche para el perverso, si retorna en el cuerpo para el esquizofrénico mientras que se encuentra identificado en el Otro para el paranoico, entonces el autismo se revela como un funcionamiento subjetivo original, caracterizado por el retorno del goce en un borde. Es, pues, a Éric Laurent a quien debemos la idea de una modalidad particular del retorno del goce, específica del autismo: en un borde.
La noción de borde en la última enseñanza de Lacan
La lectura y comentario del Seminario XXII: R.S.I. por Marret-Maleval (2016), llevada a cabo en la Universidad Paris VIII, nos permitirá situar la noción de borde en la última enseñanza de Lacan. En particular, a partir del análisis de las relaciones entre el Uno y el objeto pequeño a que Lacan (1975) desarrolla en la sesión del 21 de enero de 1975:
Entre el Uno y el pequeño a, no hay ninguna relación racionalmente determinable. Ninguna proporción es aprehensible entre el Uno y el a, dicho de otro modo, no hay razón alguna para que el recubrimiento de uno por el otro se realice. La diferencia será tan pequeña como se la pueda figurar, habrá incluso un límite, pero al interior de este límite, no habrá jamás conjunción, copulación cualquiera entre el Uno y el a (p. 105).
Lacan señala en este pasaje que no hay recubrimiento entre el Uno y el objeto a, que no hay ninguna relación racionalmente determinable. Es decir, por un lado, "no hay relación sexual" -que pueda escribirse- y, por otro lado, está lo que se escribe, a saber, un borde entre el Uno y el objeto a -lo que se escribe con el matema S1/a. Hay un borde, que sin embargo no constituye una relación racionalmente determinable: ninguna proporción existe entre el Uno y el pequeño a. Al decir que no hay recubrimiento entre el Uno y el objeto a, Lacan formula una objeción respecto a sí mismo y a la concepción del Otro en su primera enseñanza, en la cual el lenguaje era considerado como orden simbólico, en tanto este tenía una función predominante: la de ordenar lo real. La noción de recubrimiento implica que, a través del simbólico, se puede atrapar, ordenar el real. En la época del Otro, por decirlo así, el Otro podía recubrir el objeto, se podía atrapar lo real en las redes de lo simbólico. El Otro ordenaba lo real. A medida que Lacan avanza del lado de lo real, va a cuestionar cada vez más esta noción. Así, el Uno no permite este recubrimiento que antaño permitía el Otro. El Uno puede tocar, abrochar lo real, pero no recubrirlo. Es, pues, la noción de broche o corchete (agrafe) que viene en lugar de la noción de recubrimiento. Pensar en términos de la inexistencia del Otro y en términos del Uno implica hacer el duelo del Otro en tanto orden simbólico.
La noción de broche implica que hay un borde: un borde simbólico del objeto y un borde real del S1. Es en función de dicho borde que ambos elementos, radicalmente heterogéneos y disyuntos, pueden abrocharse. Lacan señala en este pasaje que hay un límite, pero que en este límite no habrá jamás conjunción: es, pues, en este límite donde podemos situar la noción de borde. Ambas dimensiones permanecerán radicalmente disyuntas, pero podrán abrocharse en función del borde.
En esta sesión del 21 de enero 1975, Lacan (1975) profundiza en la problemática del Uno: "el Uno de sentido no se confunde con el Uno del significante" (p. 105). Así, Lacan procede a la distinción del Uno del significante y el Uno de sentido: el primero corresponde al S1 aislado, separado de toda articulación significante, es decir, el "Uno-completamente-solo" (l'Un-tout-seul), según la expresión de Miller (2011), mientras que el segundo corresponde al significante definido por la articulación S1-S2. El Uno de sentido concierne al ser, la cuestión de la ontología, el ser hablante especificado por el inconsciente en tanto efecto de sentido, efecto de lenguaje. Aquí, el sujeto -$-, en tanto faltaen-ser, se sitúa entre S1 y S2. Lacan ubica la cuestión del inconsciente del lado del paradigma del sentido: el inconsciente es un efecto del Uno de sentido o, dicho de otro modo, "el inconsciente está estructurado como un lenguaje", está del lado del efecto. El inconsciente freudiano es un efecto, correlativo de la cuestión del ser, dentro del paradigma del sentido, que Lacan distingue aquí del paradigma de la ex-sistencia.
La novedad de este Seminario, en el que Lacan se desprende de la cuestión de la ontología, es el S1 en tanto Uno-completamente-solo y S(A barrado), es decir, el paradigma de la ex-sistencia. Asistimos, pues, en este Seminario, a un desplazamiento de la noción de inconsciente hacia lo que Jacques-Alain Miller denomina el inconsciente real:
Así, Lacan (1975) opera un desplazamiento de la noción de inconsciente, del inconsciente freudiano en tanto efecto de sentido, estructurado como un lenguaje, hacia una concepción del inconsciente en relación con la causa: "El sujeto es causado por un objeto, que no es notable sino por la escritura, por lo cual un paso ha sido dado en la teoría" (p. 106). En este pasaje, Lacan evoca un concepto fundamental para aprehender la noción de borde: la escritura. El objeto a, en tanto causa del deseo, introduce un desfase respecto del Uno de sentido, respecto del paradigma del sentido. El sujeto es causado por un objeto que no puede ser aprehendido sino a través de la escritura. Se trata de un objeto real que tiene una contigüidad con lo simbólico, que puede ser tocado a través de la escritura, de la letra.
El concepto de letra se precisa en Lituraterre, en donde es asimilado por Lacan al litoral, que no es lo mismo que la frontera. La frontera, al separar dos territorios, simboliza que son iguales para quien la atraviesa, que tienen común medida. El litoral, en cambio, hace articulación entre dos territorios de naturaleza radicalmente heterogénea: "¿La letra no es acaso... litoral más propiamente, o sea figurando que un dominio entero hace para el otro frontera, al ser extranjeros, hasta el punto de no ser recíprocos?" (Lacan, 2001, p. 14).
La definición que da entonces Lacan (2001) de la letra es la siguiente: "el borde del agujero en el saber" (p. 14). El saber designa al significante articulado, que Lacan formaliza con el matema S2, es decir, el significante que tiene efectos sobre el sujeto que habla. Hay un agujero en el saber, un real que lo simbólico no logra recubrir. Lo sexual, el trauma, el fantasma, hacen agujero en el saber. La letra, entonces, es lo que rodea, lo que hace borde alrededor de este agujero que implica lo real, y que el saber no logra recubrir. La letra hace borde, litoral, entre dos registros radicalmente heterogéneos y disyuntos: lo simbólico y lo real.
La escritura no es el sentido, sino el sin-sentido (pas-de-sens), y opera a través de un broche (agrafe) entre lo simbólico y lo real, lo que escribimos S1/a, en donde la barra indica el borde, la letra. Cuando el S1 se separa, se aísla de su articulación con el S2, es decir, en tanto Unocompletamente-solo, hay algo del orden de la letra que opera -S1/a-, que afecta al cuerpo de un goce.
El interés de Lacan respecto de la escritura es correlativo de su interés por la lógica, en tanto la lógica procede de lo que se escribe mientras que la relación sexual procede de lo que no cesa de no escribirse. Se trata de apoyarse en los impasses de la lógica, sus aporías, para cernir lo que está en los confines de la lógica, a saber, la no-relación sexual.
Las consecuencias que Lacan tira de los desarrollos de la lógica moderna -lógica matemática- en el Seminario XIX, especialmente a partir del teorema de Gödel y de los trabajos de Frege sobre la función del cero, implican que la aritmética es incapaz de demostrar sus propios fundamentos, lo que Lacan formula a través del aforisma "no hay metalenguaje". Lacan introduce así una nueva modalidad de lo real en psicoanálisis, formulada en el Seminario XX como "lo que yace en los impasses de la lógica", que concierne a aquello que no se deja demostrar por la lógica, los impasses de la lógica, sus propias aporías, y ello para introducir la cuestión de la no-relación sexual, en tanto que hace objeción al discurso de la ciencia.
Con el concepto de letra, Lacan introduce la idea de que hay un borde entre lo simbólico y lo real: eso se escribe. Hay un punto de conexión entre el significante y el goce: algo del goce puede ser tocado por la escritura, puede escribirse. Podemos decir, entonces, que hay un real que se escribe, lo que Lacan aborda en el Seminario XXIII con la noción de trozo de real (bout de réel): se pueden escribir los trozos de real. Siguiendo los desarrollos de Lacan en Lituraterre, la letra traza un surco apto para acoger al goce; a través del concepto de letra y la noción de borde, se puede tocar lo real con lo simbólico: eso se escribe. Poniendo el acento en la escritura, al final de este escrito, Lacan introduce la cuestión de la relación sexual como precisamente aquello que no cesa de no escribirse.
Tomando las cosas desde el punto de vista de la escritura, vemos cómo el psicoanálisis se desmarca de todo discurso totalizador, en el cual todo podría escribirse: si bien hay lo que se escribe, hay también lo que no cesa de no escribirse. Es, pues, a este nivel que se sitúa la ética del psicoanálisis. La lógica misma implica que sus propios fundamentos no pueden escribirse y que, por lo tanto, hay un real de la lógica, hay lo que no cesa de no escribirse, que es aquello de lo cual debe inspirarse el psicoanálisis. Este real, que no cesa de no escribirse, será calificado por Lacan en el Seminario XXIII de real sin ley. En este Seminario, Lacan opone el trozo de real -que se escribe- y el real sin ley, es decir fuera de la ley del lenguaje. Se trata de dos modalidades de lo real: una que puede ser abordada a través del lenguaje, de la letra, y otra que es el producto mismo del lenguaje como su extimidad, radicalmente extranjera.
Los impasses formales de la lógica, en tanto producto del sistema, se sitúan del lado de lo que no cesa de no escribirse, que Lacan precisará con su célebre aforisma "no hay relación sexual". Por el otro lado, es la escritura lo que permite abordar el trozo de real, a través de la noción de borde, noción que se precisa en el Seminario XX, cuando Lacan hace del objeto a un semblante: el pequeño a es un corte en lo real, un trozo de real, un goce localizado, que tiene un pie en lo simbólico y otro pie en lo real, es un semblante en tanto permite abrochar dos registros radicalmente heterogéneos y disyuntos. Constituye, así, un borde entre lo simbólico y lo real.
La desregulación del goce en la clínica del autismo
En la década de los sesenta, Jacques Lacan desarrolla la lógica de la operación constitutiva del sujeto: en un primer momento, hay un sujeto que "no era absolutamente nada (Lacan, 1966a, p. 835), es decir, que no es inscribible. La escena originaria del grito del infans -el niño grita y el Otro materno, a través de su respuesta, lo transforma en llamadopermite ilustrar cómo el sujeto viene a inscribirse en el lenguaje que lo preexiste. Adviene entonces la inscripción, en el campo del Otro, de un primer significante -S1- que designa al sujeto y lo aliena al registro simbólico. El sujeto es aquel cuyo ser ha sido inscrito en la cadena significante, aquel que, a través del llamado, ha consentido a la pérdida inherente al lenguaje, a la conexión (branchement) al Otro, operándose así un cifrado de la libido. Lacan opera entonces una escisión en el concepto freudiano de libido entre placer y goce: el placer se encuentra vehiculado por lo simbólico, mientras que el goce, que se sitúa más allá del principio de placer, se encuentra, por definición, fuera de lo simbólico. Así, cuando el sujeto incorpora el significante, se opera una extracción del objeto a, el cual será situado en el lugar del Otro, localizando el goce en un fuera-del-cuerpo (hors-corps) y organizando las pulsiones en torno a los bordes corporales constituidos por las zonas erógenas.
En el caso del autismo, el goce, al no estar regulado por la castración simbólica, invade al cuerpo bajo la forma de "sensaciones autogeneradas", según la expresión de Tustin (1992), de estereotipias psi- comotrices, de crisis de cólera clástica con pasaje al acto hétero-agresivo y de conductas de auto-mutilación. La no-extracción del objeto conlleva un fracaso en la constitución del circuito pulsional alrededor de las zonas erógenas. Así, la desorganización de las pulsiones provoca la dispersión de las percepciones, las cuales carecen del encuadre simbólico para su estructuración. Siguiendo a Maleval (2009a):
La clínica del autismo muestra claramente cómo cada una de las pulsiones se encuentra desregulada: tal niño teme perder una parte de su cuerpo al momento de la defecación, cuando el objeto de la pulsión anal permanece demasiado presente, tal otro sufre de graves trastornos alimenticios, al no haber sido asumida la pérdida en el campo de la oralidad. Muchos autistas evitan toda puesta en función del objeto de la pulsión escópica, evitando la mirada del otro, mientras que otros se encuentran en la incapacidad de hacer entrar la voz en el circuito del intercambio, permaneciendo mudos, ecolálicos o verbosos (p. 169).
Cuando el Otro se revela como no-agujereado, no-vaciado del goce, la estructura del sujeto, de manera concomitante, se revela como una superficie plana, sin agujeros. Si el Otro no está agujereado, el sujeto autista no puede extraer nada de él y el objeto permanece en lo real sin ley: mirada persecutoria, intrusiva, que obliga al autista a cubrirse los ojos para evitar la mirada del Otro, voz igualmente persecutoria de la cual debe defenderse volviéndose "sordo" a la palabra del Otro, terror frente a los objetos separables del cuerpo como los excrementos, y rechazo a ceder las palabras, equivalentes para él a una pérdida definitiva de una parte de su cuerpo.
En la conferencia "Los autistas. Sus objetos, sus mundos", pronunciada el año 2013 en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, Laurent (2013) aborda la cuestión del autismo desde un punto de vista topológico:
El tercer punto en el cual el autismo nos convoca es una topología especial (...) Se puede decir que el espacio que construye, en el cual vive el sujeto autista, no tiene agujeros, en el sentido de un agujero delimitado por un borde simbólico, en el cual uno puede depositar algo, puede separarse de algo.
Hay que concebir el espacio en el cual viven los sujetos autistas como algo en lo que, si hay un hueco, éste no tiene bordes, no tiene límites simbólicos, y se presenta de manera muy inquietante.
Y esto llevó a la gran clínica psicoanalítica kleiniana, Frances Tustin, a hablar del autismo como el "gran agujero negro". Pero hay que ver que este agujero negro no está articulado con el espacio. Precisamente, se añade como una amenaza constante en la cual el sujeto mismo puede caer. Es la razón por la cual no es una contradicción decir que el espacio del sujeto autista no tiene agujeros como tal.
Esta topología pareciera confirmarse en la clínica del autismo, por ejemplo en el horror de ciertos autistas frente a los orificios y los agujeros, que implica la dificultad mayor para ir al baño al momento de la defecación. Y el primer ejemplo de esto fue el caso de los Lefort, el Niño del Lobo (Lefort & Lefort, 1988), que gritaba delante del agujero del baño aterrorizado, porque no podía hacer entrar sus heces dentro del baño o separarse del objeto: en el registro de lo real no hay agujeros, salvo el que trata de crear una automutilación. En efecto, este niño, en la habitación que compartía con una niña de la que también se ocupaba Rosine Lefort, trata de cortarse el pene con unas tijeras, felizmente de plástico, lo cual evita que se haga daño, en una tentativa de mutilación, de castración en lo real. Se trata, entonces, de producir una negatividad, un agujero, dado que, como dice Lacan (2004) en el Seminario X, "a lo real no le falta nada" (p. 217).
Siguiendo a Laurent (2013a), si aceptamos la idea de que los niños autistas están sumergidos en lo real, ellos nos enseñan algo, precisamente, sobre qué es ese real que tratamos de explorar:
En efecto, ellos tienen acceso a esa dimensión terrible en la que nada falta, porque nada puede faltar. No hay agujero, de modo que nada puede ser extraído para ser puesto en ese agujero, que no existe. (...)
J.-A. Miller nos invita a considerarlo como una especie de falta del agujero. Por mi parte, propondría hablar de forclusión del agujero, si se acepta extender la forclusión hasta este punto. Esta forclusión hace al mundo invivible y empuja al sujeto a producir un agujero mediante un forzamiento, vía una automutilación, para encontrarle una salida al demasiado-de-goce que invade su cuerpo. (...) Esta forclusión del agujero, este trauma del agujero -troumatisme, decía Lacan en un famoso neologismo- se puede advertir en los sujetos autistas (pp. 81-82).
Para el Niño del Lobo, la tentativa de castración en lo real sería entonces una tentativa de enfrentarse a la forclusión del agujero o, dicho de otro modo, al hecho de que no hay agujero en esta dimensión de lo real.
Otro ejemplo de esta particular topología sería, siguiendo a Fajnwaks (2016) en su comentario sobre la alienación y la separación, la angustia que suscita en el sujeto autista el hecho de ser mirado. En este sentido, el caso de Marie-Françoise daría cuenta de las tentativas del sujeto autista por constituir una zona de borde entre el sujeto y el Otro. Cuando Rosine Lefort le habla, Marie-Françoise intenta introducir su dedo en la boca de la terapeuta, o bien en sus ojos, y comienza a interesarse en su mirada. Se trata entonces de una tentativa de bordear, de constituir una zona de borde entre el sujeto y el Otro, el cual comienza a separarse a través de la presencia del analista, que habla poco y se da ahí como un objeto. Entonces, desde la perspectiva del Seminario XI, el horror, o el interés -ambos son correlativos- del sujeto autista por los orificios y agujeros vendrían a dar cuenta de la no-instauración de lo que Freud llamaba zona erógena.
En la orientación lacaniana, el autismo es concebido como una posición subjetiva, en relación con una elección del sujeto autista que pone en juego la "insondable decisión del ser" (Lacan, 1966, p. 177), según la expresión de Lacan en Propos sur la causalité psychique. En su libro L'autiste et sa voix, Maleval (2009) sostiene la tesis según la cual el autismo se caracterizaría por una retención del objeto del goce vocal:
La posición del sujeto autista parece caracterizarse por no querer ceder en relación al goce vocal. Por lo tanto, la incorporación del Otro del lenguaje no se opera; el autista no sitúa su voz en el vacío del Otro, lo que le permitiría inscribirse bajo el significante unario de la identificación primordial (p. 81).
La retención del objeto del goce vocal suscita la primacía del signo en la lengua funcional del autista, así como una carencia enunciativa, muda o verborreica. Las consecuencias del rechazo de ceder en relación al goce vocal son capitales para la estructuración del sujeto autista. De ello resultaría un rechazo del llamado al Otro, que no permite que se opere plenamente la alienación en el significante.
Siguiendo a Leguil (2016), en su comentario del Seminario XI, el grito concierne al objeto voz, al objeto pequeño a que se extrae al momento en que el infans realiza la experiencia de lo que Lacan (1973) llama la parte faltante: "la part manquante, ce que j'ai appelé le mythe de la lamelle" (p. 187). El grito del niño, que será transformado en demanda a través de la interpretación de la madre, representa una manera de aprehender la posibilidad de separarse de esa parte faltante. El niño que grita realiza la experiencia de una falta, una falta de orden real. Cuando el grito es transformado en llamado, y la respuesta de la madre lo interpreta en tanto demanda, el niño se ve enfrentado a una falta simbólica, pero la primera falta a la cual el niño se ve enfrentado a través del grito es una falta de orden real. El grito concierne a la voz en tanto objeto a que el niño cede. En el caso del niño autista, que no grita, podríamos entonces decir que la parte no ha faltado jamás.
La alienación en el Otro del lenguaje, y su correlativa separación, producen una extracción, una cesión del objeto del goce primordial, permitiendo su localización fuera-del-cuerpo (hors-corps). La voz es un objeto pulsional que presenta la especificidad de comandar la identificación primordial, de manera que el rechazo de ceder el goce vocal interfiere con la inscripción del sujeto en el campo del Otro. Es, en efecto, en el significante de la identificación primordial -el S1- que viene a fijarse el goce. Es el significante por el cual el sujeto se hará representar ante los otros significantes -los S2-, que funda la enunciación, permitiendo al goce del sujeto conectarse con la cadena significante. En ausencia de la identificación primordial al S1, el goce no logra conectársele, deslocalizándose. El rechazo radical del autista de ceder con respecto al goce vocal atenta contra la inscripción del sujeto en el campo del Otro. Como lo señala Miller (1989), "lo que me une al otro, es la voz en el campo del Otro" (p. 184). Cuando este anudamiento no se produce, el significante unario, que representa al sujeto respecto de los otros significantes, no entra en función. Así, el significante no logra cifrar el goce, no logra regularlo en un circuito pulsional, y el sujeto se ve entonces confrontado a la invasión devastadora de un real sin ley.
El retorno del goce en un borde como "tentativa de curación"
La clínica del autismo pone de manifiesto las consecuencias de la noinscripción del goce en un aparataje simbólico que lo regule, o, dicho de otro modo, la no-inscripción del sujeto autista en "ningún discurso establecido" (Lacan, 2001a, p. 474), según la expresión de Jacques Lacan en L'étourdit. Sin embargo, y al mismo tiempo, dicha clínica pone también de manifiesto los esfuerzos del sujeto autista por localizar y regular el goce, para así protegerse de la intrusión de lo real sin ley. Siguiendo a Maleval (2009):
Parece pues posible elevar el autismo a un tipo clínico original y complejo. En un primer tiempo, el rechazo de ceder en relación al goce vocal, la voluntad inicial de dominar toda pérdida, hacen barrera a la alienación del sujeto en el significante. Resulta una ausencia de regulación del goce de lo viviente, clínicamente manifiesta en la escisión entre las emociones y el intelecto.
En un segundo tiempo, para salir de su soledad dolorosa, el sujeto autista trata de arreglárselas con el rechazo inicial procediendo a una localización del goce loco en la formación protectora de un borde, lo que revela la omnipresencia del objeto autístico (p. 96).
Es, pues, a través de la elección de un objeto que el sujeto autista despliega y articula su mundo, pudiendo así compensar su rechazo inicial. A falta de la alienación significante, el sujeto autista compensa, a través de un apoyo alienante en un objeto, un objeto-borde, tal como lo sostiene Laurent (1997), "en una tentativa de agregar un órgano cuando justamente el lenguaje no ha podido hacer órgano" (p. 43), un órgano suplementario, según la expresión de Laurent, o bien un objeto apéndice, según la concepción del objeto autístico desarrollada por Frances Tustin.
De este modo, el autista se las arregla para fabricar un borde, a través del cual y por el cual se protege de la invasión de lo real y del goce que caracteriza su insistencia, al mismo tiempo que se dota de un Umwelt suficientemente consistente. La producción de un objeto autístico opera un corte en su modo de goce, instaurando un borde entre su cuerpo y el mundo exterior. Esta noción de borde ha sido definida por Maleval (2010) como "constituida por tres elementos imbricados los unos en los otros: el objeto autístico, el doble y el islote de competencias; estos elementos localizan el goce del sujeto y le sirven de protección" (p. 7). El borde delimita un mundo interior de libertad y constituye una protección respecto del mundo exterior, que también se presta a un tratamiento complejo por parte del sujeto, permitiéndole el desarrollo de grandes capacidades, especialmente lo que se denomina islotes de competencias. Es también el lugar en donde el sujeto sitúa un objeto-doble que puede controlar. Desde esta perspectiva, la construcción de un borde constituye, sobre todo, una "tentativa de curación", según la célebre expresión de Freud (1911/1986), un esfuerzo por localizar el goce del sujeto, encontrando en él su dinámica.
Los objetos situados en el borde son de suma importancia para el sujeto autista. Así, pues, la supresión forzada de esta protección puede tener consecuencias nefastas. Se trata más bien de aprovechar estas construcciones para desarrollar islotes de competencias. En efecto, si el sujeto autista se encuentra en la imposibilidad de situar su goce en un borde, este retorna en el cuerpo. Cuando es una parte del cuerpo la que cumple la función de objeto y de frontera, se hace extremadamente difícil distinguir entre un cuadro esquizofrénico y un cuadro autístico.
La hipótesis del retorno del goce en un borde, de esta presencia opaca del goce en este curioso límite, encuentra su correlato clínico en la fenomenología del autismo infantil precoz, tal como lo veíamos en el caso de Marie-Françoise y del Niño del Lobo. En la clínica del autismo es frecuente la observación de "comportamientos de frontera", según la expresión de Bettelheim (1969): el niño autista permanece pegado a los muros o bien pegado al cuerpo del otro, vacila ante el umbral de la puerta sin decidirse a avanzar o a retroceder, se embadurna el rostro alrededor de ojos y labios, manteniendo la saliva al borde de estos, juega con pequeñas piedras dibujando fronteras en el suelo, etcétera. Numerosas son, pues, las observaciones relativas a bordes, fronteras y umbrales. Lo que Bettelheim llamaba comportamiento de frontera (boundary behaviour) es una concretización de la noción de borde: al interior de esta frontera, tal como, por ejemplo, Laurie la había trazado con una cinta, estaban sus posesiones más preciadas unidas unas con otras, y ningún niño o adulto tenía el derecho de entrar en este espacio. Laurie se mantenía al interior de dicha frontera, la cual separaba su mundo privado del resto del universo.
Bettelheim señala, de manera muy pertinente, que el comportamiento de frontera está asociado a la preservación de la inmutabilidad. Como es sabido, el mantenimiento de lo mismo constituye uno de los dos síntomas patognomónicos del autismo en la concepción de Kanner (1968), a saber: "Aloneness" y "Sameness" (Inmutabilidad). El borde delimita el mundo dentro del cual esta última debe ser preservada. Siguiendo a Maleval (2009a):
La inmutabilidad que el sujeto autista busca con insistencia da testimonio de un constante esfuerzo por controlar su entorno. Vive en un mundo que ha de ser protegido de esta manera. Todo lo que se extiende más allá le resulta imprevisible, incoherente e inquietante. Entre esos dos mundos instaura un borde, el cual constituye una barrera protectora a partir de la cual podrá enviar hacia el exterior lo que Kanner llamaba "pseudópodos". Los principales son el doble y el objeto autístico. (...) A partir de dicho borde, y de algunas de sus diferenciaciones, los autistas logran construir canales que les permiten un pasaje desde su mundo protegido al mundo social (p. 10).
La "Sameness", identificada por Kanner en su descripción princeps de 1943, es un tratamiento de la marca indeleble del significante Uno sobre el cuerpo. Se trata, en efecto, de la reiteración del Uno, del "Uno-completamente-solo" (l'Un-tout-seul), según la expresión de Miller (2011), como una de las formas que puede adoptar, en el lenguaje, el régimen real del significante-solo, o, mejor dicho, completamente-solo. Así, este esfuerzo hacia la pura repetición del Uno, ne varietur, esta clínica de la repetición pura del S1, o, más precisamente, para retomar otra expresión de Miller (2011), esta pura "iteración" daría cuenta de la voluntad de inmutabilidad que manifiesta el su- jeto autista, su imperiosa necesidad de que las cosas obedezcan a un orden absoluto, inmutable y repetitivo, sin ninguna clase de interrupción, para protegerse de la intrusión de lo real.
Siguiendo a Laurent (2013) en su conferencia en Buenos Aires, para fundar un abordaje psicoanalítico renovado del autismo, es fundamental partir de la lectura que propone Jacques-Alain Miller del goce del Uno en la última enseñanza de Lacan:
En la última enseñanza de Lacan, ultimísima según el título que eligió Jacques-Alain (...), la promoción del goce como un real, más allá de lo que estaba antes ubicado del lado del objeto transitional, o del objeto a, es algo que centra los últimos desarrollos de Lacan. Después de los comentarios que hizo Jacques-Alain en su curso sobre esta última enseñanza, está claro que hay que integrar en nuestras investigaciones clínicas sobre el autismo esta perspectiva de considerar cómo el cuerpo está afectado de una manera real, con estos rasgos privilegiados desde el inicio por Kanner de la repetición de lo mismo, que remite efectivamente a esta iteración real de algo que no es de la categoría del significante.
(...) Con la clínica del autismo y el lazo particular que tienen estos sujetos con el cálculo y el número, vemos que hay una lectura clínica, (...) la cual es muy útil para distinguir entre repetición de un significante o, como en la psicosis, un significante que retorna en lo real, como dice Lacan, y algo que es más bien presentificación directa de lo real. No tanto el retorno de un significante en lo real, sino presentación repetitiva de un real en el cuerpo.
Así, esta noción del Uno-completamente-solo nos permite distinguir, de manera más precisa, autismo y psicosis, en relación a la distinción expuesta anteriormente entre el Uno de sentido y el Uno del significante, es decir, entre el S1, definido por su articulación con el S2 en la cadena significante, y el S1, en tanto aislado, "radicalmente separado de todo otro significante", según la expresión de Laurent (2013a) en La batalla del autismo:
En la psicosis, hay trastorno de la cadena entre dos significantes, un S1 y un S2, debido a la ruptura de la articulación entre uno y otro, y más precisamente debido a la descomposición de los fenómenos que los estructuran como mensajes. Las perturbaciones y las rupturas en el plano del mensaje, como las interrupciones o los obstáculos identificados por Kraepelin en la esquizofrenia, son fundamentales en toda patología alucinatoria.
En el autismo, esta interrupción del mensaje no es reconocible; tales fenómenos de ruptura no aparecen en primer plano. Se trata más bien de la repetición de un mismo significante, de un significante Uno, de un S1, radicalmente separado de todo otro significante, que por lo tanto no remite a ningún S2, pero que produce, no obstante, un efecto de goce que es manifiesto por el mismo hecho de su repetición (p. 106).
Así, cuando el S1 se separa, se aísla de su articulación con el S2, es decir, en tanto Uno-completamente-solo, en tanto sin-sentido, hay algo del orden del borde que opera, afectando al cuerpo de un goce circunscrito, en una tentativa de curación, en un intento de localización y de limitación de un goce que, de estructura, no está regulado por el aparataje simbólico de ningún discurso establecido.
A modo de conclusión, diremos que, si bien el autista es un sujeto para el cual la mutación de lo real en el significante no ha sido plenamente operada, si bien rechaza la pérdida inherente a la alienación significante, no es, subrayémoslo, un sujeto fuera-del-lenguaje. El autista es un sujeto fuera-de-discurso (hors-discours) pero no fuera-del-lenguaje. Aun cuando el sujeto autista se defiende del lenguaje, está sumergido, desde antes de su nacimiento, en un baño verbal que lo afecta; el autista está en el lenguaje en tanto se le habla, que está inscrito en alguna parte, que se le puede llamar por su nombre, que tiene un nombre al cual responde. Lacan (1975a) señalaba, a propósito del caso Dick de Melanie Klein, que no debemos confundir lenguaje y palabra: "este niño es, hasta cierto punto, amo del lenguaje, pero no habla" (p. 99).
Para citar este artículo / To cite this article / Pour citer cet article / Para citar este artigo (APA):
Olivos - Alejandro. (2017). El sujeto autista y su borde. Revista Affectio Societatis, 14(26), 69-89. Medellín, Colombia: Departamento de Psicoanálisis, Universidad de Antioquia. Recuperado de http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/affectiosocietatis
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Alejandro Olivos1
Universidad Paris VIII, Francia
1 Psicólogo clínico de la Universidad de Chile. Magister y Doctor en Psicoanálisis de la Université Paris 8. Ejerce actualmente como psicólogo clínico en el Centre Adam Shelton (Sésame Autisme), institución que recibe adolescentes autistas en Francia, y como formador para el CRAIF (Centre de Ressources Autisme Ile-de-France).
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