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La psicología clínica ha mostrado un creciente interés en el mindfulness, dado el efecto positivo que se ha encontrado al intervenir con éste diferentes tipos de trastornos y problemáticas psicológicas, como: perturbación del estado de ánimo, trastorno por atracón, ansiedad y estrés (Arch & Craske, 2005; Baer, 2003; Brito, 2011; Caycedo & Novoa, 2010; Franco, 2009; Formana et al., 2007; Gethin, 2011; Kabat-Zinn, 2003; Langer, 1989; Marlatt & Gordon, 1985; Sahagún & Salgado, 2013; Walsh, 2008). Esto ha llevado a estudiar los aspectos que resultan definitorios del mindfulness, para explicarlo y establecer los procedimientos implicados en su aprendizaje.
Derivado del término budista “sati” o “smrti”, el término “mindfulness” fue traducido por primera vez por Thomas William Rhys Davids en el 1881. A partir de allí varios autores intentaron definirlo, basándose inicialmente en las lecturas e interpretaciones de textos budistas (Gethin, 2011). Para la filosofía budista la práctica del mindfulness fomenta la felicidad duradera (Elkman, Davidson, Richard, & Wallace, 2005) y permite conocer a profundidad la verdadera naturaleza de la existencia en la que no hay un yo permanente e inmutable, es decir, que los individuos están en constante cambio (Olendzki, 2010).
En psicología la práctica de mindfulness atrajo el interés de los investigadores a mediados de los años 1970, cuando comenzaron a contrastar sus efectos con las conductas de mindless (no estar presente) en las interacciones sociales (Langer & Moldoveanu, 2000). Debido a los efectos que se observaron en personas que realizaban la práctica de mindfulness se empezó a aplicar en el área de la salud (psicología y medicina), de forma independiente a las tradiciones religiosas y culturales de sus orígenes orientales y budistas (Baer, 2003), como tratamiento alternativo para personas que no respondían o se sentían insatisfechas con intervenciones tradicionales relacionadas con alguna enfermedad, como: dolor crónico (fibromialgia y cáncer), dolor agudo, enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión, cefaleas, fatiga crónica, problemas de la piel y alteraciones del sueño (Moñivas, García-Diex, & García-de-Silva, 2012). Su implementación produjo efectos importantes en relación con la reducción de síntomas convirtiéndose así en una intervención que brindaba respuestas rápidas y efectivas, lo que se evidencia en las investigaciones publicadas en los últimos años, ya que empezaron a observar la utilidad...