Resumen
Dolores de Gortázar fue una escritora carlista que sostuvo muchos planteamientos heterodoxos dentro de su cultura política, tanto en sus trabajos literarios como en sus artículos políticos. En este trabajo examino el pensamiento de Gortázar desde una perspectiva de género centrándome en dos objetivos fundamentales: por un lado, prestar especial atención a cómo creía Gortázar que las personas debían practicar la religión católica. Me interesan especialmente los argumentos que utilizó para criticar a las mujeres y a los curas que no cumplían los preceptos divinos que entendía como verdaderos. Por otro lado, estudiar las cualidades ideales que la escritora carlista asignó a los hombres y mujeres. Sobre esta cuestión analizo, sobre todo, el papel que Gortázar otorgó a las mujeres en la regeneración de una sociedad que consideraba, en muchos sentidos, decadente y falta de moral2.
Palabras clave
Mujeres católicas; género; España; movimiento católico español; literatura; mujeres escritoras.
Abstract
Dolores de Gortázar was a Carlist writer who sustained many unorthodox approaches in relation with her political culture, both in her literary works and in her political articles. In this paper I analyze Gortázar's thought from a gender perspective, focusing on two fundamental elements: on the one hand, I study the way that Gortázar believed should be practice the Catholic religion by the people. I am especially interested in the arguments she used to criticize women and priests who did not fulfil the divine precepts that she understood as true. On the other hand, I study the ideal virtues that the Carlist writer assigned to both men and women. On this issue, I analyze, above all, the role that Gortázar assigned to women in the regeneration of a society. A Spanish society that considered, in many ways, decadent and without morality.
Keywords
Catholic women; gender Spain; Spanish Catholic movement; literature; women writers.
1.INTRODUCCIÓN
Dolores de Gortázar Serantes (1872-1936) descendía de familias nobles del noroeste de España venidas a menos (su padre fue un periodista de tendencia liberal). Estudió en las Carmelitas de León y, con sólo 15 años, contrajo matrimonio con un aristócrata murciano. No obstante, ocho años después quedó viuda y a cargo de una hija3. Para asegurarse el porvenir consiguió las titulaciones de Maestra Superior y Maestra Normal aunque, al tener cierto colchón económico heredado, sólo en momentos puntuales ejerció como profesora. Gracias a la desahogada posición económica de la que gozó pudo aprovechar su temprana viudez para escribir traducciones, dramas, poemas, cuentos morales, artículos de opinión en la prensa, novelas y trabajos históricos, pero de la mayoría no se han conservado ejemplares o, durante su juventud, no encontró medios para publicarlos4. Para darse a conocer como escritora trató de utilizar sus conexiones más destacadas: Emilio Castelar, el Padre Fita, el Padre Labayru y Marcelino Menéndez Pelayo5. Pronto obtuvo reconocimiento y nunca abandonó esta actividad, ni siquiera cuando contrajo segundas nupcias en 1910 con el abogado Francisco de Pol, un hombre poco destacado en comparación con su esposa6.
Sus trabajos literarios no sólo fueron una forma de ganarse la vida; también fueron una manera de luchar contra las lecturas que calificaba de perniciosas, que para ella eran mayoritarias. A su juicio, la forma de combatirlas era publicar, a bajo precio, obras instructivas y morales. Con este objetivo, Gortázar creó una editorial llamada Editorial Cantabria y presidió la Cruzada de las Buenas Letras7. De las obras publicadas por Gortázar destacan sus dos novelas, La Roca del Amor (1911) y El Cristo de la Roca (1924)8, la cual es realmente una reedición de la primera con retoques en sus mensajes moralizantes. Ambas novelas ofrecen un marco privilegiado para analizar los cambios que sufrieron la(s) identidad(es) y posicionamientos de la escritora carlista, en quien primaron la identidad católica y la de género9. La trama es un relato embrollado de tejemanejes amorosos y de casualidades casi absurdas que, aparentemente, sólo busca entretener a las lectoras. No obstante, en la obra destaca la figura del cura. El religioso, que era la autoridad a través de quien hablaba la autora, es un hombre ideal, en su pensamiento y en su práctica, que siempre está dispuesto a moralizar a sus feligreses. En el relato es sencillo distinguir entre los comportamientos y características que Gortázar consideró virtuosos y aquellos que valoró como anti-ideales, puesto que exaltó los personajes considerados ejemplos a seguir y denigró las características del resto.
Gortázar estuvo muy implicada en los Círculos Carlistas desde finales del siglo XIX. Con la creación a finales de la Restauración de las Margaritas, las agrupaciones tradicionalistas femeninas, se convirtió durante muchos años en la líder de las margaritas madrileñas y, posteriormente, en presidenta honoraria del Círculo Carlista de Madrid, un territorio que para el carlismo era menos relevante que los del norte de España o la cuenca mediterránea10. El motivo por el que Gortázar se convirtió al carlismo en su juventud puede deberse a que, como no veía con buenos ojos la política religiosa de los gobiernos liberales de la Restauración, se sintiese atraída por la intransigencia de los carlistas en este tema. Es la opción más probable puesto que, aparte de con la religión, la identificación de las personas con la cultura política carlista tenía mucho que ver con la tradición familiar, algo con lo que ella no contaba11. Aunque no sólo por esto fue una carlista sui generis, ya que también mantuvo una estrecha relación con la infanta Isabel, hija de Isabel II, a quien definió como mujer modelo y esta, a su vez, apoyó muchas de las iniciativas de Gortázar en el campo social12.
Su papel destacado en este período tiene importancia porque el conjunto de mujeres carlistas no fue integrado dentro de las estructuras oficiales de la política carlista hasta, al menos, la Segunda República13. Sin embargo, tras la escisión mellista (1919), surgida por el enfrentamiento entre Juan Vázquez de Mella y el pretendiente carlista Jaime I, se produjo un aumento de la importancia política de Gortázar: fue protagonista en trascendentes actos del jaimismo, como la Junta de Lourdes de 1921, y en mítines y en labores de propaganda por toda España, aunque nunca alcanzó el prestigio e influencia de María Rosa Urraca Pastor, la líder carlista más destacada del periodo14. Gortázar siempre se mantuvo fiel al oficialismo jaimista y nunca colaboró con aquellos medios o personas que encabezaron las diversas escisiones que sufrió el carlismo a finales del siglo XIX y principios del XX. De hecho, fue contraria a los movimientos que hubo durante la Segunda República para unir los diversos sectores monárquicos y las escisiones carlistas, tanto que, por este motivo, se alejó del activismo estrictamente carlista para centrarse en el ámbito puramente católico15.
2.LOS BUENOS LIBERALES Y LOS MALOS CATÓLICOS
El carlismo no fue una cultura política homogénea; en su seno coexistieron diversos sectores unidos frente a todo lo que se consideraba enemigo o amenazante: laicismo, liberalismo o republicanismo. Esto fue causa, y a la vez consecuencia, de que el ideario carlista tuviese altos grados de inconcreción. No obstante, fue un grupo político bien cohesionado que tuvo como ejes centrales de su cultura política a la Religión (Dios), la Patria y el Rey. Todo ello aderezado con un fuerte antiliberalismo, puesto que consideraban que el liberalismo en general, y los gobiernos restauracionistas en particular, habían abocado a España a la ruina16. Dolores de Gortázar no fue una excepción y sobre estos ejes, junto al género, articuló tanto su actuación política y social como sus relatos literarios. Ella plasmó en sus escritos la convicción de que el liberalismo había provocado que España se precipitase a «un abismo sin fondo»17, y también criticó, incluso antes del Desastre de 1898, a los españoles que no hacían nada para remediar los males de la nación18.
Sin embargo, Gortázar no era una antiliberal intransigente. En las siguientes páginas abordo de qué forma negoció su autoidentificación antiliberal en relación con las prácticas concretas de ciertos liberales que consideraba como virtuosas. El ya aludido cura modélico protagonista de sus novelas, en un momento de la narración recibió la visita del ficticio Marqués de Lancia, quien pretendía que este le ayudase a que la «candidatura católica» ganase las siguientes elecciones, en las cuales competía contra don Roque, un liberal con tendencias republicanas. Para el marqués era fundamental el apoyo del cura porque «los huertanos hacen y votan por quien usted quiere»19. Sin embargo, el cura prefiere apoyar al liberal tporque, si bien estaba contaminado por malas ideas en lo político, sus buenas y caritativas acciones estaban por encima de todo, mientras que el marqués no actuaba de forma acorde a los postulados católicos:
Don Roque tiene siempre su caja abierta para los gañanes y desgraciados. Ha fundado dos escuelas, un hospital, socorre á los presos, á las viudas y huérfanos y pensiona á los artistas pobres y quiere instalar una caja rural en beneficio de esta comarca [...]. Cuando usted imite su ejemplo y quiera salir diputado cunero, venga por acá20.
La lección que Gortázar pretendió transmitir a sus lectores fue la de que las acciones de las personas eran más importantes que la autoidentificación religiosa que cada una tuviese. En mi opinión, su posicionamiento estuvo basado en una relectura particular de la carta Inter Catholicos Hispaniae (1906) de Pío X al clero de España. En esta se establecían indicaciones precisas de cómo debían dirigir los católicos el voto en las elecciones: entre un candidato católico y otro anticlerical o liberal, era pecado mortal votar al segundo, independientemente de la razón. Sin embargo, en ese mismo documento se exponía también que había que dar el voto al candidato que mayor bien social, progreso y beneficio generase a la religión y a la patria. Sin duda, para Pío X y la jerarquía eclesiástica este siempre iba a ser el candidato católico, pero para Gortázar no tenía por qué ser así21.
La forma de pensar del cura recibía en las novelas muchas críticas por parte de aquellos personajes, supuestamente católicos, que no cumplían realmente con las doctrinas22. Para reforzar la autora su mensaje, a modo de narradora, pidió a la gente que no aplaudiese lo que en apariencia era católico, pero en el fondo no. Esto se debe a que, a pesar de la amplia labor de caridad desplegada por don Roque, había católicos que no lo valoraban por el hecho de ser liberal. En su relato estas personas eran calificadas como «fanáticos ignorantes que confunden las ideas, llamando á veces católico á lo que se cubre con este antifaz y tanto daña á nuestra divina Religión y fulminando rayos á lo que recto en ocasiones se le rechaza y condena»23.
Su posicionamiento sobre esta cuestión lo matizó y reforzó posteriormente. En la reedición de la obra, Gortázar a don Roque no le presentó sólo como un liberal de tendencias republicanas, sino como un republicano puro, ya que para el carlismo el republicanismo se había convertido en la principal amenaza al orden que defendía. Asimismo, ya no era don Roque un no católico que obraba como el mejor de los católicos, sino que era un republicano que también era católico y si actuaba bien era precisamente porque además de republicano era católico. Así lo expresaba el cura: «Que sus ideas son republicanas; ¿y qué? ¿Un republicano no puede ser creyente? ¿Y un mestizo no puede ser un mal católico?»24.
Esta alabanza a los liberales «buenos» estuvo, en mi opinión, influida por el ejemplo de Marcelino Menéndez Pelayo y Emilio Castelar, dos de los grandes apoyos de Gortázar en su juventud. El primero, era acusado de ser un católico liberal, algo muy mal visto en la cultura política carlista25. Mientras, el líder republicano Emilio Castelar, que era amigo de su padre liberal, fue siempre para Gortázar un modelo de lo que debería ser un católico desviado de la buena senda en lo político26. Por ello, en su obra Gortázar no representó a todos los liberales y republicanos en términos negativos, sino que situó a aquellos que obraban preocupándose por el prójimo por encima de quienes consideraba como falsos católicos. El colocar las «buenas obras» por encima de la propia autoidentificación de cada persona como católicas, entrando sólo los buenos dentro de la nación imaginada, fue una operación discursiva en la que Gortázar resultó excepcional en el contexto carlista. Esto puede deberse a que construyó su identidad política influida por dos discursos contrapuestos como el liberal y el carlista y, en el proceso, adoptó partes fragmentarias de ambos27. Esto posibilitó que la escritora carlista contribuyese a crear un espacio de debate respetuoso en el que aspiraba a convencer a los liberales con argumentos y ejemplos, porque si bien eran sus contrincantes en lo político, les apreciaba y valoraba cuando eran buenas personas y actuaban de forma acorde a lo que consideraba como digno. Este desafío a las expectativas sobre los alineamientos morales de católicos y liberales estuvo basado en la idea de que la caridad era una virtud fundamental, la cual hacía que las personas que la ostentaban fuesen merecedoras de apoyo colectivo, independientemente de sus posicionamientos políticos.
3.LAS MALAS PRÁCTICAS RELIGIOSAS
En las obras literarias de Gortázar pocos colectivos escaparon de su crítica religiosa. Siguiendo el análisis que hizo de la realidad, cuestionó a los hombres porque interpretaba que se habían alejado de la religión, a las mujeres porque practicaban la religión de forma superficial y exagerada y a los curas porque no eran ejemplos vivos de las doctrinas de Dios, ya que consideraba que estos acaparaban muchos medios de producción y dinero. No obstante, fueron las mujeres quienes más espacio ocuparon en sus escritos. En sus novelas las beatas fueron representadas como seres poco cuerdos que no cumplían con sus deberes. Así exponía la criada de don Roque su frustración al no conseguir que este dejase de ser liberal por mucho que «riego con agua bendita su cama y oigo dos misas diarias y rezo cien padrenuestros [,..]»28. Ante esta situación, el cura criticó que dedicase la beata tanto esfuerzo a la religiosidad y que realizase prácticas entendidas, por el impacto de la crítica secularista, como inútiles, obsoletas y hasta supersticiosas. Esta crítica se debe a que, para la autora «No consiste en el beaterío agradar á Dios, sino en cumplir nuestros deberes»29.
Para Gortázar este comportamiento era un grave problema porque, por un lado, muchas mujeres se dedicaban tanto a las prácticas religiosas que no prestaban la atención necesaria a sus maridos y a sus hijos y, por otro lado, generaba malas interpretaciones de la religión30. En esto estuvo muy influida por su admirado Castelar, quien fue muy crítico con los curas que se preocupaban mucho del culto aparente y de la política y poco de la moral y de la religión31. La idea de Gortázar sobre las buenas prácticas religiosas, en la que predominaba la sinceridad de las convicciones frente a las apariencias de los ritos, tiene un influjo del pensamiento liberal e individualista32. No obstante, fueron los términos en los que Gortázar planteó esta preocupación lo más excepcional de su pensamiento respecto a la cultura política católica. Al fin y al cabo, muchos católicos de la época, al realizar un análisis de la realidad a través de la categoría de la «apostasía de las masas», pensaron que era tan problemático para los intereses del catolicismo la falta de cumplimiento de los preceptos religiosos como el que su puesta en práctica no implicase una interiorización de la fe, sino la cultura de la costumbre33.
En las novelas de Gortázar el anti-ideal de mujer quedó representado por una condesa con prácticas religiosas tan exaltadas que tergiversaban el cristianismo al quedar lejos de los verdaderos preceptos religiosos. Además, no consideraba que los pobres fuesen personas tan dignas como ella y, al pasarse el día rezando, no se preocupaba por la educación y felicidad de sus hijos. Su fanatismo religioso era tan exagerado que, cuando su marido compraba el Heraldo de Madrid o El Liberal, ella los tiraba a la basura «con pinzas para no contaminarse, rociando con agua bendita el sitio profanado»34. En la reedición de la novela esta crítica a la religiosidad exaltada y formalista la agudizó, puesto que afirmó que la condesa se había formado «una religión a placer, acomodándola a [su] capricho y deseo»35. Asimismo, el cura ejemplar criticó duramente a las feligresas beatas al afirmar que muchas de ellas sólo adquirían ese supuesto compromiso cuando ya mayores percibían la muerte cerca y decidían ir «tras de los santos que tuvo olvidados en su juventud y agarrarse cual sanguijuela a las sotanas de los curas»36. Por tanto, Gortázar fue muy crítica en sus novelas con los desvíos de la religión de quienes se decían católicos, pero lo manifestaban sólo en la forma y no en el fondo, al considerarlo moralmente inferior. Además, la escritora carlista, como muchas mujeres del movimiento católico femenino de la época, intentó desmarcarse del estereotipo de la beata porque, en un contexto en el que este arquetipo que relacionaba a las católicas con el fanatismo religioso estaba en boga en los sectores anticlericales37, consideraba que era perjudicial para que se tomase en serio la implicación de las mujeres católicas en los proyectos de regeneración social.
Gortázar tampoco se privó de criticar a los curas y a las monjas por su egoísmo y falta de buenas obras, algo que tuvo, en mi opinión, una estrecha relación con un acontecimiento que le afectó profundamente. Una de las labores principales en su vida fue la creación y dirección de diversos proyectos educativos para niños/ as y obreros. En primer lugar, trató de crear en España una Academia Obrera, al estilo belga, con el objetivo de mejorar la formación de los obreros y su situación material para alejarlos de las izquierdas revolucionarias38. En segundo lugar, fundó, desde la revista feminista Roma, de la que era directora, las escuelas para la infancia de Cuatro Caminos, que tenían la finalidad de moralizar a una generación de españoles/as que debía regenerar el país39. Por último, creó el Centro Nacional de Educación e Instrucción, que estaba diseñado para que saliesen las «niñas capacitadas para cumplir la misión de la mujer en la sociedad y en la familia [...]. Formar verdaderas madres: serlo es muy fácil, saberlo ser muy difícil»40. En este colegio las niñas debían prepararse para poder ganarse la vida por sí mismas y no verse abocadas a la miseria, pero sin descuidar las «faenas domésticas [...], para que todo se complemente»41. Fue esta última iniciativa la que generó la indignación de Gortázar, ya que unas monjas intentaron apropiarse de su obra42. Entonces, en su novela, cuando hablaba de un colegio ideal enfocado a las niñas de clase media, la escuela estaba
á cargo de profesoras seglares que saben educar sólidamente y que por desgracia cuando se dedican á la enseñanza privada, porque no tuvieron influencia indispensable en nuestro país para adquisición de puestos oficiales, se ven relegadas, oprimidas por la invasión de tantísimas monjas, que matan al Magisterio particular que [...] falto de protección parece abandonado por los Gobiernos españoles43.
La crítica no podía ser más explícita: la situación de las profesoras seglares en España era difícil porque las monjas, que podían tener otros recursos para vivir y no estaban lo suficientemente cualificadas, acaparaban muchos de esos puestos sin que los gobiernos liberales hiciesen nada para controlarlo44. No obstante, cuando se produjo la reedición de la obra, en 1924, sus ánimos se habían tranquilizado y la crítica fue mucho más velada.
Asimismo, Dolores de Gortázar criticó, tanto en sus novelas moralizantes como en sus artículos más explícitamente políticos, la falta de caridad de la mayoría de los ricos. Este era un grave defecto a sus ojos porque consideraba que esta característica era necesaria para ser un buen cristiano. Sin embargo, los ricos preferían aprovecharse de los resortes que les proporcionaba el liberalismo para acumular cada vez más dinero a costa de los trabajadores:
¡Patronos! Deponed vuestras actitudes hostiles, inspiradas sólo en ansias inmoderadas de lucro inmoral [...]. Recordad que mucho más que cuanto de justicia le negáis [al obrero] o le regateáis al menos, podría él tomarse con el derecho arbitrario de la fuerza, suprema ley cuando se vulnera, pisotea y escarnece la Ley de Dios [...]. ¡Patronos que os llamáis cristianos! Demostrad que lo sois45.
Para la escritora carlista la actitud poco católica de los ricos era, en buena parte, la culpable de que las personas de las capas populares de la sociedad, al no ver satisfechas sus necesidades, fuesen fácilmente seducidas por el anarquismo y el socialismo. Además, para el cura de sus novelas parte de la responsabilidad recaía en sus pares eclesiásticos:
Pocos sermones [...]; pero muchas, muchísimas obras, caridades [...]. [Si no, cada] desheredado, lejos de resignarse, maldecirá de su suerte [...] y entonces, si aquella semilla de odio que arrojasteis en su corazón, germina y produce el anarquismo destructor, ¡no os horroricéis, porque fuisteis el motor de la máquina infernal!46.
La dura crítica de Gortázar se debió a que, según el análisis que hacía sobre lo que estaba ocurriendo en la realidad, los curas vivían en la opulencia, contrariando los designios de Dios y teniendo un egoísmo similar al de los ricos laicos. En su opinión, esta actitud era uno de los factores relevantes para que la miseria estuviese tan extendida en España.
4.LA FEMINIDAD SALVADORA DE UNA MASCULINIDAD Y DE UNA NACIÓN DECADENTES
Durante toda su vida, Gortázar se preocupó por el porvenir de la nación española. Ya durante la guerra de Cuba (1895-1898) estableció espacios de acción diferenciados para los hombres y las mujeres. Como era tradicional en el catolicismo, según su pensamiento, en tiempos difíciles y desesperados las mujeres debían actuar de forma heroica en defensa de la religión y la patria. Si los hombres eran por sí solos incapaces de solucionar los problemas del país, las mujeres debían tratar de reconducir la situación, tal y como habían hecho en la historia de España heroínas como Agustina de Aragón, Teresa de Jesús o Isabel la Católica, a quienes dotó de una aureola de ejemplaridad y convirtió en modelos a imitar, al igual que lo hicieron muchas mujeres católicas de la época47. De hecho, para ella las mujeres deberían aprender el manejo de armas «porque se presenta complicado y obscuro el porvenir español y precisa la mujer [...] saber defenderse si le atacan»48. Esta idea situaba en las españolas la responsabilidad de regenerar la situación del país, ya no sólo en el terreno moral, sino en el bélico. La propuesta de que las mujeres pudiesen ejercer la violencia, sobre todo con armas, era un punto de subversión importante. Además, para Gortázar, si bien las mujeres eran más débiles que los hombres, las españolas eran mejores y más valientes que el resto de las mujeres. Esta idea creó un espacio de maniobra del que se aprovechó para justificar muchos de sus planteamientos49.
Sin embargo, estas propuestas no trascendieron el terreno de la retórica. Como demostró con su actuación durante la guerra de Cuba, el espacio real que asignaba a las mujeres en un conflicto bélico era la retaguardia, como madres o esposas sufrientes por el destino de sus familiares y como personas que debían levantar el ánimo de las tropas50. Las mujeres eran, además, las responsables de inculcar a los hombres de su entorno la necesidad de que «vivan como patriotas y se inmolen, si es preciso [por la patria]»51. Con el paso de los años fue agudizando esta postura, a pesar de que no insistió en exceso en la reproducción familiar de la cultura política y religiosa, algo que para el carlismo era la base de la socialización política52:
¡Sí, la mujer! El ángel que conduce al hombre por los senderos de la virtud [...]. Le dice al hombre: -¡Lucha y vence [por la patria]! Yo cuidaré de los hijos; si mueres, ellos serán héroes, y mientras se alimentan de mis pechos, han de nutrirse con los jugos de la virtud y de la heroicidad. ¡Bendito feminismo [cristiano]!53.
Como era habitual en los sectores conservadores de la época, sus relatos bélicos estuvieron mediatizados por el componente viril, patriótico y católico, que se presentaron como tres virtudes estrechamente ligadas, ya que en la época los procesos de construcción de las naciones modernas y de la masculinidad nacional estuvieron íntimamente relacionados54. Por ejemplo, en uno de sus cuentos un soldado expuso que: «Voy a pelear por mi Patria. ¡Viva España! ¡Viva María Inmaculada!»55. En Gortázar esta idea se mantuvo en el tiempo y la nación, la religión y la virilidad siguieron siendo los ejes centrales de sus relatos bélicos durante las guerras españolas en África56, puesto que parte de la obra literaria de la carlista se articuló en un trasfondo nacional y pretendidamente imperial y en torno a un conjunto de imaginarios católicos con carga simbólica.
Durante la Segunda República también recurrió Gortázar a la idea de que, si los hombres no eran capaces de solucionar los males del país, las mujeres debían tratar de solventarlos. En un contexto que el carlismo interpretó como de emergencia nacional, la escritora buscó incentivar que las mujeres intentasen salvar de la inacción a los hombres y que estas estuviesen dispuestas a dar la vida por Dios y por España: «Mujeres católicas, españolas [...], por Dios y por la Patria, a la lid, hasta inmolar la vida»57. Las mujeres estaban autorizadas a intervenir en tanto que católicas, que mujeres y que españolas, por lo que las identidades religiosas, nacionales y de género conformaron entrelazadas una identidad colectiva e individual lo suficientemente fuerte como para actuar como eje movilizador58. De todas formas, aunque el carlismo era una cultura política con gran predisposición a la violencia, lo cual llegó a formar parte de su identidad colectiva, Gortázar se mostró en la práctica poco partidaria de esta59. De hecho, al igual que el heredero carlista Alfonso Carlos y muchos de sus seguidores, fue una activista en contra del duelo, al considerar que era antipatriótico y egoísta60.
La masculinidad y la feminidad son construcciones sociales y culturales cuyo carácter construido se aprecia todavía más cuando se despliegan mediante caracteres ficcionales. Por este motivo, la crisis de masculinidad experimentada en España en torno a 1900 se manifestó en las obras de la escritora carlista. Gortázar en sus novelas esbozó sus ideales de mujer y hombre, así como los límites de lo moralmente aceptable para cada sexo. En sus primeras creaciones literarias, a finales del siglo XIX, presentó a hombres descarriados que, como muchos de sus contemporáneos varones, habían caído en el vicio y se habían desviado del buen camino. Entonces, la labor de la protagonista consistía en trabajar para enderezarlo poco a poco. Para Gortázar era necesario que las mujeres se implicasen de esta manera con los hombres de su entorno, ya que por el hecho de ser hombres se les suponía una mayor predisposición a aceptar las teorías laicas y materialistas, ya que entendía que eran, además, menos religiosos por naturaleza61. Según la escritora, para que las mujeres fuesen efectivas en esta función era fundamental que actuasen como seres racionales y virtuosos, para lo cual era imprescindible no ejecutar una mala praxis religiosa y sí desarrollar una correcta religiosidad.
De todas formas, el arte de la reconversión tenía su complejidad, puesto que si las mujeres eran muy directas en sus estrategias podían producirse conflictos conyugales indeseados negativos para las mujeres, ya que en el matrimonio estaban en una posición jerárquica inferior al marido. De esta manera lo expuso el cura en la primera edición de su novela:
Nunca apeles á la intransigencia, que quebranta la paz en el matrimonio, trocándole en un infierno. En la mayoría de los casos la mujer por su proceder hace inaguantable su unión al marido. Si el hombre es vicioso y vive como huésped en su casa y sólo encuentra en ella, los breves momentos que la habita, dulzura, benevolencia, en vez de recriminaciones, por muy depravado que sea, allá en el fondo de su alma sentirá [...] remordimiento62.
Lo que Gortázar pidió a las casadas en realidad es que fuesen sumisas, serviciales y pacientes si querían que hubiese opciones, aunque fuesen remotas, de que sus maridos cambiasen. Aunque al mismo tiempo les incentivó a utilizar tácticas sutiles para conseguir una primacía ideológica, que no de género63. Sin embargo, en la reedición de la novela ya no defendió estos planteamientos, a pesar de que siguió explicitando la jerarquía del matrimonio en favor del varón64. Para la carlista los hombres ideales debían poseer una serie de características, que eran religiosidad, patriotismo, inteligencia, honradez, valentía, belleza y atención a sus parejas e hijos/ as. Estas virtudes quedaban retratadas, a su juicio, en la figura del heredero carlista65. Mientras, los rasgos que no podía tener un hombre para ser considerado ejemplar eran egoísmo, ociosidad, frialdad, vulgaridad y dureza con los hijos y esposas66. Uno de los rasgos negativos que más esfuerzo dedicó a combatir, incluso en sus novelas moralizadoras, fue el consumo de alcohol, tabaco y opio, debido a que tenían efectos negativos en sus consumidores y en quienes les rodeaban67.
Para Gortázar, la función principal de las mujeres en situaciones corrientes era, igual que para el conjunto de su cultura política, transmitir a sus hijos/as los valores cristianos. Sobre ellas recaía el deber de orientar la vida de su descendencia e inculcarles los sentimientos religiosos, patrióticos y monárquicos. Con el objetivo de desarrollar estas tareas lo más eficazmente posible, las mujeres debían recibir una educación. Por tanto, la escritora defendió una educación para las mujeres, pero no como un fin en sí mismo68. Sin embargo, en su pensamiento la finalidad de las mujeres y su influencia en la sociedad no quedaba restringida a estas funciones. Mientras para la mayoría de los carlistas el lugar de las españolas estaba en el hogar y sólo debían implicarse en la calle cuando Dios, el Rey y la Patria lo necesitasen coyunturalmente, como durante la Segunda República69, para Gortázar esta era una situación más estructural que coyuntural porque los problemas de la sociedad eran de larga duración. Por este motivo pidió constantemente a los líderes carlistas que favoreciesen una mayor participación política de las mujeres, sobre todo en el sentido de la movilización, puesto que la escritora se oponía a la concesión del sufragio a las mujeres70.
En este apartado se ha mostrado una constante interrelación entre los dos niveles del discurso de Gortázar: la idea de la mujer activa en la esfera pública con la misión de regenerar a España y la de la mujer garante de la tradición y la feminidad en el ámbito privado. Si bien son dos retóricas que aparentemente se contradicen, en realidad son complementarias. En sintonía con el sentir mayoritario del movimiento católico femenino, Gortázar percibía que las españolas, por sus características naturales, habían evitado mejor que los hombres los peligros del liberalismo y los embates de la modernidad. Por este motivo la regeneración del país debía recaer fundamentalmente en las mujeres y no en los hombres, también en lo referente a la esfera pública. La forma en que Gortázar expresó esta opinión siempre fue directa:
Si el liberalismo social ha inutilizado a los hombres, probemos las mujeres nuestras fuerzas [...]. Mientras el liberalismo social destroza los hogares y la familia cristiana se muere. ¡Mujeres españolas, madres y esposas, hijas católicas y entusiastas en el cumplimiento de los deberes cristianos! Decidme, si los hombres lo hacen tan mal, ¿qué nos corresponde hacer? ¡Salvemos nuestra querida España [...]!71.
Para Dolores de Gortázar el ideal de mujer era una mezcla entre la Inmaculada y los preceptos de la Perfecta Casada de Fray Luis de León72. Entre las cualidades virtuosas se encontraban la religiosidad, caridad, honestidad, humildad, amabilidad, sentimentalidad, hermosura e inteligencia73. Asimismo, para Gortázar, los hombres y las mujeres debían tener la capacidad de perdonar a quienes les habían agravado, aunque fuese duramente. Entonces, en sus novelas moralizadoras, como hicieron muchas de sus contemporáneas implicadas en el movimiento católico femenino, puso de ejemplo la capacidad de Jesús para perdonar en la cruz a quienes le condenaban74.
Todo este ideal de la mujer como la Inmaculada-Perfecta Casada no encaja con el modelo activo y combativo que mostró en otros momentos y espacios. Esto se debe a que una cosa es lo que declaraba explícitamente y otra lo que ella defendía más sutilmente. Si bien esto podría parecer una incongruencia, no hay que perder de vista que, a las cualidades virtuosas mencionadas, las carlistas debían añadir otras especiales: abnegación, lealtad y capacidad de resistencia en los momentos angustiosos75. Según su opinión, ella cumplía con el ideal viril y de esta manera definió su propia militancia política:
La impetuosidad de mi carácter altivo, indómito, intransigente cuando de tradicionalismo se discute, y encubre la corteza frágil de mujer una virilidad masculina capaz de arrostrar en su intrepidez los más inconcebibles peligros [...] en defensa de la Religión, de la Patria y de nuestro Caudillo [...]76.
El modelo de heroína viril y fuerte planteado por Gortázar fue muy diferente al que propuso el nacionalismo vasco de Arana. Según esta visión, como el género no saturaba el significado cultural y social de los seres humanos con cuerpo de mujer, la biología no imponía límites infranqueables a todas las mujeres. Esta perspectiva permitía mostrar tolerancia hacia las mujeres excepcionales, algo que no se hacía extensible a todas77. En el planteamiento de Gortázar, como era tradicional en el catolicismo, la diferencia estriba en que todas las mujeres españolas podían mostrarse como heroínas viriles en defensa de la religión y de la patria durante coyunturas desesperadas en las que los hombres se mostrasen incapaces de ofrecer soluciones.
En lo que respecta al matrimonio, para Dolores de Gortázar era importante que estuviese basado en el amor, pero del análisis que hizo de la España del momento concluyó que la mayoría de los casamientos estaban basados en el interés, económico o social78. Sin embargo, no propuso nada para solucionarlo más allá de la petición a las mujeres de que fuesen cautas y que sólo se casasen con alguien que cumpliese plenamente sus expectativas de lo que debía ser un hombre ideal. Esta precaución la solicitaba porque no tenía en alta estima a los hombres en temas amorosos, al considerar que la mayoría hacía daño conscientemente a las mujeres una vez que las conquistaban. Por este motivo, en varios poemas escribió cosas como «¡Desgraciadas las mujeres / Cuando en los hombres confían»79. En consecuencia, expuso que era mejor no casarse que hacerlo con un hombre poco deseable, puesto que lo que nunca debían hacer si eran dignas católicas era divorciarse o ser infieles. Con esta argumentación, Gortázar consideraba que era mucho más digno estar solteras y ser libres que embarcarse en un matrimonio infeliz80. A esto había que sumar que las mujeres tenían un hándicap importante, y es que ellas no podían declararse al hombre que cumpliese su ideal, sino que tenían que esperar a que este diese el paso81.
CONCLUSIONES
Dolores de Gortázar sostuvo muchos planteamientos heterodoxos con respecto a su cultura política, especialmente en lo referente al liberalismo y a la práctica religiosa, que permiten analizar las posibilidades de pensamiento de las mujeres en el seno del carlismo, así como sus diferencias y semejanzas con respecto a lo propuesto desde el movimiento católico femenino. El elemento más destacado del pensamiento de la escritora carlista sobre la religión fue la jerarquización que hizo entre las formas de cumplir con los preceptos religiosos que eran virtuosas y las que no. Entendió que había muchas personas, inclusive curas, autoidentificadas como católicas y antiliberales que eran poco virtuosas, mientras que había otras que, aunque fuesen liberales, obraban de forma caritativa y cumplían, consciente o inconscientemente, los mandamientos católicos.
En cuanto a las funciones que Gortázar asignó a las mujeres, su pensamiento tuvo muchas similitudes con los postulados hegemónicos dentro de la cultura política carlista en lo que respecta a que consideraba que la función fundamental de las españolas, en situaciones normales, era inculcar valores a su descendencia. Sin embargo, ante las situaciones de excepción entendía que las mujeres debían tener amplia presencia en las luchas políticas y sociales. La particularidad de su pensamiento es que esa situación extraordinaria se vivió desde finales del XIX hasta su muerte en 1936, por lo que fue más estructural que coyuntural. Para hacer frente a estas circunstancias, en su pensamiento las españolas tuvieron asignadas dos funciones fundamentales, las cuales estaban plenamente aceptadas en el movimiento católico femenino: reconducir a sus maridos al buen camino, puesto que se entendía que los hombres habían sucumbido en mayor medida ante las influencias laicas y materialistas, y participar en la esfera pública para intentar regenerar una sociedad decadente. Como los hombres habían fracasado repetidamente en sus intentos de solucionar estos problemas, las mujeres debían dar un paso adelante para salvar a la patria y a la religión.
Recibido: 2020-07-17 · Aceptado: 2021-03-02
DOI: https://dx.doi.org/10.5944/etfv.33.2021.27912
2. Este artículo se enmarca en una investigación predoctoral (FPU16/02273) y en el proyecto «Identidades en movimiento. Flujos, circulación y transformaciones culturales en el espacio atlántico (siglos XIX y XX)» (PID2019106210GB-I00). Agradezco a Darina Martykánová, Pilar Toboso y Alexandre Dupont sus comentarios.
3. El Álbum ibero americano, 14/5/1900, p. 215; La Montaña, 7/12/1924, p. 10.
4. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (BVMC), Carta de Dolores de Gortázar a Marcelino Menéndez Pelayo, vol. 20, c. 321, 24/6/1909, http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/carta-de-dolores-de-gortazar-serantes-a-marcelinomenendez-pelayo-leon-24-junio-igog-835gi4/html/, [Consultado el 9/11/2017]; Gaceta de instrucción pública y bellas artes, 10/9/1908, p. 6; Gaceta de Madrid, 23/4/1909, pp. 937-941.
5. Real Biblioteca, signaturas ARB/25, doc. 208 y ARB/24, doc. 121; BVMC, Carta de Emilio Castelar a Marcelino Menéndez Pelayo, vol. 14, c. 433, 8/1/1898, http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/carta-de-emilio-castelar-amarcelino-menendez-pelayo-madrid-8-enero-i8g8-82ogo5/html/, [Consultado el 9/11/2017]; Carta de Dolores de Gortázar a Marcelino Menéndez Pelayo, vol. 21, c. 828, 16/11/1911, http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/carta-de-doloresde-gortazar-serantes-a-marcelino-menendez-pelayo-madrid-i6-noviembre-igii-83gg82/html/, [Consultado el 9/11/2017].
6. El Correo español, 26/1/1900, p. 2; La Correspondencia de España, 9/9/1910, p. 6.
7. Gortázar, Dolores: Arte Poética de Horacio. Madrid, Imprenta Moderna, 1901, p. 12, 15 y 66; Gortázar, Dolores: «La Editorial Cantabria», La Atalaya, 21/10/1924, p. 5; La correspondencia de Valencia, 25/5/1928, p. 5; Gortázar, Dolores: «La cruzada de buenas lecturas», El Siglo futuro, 4/12/1929, p. 4.
8. Gortázar, Dolores: El Cristo de la Roca. Madrid, Imp. Marqués de Santa Ana, 1911; Gortázar, Dolores: La Roca del Amor. Madrid, Editorial Rubiños, 1924.
9. Para su análisis he tenido presentes las reflexiones de: Blasco, Inmaculada: «Identidad en movimiento: la acción de las «católicas» en España (1856-1913)», Historia y Política, 37 (2017), pp. 27-56.
10. El Correo español, 13/3/1899, p. 2; El Cruzado español, 2/5/1930, p. 2; ABC, 2/4/1933, p. 49.
11. Canal, Jordi: Banderas blancas, boinas rojas. Una historia política del carlismo, 1876-1939. Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 238-248.
12. «Fundación de San Francisco de Paula», ABC, 27/5/1910, p. 11; Gortázar, Dolores: Nimias. Poesías. Madrid, Est. Tip. De Francisco Maldoqui, 1898, p. 5.
13. Canal, Jordi: Banderas blancas..., p. 43 y 115; CANAL, Jordi: El carlismo. Dos siglos de contrarrevolución en España. Madrid, Alianza, 2000, pp. 296-297; Moral Roncal, Antonio Manuel: «María Rosa Urraca Pastor: de la militancia en Acción Católica a la palestra política carlista (1900-1936)», Historia y política, 26 (2011), p. 209.
14. Por ejemplo: Gortázar, Dolores: «Santa Teresa de Jesús», El Correo español, 19/10/1919, p. 1; El Correo español, 11/1/1921, p. 3; «La grandiosa Junta de Lourdes», El Correo español, 24/2/1921, p. 4; El Cruzado español, 15/11/1929, p. 8; El Cruzado español, 15/8/1930, p. 6; El Cruzado español, 31/10/1930, p. 2. Sobre la Junta de Lourdes publicó una obra titulada La Regeneración de España, que fue ampliamente publicitada desde El Correo español, 4/2/1921, p. 4.
15. Moral Roncal, Antonio Manuel: «1868 en la memoria carlista de 1931: dos revoluciones anticlericales y un paralelo», Hispania sacra, 119 (2007), p. 346. Ver: Gortázar, Dolores: «¡¡No estoy dormida!!», El cruzado español, 18/11/1932, p. 4; Gortázar, Dolores: «Vaticinios que se cumplieron», El Cruzado español, 29/11/1932, p. 1.
16. González Calleja, Eduardo: «Aproximación a las subculturas violentas de las derechas antirrepublicanas españolas (1931-1936)», Pasado y memoria, 2 (2003), pp. 107-141; Millán, Jesús: «Una reconsideración del carlismo», Ayer, 29, (1998), pp. 91-108; Canal, Jordi: Banderas blancas..., p. 31; Canal, Jordi: El carlismo..., pp. 21-22.
17. Gortázar, Dolores: «El feminismo católico», Diario de Reus, 13/7/1919, p. 2.
18. Gortázar, Dolores: Margarita. Juguete cómico en un acto y en verso. León, 1895, p. 19.
19. Gortázar, Dolores: El Cristo..., pp. 66-73, la cita en p. 69.
20. Ídem, pp. 71-72.
21. Salvador y Barrera, José María: «Sobre elecciones», España y América, 1/10/1909, pp. 424-429. Para situar la coyuntura electoral en contexto desde la perspectiva católica, recomiendo: Cueva, Julio de la: «Católicos en la calle: la movilización de los católicos españoles, 1899-1923», Historia y política, 3 (2000), pp. 55-80; Montero, Feliciano: «El movimiento católico en España: la respuesta de la provincia eclesiástica de Valladolid a la encuesta Vico (1908)», Espacio, tiempo y forma. Serie V, Historia contemporánea, 5 (1992), pp. 343-366.
22. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 86. Que la figura del cura era la ejemplar y moralizadora no escapó a quienes escribieron reseñas entonces: AßC, 26/7/1911, p. 15. La idea de que el cura no debía ser sólo un dispensador de sacramentos, sino un modelo de los valores cristianos, estaba extendida en los sectores católicos europeos de la época: Werner, Yvone Maria: «Alternative masculinity? Catholic missionaries in Scandinavia», en Werner, Yvone Maria (ed.): Christian Masculinity: Men and Religion in Northern Europe in the 19th and 20th Centuries. Leuven, University Press, 2011, p. 166.
23. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 261.
24. Gortázar, Dolores: La Roca..., p. 63
25. Santoveña, Antonio: Marcelino Menéndez Pelayo: revisión crítico-biográfica de un pensador católico. Santander, Asamblea Regional de Cantabria. Universidad de Cantabria, 1994, p. 181, 192-193; Canal, Jordi: Banderas blancas., p. 189.
26. Gortázar tuvo una estrecha relación con Emilio Castelar, quien, a pesar de ser católico, como defendió durante su gobierno la libertad religiosa y la separación entre la Iglesia y el Estado, se convirtió en un mito negativo para el catolicismo español. Sin embargo, Gortázar se esforzó en mostrar la cara más católica de Castelar para modificar su imagen: Gortázar, Dolores: «Las madres españolas confirmamos el hermoso artículo de Rafael Comenge», Las Provincias, 13/2/1930, p. 1; Gortázar, Dolores: «Castelar», La Hormiga de oro, 25/6/1931, p. 11; Gortázar, Dolores: «Castelar», La Nación, 25/9/1931, pp. 1-2; Gortázar, Dolores: «Emilio Castelar», Religión y patria, 15/3/1936, pp. 2-3.
27. Sobre identidad: Scott, Joan W.: «El eco de la fantasía: la historia y la construcción de la identidad», Ayer, 62 (2006), pp. 111-138.
28. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 56.
29. Idem, pp. 57-58.
30. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. VI y 59; El Porvenir de León, 7/9/1895, p. 2.
31. Donézar, Javier María: «Emilio Castelar, una vida a rasgos», en Gómez, Juan Carlos & otros: Constitución republicana de 1873 Autógrafa de D. Emilio Castelar. El orador y su tiempo. Madrid, UAM Ediciones, 2014, pp. 39-216, 106-107, 160 y 207.
32. Estos planteamientos, sobre todo la importancia de la sinceridad en la práctica religiosa, recuerdan a los propuestos por Galdós en La familia de León Roch (1878). Véase: Martykánová, Darina: «El amor condenado, el amor triunfante: El género en el discurso sobre la ciencia, la religión y la nación en tres obras de Benito Pérez Galdós», Espacio, tiempo y forma. Serie V, Historia contemporánea, 29 (2017), pp. 149-179.
33. Louzao, Joseba: Identidad, catolicismo y modernización en la Vizcaya de la restauración (1890-1923), (Tesis doctoral), UPV/EHU, 2010, p. 144.
34. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 79.
35. Gortázar, Dolores: La Roca..., p. 74. La crítica a la beatería no impidió que, a comienzos del siglo XX, fundase una asociación de señoras con el fin de rezar un cuarto de hora diario por la causa carlista: El Correo español, 25/1/1902, p. 1.
36. Gortázar, Dolores: La Roca., p. 220; Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 247. Este tipo de críticas son similares a las formuladas décadas atrás por Pilar Sinués: Mînguez, Raúl: «Liberalismo y catolicismo ante el espejo. La construcción de las feminidades decimonónicas», en Blasco, Inmaculada (ed.): Mujeres, hombres y catolicismo en la España contemporánea. Nuevas visiones desde la historia. Valencia, Tirant humanidades, 2018, p. 32.
37. Salomón, Pilar: «Devotas, mojigatas, fanáticas y libidinosas. Anticlericalismo y antifeminismo en el discurso republicano a fines del siglo XIX», en Aguado, Ana & Ortega, Teresa (eds.): Feminismos y antifeminismos. Culturas políticas e identidades de género en la España del siglo XX. Valencia, PUV, 2011, pp. 71-98.
38. Gortázar, Dolores: El Cristo..., pp. III-IV; «Escuelas populares 'Roma' de la Virgen del Camino y de San José», El Correo español, 5/1/1918, p. 2.
39. Discurso de Dolores de Gortázar sobre Acción Social Católica de la mujer española, publicado en Revista Católica Feminista Roma. Madrid, Imprenta Crespo, 1913.
40. «Centro nacional de educación e instrucción», La Correspondencia de España, 30/9/1904, p. 4.
41. Gortázar, Dolores: La Roca..., pp. 170-172.
42. Soto y Corro, Carolina de: «Notas feministas», ElGuadalete, 25/3/1906, pp. 1-2; «La escuela de Santa Teresa», El imparcial, 13/6/1906, p. 2; El Liberal, 8/7/1906, p. 2.
43. Gortázar, Dolores: El Cristo..., pp. 196-197.
44. Esta crítica no pasó inadvertida en las reseñas de la obra: El País, 26/7/1911, p. 1.
45. El cruzado español, 5/9/1930, p. 8. Ver también: GORTÁZAR, Dolores: Arte., p. 8; Gortázar, Dolores: «Verdades y esperanzas», El eco de Gerona, 24/5/1924, p. 1. Esta idea fue defendida por muchas mujeres del movimiento católico femenino español: Moral Roncal, Antonio Manuel: «María Rosa Urraca Pastor.», pp. 205-206 y p. 214; Sagredo, María L. de: Cuentos Blancos. Barcelona, Imp. De E. Subirana, 1915, p. 160.
46. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 253. Esta idea la mantuvo, incluso más radicalizada, en la reedición de la obra: Gortázar, Dolores: La Roca..., pp. 214-215.
47. Gortázar, Dolores: «Santa Teresa de Jesús», El Correo español, 15/10/1919, p. 1; Gortázar, Dolores: «La mujer», La Gaceta de Tenerife, 11/1/1922, pp. 1-2; Vázquez, Aurelio: «Un éxito magno», El Cruzado español, 22/11/1929, p. 3. El género es la categoría fundamental para el análisis de esta parte del texto porque considero que es la mejor herramienta para el estudio de la diferencia sexual: Scott, Joan W.: «Género: ¿Todavía una categoría útil para el análisis?», La manzana de la discordia, 6 (2011), pp. 95-101.
48. Gortázar, Dolores: La Roca., p. 173
49. Gortázar, Dolores: «¡Viva España!», Heraldo de Murcia, 13/6/1898, p. 4.
50. El Porvenir de León, 17/8/1895, pp. 2-3; El Porvenir de León, 4/9/1895, p. 2.
51. Discurso de Dolores de Gortázar sobre..., p. 8.
52. Canal, Jordi: Banderas blancas., pp. 249-251.
53. Gortázar, Dolores: «La mujer», La Gaceta de Tenerife, 11/1/1922, pp. 1-2. Entre corchetes los cambios que Gortázar introdujo en una versión posterior: Gortázar, Dolores: «La mujer», El eco de Cartagena, 21/9/1928, p. 2.
54. Aresti, Nerea: «La historia de las masculinidades, la otra cara de la historia de género», Ayer, 117 (2020), pp. 344-345.
55. Gortázar, Dolores: «La medalla del teniente», Las Provincias, 15/12/1928, p. 3. Esta idea fue constantemente repetida: Gortázar, Dolores: Nimias., p. 30; Gortázar, Dolores: «¡¡María Inmaculada!!», El Cruzado español, 6/12/1929, p. 8. Sobre esto: Van Osselaer, Tine & Maurits, Alexander: «Heroic men and Christian ideals», en Werner, Yvonne Maria (ed.): Christian Masculinity: Men and Religion in Northern Europe in the 19th and20th Centuries. Leuven, University Press, 2011, pp. 63-94.
56. Gortázar, Dolores: «La Cruz bendita», El Diario Palentino, 7/4/1909, p. 1; Gortázar, Dolores: «El soldado», El Compostelano, 10/11/1928, p. 4. Ver: Torres, Gemma: «La reivindicación de la nación civilizada: masculinidad española en el discurso colonial sobre Marruecos (1900-1927)», Cuadernos de historia contemporánea, 39 (2017), pp. 59-81.
57. Gortázar, Dolores: «¡Remember!», La Nación, 21/2/1935, P· 2. Ideas similares mostró en sus novelas: Gortázar, Dolores: La Roca..., p. 39.
58. Ejes que operaban desde tiempo atrás: Romeo, María Cruz: «¿Sujeto católico femenino? Política y religión en España, 1854-1868», Ayer, 106 (2017), p. 103.
59. González Calleja, Eduardo: op.cit., pp. 113-117. Para un estudio que analice el papel de las carlistas durante la segunda guerra carlista: Dupont, Alexandre: «Soignantes et consolatrices? Femmes contre-révolutionnaires dans la Seconde guerre carliste (Espagne, 1872-1876)», Genre & Histoire, Recuperado de internet, http://journals.openedition. org/genrehistoire/2695, [Consultado el 1/7/2018].
60. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 98; Canal, Jordi: El carlismo., p. 293. Para estudios sobre el duelo y sus implicaciones para la masculinidad: Martorell, Miguel: Duelo a muerte en Sevilla. Sevilla, Ediciones del Viento, 2016; Luengo, Jordi: «Masculinidad reglada en los lances de honor. Desafíos burgueses en el cenit de un fin de época (18701910)», Rubrica Contemporánea, 13 (2018), pp. 59-79.
61. Gortázar, Dolores: Margarita. Juguete cómico en un acto y en verso. León, 1895, p. 16 y 37-38; Gortázar, Dolores: Nimias., pp. 72-73. Este tipo de relatos fueron habituales en las novelas y cuentos de las mujeres del movimiento católico femenino. Por ejemplo: Echarri, María: Más poderoso que el amor. Barcelona, Imprenta Editorial Barcelonesa, 1915.
62. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 255.
63. Gortázar, Dolores: «Diálogo», Revista Gallega, 10/1/1897, p. 4.
64. Gortázar, Dolores: La Roca..., p. 116.
65. Gortázar, Dolores: «A Don Jaime III», El Correo español, 18/11/1909, p. 1; Gortázar, Dolores: «¡Así es nuestro Caudillo!», El Eco de Gerona, 6/8/1927, p. 1.
66. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 22 y 179; Gortázar, Dolores: La Roca., p. 176.
67. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 38 y 215; Gortázar, Dolores: La Roca., p. 35 y 48. La campaña contra el alcohol, como causa y consecuencia de la inmoralidad, se extendió durante este periodo entre los sectores cristianos a nivel transnacional: Brown, Callum G.: «Masculinity and Secularisation in twentieth-century Britain», en Werner, Yvonne Maria (ed.): Christian Masculinity: Men and Religion in Northern Europe in the 19th and 20th Centuries. Leuven, University Press, 2011, pp. 53-54.
68. Gortázar, Dolores: «Los Evangelios de la mujer», Revista Gallega, 15/4/1900, p. 3; La Correspondencia de España, 6/1/1902, p. 3.
69. Moral Roncal, Antonio Manuel: «Las carlistas en los años 30: ¿De ángeles del hogar a modernas amazonas?», Revista Universitaria de Historia Militar, 13 (2018), pp. 61-72.
70. Discurso de Dolores de Gortázar sobre..., p. 7; «Acción de las Margaritas madrileñas», El Cruzado español, 30/5/1930, p. 2.
71. Gortázar, Dolores: «El feminismo católico», Diario de Reus, 13/7/1919, p. 2; Gortázar, Dolores: «El feminismo católico», El Salmantino, 17/7/1919, p. 2; Gortázar, Dolores: «El feminismo católico», El Eco de Cartagena, 23/8/1919, p. 1.
72. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 83; Gortázar, Dolores: La Roca., p. 85.
73. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 8 y 86; Gortázar, Dolores: La Roca., p. 9; Gortázar, Dolores: «En el día de Reyes», El Correo español, 10/1/1900, p. 2; Gortázar, Dolores: «La mujer», La Gaceta de Tenerife, 11/1/1922, pp. 1-2.
74. Gortázar, Dolores: El Cristo..., p. 165 y 175; Gortázar, Dolores: La Roca..., p. 155
75. «Notable velada en la Sociedad Tradicionalista», El Correo español, 28/7/1902, p. 2; «Por los Mártires de la Tradición», El Correo español, 15/3/1921, p. 2. Todavía ha sido poco explorada la capacidad del carlismo para redefinir y proponer ideales de género renovadores a través de la literatura durante el primer tercio del siglo XX. Para una excepción: Cibreiro, Estrella: «Entre el dinamismo ideológico y el estatismo filosófico: la aproximación al género y a la mujer en la obra de Valle-Inclán», ALEC, 3 (2008), pp. 33-56.
76. Gortázar, Dolores: «Así es nuestro Caudillo», El Eco de Gerona, 6/8/1927, p. 1.
77. Aresti, Nerea: «De heroínas viriles a madres de la patria. Las mujeres y el nacionalismo vasco (1893-1937)», Historia y política, 31 (2014), pp. 288-289.
78. Gortázar, Dolores: «Amor y flores», Revista Gallega, 21/2/1897, p. 3; Gortázar, Dolores: «Las hijas de Eva», Las Provincias, 16/10/1928, p. 1.
79. Gortázar, Dolores: «La pastora castellana», ElCompostelano, 1/8/1928, p. 4. Ver también: Gortázar, Dolores: «Los Evangelios de la mujer», Revista Gallega, 15/4/1900, p. 3.
80. Esta fue una idea constante en sus relatos: Gortázar, Dolores: Nimias..., p. 25, 82 y 92-97; Gortázar, Dolores: «Pensamientos», El Porvenir de León, 30/1/1895, p. 3; Gortázar, Dolores: «¡Ilusiones!», Revista Gallega, 21/8/1898, pp. 3-4; Gortázar, Dolores: «¡Sueños!», Revista Gallega, 4/12/1898, pp. 5-6; Gortázar, Dolores: «Desencanto», Revista Gallega, 31/5/1896, p. 5.
81. Gortázar, Dolores: «¡Ilusiones!», Revista Gallega, 21/8/1898, pp. 3-4. La idea la repitió constantemente, sobre todo durante su juventud: Gortázar, Dolores: «Sueños», El Correo español, 22/6/1900, p. 2; Gortázar, Dolores: «Cantares», Heraldo de Zamora, 29/7/1902, p. 1.
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Discurso de Dolores de Gortázar sobre Acción Social Católica de la mujer española, publicado en Revista Católica Feminista Roma. Madrid, Imprenta Crespo, 1913.
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Abstract
Abstract Dolores de Gortázar was a Carlist writer who sustained many unorthodox approaches in relation with her political culture, both in her literary works and in her political articles. In this paper I analyze Gortázar's thought from a gender perspective, focusing on two fundamental elements: on the one hand, I study the way that Gortázar believed should be practice the Catholic religion by the people. [...]I study the ideal virtues that the Carlist writer assigned to both men and women. Sin embargo, tras la escisión mellista (1919), surgida por el enfrentamiento entre Juan Vázquez de Mella y el pretendiente carlista Jaime I, se produjo un aumento de la importancia política de Gortázar: fue protagonista en trascendentes actos del jaimismo, como la Junta de Lourdes de 1921, y en mítines y en labores de propaganda por toda España, aunque nunca alcanzó el prestigio e influencia de María Rosa Urraca Pastor, la líder carlista más destacada del periodo14.
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1 Universidad Autónoma de Madrid