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Aire de las colinas. Cartas a Clara Juan Rulfo Debate, Madrid, 2000.
La construcción del amor
Sin duda nos encontramos ante un libro cuya lectura va a estar marcada por el intenso despliegue de las expectativas que encierra su publicación. La escritura de Juan Rulfo es un bien "escaso" y la aparición de cualquier texto inédito del autor de Pedro Páramo y El llano en llamas está llamada a provocar deseo. Alguien escribió que la literatura actúa como una expectativa decepcionada y, si la definición nos parece acertada, conviene decir que estames ante una gran y fértil decepción. Expectativa decepcionada porque la palabra literaria rompe con Io previsible y predecible para lograr que en el espacio de esa decepción irrumpa lo inesperado, la grieta que acerca cavidades no cartografiadas, horizontes no sospechados. La expectativa cumplida, al darnos la razón, nos devuelve a nuestro propio egoísmo y confort; la no confirmada nos desaloja de la autocomplacencia, nos obliga a la inteligencia, nos posibilita el crecimiento. Y en esos frutos reconocemos el árbol de la literatura.
Frente a este libro muchos van a sentirse felizmente decepcionados. Nadie se va a encontrar a un Flaubert escribiendo cartas literarias a Louise Colet en las que el afán de ser admirado o amado se amalgama con breves o largas disquisiciones sobre el tormento y el éxtasis de la escritura. Difícilmente alguien hallará entre las páginas de este libro la frase o el párrafo que aclare el misterio del "genio" Juan Rulfo, o dé una clave para descifrar la potencia de la textura de sus relatos. No desvela ningún secreto, aunque acaso nos avise de que la carta robada ha estado siempre encima de la mesa de trabajo. Nadie encontrará tampoco el lenguaje desaforado, romántico y excesivo de un aima enamorada. Nada tiene que ver este libro con las Cartas a su novia de Victor Hugo o con la juguetona y procaz correspondencia entre Don Benito Pérez Galdós y la ilustre condesa Doña Emilia Pardo Bazán. Y si Fernando Pessoa certificó en verso que todas las cartas de amor son ridículas porque si no no serían cartas de amor, tampoco aquí su aserto se cumple. Nada hay en este libro que alimente el cotilleo, esa degradación perezosa de la curiosidad...