Recibido: 09/04/2018 Aceptado: 04/07/2018
DOI : http://dx.doi.org/10.5944/etfv.30.2018.21864
Resumen
Este texto analiza las fuertes discrepancias que hubo en el anarquismo del siglo XIX a propósito del tema independentista cubano. En un principio, la tesis más extendida fue que la liberación de Cuba del dominio español no garantizaba a la isla su libertad, que los anarquistas entendían como una emancipación económica y social y no política. La lucha por la instauración de una república, pensaban, no era su lucha. Sin embargo, el mensaje de Martí caló entre muchos obreros cubanos, incluidos los anarquistas, y en las páginas de los periódicos libertarios, tanto de Cuba como de España o Estados Unidos, se discutió mucho sobre si los anarquistas debían o no apoyar la causa independentista. Personajes centrales en esta polémica fueron los impresores Enrique Roig, Enrique Creci y Pedro Esteve, que utilizaron los periódicos que editaron para reflexionar sobre el tema de la patria, el patriotismo y el independentismo. Finalmente, ganó en el seno del anarquismo cubano la causa de la independencia. Incluso Esteve, el más reticente, acabó aceptando que había que apoyar la guerra por la independencia cubana siempre que el objetivo último siguiera siendo la revolución anarquista.
Palabras clave
Anarquismo; Cuba, independentismo cubano; siglo XIX; Enrique Roig San Martín; Enrique Creci; Pedro Esteve; Palmiro de Lidia; El Productor; La Alarma; Archivo social.
Abstract
This text analyses the strong discrepancies that arose in XIXth Century anarchism regarding Cuban independence. At first, the anarchist theory was that the liberation of Cuba from Spanish rule did not guarantee the Island its freedom, which the anarchists understood as being an economic and social emancipation but not a political one. The fight for the establishment of a republic, they thought, was not their fight. However, Martí's message made an impression amongst many Cuban workers, including the anarchists, and in the pages of the libertarian newspapers, both Cuban and Spanish or North American, there was much debate on whether or not the anarchists should support the cause of independence. Key figures in this controversy were the printers Enrique Roig, Enrique Creci and Pedro Esteve, who used the periodicals they published to deliberate on the themes of homeland, patriotism and independence. Finally, at the heart of Cuban anarchism it was the struggle for independence that prevailed. Even Esteve, the most reluctant, ended up accepting that it was necessary to support the Cuban war of independence as long as the final objective continued to be anarchist revolution.
Keywords
Anarchism; Cuba, Cuban Independence; XIXth Century; Enrique Roig San Martín; Enrique Creci; Pedro Esteve; Palmiro de Lidia; El Productor; La Alarma; Archivo social.
1.EL ANARQUISMO EN CUBA A FINES DEL SIGLO XIX
La vía fundamental de entrada de las ideas anarquistas en Cuba, sobre todo a partir de 1880, fueron los trabajadores españoles emigrantes que afluyeron a la isla en gran número2. El anarquismo prendió en las ciudades cubanas, sobre todo en la industria tabaquera, aunque también, en menor medida, entre los impresores y los obreros de los muelles, en contacto con las tripulaciones de los barcos que traían a la isla periódicos, folletos y libros anarquistas desde Europa y otros países de América.
Surge por entonces la carismática figura de Enrique Roig San Martín (1843-1889)3, un criollo blanco tabaquero que se convierte en el gran ideólogo y organizador del anarquismo cubano4. En julio de 1887, aprovechando una mayor libertad de prensa en la isla, Roig San Martín fundó el influyente periódico anarquista de La Habana El Productor, a semejanza de El Productor que se editaba en Barcelona, con el que mantuvo vínculos muy estrechos. Muchos artículos publicados en El Productor de Barcelona, que durante un tiempo dirigió el impresor Pedro Esteve, personaje central en el anarquismo hispano-cubano de entresiglos, también se publicaron en el de la Habana. El Productor de Barcelona llegaba a la isla (junto con otros periódicos anarquistas españoles) y el de la Habana se podía leer en España. El paralelismo entre uno y otro es evidente, en ambos se pudo apreciar el giro desde el anarco-colectivismo y las tácticas legalistas al anarco-comunismo y el discurso violento, partidario de la llamada ?propaganda por el hecho?5. Igual que ocurrió en Barcelona, entre 1889 y 1891 el anarquismo cubano se radicalizó, surgieron grupos de propaganda y acción (como los grupos Lingg y Parsons, que llevaban el nombre de dos de los mártires de Chicago6). Sus oficinas se encontraban ubicadas en el local del Círculo de Trabajadores7, que se había convertido, desde su fundación en 1885, en uno de los principales centros obreros de Cuba.
El Círculo había llevado a cabo una intensa campaña en apoyo de los famosos anarquistas de Chicago, que fortaleció aún más la posición dirigente que el anarquismo ocupaba en el movimiento obrero cubano. En él se estableció un Comité de Auxilio a los condenados a muerte, cuyo secretario fue Enrique Creci, un tipógrafo y tabaquero criollo de raza blanca que consiguió recaudar una suma importante (2.100 pesos en oro, equivalente a unos 1500 dólares) de los 7500 requeridos para apelar el veredicto del Tribunal Supremo (cantidad bastante superior a la recaudada en España por El Productor de Barcelona). Además, tres días antes de la ejecución de los anarquistas en Chicago, el Comité reunió a más de 2000 personas en el circo-teatro de Jané de La Habana para pedir clemencia al gobernador de Illinois8. El Productor de La Habana y su director fueron sancionados con fuertes multas por publicar que los anarquistas de Chicago habían sido ejecutados por sus ideas, y el Círculo fue multado por exhibir en sus salones una pintura al óleo que retrataba a los siete mártires9. En todo el mundo, y por supuesto en Cuba, se conmemoraría la masacre de Chicago con manifestaciones cada i° de mayo, según lo decidido en el congreso internacional obrero de París de 1889, y se rendiría homenaje a los mártires de Chicago todos los 11 de noviembre, día de su ejecución en i887.
En El Productor habanero publicó Roig San Martín muchos artículos, como aquel famoso titulado ?¡O pan o plomo!?, muchas veces reproducido10. Sus artículos eran leídos en voz alta por los lectores en las tabaquerías. El mismo Roig San Martín fue lector y tabaquero. La costumbre de la lectura en los talleres de tabaquería sería decisiva para la propagación del ideario anarquistaii. Circulaba con profusión por las fábricas de tabaco, pero tenía influencia entre la clase obrera cubana en su totalidad. El Productor se convirtió rápidamente en el periódico más leído entre los obreros de Cuba12. Desde su fundación proclamó su oposición a las divisiones de raza y las prácticas segregacionistas. Porque en Cuba se había abolido la esclavitud en 1886 pero, como recordaba Pedro Esteve,
?seguía sin poder entrar un negro en un café sin que se produjera un escándalo, y se conservaba en los restaurantes un departamento especial, ocioso decir que era el más feo, para morenos, siendo siempre menospreciados, considerados inferiores en todo. De hecho, la raza de color solo tenía deberes que cumplir; para ella ningún derecho, casi ni el de trabajar, pues poco a poco se les iba expeliendo de los oficios a que con especialidad se dedicaban. (...) Son los parias de la isla. (...) No es extraño que el negro desconfíe del blanco?13.
El anarquismo atrajo hacia sí a la población negra ya que propagaba un ideal igualitario sin distinción de razas y, ?desde el primer momento les abrimos de par en par las puertas de nuestros círculos, de nuestras escuelas, de nuestras sociedades?14.
Además de Roig San Martín, escribían en El Productor de La Habana los otros dos Enriques del anarquismo cubano del siglo XIX: Enrique Messonier, gran orador y organizador, y Enrique Creci, que era sobre todo un hombre de acción.
Roig es una típica figura del intelectual anarquista de su época. Políglota (sabía sobre todo perfectamente francés), gran estudioso, ávido lector, incansable propagador, editor de periódicos. Fue muy combativo, pero no sólo contra el colonialismo español sino también contra el independentismo. Fustigó el ideal republicano afirmando que nada había cambiado para la clase obrera en las repúblicas latinoamericanas ya emancipadas de España y ni siquiera en los EEUU, a los que denominó irónicamente, igual que sus colegas de El Productor de Barcelona, ?la República Modelo?. No podía esperarse que con el advenimiento de la república dejase de ser perseguida a clase obrera15.
Roig San Martín murió prematuramente a los 46 años, probablemente a causa de un coma diabético pocos días después de haber sido excarcelado por el gobierno colonial, el 29 de agosto de 1889. Fue un duro golpe para los anarquistas de Cuba. Se hizo una tirada de 6.000 copias de un número extraordinario de El Productor el 5 de septiembre, invitando a todas las colectividades obreras a acompañar el cadáver, expuesto en el salón del Círculo obrero, hasta el cementerio bautista donde, además de los protestantes, recibían enterramiento anarquistas, librepensadores, masones y espiritistas16. El Productor de Barcelona también describió con minuciosidad el entierro y el cortejo fúnebre, que tuvo que recorrer casi seis kilómetros, y que, a pesar de que la tarde se presentó muy lluviosa, se convirtió en una extraordinaria manifestación de duelo, tal era la extraordinaria popularidad del líder anarquista cubano, congregando a obreros de todas las razas, la mayoría de los cuales llevaban un lazo rojo en la solapa. Los paraguas y las cintas de las coronas de flores de las distintas sociedades obreras eran rojos también17.
Tras la muerte de Roig San Martín, el más relevante anarquista de Cuba será Enrique Creci18, figura clave del Círculo de Trabajadores. Según la descripción de su buen amigo, Adrián del Valle (Palmiro de Lidia), que lo conoció en la Habana a comienzos de 1895, Creci tenía un físico de gran parecido a don Quijote, alto y enjuto. De débil constitución pero siempre de buen humor, con la sonrisa en los labios, de carácter alegre, franco y afectuoso y temperamento apasionado y nervioso. ?Por precaria que fuera su situación, por muchas que fueran sus privaciones y sufrimientos, jamás le abandonaba el buen humor?. ?Algo descuidado en el vestir, manifestando en todo su modo de ser un sello especial de originalidad ingenua, sin asomos de afectación ni intención preconcebida?19. De palabra atropellada algunas veces, enérgica y sarcástica, otras. ?Gustaba del chascarrillo, de la anécdota, del cuentecito, que sabía siempre aplicar a tiempo?. Como orador era fogoso, vehemente, vivo y humorístico. Hablaba y escribía en tono sarcástico pero no rebuscado, con ?estilo satírico, retozón algunas veces, sin caer nunca en lo chabacano ni vulgar?. Inteligencia superior, ?poco cultivada quizás por un estudio metódico, pero siempre original, viva, clara; sin esfuerzo asimilaba conocimientos e ideas, que luego emitía adornándolos con su gracejo natural?. Otro de los rasgos de su personalidad era su ?indocilidad a toda disciplina, a toda imposición, a toda monotonía; carácter independiente, de verdadero libertario, ni sabía mandar ni quería obedecer?. Era revolucionario por temperamento, ?combatía a todos los gobiernos por considerarlos todos emanación directa de la tiranía?20.
Un jovencísimo Arturo Juvanet, corresponsal en Cuba de El Despertar de Nueva York, el periódico de Pedro Esteve, recordaba la ?profunda impresión? que causaron las palabras de Creci en su cerebro:
?Conservo imborrable recuerdo de las íntimas emociones que a mi ser agitaron cada vez que pude oírle. Era yo un niño, un espectador mudo de los que acudían al Centro Obrero. Fue entonces cuando le conocí, cuando oí su franca, interesante y persuasiva conversación. Yo sentía necesidad de saber, de luchar, de codearme con aquellos hombres que, formando la vanguardia de los trabajadores de Cuba, podían enseñarme lo que quería aprender, lo que ignoraba. Un sentimiento inexplicable me impulsaba a las manifestaciones más radicales del pensamiento humano. Por eso deseaba y procuraba oír a Creci y a sus compañeros21.
Poco a poco, el Círculo fue agrupando, no ya sólo a los obreros del tabaco sino a otros gremios que se iban organizando de forma federativa orientados por un ideario anarquista. En 1890 se celebró la primera conmemoración del Primero de Mayo en La Habana con más de 3.000 obreros desfilando pacíficamente por las calles a los compases del himno de Riego y La Marsellesa22. Pero a partir de 1890 la violencia comenzó a mostrarse también en la actividad anarquista de la isla. Desde ese año y hasta el inicio de la guerra de la independencia en 1895, estallaron al menos una docena de bombas en La Habana -o más bien potentes petardos, rellenando con pólvora las bolas de metal que decoraban el parque central del Campo de Marte- a menudo en relación con alguna huelga o para anunciar el i° de Mayo23. La lucha por la libertad, creían los anarquistas, era una guerra y las guerras había que ganarlas. La propaganda por la palabra era inútil sin la ?propaganda por el hecho? para aterrorizar a los opresores e inspirar a los oprimidos. La perpetración de actos de violencia ideológicamente motivados excitaría el ardor de los obreros y haría caer el mito de la invencibilidad de la burguesía. En definitiva, el uso selectivo de la fuerza era un medio eficaz y necesario para acelerar el cambio revolucionario.
2.LA CAUSA INDEPENDENTISTA PRENDE EN EL ANARQUISMO CUBANO
La ideología anarquista hablaba de internacionalismo, de la necesidad de suprimir fronteras, reivindicaba que los obreros no tenían patria, o bien que su patria era el mundo entero, así que, en principio, los anarquistas rechazaban luchar y matar a otros proletarios por un sentimiento patriótico, morir por las naciones. Los obreros -alegaban- solo debían luchar por la emancipación económica de toda la humanidad.
Durante bastante tiempo, los obreros cubanos anarquistas con ideas independentistas fueron minoría. No era solo porque la ideología anarquista rechazaba las guerras nacionalistas, que creía promovidas por la ideología liberal burguesa. Era que, en Cuba, los patronos, los burgueses dueños de las fábricas, eran los que sobre todo habían abrazado el independentismo. Su actitud anti-obrera y su sistemática oposición a las huelgas, mantuvo a los anarquistas, y a los obreros en general, al margen del debate independentista, autonomista y colonial, y alejados de la política cubana, así que, durante un tiempo, las autoridades coloniales tuvieron una actitud de tolerancia vigilada de las actividades obreras.
Sin embargo, la represión y los métodos despóticos del poder colonial español en manos del Capitán General Camilo García Polavieja, nombrado por Cánovas en 1890, lograron que el anarquismo adquiriese un cariz crecientemente anticolonial. Cada vez más anarquistas se convencieron de que compartían con los independentistas el objetivo común de luchar por la liberación del dominio español en Cuba. Ese debía ser el paso previo a la consecución de sus objetivos; una fragmentación de los opositores al colonialismo sólo supondría el fortalecimiento del sistema imperialista que unos y otros pretendían derribar.
Otro factor importante en el giro del anarquismo cubano hacia el independentismo fue el éxodo masivo de tabaqueros de Cuba a Estados Unidos como consecuencia de la crisis económica cubana de 189024. Los emigrados entraron en contacto con organizaciones obreras cubanas en los EEUU, en concreto en Florida, que fueron las primeras en oscilar hacia el independentismo. Los discursos de José Martí, exiliado en Nueva York entre 1880 y 1895, fueron acogidos con entusiasmo en las tabaquerías de Tampa y Cayo Hueso y fue allí, en Florida, donde se redactaron las bases del PRC, que se fundó en EEUU. Martí, consciente de que, sin un amplio apoyo popular, su movimiento emancipador no triunfaría, dio un viraje obrerista a su mensaje para dar cabida a reformas sociales que pudieran atraer a su movimiento a los obreros. Se inauguró una época en EEUU de relaciones estrechas entre los clubes y periódicos anarquistas y el independentismo de Martí.
Enrique Creci y Enrique Messonier quedaron subyugados por las promesas de revolución social lanzadas por el apóstol de la independencia cubana. El incremento de la represión en Cuba les llevó a emigrar a los EE.UU. Por otro lado, la crisis económica generada por el arancel McKinley forzó a miles de tabaqueros a emigrar a las fábricas de tabaco de Estados Unidos, en donde muchos de ellos se incorporaron al PRC y luego volvieron a Cuba. La relación de Cuba con Florida siempre fue muy estrecha. Los tabaqueros iban y venían de las tabaquerías de Cuba a las de Tampa o Cayo Hueso en Florida en busca de trabajo.
En Cuba, el giro definitivo hacia el independentismo en el seno del anarquismo se materializó en el congreso de enero de 1892, tan solo dos meses después de que Martí hubiera dado multitudinarios discursos entre los obreros de Tampa, y muy poco antes de que fundase, en ese mismo mes de enero de 1892, el Partido Revolucionario Cubano, que enseguida atrajo a numerosos anarquistas.
Aprovechando la relativa calma que supuso el cese de García Polavieja al frente de la Capitanía General, se celebró en el centro Gallego de La Habana durante cinco noches, del 15 al 19 de enero de 1892, el llamado Congreso ?Regional? Cubano, siguiendo la semántica anarquista que repudiaba el concepto nacionalista, que reunió a 74 delegados de las distintas asociaciones o gremios de Cuba y una audiencia de unos 1.500 hombres. Se adoptó el anarquismo libertario como meta. Se acordó luchar para conseguir la jornada de 8 horas mediante la huelga general, organizar a las mujeres obreras con el mismo derecho a conseguir las 8 horas de trabajo. Luchar contra toda discriminación racial sin distinción entre los trabajadores por su raza, creencia, etc.
El Congreso admitió que, aunque el objetivo último de la clase obrera era la emancipación social, no había que oponerse a la independencia cubana. Aunque un grupúsculo intentó oponerse, se dispuso que el anarcosindicalismo cubano debía ser menos ortodoxo en su ideología antinacionalista y respaldar las actividades de los que luchaban por la emancipación25. Se decidió que los obreros, a título individual, podían unirse al movimiento independentista y militar en él, sin por ello romper su vinculación con el anarquismo:
?La introducción de estas ideas en la masa trabajadora de Cuba, no viene, no puede venir a ser, un nuevo obstáculo para el triunfo de las aspiraciones de emancipación de este pueblo, por cuanto sería absurdo que el hombre que aspira a su libertad individual se opusiera a la libertad colectiva de un pueblo, aunque la libertad a que ese pueblo aspira sea a esa libertad relativa que consiste en emanciparse de la tutela de otro pueblo?26.
Planteaban la lucha independentista como un proceso por etapas. En primer lugar, era necesario liberar a la Isla del colonialismo español que por siglos la había dominado; y acto seguido, trabajar para difundir el ideal libertario y la lucha por la revolución social.
Las resoluciones fueron redactadas, entre otros, por Enrique Creci, secretario permanente en aquel congreso, que dejó clara cuál era su posición27. Desde al menos 1890, Creci había manifestado en El Productor su idea de que se podía ser a la vez anarquista e independentista, que era justa la causa de los pueblos para emanciparse de tutelas injuriosas28.
Las autoridades coloniales vieron con gran estupor y preocupación esta declaración del congreso obrero y decidieron suspender sus sesiones, prohibir las reuniones obreras, clausurar los periódicos y ordenaron el arresto de los delegados que hicieron la propuesta, multando y clausurando El Productor como instigador de su celebración. El giro independentista del anarquismo cubano supuso el inicio de una política represiva extrema, que terminó con la relativa libertad de la prensa obrera.
3.LA SINTONÍA ANARQUISTA DE DOS IMPRESORES, EL CUBANO ENRIQUE CRECI Y EL CATALÁN PEDRO ESTEVE
?Por iniciativa de Enrique Creci, los socialistas libertarios de la región cubana elegimos a Pedro Esteve para que nos representara en la Conferencia anarquista que se celebró en Chicago en 1892 (sic); por iniciativa de él, vino el mismo compañero a la Habana a dar cuenta de lo discutido en dicha Conferencia?29.
Con esta frase entre otras recordaba a Enrique Creci su íntimo amigo y colaborador Manuel María Miranda. En efecto, Creci, que conocía (aunque no personalmente) a Pedro Esteve por el estrecho intercambio entre los dos periódicos homónimos de La Habana y Barcelona, supo que Esteve, que había emigrado en 1892 a Estados Unidos huyendo de la persecución policial en España tras el asalto anarquista a Jerez de la Frontera, era el representante designado por los anarquistas de España para asistir a la Conferencia de Chicago, así que se le encomendó también la representación de Cuba.
Pedro Esteve, una figura esencial en la relación trasatlántica del anarquismo30, viajó a finales de 1893 a Cuba desde Nueva York para informar de los acuerdos adoptados. Residió tres meses en La Habana, como él mismo recordaba al redactar pocos años después la memoria de aquel congreso o conferencia31. Su contacto fundamental en la Isla fue Enrique Creci, que le llevó al Círculo de Trabajadores, donde impartió conferencias, así como un curso de sociología popular, y le organizó mítines en diversas escuelas, barrios, y galeras32 de tabaquerías.
Cuando Esteve llegó a Cuba, se había desatado una fuerte represión contra los anarquistas. A raíz del Congreso de 1892, la administración española adoptó una actitud de hostigamiento. Se les negó el derecho a asociarse, no podían reunirse para exponer sus teorías sin la presencia de un delegado de la autoridad que les advertía desde el primer momento que no les sería permitido atacar a la religión, ni a la propiedad ni al estado, y que al más pequeño desliz quedaría disuelta la reunión y serían detenidos los organizadores y oradores33.
Las autoridades tuvieron a Esteve bajo constante vigilancia y trataron de impedir sus mítines. Un dictamen de la Junta de Sanidad prohibió una reunión en el Círculo de Trabajadores por considerar que el local era demasiado pequeño y poco ventilado para dar cabida a los obreros reunidos. Otra fue prohibida por no cumplir los requisitos ?legales?, según una disposición del Gobierno civil de última hora34.
Además de su actividad como orador, Esteve se las ingenió para fundar en La Habana La Alarma, un periódico semanal que se publicaba los domingos, cuyo primer número vio la luz el 16 de diciembre de 1893. Circuló por distintas ciudades de Cuba y de Florida (Tampa, Ybor City, Key West) y se intercambió con periódicos anarquistas de diversos lugares, como El Corsario de La Coruña, La Revancha de Reus o El Despertar de Brooklyn, éste último el periódico de los tabaqueros hispano-cubanos de Nueva York cuya dirección asumió Esteve al llegar a Norteamérica35. La redacción y administración del periódico cubano de Esteve se ubicaban en la misma sede del Círculo de Trabajadores, en la calle de Manrique 154. Tanto el Gobernador civil como el fiscal trataron de impedir la salida del periódico, pero cuando se quiso incautar la tirada, ya se había repartido por las casas de los suscriptores. En una sección titulada ?En broma? cuyo autor es probablemente Enrique Creci, se dice con sorna:
?El Gobierno ha creído percibir en este periódico algo así como un olorcillo a ?medios violentos? que le da mala espina. (...) Se nos sitia, más que por los fines que perseguimos, por los medios que empleamos. A tal extremo ha llegado el miedo a los medios, que basta que un policía divise a varios anarquistas parados en medio de la calle, para que enseguida empiecen a buscar el medio de quitarlos de en medio?36.
El cónsul español en Nueva York informó al gobierno cubano de que Esteve podía resultar peligroso, que en sus periódicos en Estados Unidos se mostraba partidario de los atentados contra gobernantes y homenajeaba como mártires a los asesinos: Ravachol, Henry, Vaillant, Santo Caserio, etc37. Le previno sobre la posible llegada de explosivos por barco y, de hecho, las autoridades cubanas extremaron la vigilancia en el muelle, donde se registró el Mascotte, el vapor que habitualmente hacía el recorrido entre Nueva York y La Habana, en busca de bombas, ?pero no hallaron ni un cohete?, según el redactor de La Alarma. ?Se violó la correspondencia, se abrieron cartas y se leyeron periódicos... Al final detuvieron a uno, siciliano, acusado de anarquista por saber dos o tres idiomas y ganarse la vida trabajando? 38.
Los dueños de salas y teatros tampoco quisieron alquilar sus locales a Esteve y sus compañeros anarquistas de La Habana, temiendo desórdenes, incendios o estallido de bombas. El tema de la violencia y del uso de la dinamita por parte de los anarquistas estaba obviamente en el ambiente.
Esteve y Creci eran por entonces anarquistas comunistas partidarios de las teorías de Kropotkin, que se habían impuesto en el anarquismo internacional frente a las colectivistas. Ambos eran también partidarios de la ?propaganda por el hecho?. En La Alarma se hacían suscripciones a favor de los perpetradores de atentados, como Pallás39 y se afirmaba expresamente que el fin justificaba los medios, que la anarquía estaba a favor de la insurrección y que ?los medios de fuerza resultan brillantes factores de progreso y libertad?40.
El compañero de Creci, Manuel María Miranda, recordando su figura señalaba:
?En cuestión de procedimientos era Creci partidario de la propaganda por el hecho. Se entusiasmó con los atentados de Pallás, de Ravachol, de Emilio Henry y de Santos Caserio, como se hubiera entusiasmado con el de Angiolillo. Por eso editó un folleto, con un valiente prólogo escrito por él, que contenía las declaraciones hechas por aquellos héroes de la causa de la humanidad ante los verdugos del pueblo trabajador?41.
Esteve contó con el apoyo de Creci para editar su periódico y se mostró encantado de la buena reacción de los obreros cubanos ante su salida, pero solo se publicaron tres números. Ya no se permitió la salida del cuarto, en enero de 1894. El gobierno lo suspendió en tanto en cuanto no se certificase que el director de la publicación estuviese en el pleno uso de sus derechos civiles y políticos. Al despedirse de los lectores, Esteve afirmaba:
?Sin La Alarma, como con La Alarma, seguiremos propagando nuestros principios; cuando una puerta se nos cierra, nosotros nos abrimos dos. Se nos ha imposibilitado dar una gran reunión pública de propaganda, negándonos locales a propósito, y hemos dado varias en diversos locales; se nos priva de dar reuniones en el Círculo de Trabajadores por considerar que no reúne condiciones higiénicas y de solidez, y las daremos en otros lugares; se nos mata un periódico, publicaremos si es necesario libros en folio?42.
4.EL PERIÓDICO ARCHIVO SOCIAL, CONTINUACIÓN DE LA ALARMA DE LA HABANA
?Con ridiculas excusas?, según contaba Esteve, le obligaron a cambiar el título de su periódico y a transformar La Alarma en Archivo Social: sociología y literatura, el cual también sufrió muchos impedimentos y tuvo corta duración. Empezó siendo semanal para acabar siendo quincenal. Se publicaba en pequeños cuadernos de entre 12 y 16 páginas para que pudiesen encuadernarse en forma de libro, lo que significaba que estaban hechos para perdurar, para que el obrero los guardase en su casa y los leyese repetidamente. Aunque se daba información y se comentaban huelgas de diversos oficios, la revista estaba dirigida sobre todo a los tabaqueros.
Enrique Creci era el cajista encargado de la impresión del Archivo43. No era fácil que los obreros o los lectores de tabaquería propusieran Archivo social como lectura:
?En el taller de Gener, el lector está haciéndose el bobo, lee poco los periódicos obreros y esos los lee mal?44.
En otro caso, son los propios operarios de la fábrica de El Fígaro los que no quieren que se les lea. Desde El Archivo se responde ?que lean el catecismo o la Biblia si tal es su voluntad. El Archivo se escribe para los que quieran leerlo?. Por su parte, en casa de Villar no se leen periódicos obreros como sería natural, puesto que son estos quienes pagan la lectura:
?Allí se leen todos los periódicos políticos pero el Archivo no. Ese les hace daño, son muy políticos, pero muy políticos los tabaqueros de Villar. Todo el día se pasan discutiendo sobre Cánovas, sobre Sagasta y Castelar; eso sí, sobre la cuestión social no tratan, están todos, según parece, muy satisfechos. Pero señores tabaqueros, no tanta política, pues se les va a indigestar; dejen que se lea el Archivo y otros periódicos obreros, y piensen algunos en el porvenir, miren que la política para nada les quiere a ustedes?45.
La revista funcionaba a base de suscriptores y agentes dedicados a cobrar las cuotas para cubrir los gastos de confección, pero era muy común que los obreros no entregasen el dinero. La administración de Archivo social lanzaba frecuentes avisos y requerimientos e incluso amenazas de publicar las listas de morosos, aunque nunca llegó a hacerlo y de vez en cuando se condonaban las deudas para animar a los obreros a pagar a partir de ese momento46. El estilo que se utilizaba para relatar los apuros económicos por la falta de cobro era irónico y socarrón47, lo que induce a pensar que estas súplicas puedan deberse a la pluma de Creci:
?Una buena noticia: La nueva administración de este cuaderno ha quemado por herejes a todos los suscriptores morosos del Archivo. Con los recibos pendientes hasta fines de mayo hizo nuestro compañero una hoguera que daba gusto la víspera de San Pedro. ¡Bonito espectáculo! (...) Conste pues que los recibos pendientes hasta fin de mayo de los suscriptores han sido inutilizados (se les ha dado candela). El Administrador me encarga suplique a los compañeros no den motivo a un nuevo auto de fe. En cuyo doloroso caso, se verá en la triste necesidad de publicar los nombres de los herejes?48.
Es un estilo coloquial y divertido, irónico y bromista, con el claro propósito de instruir pero también de entretener a los lectores. Por ejemplo, para evidenciar el desinterés del obrero cubano por la lucha anarquista, describe un diálogo entre Panchón y Simplicio, uno le dice que viene el Primero de Mayo, él otro, ?pues como si viniera el 31 de diciembre?. Otro ejemplo del tono jocoso típico de Creci es esta burla de la religión católica:
?Como anarquista empedernido, he procurado ponerme a bien con Dios para que me perdone en el otro mundo el odio que le tengo en este a los burgueses. Me he confesado! (...) después de la confesión, entramos en lo de la comunión y el padre (del que lo sea, que yo tengo el mío, muy bueno y muy gordo, gracias a dios) me regaló una ruedecita de harina que al unirse al cielo de la boca llenó mi alma de dulce consuelo (...) no encontré correcto el proceder del cura en lo de tomarse el vino sin convidarme, siquiera fuera por política. Eso de que le den a uno el cuerpo de Cristo y la sangre se la beba otro, sobre no ser muy equitativo que digamos, da lugar a que anden por esos trigos tantos Jesucristos linfáticos y escrofulosos. (...) el único milagro que ha hecho la Iglesia es que siendo tan mentirosa, haya quien le preste crédito todavía?.
El periódico se quejaba mucho de la indiferencia de los obreros de la Habana, recordando cómo hubo un gran momento en que el pueblo cubano se agitó y se rebeló espontáneamente, el i° de mayo de 1890, ?realizando así el acto más trascendental que han llevado a cabo los trabajadores de Cuba?. Se criticaba que, con la llegada del calor, el Círculo de Trabajadores se quedase vacío y se describía el local, con una sala de conferencias llena de sillas, una tribuna a la derecha y una mesa sobre la cual, pendientes de una cuerda, colgaban los retratos de las víctimas de Chicago. Y, al lado, el salón de lectura49. La Sociedad General de Trabajadores, a pesar de sus pocos gastos, estaba amenazada de muerte; en la colecta en los talleres para pagar dos meses de alquiler que se debían, solo se pudo recaudar para pagar un mes.
?Y en tanto, los cafés están llenos de trabajadores viciosos, que gastan sin reparo su jornal al billar y al dominó. Es raro el taller en el cual no se echen rifas; la valla de gallos está, siempre que hay peleas, llena de obreros, tabaqueros en su mayoría; se gasta en el juego de pelota, en los bailes, en los toros, en el teatro, y ¡cuánta vergüenza nos causa decirlo!, la mayoría de los trabajadores de la Habana no son socios del Círculo, y no sólo la masa ignorante de sus deberes y derechos, no; hay muchos, muchísimos trabajadores que se dicen anarquistas y trabajando todo el año, se dan de baja en la Sociedad con 9, 11 y más recibos sin pagar. Verdad es que estos anarquistas se pasan todo el tiempo que no están en el taller, en los cafés y en las mesas de juego. Y es que los trabajadores de la Habana están enervados por los vicios. Es que aquí el egoísmo lo mata todo; el que no es jugador, es aspirante a burgués. (...). ¿Creerán ustedes que en estos días ha habido quien ha dicho cuando se le ha pedido su cooperación para sostener la Sociedad que ya que el Gobernador no dejaba dar juntas en la Sociedad y que más tarde o más temprano la Sociedad tendía que cerrarse, que más valía dejarla morir de una vez? Pero es que estos compañeros no ven la necesidad de un centro donde se reúnan los trabajadores para cambiar impresiones, para hablar de las ideas, para alentarnos en la lucha por ellas? Si se cierra la Sociedad, no puede haber periódico ni folleto?.
Aún así, la idea que transmite la publicación es que hay que ser optimistas y no caer en el desánimo:
?Decepcionarse por la inercia en que han caído las masas obreras después del movimiento universal encaminado a reducir la jornada de trabajo a ocho horas, es no conocer la psicología social. El organismo social, lo mismo que el individual, después de un gran esfuerzo o una gran conmoción, se entrega al descanso por algún tiempo hasta que repone las fuerzas corporales y las energías de la voluntad (...) La lucha por la jornada de las ocho horas fracasó y desde entonces las masas obreras han caído en la inercia y no saldrán de ella hasta que las circunstancias no traigan una situación económica desesperada, o hasta que no se imponga una fórmula que se imponga al sentido común, que apasione a las masas y las arrastre a dar el golpe decisivo a esta sociedad explotadora. Puede ser que la fórmula sea ¡abajo el gobierno!, o ¡la fábrica para el obrero!, ¡la tierra para los que la cultivan!?.
Esteve repetía su convicción de la necesidad de la propaganda en la esperanza de que el pueblo madurase:
?Para que la semilla fructifique es necesario preparar la tierra, cultivar la planta, preservarla del daño que pudieran ocasionarle las tierras maléficas y toda clase de alimañas perniciosas. (...). En la actual situación de los obreros de Cuba es perder el tiempo emplearlo en querer llevarlo a la lucha (...) no cabe otra táctica, otro procedimiento que la propaganda. Concentrémonos, asociémonos los anarquistas y organicemos veladas y meetings; escursiones (sic) de propaganda; publiquemos y repartamos manifiestos por toda la Isla; hagamos porque los periódicos anarquistas no sean leídos solo por los anarquistas como sucede ahora, y sobre todo hagamos todo el sacrificio que podamos por sostener esta publicación para que no decaiga la idea, para que esté siempre latente en el espíritu de las masas y tengamos fe en nuestros esfuerzos, en nuestra propaganda, que los trabajadores al fin se han de rebelar y cuando se rebelen nuestras ideas informarán sus procedimientos revolucionarios?.
?Instruirle, sí, pero haciéndolo de una manera que no se quede con la boca abierta, sin haber entendido una palabra de lo que le han dicho. Hablándole su propio lenguaje, sintiendo como propias sus desgracias, llorando sus duelos, enalteciendo sus virtudes, sacando a relucir sus vicios, reconviniéndole dulcemente a fin de que los corrija. (...) Instruyéndole llegará el pueblo a tener idea exacta de su propio valer. Conocerá que le usurpan el producto de su trabajo; que le hacen criado cuando debiera ser amo; que paga para que le sirva y resulta mandado por los que cobran para servirle; conocerá por último que mantiene a un ejército de titiriteros políticos que, si bien se examina, no sirven con sus distintas volteretas, planchas y saltos mortales ni siquiera para hacer reír al más inocente de los públicos. Y entonces.. Lo demás vendrá por añadidura, puesto que, convencido el pueblo de la inmensa fuerza que posee, no habrá necesidad de que se le aguijonee para que sacuda el yugo del gobierno y aplaste de un solo golpe de masa (sic) a todos los chupópteros que se alimentan con su sangre?.
Habla de la necesidad de instruir al pueblo oprimido, miserable e ignorante, sobre todo en las zonas rurales de Cuba, en las que el anarquismo estaba muy poco arraigado. Aboga porque la propaganda se extienda al campo ya que ?la revolución social a la que aspiramos no puede llevarse a cabo sin el concurso de los campesinos?50: ?Mientras en la capital existe un número de anarquistas bastante respetable, en los campos solo conocen nuestras ideas por las relaciones terroríficas que interesadamente publica la prensa burguesa?.
A sus 28 años, Esteve era un hombre tremendamente activo. Organizó también veladas literarias y funciones diversas para recaudar fondos y propagar ?el ideal?, como la velada necrológica del 10 de febrero de 1894 en el Círculo de Trabajadores en conmemoración del ajusticiamiento de los cuatro anarquistas de Jerez de la Frontera, con discursos tanto de compañeros como de compañeras. Y una función en el teatro de La Alhambra que acabó con un coro de trabajadores cantando el himno anarquista que, a petición del público, se repitió dos veces más, y cuya última estrofa decía:
?hijo del pueblo te oprimen las cadenas/y esa injusticia no puede seguir/si tu existencia es un mundo de penas/antes que esclavo prefiero morir./Esos burgueses asaz egoístas/que así desprecian la humanidad/serán barridos por los socialistas/al santo grito de ¡¡¡Libertad!!!?.
Entre las actuaciones, se tocó una sinfonía, se cantó una romanza así como guarachas del país, se puso en escena un drama social y un par de comedias.
Con lo recaudado en otra función se pudo cambiar de domicilio, ?del impropio y antihigiénico local de la calle de Manrique a los espaciosos altos de la casa número 20 de la calzada de Belascoain, de modo que si, en cuanto a nosotros, podemos estar satisfechos de las condiciones del local, en cuanto al Gobierno, es difícil encuentre motivos para impedir nuestras reuniones?. Se describe así el nuevo local:
?Una casa alta de puntal, fuerte de piso, sólida en paredes, balcón a la calle, batido de continuo por la brisa pura, verdadera benefactora de la sociedad habanera, que suple las funciones del Ayuntamiento barriendo a diario las inmundicias de la ciudad y limpiando el espacio de las impuras miasmas que las pútridas basuras aglomeran. Una ancha y breve escalera de marmóreo piso da acceso, primero, al amplio salón donde se ha establecido la lectura, distinguiéndose enseguida la prolongada sala de sesiones, vecina del extenso aunque estrecho saloncito de tertulia. Allí, en el salón principal, en sitio de preferencia, destacándose por encima de todo y rindiendo culto al mérito, al desinterés y al heroísmo, se ha colocado el cuadro con los retratos de las víctimas de Chicago. Siguen después, a uno de los costados del salón hasta cuatro amplísimas habitaciones que de seguro habrán de ser destinadas a Secretarías de Secciones o algún objeto análogo?.
Esteve consiguió que en la redacción de su periódico en La Habana se recibiesen para la venta periódicos anarquistas de Madrid, como La Idea Libre, y de Estados Unidos, en concreto, de Tampa, Nueva York y Chicago, aunque con frecuencia eran requisados por las autoridades de la isla, como solía pasar con El Despertar, que el propio Esteve dirigía en Brooklyn:
?A nuestro querido colega El Despertar no le vemos la cara hace tiempo, a pesar de haber recibido una carta del administrador y de varios compañeros diciéndonos que nos lo enviaban. Parece que se los traga el golfo antes de llegar a nuestras manos?51.
Para evitar las frecuentes dificultades de la Administración de correos, se fiaron de un mayordomo del barco que hacía el trayecto Tampa-La Habana, pero éste les falló, los colegas de Tampa le confiaron los periódicos que él aseguraba haber entregado a Esteve en La Habana, pero lo que hacía era arrojarlos al agua ?quedándose tan fresco?:
?Así han transcurrido algunos meses, nuestros amigos remitiéndonos los paquetes, nosotros sin recibirlos y el mayordomo mintiendo. Felizmente, en el último viaje del vapor Mascotte venía un amigo que presenció la operación y nos puso al corriente del indecente proceder del mayordomo. En vista de lo cual avisamos a nuestros compañeros para que no le confíen al tal 'ni una gata por el rabo'?52.
En definitiva, Esteve dio un gran impulso al anarquismo cubano en los meses en que permaneció en la Isla. Los anarquistas se ganaron fama de valientes, arriesgándose a multas, cárcel y deportación. En el famoso libro de Barnet, Biografía de un cimarrón, el autor pone en boca del cimarrón de más de cien años al que entrevista, la siguiente afirmación:
?Los hombres más valientes y arriesgados en Cuba eran los anarquistas. Eran muy populares. Estaban dirigidos desde España, pero querían que Cuba fuera libre. Para todo tenían sus contubernios. Eran valentones. La gente se pasaba la vida hablando de ellos?53.
5.DOS VISIONES ANARQUISTAS DISTINTAS DE LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA DE CUBA
Para Esteve, fiel a la línea antibelicista de la Primera Internacional, la lucha nacional era un asunto de carácter burgués, no obrero. La patria era un invento de la burguesía para tener divididos a los trabajadores por nacionalidades y evitar así su unión en una sola organización. Los obreros solo debían preocuparse de su emancipación como clase. Veía la cuestión de la nacionalidad como un problema; era una desgracia que no estuviera extinguido el ?fuego patrio? entre los obreros. En las fábricas de tabaco donde trabajaban codo con codo cubanos y peninsulares, tuvo ocasión de ver los resquemores y rencores que dominaban las relaciones entre unos y otros, ?rivalidades y resentimientos, vestigios de mirarse como conquistados o como conquistadores?54. El movimiento obrero se malograba siempre -aseguraba- por el españolismo o el cubanismo. Vio con pena y preocupación que bajo la influencia de la ?simpática y arrolladora? personalidad de José Martí, toda la ?gallarda y poderosa? organización anarquista, que tanto trabajo había costado crear entre la masa trabajadora, se hubiese visto desquiciada.
En el tema de la emancipación cubana, su posición era divergente de la de Enrique Creci. En los periódicos de Esteve fue habitual que se criticase con dureza ?la pasión política, el patriotismo que como un ciclón ha entrado en el mundo de los obreros y ha producido graves divisiones entre ellos?; ?no ha habido plaga más terrible que el patriotismo para la causa del trabajo?; desgraciadamente, los obreros se habían dejado engañar por los burgueses patriotas que habían conseguido que aquellos ?no luchasen ya por su clase, dándose el brazo obreros de diferentes países y razas y colocándose frente al capital?; ?la política, la maldita política, ha desunido en poco tiempo a la masa obrera, exponiéndola indefensa a los golpes de la burguesía?. ?Españoles por un lado, cubanos por otro, los obreros aparecen divididos en bandos políticos y los burgueses aprovechan esta división y van a su negocio. El patriotismo aleja a los obreros de la cuestión social?55. A Esteve le preocupaba mucho que ?se estén tirando cubanos y españoles los trastos a la cabeza?. ?¿No resultaría superlativamente tonto que los obreros nos entretuviéramos en saber si Pelayo era castellano viejo o si, cuando venga la independencia, vamos a nombrar presidente a tal o cual personaje de esos que desde su presidencial sillón lanzan anatemas sobre los obreros que quieren la independencia de su persona juntamente con la de la tierra que habitan??56.
Enrique Creci, en cambio, apostó decididamente por apoyar a los luchadores por la independencia cubana y combatir contra la tiranía del gobierno colonial español57. Creci fue a Cayo Hueso (Florida) a ayudar a los tabaqueros en huelga, pero su activismo en las reivindicaciones tabaqueras le obligó escapar a Tampa para no ser detenido y apaleado58. En Tampa volvió a coincidir con Esteve, que por su parte había buscado refugio en Florida al verse obligado a escapar de Cuba en 1894, por la persecución policial que emprendieron contra él las autoridades de la isla. A fines del siglo XIX, Tampa se convirtió en el centro manufacturero de tabaco más importante de los EEUU. La producción de cigarros llegó a superar a la de La Habana.
Lo primero que hizo Esteve en Tampa, en colaboración con Creci, fue, como hacía siempre que llegaba a un nuevo lugar, fundar un periódico, El Esclavo, que se publicó durante cuatro años desde el 9 de junio de 1894, y fue muy leído, no solo en Florida y en Cuba, sino que también se recibió regularmente en Buenos Aires, así como en España, a través del canje de publicaciones59. A partir de 1895, cuando estalló la guerra hispano-cubana, ni Esteve ni Creci permanecieron en Tampa. El primero volvió a Nueva York; el segundo se unió al ejército rebelde y combatió en la guerra.
Creci conoció a últimos de enero de 1895 en Cuba a Palmiro de Lidia (pseudónimo de Adrián del Valle), gran amigo de Esteve, con quien colaboró en Barcelona antes de que ambos tomasen la decisión de emigrar a los EEUU. Fue Esteve quien le proporcionó el contacto con Creci como ?hermano de ideales y aspiraciones? pocos días antes de iniciarse la guerra que culminaría con la independencia de la isla. En Cuba, durante cuatro meses, tuvieron una íntima y diaria relación y se cimentó entonces una profunda e intensa amistad entre ambos, ?que dejó un recuerdo indeleble en mi alma?, dice Palmiro. A pesar de que fueron días amargos, por fortuna tuvo a su lado al siempre alegre Creci60.
?Conocí a Creci el día mismo de mi llegada y desde el primer momento reconocí en él al compañero verdadero, franco, generoso, dispuesto siempre a ofrecer su amistad sincera a quien creyera merecedor de ella?61.
?A su lado era imposible estar triste. Yo de mí sé decir que en aquellos días negros que pasé en la Habana, buscaba ansioso su alegre compañía para combatir la angustia moral que muchas veces se apoderaba de mí?62.
Creci en una carta a Palmiro también se expresa en el mismo sentido:
?No podré nunca olvidar aquella serie de días amargos que juntos pasamos y en que yo sufría doblemente, por mí y por ti. Tampoco olvidaré jamás el momento de nuestra despedida ni el apretón de manos que nos dimos?63.
Tras separarse y despedirse emotivamente, Creci fue a Cayo Hueso y Palmiro a Nueva York. Para entonces, Creci ya había tomado la determinación de empuñar las armas junto con los patriotas cubanos. Como sabía que esa decisión no sería del agrado de Palmiro, guardo silencio, estuvo esquivo, no quiso contarle sus planes. En una carta que le escribió tiempo después, reconocía que no había sido sincero:
?Por primera vez en mi vida tengo que dolerme de no haber cumplido con los deberes de la amistad. Tú te ibas con nombre ajeno y yo lo sabía. Yo me iba con el mío, ocultando algo y tú lo ignorabas. ¿Es verdad que me has perdonado ya mi exceso de reserva??64.
Palmiro creyó lo que se decía de Creci, que se había vuelto ?político? anteponiendo la independencia de Cuba a sus ideales libertarios. Impresionado, le escribió que como amigo, viviría eternamente en su corazón, pero que como compañero había muerto para él. Creci le contestó con un amargo reproche al ver que su amigo dudaba de su fe libertaria:
?Lamento, amigo Palmiro, el fallecimiento que como anarquista me atribuyes y espero paciente el momento en que pueda demostrarte que vivo todavía?65.
En Cuba, Creci recibió con entusiasmo el manifiesto redactado en Londres por Malatesta señalando que un exagerado puritanismo estaba alejando a los anarquistas del pueblo y que era necesario apoyar sus luchas, tomar parte en sus agitaciones, aunque no fueran tan radicales como desearan, para ganar prestigio entre la masas y poderlas llevar finalmente a la revolución social.
Creci, en contra de los deseos de su amigo Palmiro, decidió empuñar las armas e irse a combatir. Creyó, no solo que los anarquistas debían simpatizar y alentar a los revolucionarios cubanos, como hizo el anarquista Tarrida del Mármol en París, sino ir a las maniguas de Cuba a batirse por la independencia:
?Al efecto, trató de organizar una partida con el carácter de la que se levantó en Jerez de la Frontera, en España. Era esto un suicidio porque todavía no había sido invadida la Habana por los revolucionarios. Creci decía que sería un acto de propaganda por el hecho, que impresionaría a los trabajadores y tendría más resonancia en el mundo que todos los discursos y libros que se escribieran para propagar las ideas emancipadoras de los asalariados; pero cuando ya había 87 compañeros dispuestos, y reunidos en los altos del café La Diana, un traidor delató el propósito de la junta a la policía y hubo que disolverse. Comprometido ya Creci en la Habana, se embarcó para la Florida y de allí en una expedición?66.
Creci, según palabras expuestas a sus camaradas de Tampa, aseguró que no renunciaba por ello a su credo anarquista:
?Voy a la revolución [...] Lucharé por la independencia y tan pronto como se consiga ésta, antes de que se constituya definitivamente la República cubana sobre las ruinas de la Colonia, habrá terminado mi misión, y separándome de las filas del ejército que hasta entonces habrá sido revolucionario, entraré de nuevo en la plenitud de mi vida de anarquista, continuando la lucha franca por el ideal?67.
Creci no pudo terminar su misión y retomar la lucha anarquista. Volvió a Cuba a principios de 1896 como oficial del Ejército Libertador, es decir, con mando militar, con la expedición del general Collazo. Le hirieron al desembarcar en las costas de Matanzas y en el hospital de campaña, mientras convalecía, un pelotón de Guerrilleros, un cuerpo irregular del ejército español, lo asesinó68.
Esteve se quedó prácticamente solo entre sus amigos de aquella época al recelar tan vehementemente de la causa independentista. Sus compañeros, Enrique Creci, Enrique Messonier, Manuel María Miranda (?Mirandita?)69, eran favorables a la lucha emancipadora. Incluso Adrián del Valle (Palmiro de Lidia) y Luis Barcia creían, como Malatesta, que no convenía ser tan ?puritanos? en esta cuestión. Otras figuras anarquistas de prestigio en España, como Fermín Salvochea, estaban a favor de la guerra de emancipación cubana.
Influido por ellos, cuando vio que era inevitable que los cubanos se levantasen contra el dominio español, Pedro Esteve suavizó sus críticas. Una vez que estalló la guerra en 1895, al ver que, en su gran mayoría, los anarquistas adoptaron una postura de defensa de la independencia y la libertad de los pueblos oprimidos por los poderes coloniales, escribió a favor de que los obreros participaran en la liberación de Cuba, no solo desde El Esclavo sino también desde El Despertar de Nueva York, si bien enarbolando la bandera roja. Siempre que pudo, instó a los obreros a no olvidar el ideal anarquista por el que fundamentalmente debían luchar. ?Nosotros, que estamos siempre dispuestos a saltar hacia donde se revolucione, permaneceremos como el centinela, alerta?70.
Sea como fuese, Esteve siempre recordó con gran cariño a Creci,
?aquel hombre abnegado, bondadoso, activo e inteligente, que hizo cuanto pudo para infiltrar la idea anarquista a las clases trabajadoras de Cuba, llegando a dar su vida como ofrenda al ideal?71.
Criticó duramente que los anarquistas cubanos no hubieran podido rendirle tributo y darle tranquila sepultura en noviembre de 1899, cuando su cadáver fue exhumado y traído a La Habana y la policía cargó contra los manifestantes tratando de disolverlos:
?Preparose una manifestación de duelo y de homenaje al revolucionario asesinado por los sicarios del gobierno español. El gobierno americano, por no ser menos que su congénere español, impidió que se hablara ante el féretro que contenía los restos de nuestro amigo y compañero y, no contento aún, disolvió a garrotazos, sin consideración para las mujeres y los niños que en gran número asistían, la triste manifestación?72.
Esteve justificaba a posteriori públicamente la decisión de Creci de entrar en el ejército cubano, alegando que eran falsas las conjeturas que le suponían ?convertido en político?, o ?partidario de transacciones?, o de haber experimentado ?una evolución debido a tales o cuales documentos leídos?. Por el contrario, aseguraba que Creci actuó honestamente en su sincera creencia de que ?luchando por la independencia de Cuba, se luchaba por la Anarquía?. Para corroborarlo, Esteve quiso ?publicar una de sus cartas en la que me contaba de modo que no dejaba lugar a dudas cuál era su verdadero propósito?:
?West Tampa, agosto, 7 de 1895. ?Mi querido Esteve, te doy las gracias más expresivas por el correcto proceder que has empleado en el asunto Creci. Tu proceder me obliga a hacerte algunas confidencias que no le he hecho a nadie todavía. Estas confidencias te ruego que para nada las tengas en cuenta al formular tu juicio. No es tu indulgencia lo que voy buscando, porque no la quiero; ni tu afecto, porque sé que lo tengo. Ahora te diré que mi acto realizado obedece al propósito de aparecer como prueba de que el anarquista no es antirrevolucionario. Tú sabes que el pueblo de Cuba nos acusaba de retranqueros de la Independencia y he querido acompañar a los equivocados hasta donde pueda. Mi proceder es anarquista en lo que tiene de desinteresado y tal vez de mal juzgado?73.
La postura de Creci y de otros muchos anarquistas de apoyo decidido a la independencia cubana suscitó desde luego críticas en el mundo anarquista hispano, discusiones que Palmiro de Lidia juzgó con el paso del tiempo ?bizantinas?: ?Corramos, por respeto a su memoria, un velo sobre aquellos lamentables sucesos que entristecieron aquella noble alma (la de Creci)?, afirmaba Palmiro tiempo después, esperando que su ?amigo del alma? le hubiera perdonado74.
CONCLUSIÓN
Este texto analiza la relación del anarquismo con el nacionalismo cubano y, en concreto, las relaciones a propósito de esa controvertida cuestión entre dos figuras poco conocidas pero esenciales en el contexto anarquista internacional de finales del siglo XIX: el catalán Pedro Esteve y el cubano Enrique Creci. Ambos formaron parte de una minoría cualificada de anarquistas a través de los cuales se conectaron entre sí los distintos movimientos anarquistas de Europa y América. Por la propia naturaleza del movimiento, anti-autoritario y anti-jerárquico, no hubo, al menos de forma explícita, una jefatura frente a una base, ni un centro frente a una periferia. Pero sí hubo una estrecha red de contactos y conexiones entre individuos concretos, que trascendían el marco de la nación. El anarquismo no se confinó en las naciones definidas por las fronteras políticas. Por el contrario, se movió en espacios amplios y abiertos. Fue una historia de viajes, de cruces, que interconectó a gentes en diversas latitudes. El historiador solo puede comprender el movimiento anarquista en toda su extensión y complejidad si lo analiza como una red transnacional.
En principio, los anarquistas no querían saber nada del sentimiento nacionalista. Sin embargo, la nación les importaba. En la guerra de la independencia de Cuba fueron muchos los anarquistas animados a defender la causa patriótica, e incluso a luchar y morir por ella, como Enrique Creci.
Fue un tema polémico, que como otros muchos dentro del movimiento anarquista, suscitó fuertes tensiones. Este texto rescata esa polémica a través de periódicos anarquistas de Cuba, como El Productor de la Habana y otros mucho menos conocidos, como La Alarma, Archivo Social o El Nuevo Ideal, todos ellos también publicados en La Habana.
2. Hugh Thomas, Cuba: The Pursuit of Freedom, New Brunswick (N. Jersey), Harper & Row, 1971 (en castellano: Cuba: la lucha por la libertad, 1762-1970, Barcelona, Grijalbo, 1973, p. 276.
3. Nacido en La Habana, aunque, de forma incomprensible, Anderson afirma que era un emigrado catalán. Véase Benedict Anderson, Bajo tres banderas. Anarquismo e imaginación anticolonial. Madrid, Akal, 2008, p. 150.
4. Joan Casanovas Codina, O pan, O plomo. Los trabajadores urbanos y el colonialismo español en Cuba, 1850-1898, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2000, p. 175.
5. En las dos últimas décadas del siglo XIX se generalizó entre los anarquistas la idea de que debía ser una activa minoría en la vanguardia la que asumiese la tarea de conducir a las masas, convencer a los indecisos, despertar a los adormecidos, mediante la llamada ?propaganda por el hecho?, esto es, el uso selectivo de la fuerza para aterrorizar a los opresores y excitar el ardor de los oprimidos, una táctica que había sido aprobada en el congreso anarquista internacional de Londres de 1881 y adoptada entre los anarquistas de EEUU en el manifiesto del Congreso de Pittsburgh de 1883. Desde entonces, se urgió al anarquista al estudio de los avances de la ciencia de la química para aprender el uso de explosivos. De forma general, se consideró que había que aprovechar el gran potencial revolucionario de la dinamita, inventada por el empresario y científico sueco Alfred Nobel, que ?hizo, sin desearlo, una contribución fundamental al ascenso del terrorismo anarquista inventando la primera arma de destrucción masiva fácilmente disponible para los miembros enérgicos de las clases oprimidas en casi todo el mundo? (Anderson, Benedict, Bajo tres banderas, 2008, p. 60). Un arma temible, efectiva y barata, que los obreros podían fabricar o adquirir con facilidad. Un maravilloso regalo que la ciencia les había hecho.
6. El Primero de Mayo de 1886, en el contexto de la lucha por la jornada de ocho horas, se declaró en la ciudad de Chicago una huelga general. El día 3 los huelguistas se manifestaron pacíficamente, junto con sus mujeres y niños, y esperaron fuera de la fábrica Mac Cormick a los esquiroles que iban a salir del trabajo. La policía intervino y se produjo una masacre. Seis trabajadores murieron y otros muchos resultaron heridos. Se convocó un mitin de protesta el día siguiente, 4 de mayo, en la plaza de Haymarket, donde destacados anarquistas hablaron a la numerosa asistencia. Cuando uno de ellos pronunciaba su discurso, estalló una bomba que mató a siete policías. Hubo detenciones en masa y, tras un juicio injusto y sin garantías, se condenó a la horca a varios dirigentes anarquistas (August Spies, Albert Parsons, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden), acusados de haber arrojado aquella bomba. Hoy se desconoce aún quién la arrojó, pero se sabe que no fue ninguno de los acusados. Véase Susana Sueiro Seoane, ?Prensa y redes anarquistas transnacionales. El olvidado papel de J. C. Campos y sus crónicas sobre los mártires de Chicago en el anarquismo de lengua hispana?, Cuadernos de Historia Contemporánea. Vol. 36, 2014, pp. 259-295.
7. Véase Aleida Plasencia, Enrique Roig San Martín, La Habana, Consejo Nacional de Cultura, 1967. También, R. Pérez Chávez, Biografía de Enrique Roig San Martín, La Habana, Imprenta Martí, 1943.
8. Véase Joan Casanovas Codina, O pan, O plomo, op. cit., p. 212.
9. Joan Casanovas Codina, O pan, O plomo, op. cit., p. 213.
10. El Productor, 23 de junio de 1889, n° 75. Por ese artículo fue condenado a prisión, aunque obtuvo la libertad a los cuatro días tras el pago de una fianza de 5000 pts. El artículo aparece reproducido en Isabel Monal y Olivia Miranda (Eds.), Pensamiento cubano. Siglo XXI, Tomo I, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2002, pp. 245-247.
11. El lector solía sentarse en una tribuna o taburete a leer en voz alta a los obreros mientras trabajaban enrollando o cortando puros. Cobraba su sueldo el día de paga, generalmente el sábado, colocándose en la puerta del taller en una silla recibiendo las cuotas de los obreros que le escuchaban. El pago de la lectura no era obligatorio, pero los obreros que no pagaban no tenían derecho a votar por un candidato a lector, ni por una obra para ser leída, ni podían comentar el texto leído. Los lectores leían todo tipo de prensa y literatura; algunas obras de puro entretenimiento, otras de doctrina social y, muy en concreto, obras anarquistas de Bakunin, Kropotkin y Malatesta, y novelas de Víctor Hugo, Emilio Zola, Julio Verne, Alejandro Dumas, George Sand, Iván Turgenev y León Tolstoi, así como Dostoievsky, Gorki, Miguel de Cervantes, Alejandro Dumas ó Benito Pérez Galdós. Todos estos autores eran bien conocidos por los tabaqueros de aquella época. Otros temas de interés en las lecturas lo constituían los de carácter deportivo, pelota y boxeo principalmente. Véase José Rivero Muñiz, ?La lectura en las tabaquerías. Monografía histórica?, Revista de ¡a Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, octubre-diciembre de 1951, pp. 185-285.
12. Se publicaba al principio los jueves hasta 1889, en que comenzó a salir dos veces por semana, jueves y domingos.
13. Pedro Esteve, A los anarquistas de España y Cuba. Memoria de la Conferencia Anarquista Internacional celebrada en Chicago en septiembre de 1893. Paterson, N.J., Imprenta de El Despertar, 1900, p. 78.
14. Ibídem.
15. Véase Frank Fernández, Cuban Anarchism. The History of a Movement, Tucson, See Sharp Press, 2001. Martí se entrevistó con Roig San Martín en Tampa (Florida) que quería conocerlo para atraer al movimiento obrero cubano hacia su causa, pero Roig no quería saber nada de política y aconsejaba a los obreros que se ocupasen exclusivamente de la defensa de sus propios intereses de clase (véase, por ejemplo, editorial de El Productor, 12 de mayo de 1889, n° 63, ?La Patria y los obreros?). Asegura que la independencia política no supondrá para los obreros el fin de su esclavitud económica: ?No hay Patria libre si mantiene en su seno hijos esclavos, importando poco para el caso que el que le esclavice sea el extranjero o sus propios conciudadanos. El hecho es el mismo?; ?No estamos por redimir la patria quedando nosotros esclavos?. Critica repetidamente la idea de patria y de servir a la patria (véase, ?Dios, patria y familia?, El Productor, 19 de mayo de 1889, n° 65).
16. Joan Casanovas Codina, O pan, O plomo, op. cit., p. 234.
17. El Productor de Barcelona, 4 de octubre de 1889, ?Carta de La Habana?.
18. Joan Casanovas Codina, O pan, O plomo, op. cit., p. 212.
19. El Nuevo Ideal, Habana, 23 de noviembre de 1899, n° 42, 1a p.: ?Enrique Creci. Impresiones y recuerdos?, por Palmiro de Lidia (pseudónimo de Adrián del Valle).
20. Todas las frases entrecomilladas de El Nuevo Ideal, La Habana, 23 de noviembre de 1899, n° 42, 1a p., ?Enrique Creci. Impresiones y recuerdos?, por Adrián del Valle.
21. ?Recuerdo?, El Despertar, 29 de mayo de 1902, 2a p., por Arturo Juvanet (corresponsal de El Despertar en Cuba).
22. Joan Casanovas Codina, O pan, O plomo, op. cit., p. 244.
23. Joan Casanovas Codina, O pan, O plomo, op. cit., p. 245.
24.La industria cubana del tabaco entró en crisis como consecuencia del arancel McKinley de EEUU aprobado en 1891, que ocasionó una reducción de las exportaciones, con el consiguiente paro obrero y emigración a EEUU. La situación se agravó porque la escasez de tabaco en rama cubano en las fábricas de Florida (por el encarecimiento de las importaciones de Cuba) obligó a muchos obreros a su vez a retornar a Cuba.
25. Frank Fernández, El anarquismo en Cuba, Madrid, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2000.
26. Evelio Tellería, Los Congresos Obreros en Cuba, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1973, p.45. Puede verse también en El movimiento obrero cubano. Documentos y artículos, 1865-1925. La Habana, editorial de Ciencias Sociales, 1975, tomo I.
27. El Nuevo Ideal, La Habana, 9 de noviembre de 1899, ?Creci. Su obra?.
28. Véase, El Productor, La Habana, 15 de diciembre de 1889, 2 de enero de 1890, 23 de enero de 1890, 9 de febrero de 1890, 13 de abril de 1890, citado por Olga Cabrera García, ?Enrique Creci, un patriota cubano?, Revista Santiago, Santiago de Cuba, 36, diciembre de 1976, pp. 121-150.
29. El Nuevo Ideal, Habana, 9 de noviembre de 1899: ?Enrique Creci?, por M.M.M. (Manuel María Miranda).
30. Susana Sueiro Seoane, ?Un anarquista en penumbra. Pedro Esteve y la velada red del anarquismo transnacional?, Alcores. Revista de Historia contemporánea, Susana Sueiro (ed.), Dossier ?Redes anarquistas transnacionales entre los siglos XIX y XX?, 2013, N° 15, pp. 43-66.
31. Pedro Esteve, A los anarquistas de España y Cuba, op. cit., p. 74.
32. La galera era la sala de trabajo de los torcedores de tabaco en el taller de tabaquería.
33. La Alarma, núm. 1, 16 de diciembre de 1893: ?Los anarquistas?, 1a p.
34. La Alarma, núm. 3, 31 de diciembre de 1893: ?Nosotros y el Gobierno?, p. 3.
35. Susana Sueiro Seoane, ?Anarquistas españoles en Estados Unidos: Pedro Esteve y el periódico El Despertar de Nueva York (1891-1902)?, en Julio Cañero (ed.): North America and Spain: Transversal Perspectives, New York, Escribana Books, 2017, pp. 76-86.
36. La Alarma, N° 3, La Habana, 31 de diciembre de 1893: ?En broma?.
37. Ravachol, acusado de varios atentados en Francia, fue ejecutado en la guillotina en julio de 1892. En diciembre de 1893, Vaillant puso una bomba en la Cámara de Diputados, sin víctimas (no había querido causar muertos, dijo), por lo que fue condenado y ejecutado. Una semana después, como venganza, Emile Henry hizo saltar por los aires el café Terminus de París. Por su parte, Sante Caserio mató en junio de 1894 de una cuchillada en el pecho al presidente francés Sadi Carnot durante una ceremonia pública en Lyon. Después del atentado, no intentó huir, sino que comenzó a correr dando vueltas sobre el carruaje presidencial gritando ?Viva la Anarquía?. No escapar y aceptar que su acción les llevaría al cadalso era un comportamiento habitual en los autores de atentados anarquistas.
38. La Alarma, N° 3, La Habana, 31 de diciembre de 1893: ?En broma?, pp. 3-4.
39. Paulino Pallás fue un anarquista catalán, emigrado de joven con sus padres a la Argentina donde trabajó como aprendiz de tipógrafo y se hizo anarquista. El 24 de septiembre de 1893, siete meses después de las ejecuciones de los condenados a muerte por el asalto de Jerez, arrojó unas bombas durante un desfile militar con motivo de las fiestas de la Merced en Barcelona con la intención de asesinar al capitán general de Cataluña, general Martínez Campos, que salió ileso, aunque el atentado provocó un muerto y varios heridos. Tras su acto, no pensó en escapar o tratar de huir, lanzó su gorra al aire gritando ¡Viva la anarquía!, y fue detenido sin oponer ninguna resistencia. Creía estar haciendo un gran servicio a la humanidad al atentar contra un representante del Estado y del Ejército y su único pesar, según dijo en el juicio, era no haberlo consumado. El ?atentado de la Gran Vía?, como se conoció en la época, tuvo gran repercusión en la conferencia anarquista de Chicago de ese año, donde se consideró su acción justificada por los terribles actos cometidos por el estado español, no sólo en contra de sus ciudadanos, sino también en sus colonias. La Alarma hizo una suscripción a favor de la familia de Pallás (cuaderno N° 14) y se publicó la relación de individuos que habían contribuido comprando el folleto ?Consideraciones sobre el hecho y la muerte de Pallás? cuyo autor era Juan Montseny, urgiendo a los agentes a que enviasen lo recolectado para girarlo inmediatamente (cuaderno N° 19). En el periódico que fue continuación de La Alarma, llamado Archivo Social, se siguió defendiendo la ?propaganda por el hecho?, asegurando que Ravachol y Pallás y los que les siguieron, a los que ?todos los anarquistas presentíamos, esperábamos y deseábamos?, habían realizado ?actos asombrosos de propaganda? (Archivo Social, N° 29, Habana, 1894, ?Táctica?, sin firma).
40. La Alarma, N° 2, La Habana, 24 de diciembre de 1893: ?Anarquía?, p. 2a.
41. El Nuevo Ideal, La Habana, 9 de noviembre de 1899: ?Enrique Creci?, por M.M.M.
42. A los suscriptores de La Alarma, La Habana, 10 de enero de 1894, 1a p.
43. En algún caso en que estuvo enfermo en cama, el cuaderno tuvo que retrasar su aparición y M. M. Miranda se hizo cargo de otras funciones desempeñadas por Creci.
44. Archivo Social, Habana, N° 18, junio de 1894.
45. Archivo Social, Habana, N° 23.
46. Archivo Social, Habana, N° 18, ?Revista de actualidad?.
47. Archivo Social, Habana, N° 14, ?Revista de Actualidad?.
48. Archivo Social, Habana, N° 18, ?Revista de actualidad?. El gracejo con que está escrita la noticia indica que es Enrique Creci su autor y se refiere a Esteve como ?el Administrador?.
49. Archivo Social, Habana, N° 12, 1894, ?Revista de Actualidad?.
50. Archivo Social, Cuaderno N° 11, ?Al campo?, por M.F.C (Manuel Fuentes).
51. Archivo Social, Habana, N° 18 .
52. Archivo Social, Cuaderno N° 19, ?Revista de Actualidad?.
53. Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón, La Habana, Ediciones cubanas, 1966.
54. Pedro Esteve, A los anarquistas de España y Cuba, op. cit., p. 80.
55. Véase, La Alarma, N° 3, La Habana, 31 de diciembre de 1893, ?Correspondencia? de Ibor City, por Sinlengua.
56. Archivo Social, cuaderno 10, abril de 1894.
57. Otro conocido anarquista que escuchó a Martí y quedó convencido de su proyecto fue Carlos Baliño, que también emigró de Cuba a Estados Unidos y allí, en Tampa y Cayo Hueso, colaboró con Martí, a quien acompañó en su gira de conferencias por Florida. De hecho, contribuyó a fundar el PRC y se lanzó a la propaganda por la independencia desde el Club Enrique Roig San Martín y el Club Fermín Salvochea, en los defendió que los anarquistas debían estar al lado de los que luchaban por la emancipación de la isla. Había que estar con los que se rebelaban contra cualquier poder despótico. De esta forma, ?nuestra voz será oída, nuestros actos inspirarán al pueblo y le iniciarán en nuestros sublimes ideales?. En uno de sus artículos, Baliño menciona a Bakunin, Fanelli, a varios de los mártires de Chicago como Parsons, y a Pedro Estevez (sic). Cita curiosamente a este último, entresacando un párrafo publicado por Esteve que viene bien a su razonamiento: ?Habla Pedro Estevez (sic), anarquista español, sobre la revolución de Cuba y lo que dice es tan bueno que aunque ya lo hayáis leído os ruego me permitáis repetiros una parte: ?Cuba es feudo de España y como a tal se la trata. (...) Tal despojo y despotismo han dado lugar al ardiente y digno afán de independencia. Anhelo natural y justo que debe estimar todo liberal?. Pero, a continuación, Esteve insiste en que ?la independencia de Cuba no es un movimiento político sino social, ni puede lograrse mediante una evolución sino por la guerra. Así, lo que la dignidad determina, pudiera degenerar en obcecación, reavivando ese estúpido y bárbaro patriotismo que considera mortales enemigos a hombres que han nacido a unas millas de distancia? (?Discurso de Carlos Baliño con motivo del 10 de octubre de 1892?, Patria, 7 de noviembre de 1892).
58. Las primeras huelgas de tabaqueros fueron en Cuba, luego se trasladaron al Cayo Hueso (Key West) y recibieron ayuda de los tabaqueros cubanos. Los patronos recurrieron a los vigilantes o grupos parapoliciales bajo el nombre de ?comité de ciudadanos? para arrestar y apalear a los huelguistas.
59. Susana Sueiro Seoane, ?El periódico El Esclavo de Tampa y la red anarquista hispano-cubana en los Estados Unidos a finales del siglo XIX?, en Carlos Aguasaco (ed.), Miradas Transatlánticas: Estudios sobre los vínculos históricos entre España y Nortea América. Universidad de Alcalá (UAH), Biblioteca Benjamin Flanklin, 2018, pp. 131-140.
60. Ibidem.
61. El Nuevo Ideal, Habana, 23 de noviembre de 1899, n° 42, 1a p.: ?Enrique Creci. Impresiones y recuerdos?.
62. Ibidem.
63. Ibidem.
64. Carta de Creci a Palmiro de Lidia publicada en El Nuevo ideal, Habana, 23 de noviembre de 1899, n° 42, 1a p.
65. Carta de Creci a Palmiro de Lidia. Desde Tampa a Nueva York, 17 de enero de 1896. Publicada más tarde por Palmiro en El Nuevo ideal.
66. El Nuevo Ideal, La Habana, 9 de noviembre de 1899: ?Enrique Creci?, por M.M.M.(Manuel M. Miranda)
67. Testimonio del anarquista español Luis Barcia, ?Algo sobre Creci?, El Nuevo Ideal, 21 de diciembre de 1899, citado por Amparo Sánchez Cobos, Sembrando ideales. Anarquistas españoles en Cuba (1902-1925), Sevilla, CSIC, 2008, p. 119.
68. Cuadernos Americanos 133, México, 2010/3, p.164.
69. Véase, El Despertar, 30 de octubre de 1895, ?Los anarquistas no son cobardes?, por M.M.M. Miranda fue uno de los asiduos colaboradores de Esteve en sus periódicos de La Habana. Colaboró también en El Despertar de Brooklyn y en El Productor de La Coruña, continuación de El Corsario, que salió el 13 de septiembre de 1896 y sólo publicó 5 números, el último, de 8 de octubre de 1896.
70. ?Cuba es un ascua?, El Esclavo, 5 de diciembre de 1894, n° 27, 1a p.
71. El Despertar, 1 de diciembre de 1899.
72. Ibidem.
73. El Despertar, 1 de diciembre de 1899, art. cit.
74. El Nuevo Ideal, Habana, 9 de noviembre de 1899: ?Creci. Su obra?. La revista anarquista que Adrián del Valle y Luis Barcia comenzaron a editar nada más acabarse la guerra en La habana, El Nuevo Ideal, dedicó un número completo a la memoria de Creci, el 23 de noviembre de 1899.
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Abstract
At first, the anarchist theory was that the liberation of Cuba from Spanish rule did not guarantee the Island its freedom, which the anarchists understood as being an economic and social emancipation but not a political one. [...]at the heart of Cuban anarchism it was the struggle for independence that prevailed. Even Esteve, the most reluctant, ended up accepting that it was necessary to support the Cuban war of independence as long as the final objective continued to be anarchist revolution. Keywords Anarchism; Cuba, Cuban Independence; XIXth Century; Enrique Roig San Martín; Enrique Creci; Pedro Esteve; Palmiro de Lidia; El Productor; La Alarma; Archivo social. 1.EL ANARQUISMO EN CUBA A FINES DEL SIGLO XIX La vía fundamental de entrada de las ideas anarquistas en Cuba, sobre todo a partir de 1880, fueron los trabajadores españoles emigrantes que afluyeron a la isla en gran número2.
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