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Negroni, María. Ciudad gótica. Ensayos sobre arte y poesía. Nueva York 1985-1994. Buenos Aires: Ediciones Bajo la Luna, 2007. 134 pp. ISBN: 978-987-9108-35-2.
Propongo a una revista académica reseñar Ciudad gótica, libro de la argentina María Negroni residente en New York City, reeditado en 2007. El dato no es menor. ¿Cómo reseñar con protocolos un libro que los elude, travieso, insubordinado, reacio a la captura, y que es él mismo una reseña, esta vez la estelarización de un vicio: el de la mirada en tránsito? Otras inquisiciones me rondan. ¿Podré hacerlo aquí, apoltronado en una oscura ciudad de provincias? Es hora de escribir, como quien dice es hora de partir. Descarto los duelos y pienso en los amuletos que me circundan: dos discos de Laurie Anderson, los Complete Poems de Marianne Moore, Helen in Egypt, de H.D., algún libro de Sylvia Plath, antologías bilingües de poesía norteamericana, algunas novelas de los beatniks, poemas de Robert Lowell y Emily Dickinson (en traducción, bien es cierto, de Silvina Ocampo), Leaves of Grass en inglés y en traducción de Borges. El coloso: La Historia de la literatura norteamericana, libro con el que, precisamente, el de Negroni se pelea, eso queda claro. ¿Podré reconstruir este puzzle que María Negroni me propone desde la erosión de muros firmes, una opción, claro está, modesta? Procuraré hacerlo, encomendado a mis imaginarios mentores y especulaciones riesgosas, que asumo.
Cuando afirmo no confuto. Negroni reseña una cartografía cultural: la que abomina y aquella a la que, arrobada, sucumbe. La arquitectura de su libro, ¿acaso necesito decirlo? ¿acaso escrito para ser dicho, como el guión de una dramaturgia?, está hecho de caprichos. La flanéurie acierta con paisajes culturales que su mirada despiadada torna absurdos, pueriles, previsibles, caricaturescos, que rozan las aristas de nonsense y el absurdo. Su pluma, como la mía, no perdona. Ella no condesciende al adjetivo fácil ni tampoco a los adverbios que predican de modo sencillo pero débil ciertas experiencias de la cultura como de la gramática normalizada. Tiende a las definiciones, no a las hipótesis. No es por cierto, lo que se dice, una escritora cauta. Es, por el contrario, implacable. No se pregunta. Pregunta a otros, a los lectores. En ese comienzo mítico, el libro ya se despliega en aciertos,...