Content area
Full Text
No resulta exacto hablar de Julio Ramón Ribeyro como un escritor humorístico; sin embargo, hacia la década del 70, el deseo de hacer reír a sus lectores se hace manifiesto. En primer lugar, a lo largo de muchos de los relatos escritos durante esa década, y en segundo lugar, en declaraciones explícitas1, como ésta que expresó en una entrevista concedida a Jorge Coaguila: "[...] hay un aspecto de mis cuentos, de mis libros, que es muy poco percibido por los críticos y justamente es el humor. Toda la gente me considera un escritor muy sombrío, muy escéptico, muy trágico, es decir, pesimista, cuando hay, yo creo, cosas muy divertidas. Yo me divierto mucho cuando escribo" (1996: 36).
Esta visión del mundo que posee Ribeyro2, cargada de sentido del humor, se muestra resaltante en la manera cómo enfrenta los momentos álgidos de su enfermedad, consignados en el Tomo III de su diario, instantes de verdadero horror y sufrimiento. Sorprende que se refiera a esta situación con ironía, distancia, humor y gran presencia de ánimo3: "El cangrejo últimamente se ha avivado y desde hace unos días da verdaderos saltos de pantera [...]" (22 de mayo de 1975: 28); "Anoche, a pesar de mi dieta, orden y descanso de los últimos días, crisis "cangrejoide", mucho más intensa que otras noches." (4 de agosto de 1977: 148-149) . Lo cierto es que el tan mentado escritor de los fracasados y antihéroes, quien a veces deja en el lector un regusto pesimista4, mantiene un inquebrantable sentido del humor a lo largo de todos los diarios publicados, la primera hoja de los cuales está fechada en 1950. Es decir, el hombre5 Ribeyro, era poseedor de un alto sentido humorístico y ésa era la forma con la que observaba y comentaba la realidad. Esto se hace notorio en relatos del tercer tomo como Tristes querellas en la vieja quinta", "El marqués y los gavilanes", "Terra incógnita", "Alienación"6, "La señorita Fabiola" y otros, trabajados precisamente en la década del 70, el período más fuerte de su enfermedad y, paradójicamente, de la mengua de su confianza en sí como escrí- tor. Creemos que la ironía ribeyriana ofrece variados matices. No es costumbre del autor ser mordaz aunque puede serlo, como en el caso de...