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Pareja cayendo
Termino una cerveza y me fijo en las casas de enfrente. La cabeza en el cojín hacia la ventana. Asomo los dedos gordos al final de las sábanas. Siento que el calor se concentra en mis pies. El gordo del izquierdo rasca la yema del derecho. Hierven. Hay luces en las fachadas, distingo lámparas encendidas. La metálica del tipo que vive solo. La de lágrimas de la esquina. La bombilla sola de los recién casados. Mantengo la penumbra en un intento de bajar grados. Levanto la cabeza y soplo hacia mis dedos. Me río de la estupidez. Rayo mis papeles y pienso en ella. El calor llega en ráfagas a mis plantas que laten. Pinto cuadrados y triángulos que son manchones de tinta bic. Los recién casados estrenan balcón esta noche, camisón y pijama. Los enfoco entre las cortinas en un plano de cuerpo entero. Son ridículos, están peinados y limpios. No chocan copas, ni se meten mano. A ella le gustaban mis dibujos. Guardaba los papeles diminutos, las servilletas arrugadas en los pliegues de su cartera. Ocho centímetros cuadrados y unos trazos indolentes. Ella los adoraba. El que más era uno titulado pareja cayendo. Decía que era orgánico, que volaban en el desplome. Un hombre y una mujer desnudos descendían por el aire. Los miraba y me tentaba con la lengua entre los dientes. Los miro y siguen ahí, firmes en la barandilla. No ojean la luna, quizás vigilan su coche nuevo. Él le habla al oído, ella se inclina hacia atrás, después hacia adelante y tira un escupo, lo he visto, me he incorporado para mirar dónde ha caído. Un hombre en la acera se roza la frente. Encumbro otra vez el ojo hasta el quinto, sudo y tengo ganas de reír. Ella se carcajea mientras él lanza otro y se abalanzan sobre el balcón. Puedo verle el escote del camisón blanco. El papelito doblado entre sus dedos, ella analizaba los trazos, el pelo de la chica hacia un lado, la espalda curva, el pataleo y él con la boca abierta. Una "o" perfecta de tinta bic. Y lo mejor, decía, era que bajaban de la mano, qué importa, si...