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Introducción
Las culturas andinas de América del Sur han desarrollado la vida a partir de una ancestral dinámica agropastoril.1 2 Este aspecto ha instalado en el centro de ellas una cosmovisión agrocéntrica y ritual, lo cual nutre innumerables prácticas y ceremoniales simbólicos de la cultura andina. En efecto, uno de los rasgos de mayor fuerza de los pueblos andinos está en la manera cómo la naturaleza y su ecosistema (en sus ciclos temporales, en su potencial fertilización y fecundidad), alimenta y articula sus existencias históricas y creencias simbólicas. Las comunidades ubicadas en las zonas altiplánicas y de los valles interiores del cordón andino, mantienen tal condición como aspecto fundamental de la unidad social.
Lo sagrado y lo ritual, por ende, forman parte del cosmos y en particular de la tierra. Se inscriben, por ende, en relaciones de regeneración y, sobre todo, en los principios de reciprocidad y complementariedad (Beltrán, Estermann, Van Kessel, Van Den Berg). El macrocosmos (componentes astronómicos) y el microcosmos (comunidad o ayllu, base de la unidad social andina, animales, vegetales y elementos naturales inmediatos) se hallan en íntima correspondencia y necesidad. El valor de la vida está entrelazado en la mediación y control de este equilibrio o tinku.3 La divinidad en sus múltiples expresiones, "está presente en cualquier objeto y fenómeno de su mundo, porque la naturaleza de las cosas las hace permeables a ser 'campo de encamación' de la divinidad. Su oración se expresa en un rito, una celebración, un culto" (Ferrari 19). Esta condición de mutua y permanente correspondencia mantiene la vinculación entre la comunidad y el orden simbólico, con lo cual se logra la integración entre lo social y lo sagrado; el quehacer colectivo, articulado con la dimensión de comportamiento histórico de los pueblos andinos, se cruza por ende con el ámbito del orden totalitario: mundo natural y ámbito de la metarrealidad.
Tal concordancia se alza como el principio protector, capaz de sustentar la vida y es, en el interior de este rasgo, donde se identifica un potente aspecto del convivir amoroso de las comunidades andinas. Por convivir amoroso se comprenderá la historicidad de una convivencia construida sobre una particular sensibilidad y comportamiento cultural que arranca desde el principio o ethos de la experiencia del bienestar comunitario. Este principio...