Editorial La Carta de Ottawa: ¿un manifiesto para "el indignado"? Michel O'Neill*. La Carta de Ottawa: ¿un manifiesto para ''el indignado''?. Global Health Promotion 2012: 19(2): 75-77. DOI: 10.1177/1757975912443035. Disponible en: http://ped.sagepub.com/content/19/2/75
2011 habrá sido un año memorable desde muchos puntos de vista. En el universo de la promoción de la salud que es el nuestro, en palabras de Trevor Hancock (1) "la industria de la celebración" de este documento emblemático de la nueva salud pública que es la Carta de Ottawa para la promoción de la salud (2), experimentó una actividad febril a lo largo de este último año, especialmente en Canadá. Al igual que les ha sucedido a otras personas que residen hace tiempo en la casa de la promoción de la salud, recibí bastantes invitaciones, con ocasión del 25° aniversario, a exponer mi análisis sobre la pertinencia de la Carta en 2011. A tal fin, participé en cuatro conferencias, concedí diversas entrevistas, escribí un comentario en un boletín informativo y grabé un video. Y por último, me invitaron a participar en un número especial de una revista internacional, invitación que decliné por razones que expondré más adelante.
La Carta de Ottawa, obsoleta. . .
Tengo que confesar que éste es un tema que apasiona al sociólogo que soy. Durante años defendí, especialmente con motivo de su 10° aniversario (3) y posteriormente en su 20° aniversario (4), que este documento siempre seguiría vigente a pesar del paso del tiempo y de la amenaza que la Carta de Bangkok pareció que proyectaba sobre él (5,6). Sin embargo, esta vez defendí un punto de vista completamente distinto. En la línea del análisis crítico propio del campo de la promoción de la salud, basada en una perspectiva de economía política, que mis colegas de la obra Health Promotion in Canada y yo habíamos adoptado desde su primera edición y que seguimos manteniendo en la tercera (7), me parecía que en 2011 había que admitir que la Carta ya no reflejaba el estado de consenso social existente en la segunda década del siglo XXI, ni en la escena quebequense o canadiense, ni a escala internacional.
El punto de vista que defendí durante todo el año pasado es, pues, el siguiente. La Carta me parece el producto de una época histórica específica, el periodo que abarca desde mediados de los años 40 a mediados de los 70, los gloriosos treinta, en el cual, al calor de la prosperidad económica posterior a la Segunda Guerra Mundial, los habitantes de todo el planeta votaron de manera masiva y continuada a gobiernos solidarios que pusieron en marcha Estados de Bienestar fuertemente intervencionistas. Ahora bien, las crisis del petróleo de los años 70 y los profundos cambios económicos que provocaron a escala mundial, empezaron a minar gravemente los Estados de Bienestar y los valores que les servían de base. Así pues, a finales de los años 70 se eligieron gobiernos cada vez menos solidarios, empezando por el de Thatcher en Gran Bretaña en 1979 y el de Reagan en los Estados Unidos en 1981. Después del hundimiento del comunismo y del advenimiento del "Nuevo Orden Mundial" con su capitalismo planetario cada vez más financiero y triunfalista, se propusieron de manera casi generalizada políticas económicas que dieron un giro indiscutible hacia la derecha a partir de los años 80, y sobre todo 90 (incluso por parte de gobiernos de partidos socialdemócratas o de izquierda). Así pues, la proclamación de la Carta, con su base de valores humanistas y solidarios, llegó al final de una época, cuya naturaleza reflejaba perfectamente, pero en una era en la que nos hemos alejado rápidamente de aquella base de manera cada vez más radical.
Dos gestos para provocar la reflexión
Resultado neto de estos cambios en la economía mundial: un contexto en el que nos hallamos a merced de la avaricia erigida en sistema mundializado; en el que los Estados se han visto gravemente debilitados en su capacidad de mantener políticas solidarias (8-10); y en el que los sobresaltos de este sistema pueden acarrear, como ocurrió durante la crisis de 2008 y la que afectó intensamente a Europa a finales de 2011 y principios del 2012, consecuencias planetarias dramáticas. Una época en la que, aun cuando la Carta posee todavía sin duda un enorme valor simbólico en nuestro pequeño universo de promoción de la salud, no comulga ya con los valores que imperan en el mundo. De ahí, dos gestos que hice el año pasado para intentar abrir los ojos de los profesionales de la promoción de la salud a esta realidad que mayoritariamente parecen ignorar o no admitir, prefiriendo quedarse nostálgica o inocentemente en los valores de su pasado. Cabe subrayar, de paso, que los valores solidarios de la Carta son los míos, pero mi análisis era que en el año 2011 ya no éramos más que una minoría, cada vez más restringida, los que creíamos en ellos. . .
Primer gesto: con motivo de un congreso pancanadiense, y en un gesto voluntariamente iconoclasta, rompí en pedazos pequeños una copia de la Carta ante el pasmo del auditorio, constituido por varios cientos de personas, muchas de las cuales consideraron que aquello era poco menos que un sacrilegio (11). Para continuar suscitando una reflexión critica sobre la devoción casi religiosa que le profesamos, reciclé estas «reliquias de Carta» en un mural colectivo durante otra conferencia, ésta de ámbito internacional. Asimismo, repartí las «reliquias » a casi 200 personas para que las metieran en su cartera a fin de que no dejen de aguijonearnos y de que continúen provocando la reflexión.
Segundo gesto: decliné la invitación a participar en un número especial de Health Promotion International, para cuya elaboración iban a utilizar la misma estructura que habían empleado en muchos trabajos realizados con motivo del 20a aniversario, y acudían al mismo conjunto de personas, para que reflexionaran sobre el 25° aniversario de la Carta. Me pareció que, en este caso, también se daban un baño de nostalgia del pasado y que, de haber participado, habría tenido el aspecto de un «rockero geriátrico» que vuelve a interpretar por enésima vez la misma pieza. Al mismo tiempo, está surgiendo un montón de grupos de jóvenes talentosos, a los que nadie pide que participen en el análisis de la situación, y además hay un montón de otras maneras más modernas que un análisis académico de hacer un balance de la situación al cabo de 25 años.
El "indignado" entra en escena
Mi sugerencia fue atendida en buena parte y el número especial de Health Promotion International dedicado a la Carta (12) concedió amplio espacio a las voces jóvenes. Lo que es más, estos grupos incipientes entraron en escena por sí mismos - y de manera tan amplia y significativa, que la célebre revista Time (13) hizo del "protestor", "del indignado" su personaje del año -, a una escala mucho más amplia que la del campo de promoción de la salud: primavera árabe; revueltas de indignados en Europa, inspirados concretamente por las obras de Hessel (14,15), frente a las medidas drásticas adoptadas por los gobiernos para salvar una vez más el sistema bancario en detrimento de las poblaciones, en el contexto de la crisis del euro; el movimiento Occupy Wall Street (16) y sus miles de réplicas por todo el planeta (17), entre ellas, la de mi propia ciudad (18), que va a reorganizarse a escala mundial tras el desmantelamiento de los campamentos.
¿Y si me hubiese equivocado? Estos movimientos obligan a replantear la postura que defendí durante todo el año 2011. Y nos animan, como promotores de salud que somos, a volver a colocar en el orden del día la centralidad de lo político (19,20) y la necesidad, más urgente que nunca, de implicarnos políticamente ya sea a nivel personal (15) o profesional, concretamente a través de nuestras asociaciones profesionales (9). La amplitud de estos movimientos, sus interconexiones mundiales vía Internet y los medios de comunicación sociales, así como los valores solidarios que preconizan tanto desde el punto de vista del contenido como del de los procesos, contradicen de pleno el argumento que desarrollé a lo largo de todo el año. ¿Y si estos movimientos, de los cuales sería perverso pretender hoy predecir el desenlace, no hicieran otra cosa que indicar la necesidad, expresada alto y claro a lo largo y ancho del planeta por millones de personas que están hasta la coronilla, en un hastío colectivo, de volver al conjunto de valores cuya defensa había asumido la Carta de Ottawa? ¿Y si, después de todo, la Carta de Ottawa tuviese todo lo que hay que tener para ser el manifiesto del «indignado» de 2012?
Agradecimientos
Agradezco a los Doctores Sophie Dupéré y Valéry Ridde sus comentarios a una versión preliminar del presente texto, del cual, no obstante, asumo la plena y exclusiva responsabilidad.
* Facultad de Ciencias de Enfermería, Université Laval; Québec; Canadá. TRAASS internacional, Ginebra y Bienne, Suiza y Québec, Canadá. Email: [email protected].
Referencias
1 Hancock T. Health Promotion in Canada: 25 years of unfulfilled promise. Health Promot Int. 2011; 26(S2): ii263-67.
2 OMS, SBESC, ACSP. La Charte d'Ottawa pour lapromotion de la santé. Ottawa, Canada: Organisation mondiale de la santé, Santé et Bien-être social Canada, Association canadienne de santé publique; 1986
3 O'Neill M. Promouvoir la santé au Canada au 21e siècle. Quel Canada? Quelle santé? Quelle promotion?. In : Bhatti T, Hamilton N (dirs). La Charte d'Ottawa 10 ans après. Ottawa, Canada : Santé Canada; 1997 : Annexe 1, pp. 1-17.
4 O'Neill M, Dupéré S, Pedneault E et al. The «Montreal Message»: the Ottawa Charter for Health Promotion is still useful for today's public health practice. Promot Educ. 2007; 13(supp.2): 31-32.
5 O'Neill M. La charte de Bangkok aura-t-elle autant d'impact que celle d'Ottawa ? IUHPE : Reviews of Health Promotion and Education Online - RHP&EO; 2005. En: http://www.rhpeo.net/ reviews/2005/2/index.htm (consultado en octubre de 2011).
6 Van Steenberghe E, O'Neill M. Les initiatives du Réseau francophone international pour la promotion de la santé à propos de la Charte de Bangkok en regard du débat international francophone sur le sujet. Reviews of Health Promotion and Education Online - RHP&EO; 2007. En: http://www.rhpeo.net/reviews/2007/6/ index.htm (consultado en octubre de 2011).
7 O'Neill M,. Pederson A, Dupéré S, Rootman I. 25 years of developing the roots of health promotion in Canada: striking a balance. In: Rootman I,. Dupéré S, Pederson A, O'Neill M (dirs). Health Promotion in Canada : critical perspectives on practice (3rd ed). Toronto, Canada: CSPI; in press.
8 Lapaige V. La santé publique globalisée. Québec, Canada : PUL; 2010.
9 Labonté R. Promoting Health in a Globalized World: The Biggest Challenge of all ?. In: Rootman I, Dupéré S, Pederson A, O'Neill M (dirs). Health Promotion in Canada : critical perspectives on practice (3rd ed). Toronto, Canada: CSPI; in press.
10 Raphael D. Implications of Inequities in Health for Health Promotion. In: Rootman I,. Dupéré S, Pederson A, O'Neill M (dirs). Health Promotion in Canada : critical perspectives on practice (3rd ed). Toronto, Canada: CSPI; in press.
11 Tomm-Bonde L, Kirk M. The Ottawa Charter: a fleeting love affair? CPHA conference perspective, Canada. ISECN (IUHPE Student and Early Career Network) Newsletter : Conexiones para la Promoción de Salud; Julio de 2011. En : http://isecn. org/?p=1158 (consultado en diciembre de 2011).
12 De Leeuw E. The Boulder in the Stream. Health Promot Int. 2011; 26(S2): ii157-160.
13 Time Magazine. Time's person of the year : the Protestor. 2011. En: http://www.time.com/time/person-of-the-year/2011/ (consultado en diciembre de 2011).
14 Hessel S. Indignez-vous. Montpellier, France: Indigène Éditions; 2011.
15 Hessel S. Engagez-vous. Paris, France : Éditions de l'Aube; 2011.
16 Occupy Wallstreet. http://occupywallst.org/ (consultado en octubre de 2011). 2011.
17 Occupy Together. http://www.occupytogether.org/(consultado en octubre de 2011). 2011.
18 Occupons Québec. http://occuponsquebec.org/(consultado en octobre de 2011). 2011.
19 Ridde V, Cloos P. Health promotion, power and political science. Glob Health Promot. 2011; 18(3): 3-4.
20 O'Neill M, Roch G, Boyer, M. (dirs). Petit manuel d'analyse et d'intervention politique en santé (2e ed). Québec, Canada : PUL ; 2011.
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