RESUMEN
Los cambios experimentados en las últimas décadas en las sociedades industrializadas nos han llevado hacia una desconexión paulatina con el entorno, de falta de relación tanto con la naturaleza como con las personas que lo habitan, conduciéndonos hacia un horizonte que, para muchos, resulta preocupante. A pesar de esta realidad, en el mundo laboral se exigen, cada vez con más frecuencia, competencias de tipo colaborativo que favorezcan las relaciones interpersonales. Por ello, la escuela, como uno de los agentes responsables en el desarrollo de competencias en el alumnado, se ha visto implicada en un proceso de transformación para adaptarse a los nuevos retos de la sociedad actual. Uno de estos cambios se materializa en la incorporación de metodologías activas que conciben el aprendizaje como un proceso activo y dinámico en el que el alumnado se convierte en protagonista del mismo. El Aprendizaje Cooperativo (AC) constituye una metodología activa en la que los/las estudiantes trabajan en grupos reducidos para maximizar su aprendizaje, favoreciendo el desarrollo de su competencia social, la inclusión y la reducción del acoso escolar. En el presente trabajo se realiza una revisión de publicaciones desarrolladas en los últimos diez años sobre las principales aportaciones del AC ante los nuevos retos educativos de este siglo.
PALABRAS CLAVE
Aprendizaje Cooperativo; metodologías activas; competencia social; retos educativos; habilidades sociales; relaciones interpersonales.
ABSTRACT
The changes experienced in the last decades in the industrialized societies have led us towards a gradual disconnection with the environment, a lack of relationship both with nature and with the people who inhabit it, leading us towards a horizon that, for many, is worrying. Despite this reality, the labor market is increasingly demanding collaborative skills that favor interpersonal relationships. For this reason, the school, as one of the responsible agents for the development of student's competences, has been involved in a process of transformation adapting itself to the new challenges of today's society. One of these changes become materialize in the implementation of active methodologies that conceive learning as an active and dynamic process in which students become the protagonists of their own learning process. Cooperative Learning (CL) is an active methodology in which students work in small groups to maximize their learning, favoring the development of their social competence, the inclusion and the reduction of bullying. This document is a review about publications developed in the last ten years taking into account contributions of the CL facing the new educational challenges of this century.
KEYWORDS
Cooperative learning; active methodologies; social competence; educational challenges; social skills; interpersonal relationships.
1.INTRODUCCIÓN
A lo largo de la Historia, las sociedades han afrontado numerosos desafíos que han ido marcando su evolución. Sin duda, la globalización y la multiculturalidad constituyen dos de los grandes retos de las sociedades industrializadas de hoy en día. En este sentido, la manera en que la sociedad española ha ido abordando los cambios relacionados con estos dos fenómenos dentro de los distintos ámbitos sociales (políticos, económicos, educativos, tecnológicos, de la información o del consumo, entre otros) han propiciado la emergencia de una sociedad (sobre) informada e (híper)conectada, al tiempo que desconectada de su entorno natural y comunitario.
Cada vez es más factible conocer los sucesos de cualquier lugar del planeta, comunicarnos por diversas vías a kilómetros de distancia, realizar gestiones sin necesidad de salir de casa, realizar estudios online, etc. No cabe duda de que el desarrollo en el sector tecnológico nos ha proporcionado mejoras en nuestra calidad de vida. Sin embargo, la rapidez y la voracidad con la que se están produciendo estos cambios también se encuentran marcados por la errónea creencia de un progreso material y de abundancia sin límites (De las Heras, 2017). Este hecho nos conduce hacia un horizonte preocupante, en el cual la competitividad, el individualismo o el consumismo desenfrenado constituyen características cada vez más frecuentes.
En esta nueva y compleja sociedad del siglo XXI en la que nos vemos inmersos, nos enfrentamos a desafíos para los que, según Johnson y Johnson (2014a), la adquisición de competencias cooperativas son claves para poder afrontarlos de forma adecuada.
La educación, en todos sus niveles, constituye un ámbito esencial para la formación de la ciudadanía. De este modo, debe facilitar herramientas que permitan adquirir competencias, entre ellas sociales, no solo demandadas en el ámbito laboral, sino también, aquellas que respondan al horizonte ético-político e identitario hacia el cual una sociedad desee encaminarse (Rasskin Gutman, 2015). En este sentido, a través de las metodologías activas se pretende que los/ las estudiantes aprendan desde la experiencia y la interacción entre iguales, permitiendo el desarrollo de sus competencias (Huber, 2008). Entre estas metodologías activas se encuentra el Aprendizaje Cooperativo (en adelante, AC) (Johnson y Jonhson, 1999; 2014a; 2014b; Johnson, Jonhson y Holubec, 1999; 2014; Kagan y Kagan, 2009; Pujolás, 2004; 2008).
Desde hace unas décadas, han sido numerosas las investigaciones realizadas que muestran los beneficios académicos, psicológicos y sociales que se derivan del empleo del AC como metodología de enseñanza-aprendizaje en los distintos niveles educativos. Por ello, el objetivo que aquí se plantea es realizar una revisión de las publicaciones desarrolladas en los últimos diez años sobre las principales aportaciones del AC ante los nuevos retos educativos del siglo XXI.
2.CONTENIDO
2.1.APRENDIZAJE COOPERATIVO
El AC es una metodología activa en la que el alumnado, agrupado en pequeños grupos con un máximo de 5 componentes, trabajan juntos para maximizar su propio aprendizaje y el de sus compañeros/as (Johnson et al. 2014). A través de esta metodología los/las integrantes del equipo deben ser conscientes de que sin la cooperación de cada miembro no es posible alcanzar una meta común, es decir, que sus logros dependen de los logros del resto de componentes del equipo. Esto se conoce como interdependencia y constituye una característica esencial para el buen funcionamiento del trabajo en equipo (Guzzo y Dickson, 1996; Kelley y Littman, 2005).
Para aprender a cooperar, la acción pedagógica debe estar encaminada a propiciar la emergencia de lazos afectivos entre el alumnado a través de dinámicas de cohesión de equipos y de clima de aula (Pujolas, 2009a). Asimismo, en el AC es esencial que los grupos sean heterogéneos, que los/las componentes del equipo desarrollen una serie de roles de manera activa, y que se cumplan una serie de principios. Según Johnson et al. (2014) debe existir una interacción entre los siguientes cinco elementos: interdependencia positiva entre los miembros del equipo, interacción estimuladora cara a cara, responsabilidad individual de cada miembro, entrenamiento de habilidades interpersonales en grupos pequeños y evaluación grupal; mientras que para Spencer Kagan (1999; 2011) deben cumplirse cuatro principios básicos conocidos bajo el acrónimo PIES: Interdependencia positiva, Responsabilidad individual, Igualdad de participación e Interacción simultánea.
Según Sharan (2014), aplicar una metodología activa como el AC requiere que tanto alumnado como profesorado cambien su percepción, actitudes y comportamiento con respecto al proceso de enseñanza-aprendizaje tradicional. El/la docente ya no es el eje central de la enseñanza, sino que es el alumnado quien aprende cooperando con sus iguales. Para facilitar este cambio se deben introducir tareas que aseguren la participación, el diálogo y la reflexión tanto individual como grupal.
La aplicación del AC puede variar en función de la estructura, la finalidad o la duración del agrupamiento, así como del empleo de distintas técnicas cooperativas, como por ejemplo: Aprender juntos, Grupos de investigación, Jigsaw/Jigsaw II, Equipos torneo, Estructuras de controversia, o el método cooperativo CO-OP CO-OP creado por Spencer Kagan, que incluye técnicas sencillas como Parada de 3 minutos, Folio giratorio, 1, 2, 4; o Lápices al centro, técnicas similares a las propuestas por Pere Pujolas (2009b).
Según señalan León, Felipe, Iglesias y Latas (2011) el AC ha sido una metodología muy investigada en las últimas décadas desde distintas perspectivas. Así, en un análisis descriptivo de un gran número de publicaciones realizado por Akdemir y Arslan (2012) se observó que, a partir del año 2000 aumentó el número de estudios y el interés de los investigadores/as por el AC. No obstante, el interés por esta metodología cooperativa se inició sobre los años setenta cuando comenzaron a generarse un gran número de trabajos en los que se encontraron los beneficios socioeducativos derivados de la interacción entre iguales (Serrano, Pons y Ruiz, 2007).
2.2.PRINCIPALES APORTACIONES DEL APRENDIZAJE COOPERATIVO
Muchos son los beneficios que aporta el AC a nivel académico, psicológico y social en el alumnado de las distintas etapas educativas. Así pues, numerosas investigaciones han demostrado que el trabajo cooperativo, para alcanzar un objetivo común, produce en el alumnado un rendimiento mayor que el trabajo competitivo o individual (Johnson y Johnson, 1987; 1999; 2014a). En este sentido, Slavin (2014) identifica cuatro factores que intervienen en el éxito del AC: la motivación, la cohesión social, el desarrollo cognitivo y la elaboración cognitiva.
Como se ha mencionado anteriormente, uno de los cinco elementos esenciales en el AC es el entrenamiento en habilidades interpersonales. Tal y como señala Pujolas (2012), para que esta metodología resulte exitosa, es fundamental que el alumnado aprenda a cooperar, y para ello debe haber un entrenamiento en habilidades sociales. Asimismo, las técnicas de aprendizaje cooperativo en grupos de trabajo influyen positivamente en el desarrollo de las habilidades sociales del alumnado, las cuales son esenciales y se pueden extrapolar a cualquier situación de trabajo cooperativo (León, Felipe, Mendo e Iglesias, 2015; Mendo-Lázaro et al., 2018).
Además de habilidades interpersonales, el AC permite la adquisición de competencias fundamentales demandadas en el ámbito laboral como el liderazgo, la capacidad crítica, la comunicación, el trabajo en equipo, la división de tareas, la toma de decisiones, la resolución de conflictos o la coordinación en equipos multidisciplinares (Navarro, González, López y Botella, 2015; Martínez, 2016b). De este modo, el AC se convierte en un buen método democrático de aprendizaje, pues ese aprendizaje compartido de igual a igual contribuye a la adquisición de valores democráticos básicos para convivir en nuestra sociedad actual (Erbil y Kocabaş, 2018).
Asimismo, es importante recalcar la importancia de una de las competencias que, a pesar de ser central para garantizar una buena convivencia, dentro del currículo educativo no se le otorga la importancia que merece: la competencia emocional. La capacidad de gestionar las propias emociones se ve incrementada con el AC, ya que este fomenta la comunicación, la empatía, la iniciativa, la comprensión, la resolución de conflictos, la solidaridad, la seguridad o el optimismo (Martínez, 2016a; 2016b).
Otra de las grandes aportaciones de esta metodología educativa está relacionada con el incremento del autoconcepto y la autoestima del alumnado, de modo que, al trabajar en equipo, aumenta su confianza y atribuyen su rendimiento al trabajo realizado (Pérez y Poveda, 2008; 2010).
2.3.NUEVOS RETOS EDUCATIVOS
A partir de las investigaciones mencionadas en el apartado anterior se puede afirmar que el trabajo en equipo mediante el AC constituye una metodología que favorece el rendimiento académico, así como la adquisición de competencias lingüísticas, sociales y cívicas, principalmente. En este sentido, ante el aumento de fenómenos como el acoso escolar, la exclusión social de minorías o del alumnado con necesidades educativas, la aplicación del AC ha arrojado resultados muy positivos. León, Gozalo y Polo (2012) encontraron que, aplicando técnicas de AC se llega a reducir la frecuencia de las conductas de acoso escolar en el aula, reduciendo especialmente las agresiones de exclusión social y verbal. Todo ello se ve posibilitado por factores como el contacto interpersonal, las oportunidades de trabajo gracias a una relación simétrica o el aumento de la empatía que se desarrolla mediante la cooperación. Además, las técnicas cooperativas constituyen no solo una buena herramienta para reducir el acoso sino también para intervenir sobre los distintos perfiles en casos de bullying, resultando eficaz sobre el perfil del agresor/a y, especialmente, sobre el/la observador/a, quien aprecia la disminución de ciertas conductas de agresión entre estudiantes hacia otros (León Polo, Gozalo y Mendo, 2016; Polo, Mendo, Fajardo y León, 2017).
Según Pujólas (2012), cambiando la estructura individualista o competitiva por una de aprendizaje cooperativo de un modo estable se contribuye a la inclusión y aprendizaje del alumnado, independientemente de la cultura de origen o la necesidad educativa presente. Así, una escuela encaminada hacia la inclusión en una sociedad diversa debe facilitar que todo el alumnado aporte su conocimiento durante el proceso de enseñanza-aprendizaje (Echeita, 2012), sin que este deba ser unívoco (Lata y Castro, 2016).
Otro reto educativo al que nos enfrentamos hoy en día está relacionado con la inclusión de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el aula. Como afirman Johnson y Johnson (2014b), las TIC bien empleadas dentro de un contexto de AC pueden potenciar las experiencias de aprendizaje del alumnado gracias a sus múltiples opciones de comunicación e intercambio en el entorno virtual (lectura y escritura cooperativa, reflexiones, creación de páginas web o de proyectos multimedia, etc.). Por esta misma razón, aumenta el interés del alumnado en las materias educativas adquiriendo competencias de forma efectiva y mejorando sus resultados académicos (Bañales y Rayón, 2015; Herrada y Baños, 2018).
La búsqueda de nuevas formas de facilitar los procesos de enseñanza-aprendizaje están llenas de posibilidades como la de combinar metodologías activas como, por ejemplo, el AC y el Aprendizaje basado en problemas (ABP). Este tipo de combinaciones ofrece unos resultados doblemente satisfactorios puesto que el alumnado adquiere las capacidades y competencias del ABP potenciadas por los beneficios del trabajo en grupos reducidos del AC (Yusof, Hassan, Jamaludin y Harun, 2012).
2.4.PROGRAMAS EDUCATIVOS, FORMACIÓN Y PERSPECTIVA DOCENTE
Ante el interés que ha suscitado esta metodología activa de aprendizaje en los últimos años y en vista de las aportaciones socioeducativas que se derivan de ella, se han venido poniendo en marcha programas de AC en los distintos niveles educativos, desde la educación básica hasta la educación superior. Entre ellos, dentro del ámbito español, destaca el programa Cooperar para Aprender/Aprender a Cooperar (Pujolas, Lago y Naranjo, 2013), la apuesta de la Editorial SM de talleres formativos como el itinerario de Aprendizaje Cooperativo del proyecto Savia (Alonso et al., 2014) y las formaciones y acompañamientos a centros, llevados a cabo por el Equipo INIDE1; todos ellos, con la finalidad de orientar a los centros en la implementación de esta metodología activa de aprendizaje en el aula.
Así pues, podría afirmarse que la aplicación del AC en el aula produce resultados positivos tanto para el alumnado como para el profesorado, relacionados con beneficios de tipo académico, cognitivo, psicológico, socioeducativo o actitudinales (Gillies y Boyle, 2011; Fernández-Río, Cecchini, y Méndez-Giménez, 2014; Navarro et al., 2015). No obstante, también conviene resaltar que esta metodología no está exenta de limitaciones. En este sentido, el profesorado encuentra diversas dificultades en su aplicación, bien sea por el tiempo de preparación, organización y evaluación que requiere, o bien por la insuficiente formación en metodología cooperativa (Gillies y Boyle, 2010; Fernández-Lozano, González-Ballesteros y De-Juanas, 2012; Buchs, Filippou, Pulfrey y Volpé, 2017). Ante estas dificultades, resulta esencial la formación del profesorado en nuevas metodologías de enseñanza que permitan la transformación del modelo educativo acorde a la sociedad en la que vivimos y que aporten al alumnado las competencias necesarias para formar a una ciudadanía respetuosa, responsable y capaz de reflexión crítica.
3.CONCLUSIONES
Tras la revisión bibliográfica de los recientes trabajos sobre AC desarrollados en los últimos diez años, se extraen las siguientes conclusiones:
* El AC es una metodología activa de aprendizaje con un interés creciente desde finales del siglo XX y principio del siglo XXI.
* Los beneficios que aporta al alumnado son de tipo académico, cognitivo, psicológico y socioeducativo, entre otros.
* La metodología cooperativa en pequeños grupos permite al alumnado la adquisición de competencias muy demandadas actualmente en el mercado laboral tales como el liderazgo, la capacidad crítica, la comunicación, el trabajo en equipo, la división de tareas, la toma de decisiones, la resolución de conflictos o la coordinación en equipos multidisciplinares.
* El AC facilita la adquisición de habilidades sociales y competencias emocionales fundamentales para la buena convivencia y la lucha contra el acoso escolar.
* La combinación de metodologías activas tales como el ABP y el AC ofrecen resultados doblemente satisfactorios.
* La aplicación del AC requiere de un cambio de concepción del proceso de enseñanzaaprendizaje de la comunidad educativa.
* La formación del profesorado en nuevas metodologías de aprendizaje es esencial para asegurar la renovación educativa.
* Educación, política, tecnología y sociedad deben ir de la mano para configurar un todo capaz de adaptarse a los cambios acontecidos y superar con éxito los retos venideros que nos plantea este siglo XXI.
1 https://www.equipoinide.com/
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Abstract
Los cambios experimentados en las últimas décadas en las sociedades industrializadas nos han llevado hacia una desconexión paulatina con el entorno, de falta de relación tanto con la naturaleza como con las personas que lo habitan, conduciéndonos hacia un horizonte que, para muchos, resulta preocupante. A pesar de esta realidad, en el mundo laboral se exigen, cada vez con más frecuencia, competencias de tipo colaborativo que favorezcan las relaciones interpersonales. Por ello, la escuela, como uno de los agentes responsables en el desarrollo de competencias en el alumnado, se ha visto implicada en un proceso de transformación para adaptarse a los nuevos retos de la sociedad actual. Uno de estos cambios se materializa en la incorporación de metodologías activas que conciben el aprendizaje como un proceso activo y dinámico en el que el alumnado se convierte en protagonista del mismo. El Aprendizaje Cooperativo (AC) constituye una metodología activa en la que los/las estudiantes trabajan en grupos reducidos para maximizar su aprendizaje, favoreciendo el desarrollo de su competencia social, la inclusión y la reducción del acoso escolar. En el presente trabajo se realiza una revisión de publicaciones desarrolladas en los últimos diez años sobre las principales aportaciones del AC ante los nuevos retos educativos de este siglo.