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Cuando el vanguardista Canudo inventa y promociona a principios del siglo XX la denominación "séptimo arte" para clasificar al cinema e incorporarlo triunfalmente a las otras artes llamadas clasicas, no solo crea, como es habitual que suceda con las rupturas en el mundo de la cultura, un movimiento entre escéptico e irritado, sino que, a juicio mío, la huella de su novedosa calificación en el nacimiento perjudicó la verdadera función del cine que no es otra que la del relato, la narratión cinematografica que aparece en la cultura como una forma nueva y heredera, en ocasiones indirecta, de la hasta entonces narratión literaria. La denominación de séptimo arte se quedó como slogan que desvirtuó la esencia del cine en cierto sentido.
Hoy podemos establecer que el cinema debe ser considerado no sólo como una variante de la literatura escrita, sino un género que, desde sus titubeos iniciales hasta sus transformaciones actuales, se ha convertido en una expresión propia (incluidos los contagios) que cumple adecuadamente con su libertad e independencia narrativas.
Escribe Gérard Genette, en su Discours du récit, refiriendose al discurso narrativo que, como tal, "vive de su relatión con la historia que cuenta; como discurso vive de su relatión con la narratión que lo profiere. El análisis del discurso narrativo será pues, para nosotros, esencialmente el estudio de las relaciones entre relato e historia, entre relato y narración y -en tanto se inscriben en el discurso del relato- entre historia y narración".
Es decir traspolando esa teoría, la esencia del cinema, la narración móvil es, en realidad, la diferenciación que distingue al nuevo arte, ese que cuando Canudo con su clasificatión aparentemente maniquea, hizo temblar los cimientos del tradicionalismo académico. Sin embargo, pronto muchos intelectuales comprendieron la significación creadora del cine y el valor como escritura. Entre nosotros, ya en 1929, Francisco Ayala declara "pero si la esencia artística del cine la aproxima a la novela hasta el punto de identificar sus fines estéticos, en cambio son de una eficacia social incomparablemente superior sus peculiares medios".
Esa "eficacia social incomparablemente superior (por) sus peculiares medios" que ya apuntó Ayala en un tiempo en el que el cine se transformaba (o sufría una reconversión como se dice ahora) al dejar de ser mudo y...