Resumen
Este trabajo se aboca a estudiar y esclarecer la concepción que tenía Lacan del superyó en el periodo de sus Antecedentes, correspondiente a los años 1932-1952, definido en términos de subjetivación del kakón, lo cual implica una articulación entre una economía de goce y lo que es del orden del ser. Este trabajo es un avance del estado de investigación correspondiente a la tesis de doctorado en vías de realización, en la Universidad de Buenos Aires.
Palabras clave: superyó, yo, ser, kakón.
SUPEREGO IN LACAN: A FOCUS ON THE CONCEPT AS IT IS POSED IN HIS 'ANTECEDENTS' (1932-1952)
Abstract
This paper focuses on studying and elucidating Lacan's conception of superego in the period of his Antecedents, corresponding to the years 19321952, defined in terms of subjectivation of kakon, which implies an articulation between the economy of jouissance and what belongs to the order of being.
Keywords: superego, ego, being, kakon
LE SURMOI CHEZ LACAN : ACTUALITÉ DU CONCEPT TEL QU'IL EST PROPOSÉ DANS SES "ANTECÉDENTS" (1932-1952)
Résumé
Cet article a pour but d'étudier et d'éclaircir l'idée que Lacan avait au sujet du surmoi pendant la période de ses Antécédents, correspondant aux années 1932-1952. Ce surmoi est défini en termes de subjectivisation du kakon, ce qui implique une articulation entre une économie de la jouissance et ce qui est de l'ordre de l'être.
Mots-clés : surmoi, moi, kakon.
Recibido: 27/11/14
Aprobado: 17/01/15
Introducción
El predominio de lo imaginario en la sociedad actual torna necesario revisar las correlaciones del superyó con el yo. Con ese fin investigamos esta etapa de la enseñanza de Lacan, rescatando la primera conceptualización que hace del superyó y que se puede resumir en tres puntos que desarrollaremos a continuación: a) su relación a lo rechazado del ser; b) su referencia a la pulsión y c) su surgimiento en el punto de falla de la identificación del sepultamiento del Complejo de Edipo.
"Antecedentes' es el nombre que el mismo Lacan da a la transmisión que lleva a cabo entre los años 1932 y 1952, enseñanza que podríamos describir como sostenida en la dialéctica hegeliana, de carácter pre-estructuralista y anterior al ordenamiento simbólico-imaginario-real y a la perspectiva de la primacía de lo simbólico. La productividad de este ciclo se ubica entre 1932 (con la publicación de su tesis de doctorado) y 1952 (antes del "Informe de Roma" y del inicio oficial de su Seminario).
En estos años vemos un pasaje en la investigación de Lacan que va desde la psicopatología a la constitución psíquica normal, de la psicosis a la neurosis, de la paranoia al conocimiento como paranoico y del superyó al yo.
En cuanto al tema que nos convoca, Lacan hace un recorrido desde la autopunición por medio del pasaje al acto que impone el superyó, producto de un detenimiento en el desarrollo de la constitución psíquica, hasta llegar a la agresión suicida del narcisismo, producto de una identificación dual, primitiva. Ubicaremos en este pasaje la manifestación de una tensión dialéctica entre yo y superyó que revisaremos. En esta tensión dialéctica se expresan los tres caracteres arriba mencionados.
El superyó en el periodo
Podemos decir que el superyó es la vía de entrada de Lacan al psicoanálisis. Alrededor de él, fundándose en él, distinguió un determinado tipo de paranoia que se explica como autopunitiva. En su tesis de doctorado desarrolla la que llama "paranoia de autopunición'. El mismo origen (superyó) le adjudica a la paranoia de reivindicación.
Para Lacan, el estudio del delirio paranoico pone de manifiesto tres cuestiones esenciales que es importante situar: a) la estructura del conocimiento, b) la función de la autopunición y c) la posición subjetiva del paranoico: el bovarismo. Las tres llevarán a Lacan a comprender y explicar la personalidad normal, la función del yo y su relación con la instancia autopunitiva.
La paranoia se explica por el detenimiento del desarrollo de la personalidad en el momento de constitución del superyó -que es el momento en que se establecen las leyes mentales de la participación social (que dependen de la constitución de la moral y la ética, es decir, de la construcción del ideal y de la posibilidad de socialización de las pulsiones libidinosas y agresivas)-. El superyó es el agente punitivo. En el desarrollo subjetivo, las tendencias pulsionales se traducen en intenciones mentales que deben acordar con las condiciones sociales. En su tesis, Lacan afirma que el delirio en la paranoia pone de manifiesto una imagen de sí mismo que implica el desconocimiento de una tendencia libidinal y agresiva inconsciente. La tendencia castigada en la paranoia es la homosexualidad. Es su surgimiento, y luego su sublimación o represión, lo que posibilita lo social. ¿Qué es lo que de la pulsión homosexual se castiga? La condición del objeto de amor de ser semejante a uno. La tendencia homosexual debe ser entendida, en términos del propio Lacan de esta época, como el investimento libidinal de lo parecido al sujeto: "[...] el objeto elegido es el más semej ante al sujeto: tal es la razón de su carácter homosexual" (1979, p. 344). Así, esas tendencias rechazadas van a aportar su energía al superyó, que transforma esa agresión en autoagresión y castigo. De este modo, "Esta tendencia homosexual no se expresaría sino por una negación enloquecida de sí misma, que fundaría la convicción de ser perseguido y designaría al ser amado en el perseguidor" (p. 344). Así, todas las perseguidoras no son más que una imagen repetida de ese otro-semejante-a-mí originario, determinante en mi constitución, que no reconozco.
Lo que nos interesa señalar aquí son dos cuestiones: la punición del superyó y el bovarismo del yo. En cuanto al acto punitivo, es el acto como búsqueda de castigo sostenido en un motivo inconsciente que consiste en el desconocimiento de una intención rechazada de la personalidad del sujeto que es rechazada por representar en el psiquismo una tendencia intolerable desde la perspectiva de lo social, intención que, en cambio, es vista y reconocida en otro semejante que, por portarla, se convierte en un peligro para el sujeto, razón por la cual el sujeto debe atacarlo como defensa. Por medio del castigo social, al sujeto le retorna (aún desconocida) la verdad que hay en su acto; integrar lo desconocido por él, le permitiría situarse como sujeto responsable de su historia. Agredir lo rechazado encontrado en el otro es agredirse a sí mismo (autopunición). En cuanto al bovarismo del yo: el sujeto constituye su yo como una imagen ideal de sí y cree ser eso (bovarismo o capacidad del hombre de creerse diferente de lo que es). Por ese mismo acto desconoce lo que él es, su ser real, que es exactamente lo invertido, lo opuesto de esa imagen yoica ideal. Toma como Ideal del yo una imagen que encubre, a la vez que señala lo que de sí rechaza. Encuentra en el otro semejante ese Ideal que, por serlo, encarna también lo rechazado de sí, puesto que el Ideal encubre y a la vez indica el ser (conocimiento paranoico: conoce en el otro lo que no reconoce en sí). De este modo explicamos las tres condiciones del delirio paranoico planteadas por Lacan y señaladas por nosotros unos párrafos antes.
Los textos de 1932-1933 nos muestran que Lacan entiende que la búsqueda de castigo tiene la intención de punir al propio ser que se desconoce.
Releer el texto La familia, de 1938, nos aporta otro dato que nos permite sostener, a la vez que modificar levemente, la hipótesis que nos acompaña; y es que el superyó, al constituirse, hereda una condición que es originaria: él se apropia de la tarea de representar la relación mortífera con el objeto primordial.
En este texto, escrito para formar parte de una compilación del volumen VII de la Encyclopédie Francaise, de 1938, Lacan se ocupa de establecer las condiciones de la estructuración psíquica, y lo hace a partir de la conceptualización de tres complejos por los que atravesaría el sujeto en el progreso de su constitución psíquica y su relación al otro.
Los complejos son el modo en que se articula en el sujeto lo cultural, puesto que la cultura es lo que viene al lugar de su inadecuación biológica. Un complejo "reemplaza una insuficiencia vital a través de la regulación de una función social" (Lacan, 1997, p. 40), y así organiza el desarrollo psíquico, al establecer estructuras mentales que modelan las experiencias psíquicas posteriores. Constituye y organiza la realidad. Los complejos son momentos dialécticos de tal modo que el siguiente contiene y supera al anterior.
El elemento psíquico fundamental que se estructura en el complejo es la imago, a la que Lacan define como una "representación inconsciente" (p. 29). Cada complejo figura una situación de inadecuación; pone de manifiesto una negatividad, pero con el correlato de instalar una positividad: la imago. La imago que se decanta en cada una de las etapas que se corresponden con los distintos complejos es resolutiva, posibilitadora, favorece la homeostasis, permite ligar el exceso tensional. Cada uno de estos complejos e imagos resignifica la realidad subjetiva anterior, modificándola. Cada imago debe ser sublimada (integrada a las otras) en el posterior desarrollo (los otros complejos); si no, deviene factor de muerte, es decir, de abandono subjetivo.
Los complejos son tres. Cada uno pone en juego: a) un estado afectivo inicial de peligro subjetivo, b) un agente interviniente exterior al niño, c) una forma particular de la falta; d) a cada uno le corresponde una imago "salvadora' específica, acompañada de, e) un estado de tensión psíquica que le es particular y que, f) introduce un nuevo estadio de estructuración psíquica.
1. complejo del destete: desamparo, madre, pérdida (del pecho), imago del seno materno (identificación al objeto perdido), masoquismo, objeto primordial;
2. complejo de intrusión: discordancia, otro semejante, intrusión (del semejante), imago del doble (identificación al otro semejante), agresividad, constitución del yo;
3. complejo de Edipo: celos y angustia, rival (padre), castración (prohibición del incesto), imago del padre (identificación a la ley), punición y respeto, constitución del superyó e Ideal.3
El desamparo inicial del niño se ve reducido por la presencia de la madre. El destete lo reaviva. El sujeto resuelve esta separación haciendo de la madre el objeto primordial, erigiendo en el psiquismo la imago del seno materno. Ahora bien, aferrarse a la imago del seno materno sin integrarla a los siguientes complejos, la convierte en un factor de muerte, pues implica un empuje a la "asimilación perfecta de la totalidad al ser", (p. 43), y supone, en sí misma, la aspiración a la muerte (concebida como el regreso al estado de beatitud intrauterino). La ruptura de la completud con la madre es un trauma psíquico que genera una tendencia a regresar a ese estado, lo que Lacan llama "suicidio primordial" (p. 51) o masoquismo primario. Esta tendencia psíquica consiste en la reproducción por parte del niño del estado de malestar generado por esa separación del objeto primordial para sublimarlo y superarlo. El juego del fort-da expresa este intento, al traducir la pérdida del objeto materno por medio de su simbolización.
Al atravesar y resolver el complejo del destete, el sujeto se ve inmerso en otro conflicto. El complejo de intrusión aparece como consecuencia de la conflictividad que produce un cuerpo despedazado y un deseo del que nada se sabe, que se resuelve mediante la constitución de la imago del semejante o del doble. Esta posibilita el nacimiento de la unidad corporal y mental con el advenimiento del yo, al tiempo que se constituye el otro como objeto; pero a su vez, expresa un estado de intrusión por cuanto el yo es otro, lo que hace que la identificación implique, correlativamente, la agresividad. La agresividad es secundaria y consecuencia de la identificación, y se produce en la medida en que la identificación con el hermano no sometido al destete (que lleva al niño a desear el mismo objeto que éste) evoca la imago materna que engendra la tendencia al suicidio primordial. Entonces, para Lacan, en La familia, la agresividad para con el otro es una transformación de la autoagresión (masoquismo) del complejo anterior: se limita a consumar (repitiendo) la pérdida del objeto materno, en tanto el otro suscita en el sujeto la imagen de aquel no sometido a la separación. Esta reacomodación, ahora en el plano del semejante, de lo generado en la relación con la madre es producto de que, primero, el sujeto se ha identificado con el otro. Y lo ha hecho porque identificarse a la imago del otro le permite sortear las deficiencias de la incoordinación corporal propia de la etapa que atraviesa y que lo dejan sometido a la dependencia y al malestar psíquico que deja la separación. El semejante sirve de modelo de unidad corporal-afectiva-mental4 que restaura la unidad perdida. La imagen no contiene al semejante, el sujeto no se distingue de la imagen, se aliena a ella, pero sí añade la intrusión temporaria de una tendencia extraña (p. 56), lo cual engendra agresividad. Define la agresividad como "negatividad" del interés (p. 49). Ese interés en el otro lo lleva, luego de constituirse el yo, a interesarse en lo que interesa al otro: descubre el objeto, bajo la forma de los celos (por ser el otro el que tiene el objeto de interés). De aquí queda aferrarse a la destrucción del otro (detenerse en la agresividad, llevándola al plano de la agresión) o, por la vía de los celos, introducir la comunicación, el intercambio y el objeto social.
La imago del doble es una forma de progreso de la imago materna: es una identificación que hace ser uno. De allí pasa al interés por el objeto del otro sexo, enfrentando la aparición del tercero (el del mismo sexo) como obstáculo y como modelo. El complejo dirige las tendencias sexuales hacia el objeto primordial. El deseo sexual por el progenitor lleva a la reactivación de la tendencia de ser uno con el todo, de reabsorberse en el otro. La salida es la constitución de la distancia con el objeto que engendra el respeto. Esto deriva en el fin del complejo hacia el interés neutro (no solo por el objeto sexual), la constitución del superyó (agente represor) y del ideal (agente de sublimación) (p. 64).
A este tercer complejo lo caracteriza el hecho de que reaparece el objeto primordial, ahora bajo la forma del objeto de deseo sexual, y que el progenitor del mismo sexo se le aparece al niño como prohibidor y como transgresor de aquello que le prohíbe a éste. Otra vez el encuentro con el desencuentro (en distintos planos): con la imposibilidad (destete), con la inadecuación y discordancia (intrusión), con la castración (Edipo).
La imago del padre es la que se pone en juego en este momento. Resuelve en sublimación y garantía futura -por constitución del Ideal- el lugar del sujeto respecto al sexo (su posición sexuada y la elección del objeto sexual). A la vez, reprime la tendencia sexual dando lugar a intereses neutros. Esta vez, la identificación no es al objeto de deseo, sino al objeto que obstaculiza su satisfacción, y esto es propiciatorio. Se le aparece al yo como sostén de su defensa y ocupa el lugar que antes tenía el doble con el que el yo se identificó en la etapa anterior.
¿Podemos decir que el superyó es lo que estructuralmente no puede ser sublimado de la imago materna en el posterior desarrollo de la estructuración psíquica? ¿Incluso podremos decir que es lo que no pudo ser sublimado en la imago materna? Sí, en tanto es lo reprimido. Lo que no puede ser sublimado en la separación del objeto es reprimido. Lo sublimado es lo que se logró como separación. Lo que no accede a la separación es reprimido. ¿Qué es lo que del objeto se transforma en superyó? El superyó es aquello que se erige en el lugar de los restos que quedan de lo que se constituye como objeto primordial, es el heraldo del rechazo del objeto, a la vez que lo representa. Tanto el masoquismo, como la agresividad o la punición son lo que resta como afectividad a la salida a cada complejo. Lo que era objeto y ahora son restos se retiene como afectividad. Lo que resta del objeto, lo imposible de sublimar en y del objeto primordial, lo intransformable, es la afectividad que despierta y que va tomando distintas formas según el complejo que se atraviesa: masoquismo, agresividad, punición.
Ahora rectificamos nuevamente nuestra hipótesis: el superyó se constituye de los restos que quedaron en la constitución del objeto primordial, los cuales consisten en afectividad.
"Acerca de la causalidad psíquica" es un texto de 1946 en el que introduce Lacan un viraje: lo que antes adjudicaba a la locura, como detenimiento en el momento de la constitución del superyó, ahora es adjudicado a la "normalidad psíquica": la paranoia se convierte en el rasgo propio del yo.
Lacan parte del concepto de "conocimiento paranoico" ligado a la psicosis, para concluir explicando esta estructura como aquella que es propia del "modo imaginario'. Este (el conocimiento paranoico) es un término complejo que no designa solamente un modo de conocimiento, sino que manifiesta una forma de organización psíquica, la imaginaria.
La estructura elemental explicitada bajo el nombre de "conocimiento paranoico' puede describirse en cuatro puntos: 1) conocer sin reconocerse; 2) creencia en el ser que adviene por identificación; 3) denuncia del desorden del mundo del cual no se siente parte; 4) este ser se constituye en una doble inversión respecto de su realidad que favorece la posición de víctima elegida en la que el sujeto queda atrapado y de la cual sólo puede salir mediante la "agresión suicida del narcisismo'.
El término "conocimiento paranoico' define una "forma de significar', un modo particular (arcaico) de dar significación a la realidad; y esta modalidad es la de "conocer sin reconocerse allí". (Lacan, 1985a, p. 156). Esto es un acto de desconocimiento de la participación del sujeto en esa realidad que conoce.
Esta posición de conocer sin reconocerse tiene una estructura interna que se manifiesta, por un lado, en la identificación del sujeto con un ser ideal y en la creencia absoluta en la existencia real y veraz de ese ser que adviene y que, en realidad, es inefable por no ser más que producto de una identificación. Por otro lado, da al otro las cualidades de sí que rechaza y reconoce en el afuera aquello mismo que, sin embargo, no ve en él. Se da una imagen invertida: su actualidad es vista en algún otro y desconocida en sí mismo, mientras que reconoce como su ser una imagen ideal, virtual. Lo no reconocido en sí es conocido, visto en un otro. Esto señala una creencia en la indivisibilidad entre su ser y la identificación, no hay la menor diferencia entre uno y otra, no hay separación.
A su vez denuncia como "desorden" (p. 162) eso que rechaza de sí: rechaza reconocer su participación en ese "desorden" que ve en el afuera, sintiéndose víctima de eso y percibiendo ese desorden como persecutorio (como contrapuesto y amenazante del orden que promueve la identificación con la imagen ideal). (p. 162)
El espejismo sólo se rompe si la acción del sujeto lo confronta a reconocerse como siendo parte del desorden del que se quejaba. La agresión suicida del narcisismo es atacar lo que del sujeto hay en el otro: es agredir al ser aborrecido, de ese modo se agrede y por eso es suicida. Es definida como "la pasión de demostrar a todos su unicidad, así sea en el aislamiento de la víctima, en el que encuentra, en el último acto, su satisfacción amargamente jubilosa" (p. 165).
Que un sujeto quede apresado allí o logre pasar a otro plano en las relaciones humanas dependerá de que pueda llegar a establecer una identificación "mediata', por oposición a la del yo, a la que Lacan llama "inmediata' o dual. La identificación mediata, en cambio, es la que da origen al ideal.
La escisión subjetiva está ubicada en los efectos de la constitución del yo. Este se constituye por oposición y su borde es definido, no por oposición al otro semejante, sino por aquello que excluye desconociéndolo y proyectándolo en el otro. El yo se empeña en desconocer lo que desintegre su unidad. Ese desgarro implica que hay algo del sujeto que el yo no podrá tocar, a lo que no podrá acceder. Así se establece una hiancia entre lo que del sujeto anterior a la transformación no puede ser transformado y el sujeto transformado por la identificación, es decir, el sujeto devenido yo. Algo del ser queda excluido del yo. Ese resto inaccesible a la transformación es lo que de ahí en más se constituye como inconsciente y, en términos de esta época, kakón. La relación que el sujeto transformado, o yo, establece con este resto inconsciente es una relación de desconocimiento. La transformación que se introduce con la constitución de la imago del semejante o, en otros términos, la identificación del estadio del espejo, es en un sentido tal que la anterioridad no deviene pasado, sino una actualidad desconocida por el yo que, por el contrario, reconoce una virtualidad que es enajenante. El efecto es el desgarramiento subjetivo, la división, de tal modo que se podría decir que lo inconsciente -en este momento de la enseñanza de Lacan- es el capítulo, no "censurado', sino desconocido de la historia del sujeto. El desconocimiento es el acto por el cual el yo rechaza lo no asimilable a su estructura; ese resto que no pudo ser transformado.
Aunque en "Acerca..." la única mención que hace Lacan al superyó es para decir que más que de autopunición él hablaría de agresión suicida del narcisismo. Este acento puesto en el yo no nos exime de pensar qué lugar le corresponde al superyó. ¿Es que Lacan ahora descarta que esta instancia esté en el núcleo de la patología psíquica? No lo creemos si leemos este texto junto con "La agresividad en psicoanálisis" (1985d), donde dedica la tesis V al tema (pero también el resto del texto), y con "Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología" (1985b), en el que consagra un apartado (el tercero) a esta noción.
En verdad, se puede apreciar que en este periodo de su enseñanza, Lacan construye toda una psicopatología alrededor de estos dos conceptos: a la paranoia de autopunición en su Tesis, y al narcisismo suicida del yo en "Acerca..."; debemos agregar la neurosis de autocastigo, en "La agresividad...", y el crimen de autopunición en "Introducción teórica...". En este último texto, Lacan señala que el superyó explica, además de la psicopatología, también las anomalías de la vida cotidiana (1985b, p. 122). Se trata de una psicopatología ordenada alrededor de la inhibición y la huida hacia adelante (p. 115); la clínica le muestra a Lacan, por un lado, lo que él llama "huida hacia adelante", es decir, los actos delictivos que provoca el superyó; y, por otro, lo que se presenta como respuestas del yo a sus mandatos: la culpa, la inhibición, el fracaso. En un caso vemos tomar peso al carácter de empuje que implica esta instancia, y en el otro su carácter de imposición. Sabemos que mientras el yo se complace en ser víctima del otro, el superyó torna su víctima al sujeto. Si el yo dirige la agresividad al semejante, el superyó la dirige al sujeto (como vimos, para Lacan, el crimen superyoico, si bien se dirige hacia afuera, tiene el fin de recibir castigo por medio del rebote social respecto del acto delictivo cometido). Por otro lado, imponer la ley de su corazón al desorden del mundo, carácter propio del yo, no es sino pretender que lo que vale para sí, valga para todos; cuestión que sitúa el carácter de imperativo categórico del superyó.
Veamos algunas preguntas, ¿habrá que pensar la psicopatología en Lacan, tal como es planteada en este periodo, como una dialéctica entre ambas instancias? Si hay afinidad de estructuras, ¿dónde radica la diferencia entre ambas? Además, ¿deberíamos decir que el castigo recae sobre el yo, en cuyo caso lo correcto sería sostener que el superyó se contrapone al yo, o sobre el sujeto desconocido por el yo y, en ese caso, pensar que el superyó está del lado de la instancia yoica?
Retomemos algunos conceptos vertidos por Lacan en estos textos:
1) La formación del superyó es contemporánea y hasta anterior a la aparición del yo (1985b, p. 128).
2) El yo nace como solución al desgarramiento original del hombre (1985c, p. 90) y se constituye como oposición (1994-5, p. 19).
3) Ubicado en el pasaje de la naturaleza a la cultura, el superyó emerge en el desgarramiento de lo social y recrea ese punto de falla (1985b, p. 128). La moral aparece como falla en la identificación del ideal (1985d, p. 111).
4) El sentido de las represiones es el de definir los límites del yo (1985a, p. 135).
5) El superyó comanda la represión y la censura (1985b, p. 122).
6) Las primeras formaciones del superyó se vinculan a lo que Klein llama posición depresiva y que supone la subjetivación del kakón (1985d, p. 108). El kakón, lo que en términos kleinianos son los objetos internos malos, y en términos freudianos es el núcleo del ser, es responsable tanto de la inhibición cuanto de la huida hacia adelante (1985d, p. 115).
7) El yo, para constituirse, necesita desconocer el kakón del ser (1985a, p. 165).
8) La agresividad del yo es la tensión correlativa de la estructura narcisista (1985d, p. 109).
9) La punición es la tensión correlativa de la estructura edípica (1985b, p. 128). El superyó es la tensión criminal del Edipo hecha estructura (1985b, p. 121).
10) El desconocimiento deja al yo cautivo del superyó (2012, p. 136).
Como primera cuestión, señalaremos que no vemos aquí que el superyó someta al castigo al yo. Por el contrario, lo vemos seguir la misma línea que él; opera las represiones y censuras sobre aquello mismo que es lo que el yo desconoce, sea esto reconocido (lo que no implica ser admitido) como interior, en cuyo caso opera como autopunición, o tamizado por la proyección yoica en el exterior, en cuyo caso opera como violencia hacia el otro (aunque con el trasfondo de la búsqueda de castigo por parte de la sociedad -y aquí radica la diferencia con el yo-). Aquello del ser que es cuestionado, criticado y juzgado por el superyó no parece ser el yo, sino esa parte del hombre que no responde ni al requerimiento de unidad narcisista ni a los ideales o valores de la cultura. De hecho Lacan plantea, por ejemplo, que la moral confunde la agresividad con la virtud de la fortaleza (1985d, p. 113), al tiempo que señala la tensión agresiva que supone la moral sujeta a la estructura del narcisismo (p. 111).
Por otro lado observamos que en estos textos Lacan plantea que el superyó surge en la identificación que da origen al Ideal, pero no como producto de esa identificación, sino como consecuencia de su falla, revelando justamente la estructura de esa falla. Es el superyó concebido como parásito del Ideal. En los puntos de quiebre de la identificación, donde esta no puede terminar de llevarse a cabo, "Siempre pronta a emerger del desgarramiento de las categorías sociales para recrear, según la hermosa expresión de Hesnard, el universo mórbido de la falta [...]" surge esta "instancia solo captada en el estado psicopático" (1985b, p. 128). El superyó es la tensión criminal del Edipo hecha estructura. En la medida en que muestra el lugar de falla en la transformación de esas tensiones criminales, es mucho más feroz en las sociedades donde se desintegra la situación familiar y en las que se promueve el yo y "se reduce al ser del yo toda la actividad subjetiva" (1985d, p. 110). El superyó expresa la dependencia del hombre respecto del medio humano en tanto surge de su hiancia.
Entonces, vemos al yo, tanto como al superyó, constituyéndose en el punto de hiancia estructural que implica el ser hombre, y que Lacan nombrará de distintas maneras: desgarramiento original, dehiscencia vital, discordancia primordial, entre otras. Ambas instancias constituyen tanto una solución, cuanto una profundización de ese desgarro original. El yo porque aporta una unidad que al ser le falta, solución de carácter imaginario que implica un estado de confusión transitivista con el otro semejante y que requiere de una operación de desconocimiento que cliva al yo de lo que del sujeto supone una amenaza de ruptura de su unidad. El superyó porque es ese resto hecho instancia psíquica, o, en términos de Lacan: "subjetivación del kakón", lo cual no implica el reconocimiento del mismo.
¿Cómo entendemos esta expresión de Lacan? Para explicarla rescatemos otra: "responsabilidad, es decir, castigo [...]" (1985b, p. 129). Castigo en el lugar de la admisión subjetiva de las tendencias e intenciones que le son propias. El superyó funciona como "represión merced a la cual el sujeto no puede responder de su crimen y gracias a la cual permanece aferrado a su denegación" (1985a, p. 135). A diferencia del yo, cuya operación es la de desconocimiento, el superyó reconoce eso como propio, pero sin asumirlo, sin responder por ello, sino, por el contrario, reprimiéndolo, censurándolo y castigándolo5. Entonces, se hace evidente que el superyó es la responsabilidad no reconocida. Así como la agresividad aparece cada vez que el objeto no se adecúa a la imagen del yo, la punición lo hace cada vez que el kakón en el sujeto no se adecúa al yo o a lo social.6
¿Qué es ese kakón que es subjetivado por vía del superyó? Recordemos los nombres del kakón en Freud y Klein: núcleo del ser y objetos malos internos. Lo malo para Lacan es algo que se constituye como peligro desde los primeros meses de vida, y es esa discordancia inaugural por la que se instalan tanto la dependencia del otro como la disarmonía sexual.
Unos párrafos arriba decíamos que el superyó es el resto no accesible a la identificación hecho instancia. Ahora bien, ¿qué es lo que de la división no se resuelve? Si seguimos la lógica que Lacan viene planteando y por la cual decíamos que el superyó reprime lo que del estadio anterior no se puede sublimar en el siguiente, y planteábamos que lo no sublimado era algo del orden de la afectividad, entonces, el superyó retiene ese monto afectivo que queda intocado. Ese desarreglo que no puede ser elaborado por el desarrollo psíquico y es captado por el yo como lo malo, en la etapa del sepultamiento de Edipo toma carácter de superyó. El aparato psíquico engendra soluciones a esa división sentida como peligro: masoquismo, agresividad, punición; lo que Freud y Lacan llaman pulsión de muerte.
¿Cómo es que ese kakón se hace pulsión de muerte bajo la forma de "punición'? Recordemos, aclaremos y definamos: la punición es la pulsión de muerte dirigida hacia el kakón subjetivado, o sea reincorporado. Aquí no se trata de identificación al padre, sino más bien de reincorporación de lo que de la relación con el objeto primordial, la madre, había sido expulsado. Es reincorporación de un modo de satisfacción, la satisfacción de ser uno con el todo. El padre, en cambio, es agente en la constitución del Ideal bajo la forma de la prohibición y de la posibilitación; prohibiendo el acceso al objeto primordial que llevaría al niño al goce mortífero, le permite abrirse a la socialización, a la sustitución y a la sublimación. Es prohibición de goce. En el caso del superyó, la prohibición es goce porque es la prohibición de la sublimación, de la sustitución y de la socialización. Son muy diferentes actos psíquicos.
Y, ¿dónde hallamos la esencia del superyó: en la moral, en la prohibición, en la punición?, ¿lo esencial está en la satisfacción pulsional indirecta?, ¿en el anudamiento entre pulsión y moral? ¿Los textos de Lacan de este periodo permiten responder esta pregunta o es necesario esperar hasta el Seminario La ética del psicoanálisis y luego al de La identificación? Vemos que ya se anticipan algunas de las cuestiones que se desarrollarán en estos seminarios: lo superyoico es que la pulsión tome forma de moral, es decir, de lo que está bien. Si la satisfacción pulsional toma forma superyoica (de empuje a lo moral o de prohibiciones incesantes o de castigo insensato), es solo en la medida en que, porque se depende del Otro, se internalizan los valores y normas del Otro. Si hoy en día el superyó toma la forma del empuje al consumo, al cuerpo perfecto o a las relaciones virtuales, es porque eso es lo que la cultura promueve como valores morales en este momento. El superyó resulta una instancia mutante, un camaleón. Se sirve de la moral para llevar a cabo la satisfacción pulsional por vía indirecta. Toma los valores sociales para hacer de ellos una moral, es decir, determinando las acciones humanas en función de lo que está bien y lo que está mal, ofreciéndole a la pulsión ese camuflaje que hace injustificable no acceder a satisfacerla. Usa la moral para la satisfacción pulsional; el superyó hace un nudo entre ambos.
Lo esencial que vemos en los escritos de Lacan entre 1932 y 1952 es que, lisa y llanamente, el superyó es, él mismo, la pulsión dirigida a satisfacerse alrededor de lo que toma carácter de kakón, a hacer de él, el objeto de esa pulsión de muerte, con la justificación moral de la punición; el superyó es como una banda de Moebius: una cara es la pulsión y otra (la misma) es la moral.
Algunas conclusiones
El yo es función de desconocimiento, el superyó es función de censura y represión. Así como en el yo, "la tensión agresiva integra la pulsión frustrada cada vez que la falta de adecuación del otro hace abortar la identificación resolutiva" (1985b, p. 135), el superyó resuelve la hiancia estructural y originaria con la autopunición cada vez que el kakón pone en peligro el aparato al despertar la pulsión.
Y, en este sentido, tanto el yo como el superyó continuarán la tarea de rechazo del ser, puesto que impiden la realización del sujeto. Si bien ambos aportan una solución a la división estructural, no hacen más que profundizarla.
Entonces, vemos que hemos respondido las preguntas que nos habíamos formulado al comienzo. Estamos, efectivamente, ante dos instancias que son afines, pues nacen de la falla estructural del sujeto y ambas plantean una solución; se distinguen en que lo hacen en niveles estructurales distintos: una en el nivel del narcisismo, mientras la otra lo hace en el del edipismo. Agreguemos que, si bien cada uno, yo y superyó, tienen distinta forma de manejo de la libido, vemos que ambos implican una economía de goce. Respecto del yo se trata del narcisismo: organiza la "estructura ontológica del mundo" (1985c, p. 87) y "tipifica una relación libidinal esencial con la imagen corporal" (1994-5, p. 16) lo que hace que el deseo se anude a un objeto como el yo; mientras el superyó da una estructura moral al mundo. En esta perspectiva, ser (rechazo de lo que constituye su núcleo) y economía de goce (satisfacción pulsional) se articulan.
Por último, señalemos que Lacan termina estos textos dando a entender que la sociedad actual está entrando en un tiempo -la era del hombre liberado- en el que el sujeto quedará a expensas del superyó; y eso en razón de que la promoción del yo y del individuo, acompañada de la desintegración de la familia (cuestiones que predominan en la cultura actual), dificulta el proceso de identificaciones que ordenan, orientan y sostienen al sujeto. Además, dejemos simplemente señalado que Lacan da una indicación para la práctica cuando dice que se trata de: irrealizar el superyó (1985b, p. 126), y de hacerlo más soportable (p. 125).
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Negro, M. A. (2015). El superyó en Lacan: actualidad del concepto tal como es planteado en sus "antecedentes' (1932-1952). Revista Affectio Societatis, 12(23), 86-100. Medellín, Colombia: Departamento de Psicoanálisis, Universidad de Antioquia. Recuperado de http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/affectiosocietatis
1 Este artículo es un avance del trabajo de tesis llevado a cabo por la autora en el Doctorado en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, cuyo título es Solución en el Seminario La identificación al problema lacaniano del superyó, bajo la dirección de la Doctora Laura Arias.
3 Si observamos las pérdidas correspondientes a cada complejo vemos que se avizora en ellas las tres formas de la falta desplegadas en el Seminario 4: privación, frustración, castración. También se bosquejan las tres formas de la identificación: la real, la imaginaria y la simbólica.
4 Véase Negro, M. (2010). Lo imaginario en la enseñanza de Jacques Lacan, incidencia del objeto mirada en su constitución, Buenos Aires: La Barca.
5 Unos años después dirá Lacan que el superyó opera por verwerfung. Cf. Lacan, J. (1992). El seminario de Jacques Lacan, Libro 4: La relación de objeto, Buenos Aires: Paidós.
6 Por eso, Lacan, en la última clase del Seminario La transferencia, planteará la tarea del análisis como la de separar al máxi mo el I del a; es decir, realizar la tarea opuesta a la del superyó.
Referencias bibliográficas:
Lacan, J. (1979). El problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las formas paranoicas de la experiencia. En De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Seguido de Primeros escritos sobre la paranoia. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Lacan, J. (1985a). Acerca de la causalidad psíquica. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Lacan, J. (1985b). Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Lacan, J. (1985c). El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Lacan, J. (1985d). La agresividad en psicoanálisis. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Lacan, J. (1994-5). Algunas reflexiones sobre el yo. Revista Uno por uno, (41), 7-21. Barcelona: Eolia-Paidós.
Lacan, J. (1997). La familia. Buenos Aires: Argonauta.
Lacan, J. (2012). Premisas para todo desarrollo posible de la criminología. En Otros escritos. Buenos Aires: Paidós.
Marcela Ana Negro2
Asociación Mundial de Psicoanálisis y Escuela de la
Orientación Lacaniana
2 Licenciada en Psicología, Universidad de Belgrano (Argentina). Egresada de la Sección Clínica de Buenos Aires, del Campo Freudiano (Argentina). Magíster en Psicoanálisis, Universidad Kennedy (Argentina). Diplomada del Instituto Clínico de Buenos Aires, Instituto del Campo Freudiano (Argentina). Actualmente adelanta estudios de Doctorado en Psicología en la Universidad de Buenos Aires desde el año 2010.
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