PRESENTACIÓN DE LA TRADUCCIÓN
«Komparatistische Imagologie» («Imagología comparada») se publicó por primera vez en alemán en 1981 como Capítulo 4 de la Parte 1 del libro Komparatistik: Eine Einführung (Literatura comparada: Una introducción), de Hugo Dyserinck, comparatista belga cuyo trabajo se centra principalmente en el análisis de estereotipos étnicos. A pesar de que el autor presenta en este capítulo un panorama sucinto e informado de qué es la imagología en cuanto estudio de los mencionados estereotipos étnicos, no contaba hasta ahora con una versión en castellano. Estudiar las imágenes del otro y los estereotipos en general es una tarea actual y urgente. Por ello, se presenta aquí esta traducción como estímulo para proseguir trabajando en este campo.
Pensando explícitamente en el futuro de la Literatura comparada, Dyserinck defiende la imagología como una parte imprescindible más de ella y subraya las valiosas contribuciones que este campo puede aportar tanto dentro como fuera de los estudios literarios. Según Dyserinck, uno de los objetivos de la imagología debe ser una verdadera desideologización de las relaciones internacionales literarias. El autor es consciente de que los estudios literarios también están influidos por el Zeitgeist y, por ende, por tendencias engañosas como, por ejemplo, el estudio de la supuesta esencia de un pueblo, que el autor menciona varias veces en su texto. La imagología viene así a modernizar la Literatura comparada al rechazar cualquier noción de características nacionales como punto de partida de una investigación científica para centrarse en el análisis de esas supuestas características y los efectos que tienen.
No obstante, el autor también piensa en los resultados beneficiosos más allá de los estudios literarios y hace hincapié en el hecho de que, a través del análisis de las imágenes y del papel que desempeñan en el encuentro de los distintos pueblos, la imagología pueda contribuir a «eliminar las nociones que obstaculizan el entendimiento entre las culturas». Dicho posible aporte de la imagología resulta fundamental, ya que, como señala Dyserinck, se trata de la posibilidad de desarrollar los estudios literarios en colaboración con otras disciplinas, aprovechando las herramientas de análisis que éstas ponen a su disposición. Además, se manifiesta aquí el potencial de la imagología fuera de la torre de marfil que a veces los estudios literarios parecen invocar.
A pesar de que algunos de los ejemplos de Dyserinck tal vez parezcan anticuados hoy día, su argumento respecto a las representaciones de los extranjeros o de la otredad en la literatura es muy actual, ya que dichas descripciones siguen siendo parte integral de muchos textos literarios. Conviene señalar que por «textos» también se hace referencia a filmes y series televisivas, que son tan populares entre amplios sectores de la población de muchos países. Debido a la globalización e Internet su alcance ha crecido considerablemente en los últimos años. De la misma manera tienen cabida aquí los discursos políticos de quienes quieren ganar elecciones a través del populismo y por ello promueven ciertas imágenes de grupos minoritarios o grupos adversarios. Aquello que Dyserinck llama «el efecto de las imágenes [...] en el ámbito general y hasta en el terreno social y político» puede ser considerado entonces como la influencia que tienen las representaciones en la manera en la que formamos nuestras opiniones sobre el otro. Analizar y exponer dichos mecanismos parece fundamental en nuestros tiempos.
Por último, cabe decir que la visión de la imagología que presentó Dyserinck en la década de 1980 parece clarividente dado el enfoque inter- y transdisciplinario que los estudios literarios se esfuerzan en tener hoy en día. Sin embargo, todavía sigue siendo menester insistir en y promover dichas posibilidades beneficiosas de trabajar en conjunto con otras disciplinas. El texto del autor belga también sirve, en definitiva, para recordar a los comparatistas qué caminos deben aún ser transitados.
IMAGOLOGÍA COMPARADA1
Ninguna parte del programa de los estudios literarios comparados franceses fue rechazada de forma tan vehemente por René Wellek como el trabajo sobre la problemática de «l'étranger tel qu'on le voit», visto por Jean- Marie Carré y Marius-François Guyard como el «domaine d'avenir». Tal vez, Wellek lo consideró la forma más extrema de desviarse de la tarea que él consideraba como la adecuada para la ciencia de la literatura.
Sin embargo, en el caso de la propuesta defendida por Carré, no se trataba ni de un plan para convertir la literatura comparada en sociología o etnopsicología, ni tampoco se trata de un modelo de origen dudoso, elaborado a toda prisa y presentado de una manera ad hoc y, por así decir, como una solución de emergencia para buscar nuevas posibilidades de investigación. Más bien, se trataba en primer lugar de un intento premeditado y vivaz para solucionar el problema de la preponderancia del poco satisfactorio estudio de las influencias por medio de un cambio de matices hacia un riguroso estudio de la recepción. De la desoladora situación a la que nos llevó la búsqueda de influencias y fuentes sacamos nuevamente la conclusión de que el estudio de las influencias no es posible sin su equivalente, el estudio de la recepción. Cualquier pregunta sobre los efectos y el éxito de la literatura conduce finalmente a la pregunta por el comportamiento del receptor ante el emisor. En este sentido, se desarrolló la crítica que Carré hizo del estudio de las influencias. Y también en este sentido se vuelve evidente por qué esto nos pudo llevar directamente a la imagología. Carré no trató de salvar lo que quedaba del estudio supranacional de las influencias, sino que prefirió dar otro paso adelante: alejarse del estudio de las influencias hacia un estudio de la recepción en toda la extensión de la palabra.
Añádase a ello que se trataba de un aspecto de la investigación que apareció muy pronto en el desarrollo de los programas como posible tarea particularmente comparativa. Ya en 1896, Louis-Paul Betz declaró en «Kritische Betrachtungen über Wesen, Aufgabe und Bedeutungen der vergleichenden Literaturgeschichte» («Reflexiones críticas sobre el carácter, la función y la importancia de la historia literaria comparada») que la mutua apreciación de las naciones y pueblos es una de las tareas principales de los estudios literarios comparados, haciendo referencia a Goethe2. En 1913, Fernand Baldensperger también señaló en La Littérature, création, succès, durée, desde la perspectiva de la teoría literaria, la necesidad de investigaciones de este tipo3. Paul Hazard le siguió en aquel entonces, recomendando enfáticamente dicho modo de proceder4. De esta manera, el giro «oficial» hacia la imagología, que se impuso a nivel general tras la Segunda Guerra Mundial, era en el fondo un retorno necesario a una oportunidad de investigación que todavía no había sido aprovechada a pesar de las recomendaciones de los expertos5.
No se trataba de un intento de poner los estudios literarios comparados franceses al servicio de metas de la política nacional de ese entonces. Cabe subrayar esto, pues el libro de Carré Les Écrivains français et le mirage allemand, que muy a menudo es presentado como el ejemplo típico del estudio francés de las imágenes, realmente fue escrito expresamente como una aportación a la discusión política sobre la organización futura de las relaciones franco-alemanas. Podía ser entendido, más que como un estudio literario-histórico, como una contribución a cuestiones relacionadas con la política francesa. Por ello, el libro realmente no era lo que debiera ser, a saber, una investigación científica ejemplar sobre la imagología6. No obstante, cuando se aspiraba a construir las bases metodológicas de dichos estudios imagológicos, estaba claro que no se trataba de establecer compromisos con metas de la política nacional, ni servir a intereses de índole nacional-literaria. Por lo tanto, también en este contexto deberíamos entender al pie de la letra la expresión de Carré «Comment nous voyonsnous entre nous?», utilizada en el «Avant-Propos» al manual de Guyard; es decir, debería entenderse no sólo como una propuesta para un programa exclusivo para Francia y la literatura francesa. También con relación a esto habremos aprendido de las malas experiencias del estudio de las influencias.
Quien, en la situación actual, aboga por la imagología debe tener en cuenta los argumentos de Wellek. En esencia, su crítica se refirió a que en el caso del estudio de la «imagen del otro país» en la literatura no se trataba de un asunto que pertenecía específicamente a la ciencia literaria, sino que correspondía más bien a la «sociología o historia general», la «psicología nacional» o la «psicología nacional comparada»7.
Todavía hoy en día podemos responderle mediante dos argumentos. Por una parte, podemos preguntarnos si la imagología como tal realmente pertenece a un campo de estudio extraliterario. Por otra parte, podemos preguntarnos si el hecho de que ciertos aspectos del estudio de las imágenes sobrepasen los límites de las ciencia literaria realmente puede ser una razón para que los comparatistas no se dediquen a ellas. Considerando detenidamente ambos casos la respuesta debe ser no.
La afirmación de que el estudio de la imagología no corresponde a la ciencia de la literatura es insensata no sólo porque la imagología incluye varios aspectos que desde siempre han formado parte de los intereses de la ciencia literaria, sino también porque engloba aspectos que son calificados como literarios cuando se entiende lo literario, en línea con la posición de Wellek, como algo exclusivamente inmanente a la obra.
Como puede comprobarse, existen suficientes casos de la literatura mundial en los que se presentan imágenes que se encuentran en una relación estrecha tanto con la forma como con el contenido de la obra, de tal manera que ésta no puede ser entendida y menos aún interpretada si no se consideran de forma decisiva las imágenes.
Esto concierne en primer lugar a las obras en las que las descripciones de los extranjeros o de lo extraño en sí se encuentran en una posición central. Quien, por ejemplo, opinara que podría entender e interpretar adecuadamente las numerosas obras de la literatura francesa de los siglos XIX y XX que se ocupan del problema alemán o de la relación entre Alemania y Francia sin tener en cuenta la imagen de Alemania que ya existe desde Madame de Staël estaría muy equivocado.
Y quien pensara que puede evitar tranquilamente el problema, porque posiblemente sólo surte efectos en obras contemporáneas, erraría aun más. No son solamente autores del mismo tipo de Erckmann-Chatrian a quienes debemos tener en cuenta, sino también Romain Rolland, Georges Bernanos, Jean Giraudoux, etc. Justamente Giraudoux habría demostrado cómo una imagen puede ser un componente básico de una obra literaria en el sentido de la exégesis más rigurosa. Quien, por ejemplo, respecto a la interpretación de la relación problemática de las heroínas Eva y Geneviève en Siegfried no considere que aquí son personificados elementos básicos de la imagen francesa de Alemania no aspira a comprender este primer drama de Giraudoux. Quien, en cambio, toma en consideración dicha relación no sólo comprenderá mejor la obra en el sentido que el autor le pretendía dar y su alcance, sino que también comprobará leyendo los otros dramas de Giraudoux que el dualismo desarrollado en Siegfried, basado en la noción del contraste alemán-francés, también repercute allí, es decir, tanto en el material trabajado como en la construcción y estructura de las obras.
Sin embargo, existen otros ámbitos en los que aparecen imágenes cuya investigación tal vez no le incumbe al estudio inmanente de la obra, pero que sí pertenece a la ciencia de la literatura en el sentido más estrecho de la palabra.
Esto concierne, en primer lugar, a un ámbito que es de la competencia de la literatura comparada, es decir, que sólo puede ser trabajado por medio de la disciplina que procede de manera supranacional. Hablamos de la importancia que tienen las imágenes en la divulgación y, por ende, en la recepción de obras literarias fuera de su contexto de creación nacionalliterario. Quien quiere comprobar qué papel desempeñan ciertas nociones de la relación del carácter inglés con el carácter alemán con vistas a los efectos de la literatura inglesa (Shakespeare, por ejemplo) en la vida literaria alemana en el siglo XVIII hará bien en reflexionar nuevamente bajo este punto de vista sobre las explicaciones correspondientes de Lessing en su Carta literaria 17 o la Dramaturgia de Hamburgo. De la misma manera, tomará nota del desarrollo de una cierta imagen de Inglaterra en autores como Bodmer, Breitinger, Klopstock y hasta Gottsched y Federico II.
No obstante, será imposible decir que estos problemas no pertenecen a la ciencia literaria propiamente dicha. Y quien, ante tales relaciones, no está convencido de que se trata de cuestiones que sólo pueden ser resueltas desde una posición específicamente comparatista debería recordar que, en los estudios germánicos, hasta la fecha no ha sido posible superar de manera sensata las afirmaciones de Lessing sobre la deutsche Denkungsart (mentalidad alemana) y lo que dichas afirmaciones conllevaban como consecuencia en el marco de los estudios literarios germánicos. Y ello por la simple razón de que una verdadera desideologización de dichas relaciones literarias internacionales sólo es posible a través de un trabajo a nivel multinacional, es decir, desde un punto de vista que no esté vinculado a modelos de pensar ni germánicos, ni anglófonos, ni románicos, ni de ninguna índole nacional-literaria.
Tales fenómenos, por cierto, señalan directamente otro aspecto de la imagología relacionado con la ciencia literaria, a saber, indican la existencia de imágenes en la crítica literaria tanto como en la historia literaria y en la ciencia de la literatura misma. Quien quiera tener una impresión de dicho aspecto de la problemática de las imágenes debería echar un vistazo a los manuales de historia literaria que son utilizados en las clases de idiomas de casi todos los países europeos. Dichos manuales contienen en grado sorprendente nociones generalizadas sobre la «manera de ser», «características nacionales», etc., del otro país, que los usuarios adoptan sin reflexionar. No hace mucho, grupos enteros de autores fueron interpretados por una ciencia de la literatura, consciente o inconscientemente ideologizada, sirviéndose de nociones generalizadas sobre su país de origen. Así dichas nociones pretendían dar la impresión de estar etnopsicológicamente bien fundamentadas para los lectores sin experiencia. No obstante, en realidad representaban imágenes poco científicas y por ende obstaculizaban una verdadera interpretación científica de los autores tratados. Aquí tienen su sitio tanto la idea de un esprit francés, orientado de una manera específicamente racional, civilizadora o estática, que llevó a un sinnúmero de interpretaciones unilaterales de la literatura francesa por parte de romanistas no franceses, como ciertas nociones de la cultura alemana, más «joven», «dinámica» y más inclinada a lo «sentimental». Hasta la fecha, dichas nociones repercuten en ambos lados de la frontera, viéndose reflejadas en los libros de lectura y, así, contrarrestando el entendimiento de los «pueblos», ya que las imágenes literarias no sólo surten efecto en la literatura y en la vida literaria en el sentido más amplio, sino que también influyen en el público y la manera en que se forman las opiniones en general.
Nos enfrentamos así con un último punto que debemos destacar: el efecto de las imágenes, desarrolladas en el mundo de la literatura, en el ámbito general y hasta en el terreno social y político.
Es posible que el director de Voice of America se enfrente con tales imágenes. No obstante, debemos preguntarnos si este hecho realmente es tan irrelevante para los estudiosos de la literatura comparada como a veces se desea. A través de los efectos que ciertos procesos literarios tienen en la práctica, se puede estimar la importancia de dichos procesos. Y tal vez algunos de los estudiosos de la literatura comparada entenderán por medio de estos efectos y excesos cuán necesario es tratar de manera crítica ciertas fuentes de la literatura, la crítica literaria y la ciencia de la literatura8. Desde luego, sólo se puede estar de acuerdo con tal motivo y justificación de la imagología si a la vez uno entiende que el efecto que la literatura tiene en el lector y en el público es uno de los objetos de estudio de los estudios literarios. Pero justamente dicha perspectiva acerca de la realidad literaria, del fait littéraire, es decir, de los acontecimientos literarios, siempre ha formado parte del programa de la literatura comparada. Especialmente, ha formado parte de los estudios literarios comparados que tratan de participar activamente en el fomento del acuerdo entre las distintas esferas nacionales.
De todo lo dicho aquí, podemos deducir que la imagología, tal y como la vemos, es decir, considerándola como parte integral de la literatura comparada en general, no trata de encontrar singularidades ancladas en la ideología nacional, singularidades que, según una opinión todavía existente implícita o explícitamente, se reflejarían en las literaturas nacionales. Más bien, la imagología parte del supuesto de que tales factores ni siquiera existen. Así, se aplica rigurosa prudencia, como se ha vuelto costumbre en los estudios literarios comparados, a la hora de evaluar las características de las literaturas nacionales. Además, la imagología considera dudosas aquellas teorías que fueron desarrolladas para fundamentarla en el marco de un cierto estudio del carácter de un pueblo o en otros trabajos de índole parecida.
Si es necesario todavía subrayar esto, es debido a que en el pasado dicho aspecto de la problemática del estudio de los imágenes ha sido objeto de confusión. Esto se reduce en parte a que en las primeras décadas del desarrollo de nuestros estudios todavía no se ponía de relieve el escepticismo frente a las teorías sobre particularidades nacionales, escepticismo que hoy en día nos parece evidente.
Mientras que el antiguo estudio comparativo, ciertamente ingenuo, creía a veces fácilmente en la existencia de un carácter propio, nacional y psicológicamente determinado de las literaturas, la imagología ha trasladado el énfasis hacia un procedimiento más científico de manera definitiva. Ya no se pregunta cuál es el carácter o la particularidad nacional de la literatura alemana, francesa o inglesa. Más bien se pregunta qué características son atribuidas desde fuera a la literatura alemana, francesa e inglesa. Si es necesario también se pregunta cuáles son las características que se interpretan como propias del carácter nacional y, en todo caso, analizará las teorías que son desarrolladas respecto a las supuestas razones y consecuencias de dichas particularidades, es decir, del supuesto carácter nacional.
Esto quiere decir que la imagología en primer lugar pretende captar la manera en la que se manifiestan las imágenes, su realización y sus efectos. Además, quiere contribuir a aclarar el papel que desempeñan dichas imágenes literarias en el encuentro de las distintas culturas. Con todo ello, el principio rector es: la imagología no forma parte de un pensamiento ideológico, más bien, ¡se trata de una contribución a una desideologización!
En este sentido, también se debe entender que ni siquiera parte de la base de la existencia de un carácter nacional y que tampoco forma parte de una corriente de pensar perteneciente a la psicología de los pueblos que no sólo se basa en la doxa del carácter nacional, sino que también pretende estudiarlo. Hay que hacer hincapié en esto, debido a que no sólo desde los comienzos de los estudios literarios comparados, sino desde distintos ámbitos, se llama la atención sobre el posible alcance psicológico y colectivo de sus investigaciones. Justamente la confusión que caracteriza dichos indicios llevaba una y otra vez a que se relacionaran los estudios literarios comparados con el estudio del ser de un pueblo, determinista y hasta genético, ya desde hace mucho caído en descrédito. A su vez, dicha relación hacía pensar frecuentemente que la imagología formaba parte de la tradición del pensamiento nacionalista y que trataba de captar fuerzas oscuras, por medio del estudio literario, partiendo de la creencia en el carácter nacional o el «alma» de los «pueblos».
No obstante, nada puede estar más equivocado que dicha imputación y, aunque tal vez en sus inicios algún estudioso la alimentaba a través de comentarios correspondientes «al espíritu de la época», se puede constatar que ahora, debido al avance posterior, tenemos el caso inverso. Justamente por el contacto constante con juicios colectivos, los estudios literarios comparados aprendieron que en estos ámbitos hay que andar con cuidado, por lo que ningún otro estudio es más apto para descubrir la implausibilidad de las teorías del carácter de un pueblo, de las particularidades nacionales, del alma de los pueblos, etc.; la imagología, más que ninguna otra disciplina, puede demostrar cómo se desarrollan dichas opiniones que muchas veces tienen su origen en el espacio de la literatura.
Si la imagología, más allá de sus objetivos específicamente literarios, puede contribuir a un mejor entendimiento entre grupos étnicos o nacionales, es en primer lugar ayudando a eliminar las nociones que obstaculizan dicho entendimiento. Además, permite formarse una idea del proceso ideológico que, en el pasado, determinó y dificultó las relaciones espirituales entre los grupos. En este sentido, en ciertas circunstancias, la imagología sí puede cumplir una función etnopsicológica. Si la cumple, es solamente por la contribución a una investigación modernizada, desideologizada y etnopsicológica. Puede descubrir ciertas estructuras interétnicas y mecanismos que se reducen muy a menudo a las imágenes que los grupos se atribuyen mutuamente en su producción literaria9.
Finalmente, aquí se demuestra otra dimensión del estudio de las imágenes, que si bien se sale del marco del programa comparativo desarrollado hasta ahora, se deduce directamente de los trabajos hechos y que, además, tiene una especial importancia tanto en el ámbito de la ciencia literaria como en términos generales: la posibilidad lamentablemente poco atendida del estudio de las autoimágenes.
Efectivamente en el caso de las imágenes y mirages (ilusiones) se trata no sólo de una reflexión sobre los forasteros y su literatura y cultura «distintas ». El propio ámbito nacional también puede ser el objeto de dichas ideas, aunque entonces, muy a menudo, por la vía indirecta de una imagen ya existente y atribuida desde fuera, es decir, una heteroimagen; por ejemplo, cuando ciertos grupos o generaciones de autores, en el «concierto» de las diversas literaturas nacionales, pretenden destacar o de hecho crear su propio carácter.
Desde este punto de vista, uno de los casos más típicos de la literatura europea es sin duda el del ya mencionado grupo de autores belgas, de la generación de 1880, que escribieron en francés. Como eran en su mayoría de origen flamenco, ellos se remitían a la imagen exitosa según la cual ya desde siempre los flamencos y su cultura se caracterizaban por una doble inclinación por la sensualidad y el misticismo. Durante varios siglos, por medio del desarrollo literario de dichas particularidades nacional-psicológicas, dejaban escuchar una voz inconfundiblemente propia. No cabe duda de que De Coster, Maeterlinck, Verhaeren, Rodenbach, etc., no hubieran avanzado tan fácilmente en el mercado literario internacional si no hubieran optado por este camino10.
Para la historia literaria, el alcance de dichos procesos de la formación de autoimágenes, que a veces pueden ser comprobadas con una claridad sorprendente, es evidente. No obstante, rebasa lo literario. Porque los juicios sobre la literatura del otro país, que son influidos por las imágenes, se desarrollan y surten efecto según ciertos mecanismos que también caracterizan los juicios colectivos de índole completamente extraliteraria sobre el otro pueblo y país; también las nociones críticas relacionadas con la literatura y el arte del ámbito propio están relacionadas con las autoimágenes nacionales de las cuales algunos pueblos pensaban tener que vivir. Esto les confiere a las autoimágenes, entre otras cosas, un valor real, que supera en mucho la importancia de los juicios comunes sobre el otro país y el otro pueblo.
El enfoque en la dimensión extraliteraria de dichas autoimágenes podría terminar en una contribución a lo que, en algún momento, ya sea como etnopsicología, sea bajo otro término, será una verdadera ciencia de las particularidades colectivas. Y seguro que para los actuales y futuros comparatistas es justamente el alcance extraliterario de la imagología comparada lo que servirá de estímulo.
Relacionado con esto y con vistas a la total dimensión comparativa de la imagología, debemos subrayar de nuevo que un pronunciado alcance «extraliterario» no puede ser una razón para considerar irrelevantes los trabajos efectuados con material literario y tampoco puede ser una razón para no desarrollarlos con todos los recursos disponibles. ¡Al contrario! No sería una desgracia para la ciencia de la literatura si las investigaciones contribuyen a un mejor entendimiento de los pueblos, sino que sería imperdonable cerrar los ojos a las posibilidades de investigar los fenómenos literarios, ya que esto llevaría a resultados que tendrán un alcance más extenso que el estético. Y dichas posibilidades no sólo se dan en la imagología comparada; mucho indica que sus posibles resultados, que nacen por actividades comparativas, no pueden ser llevadas a cabo por ninguna otra disciplina y, sin embargo, son verdaderamente necesarias más allá de la ciencia de la literatura11.
1. DYSERINCK, Hugo. «Komparatistische Imagologie». En Komparatistik: Eine Einführung. Bonn: Bouvier, 1991, pp. 125-133. Traducción de Rosa Teresa Fries. Texto traducido con la autorización de la editorial Bouvier.
2. BETZ, Louis-Paul. «Kritische Betrachtungen über Wesen, Aufgabe und Bedeutungen der vergleichenden Literaturgeschichte». Zeitschriftfür französische Sprache und Literatur, 1896, 18, pp. 141-156 (p. 151).
3. BALDENSPERGER, Fernand. La Littérature, création, succès, durée. París: Flammarion, 1913, nota 102 y libro 4, cap. 3 («Les Synthétismes nationaux»).
4. HAZARD, Paul. «La Littérature comparée». La Civilisation française, septiembre-octubre 1919, pp. 346-352, así como «Les Récents travaux en Littérature comparée». Revue Universitaire, 1914, pp. 112-124 y 212-222 (véase nota 242). También se debe tener en cuenta el discurso que Hazard pronunció en la fiesta de final del año en el Liceo de Sant-Quentin: «Comment les étrangers jugent la France». Palmarès du Lycée de Sant-Quentin, 1906.
5. GUYARD, Marius-François. La Littérature comparée. París: PUF, 1951 (cap. 8).
6. STEINS, Martin. «Images de l'Allemagne en France». Ethnopsychologie, 1971, 26, pp. 373-388.
7. WELLEK, René. «The Concept of Comparative Literature». Yearbook of Comparative and General Literature, 1953, 2, pp. 1-5 (p. 3) y «The Crisis of Comparative Literature». En FRIEDERICH, Werner P. (ed.). Proceedings of the Second Congress of the International Comparative Literature Association/Actes du IIe Congrès de l'Association International de Littérature Comparée. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1959, vol. 1, pp. 149-159 (p. 151).
8. Véase, entre otros, PRAWER, Siegbert S. Comparative Literary Studies. An Introduction. Londres: Duckworth, 1973: «In "The Crisis of Comparative Literature" and elsewhere, Wellek has accused the champions of such studies of 'dissolving literary scholarship into social psychology and cultural history' and denied their right to the status of literary critics. My own feeling is that literary scholarship need not be quite so purist-sociological and historical investigations have a legitimate part to play in comparative literary studies, and comparatists perform a useful function when (for instance) they expose misconceptions about national characteristics and national types propagated by widely read novelists» (p. 21). Con respecto a las múltiples posibilidades de una imagología comparada, véase también DYSERINCK, Hugo. «Zum Problem der "images" und "mirages" und ihrer Untersuchung im Rahmen der Vergleichenden Literaturwissenschaft». Arcadia, 1996, 1, pp. 107-120.
9. En este sentido no consideramos la etnopsicología una ciencia de los características de un pueblo o de la esencia del carácter de un pueblo u otros conceptos semejantes que, en el pasado, se basaron, en gran parte, en la ficción y la ideología y fueron aceptados como dados a priori. Más bien, la consideramos una ciencia moderna que contribuye a eliminar alucinaciones e ideologías. Véase el programa del Centre Universitaire de Psychologie des Peuples, fundado en El Havre en 1946, y su revista Revue de Psychologie des Peuples (desde 1971, Ethnopsychologie).
10. Véanse DYSERINCK, Hugo. «Zur Sonderstellung der französisch schreibenden flämischen Autoren der Generation von 1880». Die Neueren Sprachen, 1964, 10, pp. 468-480 y «La Pensée nationale chez les auteurs flamands d'expression française de la générations de 1880». En JOST, François (ed.). Proceedings of the IVth Congress of the International Comparative Literature Association/Actes du IVe Congrès de l'Association Internationale de Littérature Comparée (Fribourg, 1964). La Haya: Mouton, 1966, pp. 309-316.
11. Justamente, en este sentido, nos agrada que se continúe la investigación imagológica en los estudios literarios comparados estadounidenses. Véanse, entre otros, BOERNER, Peter. «National Images and Their Place in Literary Research». Monatshefte, 1975, 67, pp. 359- 370. Acerca del auge actual de la imagología en el área lingüística germana por medio de materiales literarios, aunque sin basarse en las investigaciones literarias más recientes, véase KOCH-HILLEBRECHT, M. Das Deutschlandbild: Gegenwart, Geschichte, Psychologie. Múnich: C. H. Beck, 1977.
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Abstract
Y dichas posibilidades no sólo se dan en la imagología comparada; mucho indica que sus posibles resultados, que nacen por actividades comparativas, no pueden ser llevadas a cabo por ninguna otra disciplina y, sin embargo, son verdaderamente necesarias más allá de la ciencia de la literatura11. 1. También se debe tener en cuenta el discurso que Hazard pronunció en la fiesta de final del año en el Liceo de Sant-Quentin: «Comment les étrangers jugent la France». Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1959, vol. 1, pp. 149-159 (p. 151). Londres: Duckworth, 1973: «In "The Crisis of Comparative Literature" and elsewhere, Wellek has accused the champions of such studies of 'dissolving literary scholarship into social psychology and cultural history' and denied their right to the status of literary critics.
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