RESUMEN: En el volumen 12 de Cuadernos Dieciochistas el profesor Pedro Álvarez de Miranda reveló la existencia de un número de la Continuación del Semanario de Salamanca, fechado el 19 de abril de 1800, que incluía una carta en defensa de la traducción por Leandro Fernández de Moratín de la tragedia Hamlet. La carta, firmada por un tal P. Ozerín-Jáuregui y Z., ataca el Examen de la publicación moratiniana por el hombre de letras Cristóbal Cladera y expone sus reparos que en conjunto revindican la calidad de la traducción y los datos históricos que la acompañan. Este trabajo sitúa el nuevo texto crítico en sus contextos literario e histórico, analizando sus aportaciones y método, y evaluando su contribución al debate sobre el valor de la traducción de Moratín. Se incluye al final una transcripción completa anotada de la carta publicada en la Continuación del Semanario de Salamanca.
Palabras clave: Leandro Fernández de Moratín; William Shakespeare; Hamlet; Cristóbal Cladera; P. Ozerín-Jáuregui; Semanario de Salamanca.
ABSTRACT: In volume 12 of Cuadernos Dieciochistas Professor Pedro Álvarez de Miranda revealed the existence of an issue of the Continuación del Semanario de Salamanca, dated 19 April 1800, which included a Letter in defence of the translation by Leandro Fernández de Moratín of Shakespeare's tragedy Hamlet. The Letter, signed by a mysterious P. Ozerín-Jáuregui y Z., attacks the Examen of Moratín's volume published by the Mallorcan man of letters Cristóbal Cladera and sets out a series of objections which in effect defend the quality of the translation and the historical information accompanying it. The present article attempts to place the newly-discovered critical text in its literary and historical contexts, analyzing its arguments and approach, and evaluating its contribution to the on-going debate over the quality of Moratín's Hamlet. The article includes, by way of appendix, an annotated transcription of the complete Letter as published in the Continuación del Semanario de Salamanca.
Key words: Leandro Fernández de Moratín; William Shakespeare; Hamlet; Cristóbal Cladera; P. Ozerín-Jáuregui; Semanario de Salamanca.
En el volumen 12 de Cuadernos Dieciochistas el profesor Pedro Álvarez de Miranda dio noticia del hallazgo de ejemplares de la Continuación del Semanario de Salamanca correspondientes a los primeros meses de 1800, pues, al contrario de lo que se creía antes, el periódico no terminó de publicarse en octubre de 1798 sino que, con toda probabilidad, volvió a empezar, con un nuevo número 1, el 4 de enero de 1800, llegando a su última entrega, la 49 de la nueva serie, el 21 de junio de 18001. El descubrimiento de la existencia de números correspondientes a 1800 en bibliotecas en Pamplona, Gerona y Toronto2, confirmó la teoría del llorado profesor René Andioc de que se había incluido, en las páginas correspondientes al 19 de abril de 1800, un texto referente a la crítica de la traducción por Leandro Fernández de Moratín de la tragedia Hamlet de William Shakespeare3.
Al dar con los números aparentemente perdidos de la revista salmantina, Pedro Álvarez de Miranda comunicó la noticia al profesor Andioc, que desafortunadamente la recibió demasiado tarde para poder redactar el artículo que hubiera informado a la comunidad científica dedicada al siglo XVIII español, especialmente a los interesados por la obra de Moratín hijo, del texto firmado por «P. OzerínJáuregui y Z» en defensa de la edición de Hamlet, y más concretamente vapuleando al empedernido crítico de Inarco Celenio, el hombre de letras mallorquín Cristóbal Cladera. Con su habitual generosidad, Pedro Álvarez de Miranda, que conocía mi interés por la traducción moratiniana de la obra de Shakespeare, me pasó también copia del texto publicado en Salamanca. En el presente trabajo, por tanto, me sumo al homenaje a René Andioc que supone el artículo de mi amigo y colega Pedro Álvarez de Miranda, cuya admiración por el rigor y profundidad de las investigaciones dieciochescas de nuestro amigo y maestro francés comparto plenamente.
Empezamos, pues, recordando brevemente los hechos relevantes del enfrentamiento entre Cladera y Moratín sobre el texto de Shakespeare. En enero de 1799 se dio a conocer en Madrid un imponente volumen, impreso en el taller de Fermín Villalpando, con la traducción de la tragedia inglesa, precedida por un prólogo y vida del autor, redactados por Moratín, que el traductor remató con abundantes notas al texto teatral colocadas en las páginas finales4. Al año siguiente Cristóbal Cladera Company (1760-1816), antiguo director de la revista Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa (1787-1791), publicó bajo seudónimo un librito de 75 páginas titulado Examen de la tragedia intitulada Hamlet en el que arremetió contra Moratín, criticando no solo la calidad de la traducción sino también varios datos incluidos en los paratextos que la acompañaban5. Diez años antes el mismo Cladera había publicado una acerba crítica en las páginas del Correo de los Ciegos de Madrid de la primera comedia moratiniana, El viejo y la niña (1790), a la que había contestado extensamente el dramaturgo en las páginas de la misma revista6. Desde entonces, Moratín decidió no contestar más a los críticos de sus obras, y por tanto, en 1800 probablemente, escribió al entonces director del Diario de Madrid, fray Juan Fernández de Rojas, rogándole que no incluyera en las páginas del periódico que dirigía ninguna defensa de la traducción de Hamlet, solicitud a la que accedió el erudito y amable fraile, confesando que ya había recibido dos textos al respecto que no pensaba publicar7. No comenta si uno de ellos fue el escrito redactado por Ozerín-Jáuregui, pero sí nos consta ahora que dicha defensa salió en letra de imprenta en la forma de una carta al director de la Continuación del Semanario de Salamanca, que se burla principalmente de la erudición y conocimiento del inglés de Cladera sin dejar a Moratín totalmente libre de crítica8.
En su texto Ozerín-Jáuregui declara que no conoce personalmente a Moratín, y que escribe su carta porque por un lado «[h]onro el mérito donde le encuentro», lo que hace suponer que efectivamente aprecia la traducción y edición de Hamlet, y por otro «[m]e compadezco sobremanera del orgullo y desprecio la pedantería», características que le han llamado la atención en el Examen escrito por Cladera. Transcribo el escrito de P. Ozerín-Jáuregui en su integridad al final de este artículo, ya que las bibliotecas en las que se encuentran los números de la revista no son de fácil acceso, y porque, además, será útil poder leer los párrafos que su autor dedica a vindicar la calidad de la primera traducción publicada en España de una obra de Shakespeare hecha directamente del inglés. Conviene también en este momento hacer constar que varios críticos que en las últimas décadas han leído el Examen de Hamlet no han analizado ni cuestionado con la debida atención las críticas de Cladera, prefiriendo dar por supuesto que son válidas9. P. OzerínJáuregui no solamente examina el análisis de Cladera con lo que parece ser un buen conocimiento de la obra de Shakespeare y la vida literaria de Inglaterra en el siglo XVIII, sino que conoce bien la lengua inglesa y parece entender mejor que Cladera la compleja labor del traductor de una obra literaria.
El hecho de que las páginas de la defensa de Moratín se refieran en varios momentos de manera muy concreta tanto a la edición de Hamlet hecha por Moratín como al Examen de su texto y paratextos por Cladera me obliga a explicar primero ciertas características de las dos publicaciones que provocaron el texto de Ozerín-Jáuregui contenido en la Continuación del Semanario de Salamanca.
La intención explícita de la edición de la traducción de Hamlet por Moratín fue presentar al público lector español el ejemplo de una obra destacada en la historia del teatro inglés y ayudar a conocer las preferencias del público teatral en Inglaterra hasta la actualidad dieciochesca10. Por tanto precede la traducción un breve prólogo en que Moratín justifica su elección de Hamlet, y bosqueja, desde su propia perspectiva clasicista, la estética de la tragedia que para él mezcla aspectos admirables con otros que no le gustan, subrayando, sin embargo, que la traducción pretende ser fiel a la obra original y a las intenciones de su autor; por tanto, presenta, sin omitir ni cambiar nada, el texto de Shakespeare trasladado al español. A continuación inserta una «Vida de Guillermo Shakespeare», de 31 páginas, que habla del mundo teatral de Londres de finales del siglo XVI y principios del XVII. La subsiguiente traducción presenta la versión española de Hamlet según las normas de edición de una obra teatral publicada en 1798, indicando, por ejemplo, cambios de escena y acotaciones necesarias en un texto para leer. Sustituye el verso blanco de Shakespeare por la prosa, empleando el verso solo cuando la obra teatral representada dentro del texto de Shakespeare parece justificarlo. Moratín remata su edición con 53 páginas de notas en letra más pequeña que sirven para comentar múltiples aspectos históricos, estéticos y lingüísticos de su traducción y de la obra original.
El Examen de Cladera dedica más o menos el mismo espacio a rebatir aspectos de los paratextos preliminares de Moratín que a comentar la traducción propiamente dicha. Empieza por cuestionar la importancia de Hamlet y su popularidad en los teatros británicos, afirmando, en cambio, la preeminencia de la tragedia Cato de Joseph Addison, autor cuyo apellido siempre escribe erróneamente, por cierto. De manera más agresiva acusa a Moratín de tomar toda la información biográfica sobre Shakespeare de la vida del autor escrita por el dramaturgo, poeta y hombre de letras inglés Nicholas Rowe (1674-1718), cuyas investigaciones habían culminado en el mejor intento hasta la fecha de presentar datos fidedignos sobre el dramaturgo y actor de Stratford. Cladera termina su denuncia del texto biográfico llamando a Moratín un «plagiario convencido» (XXXVI).
Después de extenderse en cuestiones de historia literaria el crítico de Moratín dedica el resto de su folleto (XXXVII-LXXV) a señalar supuestos errores en la traducción de la tragedia por Inarco Celenio, anticipando su opinión global en la frase «el conjunto de errores que arroja esta traducción forma un todo monstruoso» (XXXVII). En general estos errores se reducen a la crítica de palabras concretas que emplea Moratín para trasladar las ideas y sentimientos que encuentra en el texto original, y Cladera lo suele hacer sin examinar la totalidad de una frase ni preguntarse si un supuesto error al traducir un sustantivo o sintagma falla en su intento de transmitir el significado de lo que dice el texto inglés. Esto quiere decir que su crítica nunca considera si Moratín distorsiona el significado de lo que escribió Shakespeare; solo critica términos concretos, puntuales, sin tener en cuenta el concepto más amplio de la traducción. Y nunca se pregunta cuál es el efecto de la elección de las palabras empleadas por Moratín. En resumidas cuentas, tiene un concepto mecánico del oficio del traductor y, aún más grave, parece que le falta la sensibilidad literaria necesaria para apreciar la técnica traductora evidente en el texto español o el lenguaje figurado lleno de imágenes y metáforas de Shakespeare. Dentro de este rechazo de la tarea filológica de Moratín dedica un tercio de su espacio a cuestionar la traducción del más célebre monólogo de Hamlet situado en el Acto III de la obra11. En estos párrafos Cladera llega al colmo de su hostilidad contra el autor madrileño afirmando que la versión moratiniana «ofrece un quadro casi inimitable de lo mucho que puede desfigurarse por un interprete el sentido del pasage mas patetico» (LI). Y para respaldar su juicio ofrece su propia traducción de 34 versos del soliloquio de Hamlet.
A la luz de estos datos se puede empezar a situar lo que dice el breve texto dirigido al director del Semanario de Salamanca. Es evidente desde las primeras palabras de su carta que la postura de Ozerín-Jáuregui va a ser la burla de las pretensiones de Cladera, con la intención básica de demostrar su desconfianza en la autoridad literaria del crítico mallorquín, y después su rechazo fundamentado de las afirmaciones contundentes expuestas en el Examen. Para dar por sentado su escepticismo y a la vez ridiculizar las pretensiones de Cladera, su poderoso punto de arranque, cuyas palabras proporcionan el leitmotiv del resto de su carta, es la fábula en latín sobre «el parto de los montes», muy conocida por mencionarse en quizás el texto de poética más autorizado en el siglo XVIII, el Arte poética de Horacio, una anécdota recreada después en la fábula del poeta contemporáneo de Cladera y Moratín, Félix María de Samaniego12.
El lector de Ozerín-Jáuregui capta en seguida la postura sumamente exagerada de Cladera a la que se dedican los primeros dos párrafos de la carta. En lugar de un examen crítico de la traducción de Moratín, con todo lo que tal sintagma supone de objetividad y autoridad valorativa, el adversario de Cladera exclama «Pero iqué petardo ha sido el mío al encontrarme con un Examen crítico, o más bien virulento de la traducción del Hamlet hecha por Inarco Celenio!», añadiendo «Y, ¿a qué se reduce este Examen? A una ostentación de una erudición pedantesca».
La técnica satírica posterior de Ozerín-Jáuregui es ingeniosa porque se apropia de algunos métodos de su contrincante. Entra en el juego de los disfraces que emplea Cladera al referirse siempre a Moratín como Inarco Celenio y autor de obras teatrales conocidas, pero lo hace desde una perspectiva jocosa. El nunca nombrado Cladera es «el Señor de las once letras», y más tarde Ozerín-Jáuregui muestra su capacidad para descifrar las letras al llamarle «el atinado traductor del D. V. de F. de B»13.
Cladera se jacta de ser «un español que estudió el inglés desde sus primeros años y que después ha leído sabios libros en esta lengua», a lo que contesta OzerínJáuregui que «no ha acabado aún de estudiarle»14. Y si Cladera intenta insinuar su calidad como crítico citando autoridades en su apoyo, Ozerín-Jáuregui recurre de manera semejante a textos como los del filósofo y crítico escocés, Henry Home, Lord Kames, o, más tarde, a lo que afirma un personaje de la novela de Samuel Richardson, The History of Sir Charles Grandison. Ozerín-Jáuregui niega que los españoles tengan muchos conocimientos de «los espectáculos dramáticos de la Gran Bretaña», y acusa a Cladera de querer «probar machaconamente que Hamlet no es la tragedia que con más frecuencia y aplauso público se representa en los teatros de Inglaterra, [...] aunque Shakespeare sea el favorito de su nación, según Richardson». Sobre el supuesto plagio por Moratín de la biografía de Shakespeare escrita por Rowe, Ozerín-Jáuregui destaca lo ridículo de tal acusación; más tarde intenta minar los conocimientos del inglés de Cladera al cuestionar su traducción del título de una obra del mismo Rowe: «la Hermosa (y no la bella) arrepentida». La primera parte del Examen, entonces, es atacada en apoyo de las declaraciones de Moratín, negando las afirmaciones dogmáticas de Cladera.
A continuación Ozerín-Jáuregui aborda lo que Cladera presenta como errores de traducción: «los treinta y dos yerros garrafales cometidos por Inarco». El adversario de Cladera no solo se opone a las críticas del Examen, eligiendo ejemplos de los supuestos errores cometidos por Moratín y rebatiéndolos, sino que plantea en un par de frases unos principios de la técnica de traducir. Da a entender que la idea de Moratín es «expresar el sentido y la equivalencia de las palabras», mientras que la técnica que parece adoptar Cladera es «verter estas [palabras] una por una». Escoge cuatro supuestos errores que Cladera quiere señalar en la traducción de Moratín, todos ellos versiones en que el traductor se abstiene de emplear una versión literal de lo que dice el inglés, prefiriendo buscar una equivalencia de palabra, sintagma o frase que le parece más adecuada para transmitir el significado de manera más eficaz: «el desacierto de darnos un vencejo por una abubilla y una codorniz por una gallina ciega; de hacer colérico al espín en lugar de hacerle airado, y de hacer a Ofelia poco avara de su presencia virginal para darnos y darle a entender que no la escaseaba lo bastante». Y añade un quinto caso al decir que Moratín «le hizo hacer caballeros a los males, cuando todos son de infantería». Son todos ejemplos en que el lenguaje figurado de Shakespeare es traducido por expresiones figuradas que son perfectamente capaces de transmitir el significado del original. Las palabras empleadas por Moratín son equivalencias españolas de las frases del poeta dramático inglés, reflejando muy certeramente lo que este quiso comunicar.
Al hacer una defensa implícita de la traducción del monólogo de Hamlet por Moratín, Ozerín-Jáuregui arremete contra la versión que ofrece Cladera: «Aquel "existir o no existir, este es el punto" es un principio anglo-gálico15 [...]. Aquel "armarse contra un diluvio de penas" como si estas fueran bayonetas o alabardas, hacer diluvio de penas al que Shakespeare supone mar de turbaciones o turbulento, y el "aniquilarlas con intrépido denuedo" en lugar de vencerlas con la constancia [...]. Dejo aparte «las angustias y mil quebrantos que en herencia nos dejó Naturaleza» porque me angustia y quebranta el corazón ver tan olvidada por el Examinador a nuestra flaca carne».
Para Ozerín-Jáuregui Moratín es un «incomparable autor», cuya fama por ser «autor de la comedia de El viejo y la niña» exige «que se [le] trate con aprecio, respeto y miramiento». Solo se permite Ozerín-Jáuregui dos comentarios críticos dirigidos al dramaturgo madrileño. El primero es tan impreciso que revela la incapacidad de quien lo hace para expresar un juicio negativo concreto: «solo diré que Inarco podía haber trabajado más la traducción del Hamlet». El segundo punto no tiene que ver con la calidad de la traducción ni con los conocimientos o principios literarios de Moratín, sino con el contenido y características del libro impreso que ofreció al público: «debía regalarnos una edición menos costosa y de ningun lujo, sin añadiduras de estampas». La edición de 1798 sí incluía un grabado, hecho por un artista italiano, de una escena clave de la obra, la aparición como fantasma del padre de Hamlet ante su hijo. Ese momento tiene una importancia básica para la comprensión del argumento de la tragedia porque impulsa al joven príncipe a vengar el asesinato de su padre, lo que lleva al final a la muerte del mismo Hamlet, su madre Gertrude y el nuevo rey Claudius, usurpador del trono de Dinamarca. Y lo irónico del caso es que la presencia en la obra de un fantasma fue precisamente uno de los aspectos que más criticaba Moratín, un hombre que vivía en un mundo en que los intelectuales, y seguramente otros muchos, habían dejado de creer en fantasmas16. El reparo de Ozerín-Jáuregui incluso puede calificarse de prematuro. Está criticando la primera edición de la obra y Moratín podría haber dado a luz otras ediciones posteriores sin reproducir el grabado, ni emplear papel fuerte, ni espaciar las palabras impresas de manera tan holgada. En realidad la crítica no pertenece al mundo literario sino al económico, e incluso parece algo fuera de lugar al final de un texto cuyo enfoque ha sido la literatura y la habilidad de un traductor.
Parece claro por la lista de papeles guardados por Moratín que después pasaron a la custodia de la Biblioteca Nacional en Madrid que conoció el texto publicado en la Continuación del Semanario de Salamanca17. En conjunto, la carta de Ozerín-Jáuregui supone una defensa razonada de la labor de Inarco Celenio, persona a quien confiesa no conocer18. El ataque dirigido contra el Examen de Cladera, en cambio, es acertado, vivo e ingenioso, y digno de ser leído y ponderado por los que se interesan por las técnicas empleadas por un traductor que era también dramaturgo en el siglo XVIII.
A continuación transcribo el texto de P. Ozerín-Jáuregui y Z. publicado en la Continuación del Semanario de Salamanca en 1800, modernizando ortografía y puntuación pero dejando las cursivas presentes en la impresión original.
Señor Semanarista:
He visto el parto de los montes. Usted lo ha visto como yo, y usted y yo y tantos otros nos hemos hallado presentes al nacimiento del miserable ratonzuelo de la fábula. ¿No cae usted en la cuenta? ¿No entiende usted de qué hablo? Pues en verdad que bien pesado ha sido el chasco. ¿Se le olvidaba a usted ya aquel Examen crítico de la tragedia intitulada Hamlet prometido tiempo hace con tanto boato, anunciado en el Diario de Madrid de 26 de marzo19 con no menos orgullo, y cacareado por su autor como el tipo de los exámenes, y el rayo, la aurora, y el sol que extermina errores, disipa nieblas, y llena de luz nuestro horizonte literario?20.
Allá darás rayo en casa de Tamayo21. iIra de Dios con el tal Examen exterminador! Por tres veces, y en las cuatro primeras hojas, leo Examen crítico de la tragedia, y, aunque por el solo título de Examen suponía siempre que sería crítico, al ver que se decía examen de la tragedia creí que toda la erudición, la sabiduría, y el discernimiento del señor de las once letras iba a caer sobre el Hamlet y su incomparable autor, y que hallaríamos y palparíamos en él todas las bellezas y los defectos todos de este drama. Con esta idea estaba ya para darme la enhorabuena de haber hallado entre nuestros sabios un crítico completo, cual parece no le ha tenido aún Shakespeare entre sus compatriotas en sentir del autor de los Elementos de la critica (Elements of Criticism, vol. I, p. 50322). Pero iqué petardo ha sido el mío al encontrarme con un Examen crítico, o más bien virulento, de la traducción del Hamlet hecha por Inarco Celenio!
Y, ¿a qué se reduce este Examen? A una ostentación de una erudición pedantesca, que adquirió un español que estudió el inglés desde sus primeros años (que no ha acabado aún de estudiarle) y que después ha leído sabios libros en esta lengua23. A manifestar con su ejemplo mismo que entre nosotros se tiene idea de los espectáculos dramáticos de la Gran Bretaña, aunque nada se hubiese escrito acerca de ellos. A probar machaconamente que Hamlet no es la tragedia que con más frecuencia y aplauso público se representa en los teatros de Inglaterra, porque el Catón de Addison es el tipo del verdadero gusto trágico de los sabios ingleses, aunque Shakespeare sea el favorito de su nación, según Richardson en su Grandison24, porque desde el año 1713 a 1760 no se dio el Hamlet ni una sola vez en Drury-Lane, ni en Lincolns Inn Fields, porque representada en Irlanda, reformada por Garrick25, el pueblo pidió después de su muerte (en 1779) la original de Shakespeare, porque la Juana Shore y la Hermosa (y no la bella) arrepentida de Rowe26 son hoy las favoritas del público, porque algunos actores han escogido para los días de sus beneficios los buenos dramas trágicos de los franceses, sin embargo de que no faltan franceses que sobreponen la tragedia inglesa a la suya, y Shakespeare a Voltaire (Mercier en El hombre de hierro § 48.)27; porque ha sido más aplaudida La Virgen del Sol o la Cora de Quito, traducida del Aleman...; si querrá nuestro examinador traducirla al castellano? Pobre Cora y pobres de nosotros si toma a su cargo esta empresa el atinado traductor del D. V. de F. de B28.
¿Le parece a usted un grano de anís sacar los colores a la cara al menguado Inarco diciéndole que la vida de Shakespeare que nos quiso dar por obra suya es un extracto de la de Guillermo Rowe? Ya se ve, Inarco trató mucho a Shakespeare; comió y bebió con él muchas veces, y yo estaba buenamente creyendo que sacó de su cabeza y de su trato con Shakespeare todo lo que como cosa propia abandonó al examen de los críticos inteligentes como D. C. C. Ciertamente que no podía haber tropezado Inarco con un crítico tan temible como un hombre estudioso, aplicado, modesto, y tan feliz que sabe traer por los cabellos a Horacio, Virgilio, Tibulo, y aun Lucrecio, que tiene siempre a la vista y en el corazón (porque allí le duele) La derrota de los pedantes29; que lee la Biblioteca Británica, El Espectador, &c. &c. &c., se precia de lógico, pica en químico, anatómico, naturalista, y combinador de monedas; quique (como otro Tostado) scibile discutit omne30.
Sobre todo el non plus ultra de los triunfos de nuestro Vasco F...31 está en los treinta y dos yerros garrafales cometidos por Inarco en la versión de la tragedia, y que diseminados, ilustrados y cernidos por D. C. C. en los cinco actos dejan a buenas noches y muy feo a aquel al caer el telón del Examen. Inarco no sabía que un traductor, un intérprete fiel, no debe contentarse con expresar el sentido y la equivalencia de las palabras sino que debe verter estas una por una y mocosuena, mocosuene32. Si no hubiera ignorado esto no habría cometido el desacierto descomunal de darnos un vencejo por una abubilla y una codorniz por una gallina ciega33, de hacer colérico al espín en lugar de hacerle airado, y de hacer a Ofelia poco avara de su presencia virginal para darnos y darle a entender que no la escaseaba lo bastante34. Esta misma ignorancia le hizo hacer caballeros a los males, cuando todos son de infantería, y solo Horacio pudo suponer que los cuidados iban montados a la grupa del caballo: post equitem sedet atra cura.
Lástima es ciertamente que Inarco hubiese desfigurado el sublime monólogo (ya no se dice soliloquio) de Hamlet en el acto 3.2. No se lo perdonaré jamás. Pero ... Tú que no puedes, llévame a cuestas35. Aquel «existir o no existir, este es el punto» es un principio anglo-gálico, que no conocía aún puntos ni comas en nuestra lengua. Aquel «armarse contra un diluvio de penas» como si estas fueran bayonetas o alabardas, hacer diluvio de penas al que Shakespeare supone mar de turbaciones o turbulento, y el «aniquilarlas con intrépido denuedo» en lugar de vencerlas con la constancia, son ciertamente infidelidades de marca mayor en un intérprete tan escrupuloso, pundonoroso, y remirado, que da este trozo de su traducción por el tipo verdadero de traducciones poéticas en prosa. Dejo aparte «las angustias y mil quebrantos que en herencia nos dejó Naturaleza» porque me angustia y quebranta el corazón ver tan olvidada por el Examinador a nuestra flaca carne, a la cual supone heredera Shakespeare de las menguas y trabajos de esta vida. Sobre todo me traspasa y me despedaza las entrañas ver en fría relación la enérgica resolución de Hamlet, pues aquel «morir-dormir-nada más? - y el decir Acabé con un sueño con todas las ansias &c.» es explicarse con más naturalidad, calor y vehemencia que si se explicara Hamlet como quiere D.C.C. «y con un sueño, decir se acaban las angustias &c.»: preciosa algarabía, de que era incapaz Shakespeare en los pasajes patéticos y en que no hubiera incurrido si hubiese hablado en nuestra lengua.
Esto va ya largo, Señor Editor, y más largo de lo que propuse al principio. El traductor del Hamlet no puede extrañar que su obra sea examinada con una crítica severa pero atenta y cual debiera verse solo en las naciones cultas. Mas como no se ha dado por autor de la comedia de El viejo y la niña, y este sea acreedor a que se trate con aprecio, respeto y miramiento, vaya en personalidad grosera haber unido en los anuncios del Examen estas dos indicaciones.
No soy paniaguado de Inarco; no le he hablado ni le hablaré acaso en mi vida. Para mí es indiferente que sea árcade nuevo o de los tiempos de Evandro, con tal que sea buen poeta. Honro el mérito donde le encuentro. Me compadezco sobremanera del orgullo y desprecio la pedantería, y sin meterme con el autor de El viejo y la niña, porque a Dios gracias no soy un Don Hermógenes36, solo diré que Inarco podía haber trabajado más la traducción del Hamlet, y debía sobre todo regalarnos por nuestro dinero una edición menos costosa y de ningun lujo, sin añadiduras de estampas37, enfermedad de que van adoleciendo todos nuestros editores y traductores, como el del Vitruvio, Paladio, El Evangelio en triunfo, y hasta el de Sancho Ortiz de las Roelas, y que imposibilita a muchos de aprovecharse de sus útiles tareas38. El gran Federico hizo imprimir una porción de libros elementales en papel común. En los estantes de los ricos eruditos figuran muy bien las ediciones bodonianas como en tiempos las elzevirianas39. Pero lo que yo quiero es que los libros clásicos y aun los de gusto anden en manos de todos, y esto no puede ser si además de la corrección hace alarde el editor, autor o traductor del mucho papel terso y acartonado que queda blanco en sus obras.
Es de usted siempre atento y seguro servidor
P. Ozerín-Jáuregui y Z.
(Continuación del Semanario de Salamanca, 19 de abril de 1800, pp. 257-262)
1. ÁLVAREZ DE MIRANDA, Pedro. «René Andioc tenía razón: La Continuación del Semanario de Salamanca (1800)». Cuadernos Dieciochistas, 12, 2011, pp. 197-203.
2. «René Andioc tenía razón», p. 201.
3. ANDIOC, René. «De algunos enigmas histórico-literarios». En Del siglo XVIII al XIX. Estudios histórico-literarios. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2005, pp. 725-742.
4. [FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro]. Inarco Celenio. Hamlet. Tragedia de Guillermo Shakespeare. Traducida é ilustrada con la vida del autor y notas críticas. Madrid: Oficina de Villalpando, 1798.
5. [CLADERA, Cristóbal]. D.C.C.T.D.D.U.D.F.D.B. Exámen de la tragedia intitulada Hamlet, escrita en inglés por Guillermo Shakespeare, y traducida al castellano por Inarco Celenio, poeta árcade. Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1800.
6. FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro. Epistolario. Ed. ANDIOC, René. Madrid: Castalia, 1973, pp. 109-121.
7. FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro. Epistolario, pp. 243-244 y Obras póstumas. Madrid: Imprenta de Rivadeneyra, 1867, II, pp. 183-184.
8. Continuación del Semanario de Salamanca, que principió en 1 de octubre de 1793. Salamanca: Imprenta de la calle del Prior, por Manuél de Vega y Manuél Rodriguez, 1800. Tomo I.2. Aprovecho para darle las gracias al profesor Pedro Álvarez de Miranda por haberme facilitado este texto, así como por haber leído y comentado este artículo antes de su publicación.
9. Una notable excepción es Pilar Regalado Kerson que habla de la «acritud» de la «invectiva» de Cladera y de «la exageración y fatuidad de sus alegatos». Véase «Leandro Fernández de Moratín: primer traductor de Shakespeare en castellano. Antecedentes y preliminares a su versión de Hamlet», Dieciocho, 12, 1989, pp. 45-65; las palabras citadas se encuentran en la p. 57.
10. Sobre la traducción de Hamlet por Moratín véase DEACON, Philip. «Hamlet de W. Shakespeare, en traducción de Leandro Fernández de Moratín». En LAFARGA, F. y PEGENAUTE, L. (eds.). Cincuenta estudios sobre traducciones españolas. Berna: Peter Lang, 2011, pp. 123-142. Se puede consultar también por internet: <http://www.cervantesvirtual.com/obra/hamletde-w-shakespeare-enla-traduccion-de-leandro-fernandez-de-moratin-1798/>.
11. SHAKESPEARE, William. Complete works. Eds. BATE, Jonathan y RASMUSSEN, Eric. Basingstoke: Macmillan, 2007, pp. 1957-1958. En esta edición, basada en la primera edición en folio de obras del autor publicada en 1623, el soliloquio se encuentra en el Acto 3, escena 1.
12. La cita de Horacio, haciéndose eco de una fábula de Esopo, se encuentra en su Epístola ad Pisonem, v. 139 («Parturient montes; nascetur ridiculus mus»). La fábula dieciochesca española por Félix M. SAMANIEGO titulada «El parto de los montes» se encuentra en sus Fábulas. Ed. SOTELO, Alfonso I. Madrid: Cátedra, 1997, pp. 227-228. El objetivo del poema, como el de la carta de Ozerín-Jáuregui, es ridiculizar a los escritores que prometen textos de gran importancia sin tenerla.
13. Véase la nota 28 abajo.
14. En las citas de la carta de Ozerín-Jáuregui respeto su uso de cursivas.
15. La traducción es curiosa porque refleja las palabras empleadas en la primera edición inglesa de la obra de Shakespeare: «To be, or not to be, ay, there's the point». Es curiosa porque se supone que Cladera no podía conocer esa edición, de la que solo se conocen hoy dos ejemplares, el primero de los cuales se volvió a descubrir en 1823, y por tanto su versión del texto no se refleja en ediciones dieciochescas de Shakespeare. Véase SHAKESPEARE, William. The Tragicall Historie of Hamlet Prince of Denmarke. Londres: N. L. y John Trundell, 1603.
16. [FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro]. Hamlet, pp. 329-330.
17. SÁNCHEZ MARIANA, Manuel. «Los manuscritos de Leandro Fernández de Moratín en la Biblioteca Nacional». Homenaje a Pedro Sáinz Rodríguez. Madrid: Fundación Universitaria Española, 1986, I, p. 215. Lo conoció también Cladera porque tenía entre sus papeles un «Borrador de seis pliegos de marca mayor de la respuesta dada a Don Pedro Ozeriu [¿Ocerín?] Jauregui Ojuarco [¿o Inarco?] Celanio [¿Celenio?], inserta en el n.2 31 de Seminario [¿Semanario?] de Salamanca del sábado 19 de abril de 1800», que estaba junto a «Otro legajo sobre el examen de la tragedia intitulada Hamlet», en una relación de papeles reproducida en Actos conmemorativos del II centenario del nacimiento del Tesorero Cristóbal Cladera Company. Inca (Mallorca): Imprenta Durán, 1961, p. 74.
18. La identidad de P. Ozerín-Jáuregui y Z. es un misterio. Los papeles de Cladera citados en la nota anterior incluso se prestan a la idea de que el crítico mallorquín pensaba que era seudónimo de Moratín. René Andioc, sin embargo, sugiere otra pista al mencionar que «Ocerín y Jáuregui fue el apellido de "D. Preciso", por otro nombre Juan Antonio Zamácola». Véase ANDIOC. Del siglo XVIII al XIX, p. 727, nota 4.
19. [1] Por estas palabras: «Examen de la tragedia intitulada Hamlet, escrita en inglés por Guillermo Shakespeare y traducida al castellano por Inarco Celenio, poeta árcade, autor de la Comedia nueva, y de El Viejo y la Niña: escribíalo D.C.C. En esta obra se corrige la falsa idea del teatro inglés que se da en la traducción; se prueba que la vida del trágico inglés no es de Inarco Celenio, y sí de Guillermo Rowe; se demuestra la falsedad de algunos hechos que se han introducido en la vida castellana; y se enmiendan los muchísimos errores que ha cometido el traductor, así por falta de inteligencia en la lengua inglesa como por poco conocimiento en el francés y español». Es nota de P. Ozerín-Jáuregui. Confirmo efectivamente que el anuncio del texto de Cladera apareció en el Diario de Madrid del 26 de marzo de 1800, pp. 378-379. El anuncio llama al autor de la biografía de Shakespeare Guillelmo Rowe, y no Nicholas Rowe, error que repite Ozerín-Jáuregui en su carta, aunque lo escribe como Guillermo.
20. No puedo garantizar la exactitud de la transcripción de las tres palabras «extermina errores, disipa» porque se trasparenta el papel en este punto, pero estoy casi seguro de ellas porque la frase recoge una del prólogo -«Al lector»- del Examen de Cladera que reza: «La crítica es el rayo exterminador del atrevido error; la aurora / que ha de disipar las densas nieblas que por todas partes nos cercan; y el sol que ha de llenar de luz nuestro horizonte literario». Véanse las páginas sin numerar correspondientes a la hoja a3 del primer pliego del Examen de Cladera.
21. Refrán tradicional español, citado por Góngora, Lope, y en el siglo XVIII por Juan de IRIARTE (Obras sueltas. Madrid, 1774, II, p. 34).
22. Los Elements of Criticism de Henry Home, Lord Kames, fueron impresos en Edimburgo por A. Kincaid y J. Bell en 1762. He corregido la ortografía original de la palabra Elements en la que faltaba la penúltima letra. La referencia dada aquí corresponde a la séptima edición de la obra, publicada en dos tomos en Edimburgo en 1788 para John Bell and William Creech. En una nota Kames afirma que «The critics seem not perfectly to comprehend the genius of Shakespear», añadiendo «Shakespear excells all the ancients and moderns in knowledge of human nature, and in unfolding even the most obscure and refined emotions. This is a rare faculty, and of the greatest importance in a dramatic author; and it is that faculty which makes him surpass all other writers in the comic as well as tragic vein.»
23. Anteriormente a su Examen Cladera había hecho varias traducciones del inglés; véase AGUILAR PIÑAL, Francisco. Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII. Madrid: CSIC, 1983, II, pp. 419-420, entradas 3084, 3085 y 3088. La aportación más significativa de Cladera a la cultura española dieciochesca, el Espíritu de los mejores diarios que se publican en Europa (1787-1791), incluyó muchas traducciones de textos sacados de periódicos ingleses contemporáneos, aunque no sabemos cuántas de ellas fueron hechas por el mismo Cladera.
24. Ozerín-Jáuregui parece referirse al momento en la novela de Samuel Richardson en que Sir Charles Grandison expresa el juicio de que Shakespeare fue «one of the greatest genius's of any country or age». Véase The History of Sir Charles Grandison. Londres: Printed for S. Richardson, 1754, vol. VI, Letter LV, p. 358. En la carta 5 del primer volumen Harriet Byron había subrayado a su tía que Shakespeare era «our favourite» (p. 24).
25. David Garrick (1717-1779), actor y dramaturgo inglés además de gerente teatral. Como actor se destacó en las tragedias de Shakespeare, y especialmente en el papel de Hamlet.
26. Nicholas Rowe (1674-1718) fue autor de The Fair Penitent (1703) y The Tragedy of Jane Shore (1714). Drury Lane es una calle de Londres que dio su nombre al teatro situado allí que todavía existe. Lincoln's Inn Fields es nombre de otro teatro londinense de la época en el que se estrenó una obra temprana de Rowe, The Ambitious Stepmother (1700).
27. Se refiere a Louis-Sébastien MERCIER, L'Homme de fer: «J'asisté à la Mort de César, par Voltaire. Quelle oeuvre mince! Quel cadre étroit! Quel misérable enfantillage, substitué à la majesté de l'histoire! On ne pouvoit pas défigurer plus complettement le chef-d'oeuvre de Shakespear [sic]; Voltaire n'avoit pas su lire son superbe, son admirable original», texto incluido en Voyages imaginaires, songes, visions, et des romans cabalistiques. Amsterdam, 1788, tomo 32, p. 207.
28. Se refiere al Diccionario Universal de Física de Brisson en nueve tomos que con otros traductores publicó Cladera entre 1796 y 1802. Con esta referencia Ozerín-Jáuregui da a entender que sabe descifrar las iniciales en la portada del Examen de Cladera.
29. Ozerín-Jáuregui parece querer asociar la larga crítica de Cladera de El viejo y la niña publicada en el Correo de Madrid en junio de 1790 con el tipo de escritor que el mismo Moratín había satirizado en su poema La derrota de los pedantes, impreso el año anterior.
30. Referencia a Alonso Fernández de Madrigal, llamado El Tostado, obispo de Ávila del siglo XV y célebre por lo mucho que escribió, lo que dio lugar a su epitafio «Hic stupor est mundi, qui scibile discutit omne»: «Este es el asombro del mundo, que discute de cuanto se sabe».
31. Confieso no entender esta referencia.
32. Ozerín-Jáuregui distingue así entre una traducción que suele calificarse de literal, palabra por palabra, y otra en que el traductor cree más importante captar el significado más amplio del texto de origen.
33. El autor parece estar mejor enterado de la identificación de los pájaros mencionados por Shakespeare que Cladera. Véase DEACON, «Hamlet de W. Shakespeare, en traducción de Leandro Fernández de Moratín», p. 138, donde se explican y justifican las equivalencias elegidas por Moratín.
34. Referencia al hecho de que Moratín censura una alusión erótica de una frase de Hamlet, prefiriendo dar una explicación y la traducción de la omisión en una nota final.
35. Dicho que dio título al grabado 42 de los Caprichos de Goya. Véase el erudito comentario de Eleanor SAYRE en Goya y el espíritu de la Ilustración. Madrid: Museo del Prado, 1988, pp. 225-227.
36. Esta referencia a La comedia nueva tacha a Cladera de pedante, calificativo fácilmente sugerido por la crítica de El viejo y la niña, pero ahora extendida a identificar a Cladera con el Don Hermógenes de La comedia nueva.
37. La edición príncipe de la traducción de Hamlet contenía una sola estampa, basada en un dibujo de Giuseppe Cades grabado por Giovanni Battista Leonetti, que representa el momento del inicio de la obra en que el fantasma del padre de Hamlet le revela que fue asesinado por Claudius. El coste de la edición de 1798 se habría encarecido por la calidad del papel empleado que es bueno y fuerte. El anuncio original de la edición no revela el coste, aunque anuncios posteriores indican que fue de 24 reales. Agradezco la ayuda de dos amigos, los profesores María Jesús García Garrosa y Gabriel Sánchez Espinosa, para calcular el precio original de la edición de Hamlet.
38. Según el anuncio de la Gaceta de Madrid del 28 de febrero de 1800, Sancho Ortiz de las Roelas, adaptación por Cándido María Trigueros de La estrella de Sevilla de Lope de Vega, costó 10 reales encuadernada en pasta y 8 reales en rústica, en la edición salida de la imprenta de Sancha en 1800; tiene solo un grabado, entre las páginas 12 y 13. Dado que hubo cuatro ediciones de El Evangelio en triunfo antes de 1800, es imposible saber a qué impresión se refiere Ozerín-Jáuregui.
39. Referencia a la edición por Bodoni del texto de Moratín, La comedia nueva, impresa en 1796. Véase CÁTEDRA, Pedro M. G. B. Bodoni y los españoles I. Epistolario de Leandro Fernández de Moratín & Giambattista Bodoni, con otras cartas sobre la edición de la Comedia Nueva (Parma, 1796). San Millán de la Cogolla: Fundación San Millán de la Cogolla, 2010.
BIBLIOGRAFÍA
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[CLADERA, Cristóbal]. D.C.C.T.D.D.U.D.F.D.B. Exámen de la tragedia intitulada Hamlet, escrita en inglés por Guillermo Shakespeare, y traducida al castellano por Inarco Celenio, poeta árcade. Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1800.
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DEACON, Philip. «Hamlet de W. Shakespeare, en traducción de Leandro Fernández de Moratín». En LAFARGA, F. y PEGENAUTE, L. (eds.). Cincuenta estudios sobre traducciones españolas. Berna: Peter Lang, 2011, pp. 123-142 <http://www.cervantesvirtual.com/obra/ hamletde-w-shakespeare-en-la-traduccion-de-leandro-fernandez-de-moratin-1798/>.
HOME, Henry. Elements of Criticism. Edimburgo: A. Kincaid y J. Bell, 1762.
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SAYRE, Eleanor. Goya y el espíritu de la Ilustración. Madrid: Museo del Prado, 1988.
Philip DEACON
University of Sheffield
Fecha de recepción: 27/06/2013
Fecha de aceptación definitiva: 30/09/2013
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Copyright Ediciones Universidad de Salamanca 2014
Abstract
In volume 12 of Cuadernos Dieciochistas Professor Pedro Álvarez de Miranda revealed the existence of an issue of the Continuación del Semanario de Salamanca, dated 19 April 1800, which included a Letter in defence of the translation by Leandro Fernández de Moratín of Shakespeare's tragedy Hamlet. The Letter, signed by a mysterious P. Ozerín-Jáuregui y Z., attacks the Examen of Moratín's volume published by the Mallorcan man of letters Cristóbal Cladera and sets out a series of objections which in effect defend the quality of the translation and the historical information accompanying it. The present article attempts to place the newly-discovered critical text in its literary and historical contexts, analyzing its arguments and approach, and evaluating its contribution to the on-going debate over the quality of Moratín's Hamlet. The article includes, by way of appendix, an annotated transcription of the complete Letter as published in the Continuación del Semanario de Salamanca.
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