RESUMEN
El análisis del voto económico en los regímenes democráticos es un tema de investigación de extraordinaria importancia y vigencia científica. Nuestro objetivo en este artículo es analizar cómo influyen los factores socioeconómicos y los condicionantes racionales de carácter económico en la decisión final de los electores. Para ello planteamos un modelo comprensivo en el que se incluye un conjunto de variables explicativas que sintetizan los planteamientos mós importantes del comportamiento electoral: identificación partidista, teoría de la decisión racional-económica y base socioestructural del voto.
A la luz de las estimaciones realizadas podemos afirmar que en España se ha utilizado el voto económico como una regla premio-castigo: perjudicó al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en los comicios legislativos de 1993 y favoreció las expectativas electorales del Partido Popular (PP). Por otra parte, el desempleo y la renta, como factures socioestructurales que condicionan la situación personal de los votantes, han desempeñado un papel relevante en la decisión final de los electores españoles. En cualquier caso, de todo lo anterior se infiere que España no es muy diferente de otros países industrializados.
ABSTRACT
Economic voting research in democratic regimes is a line of study of extraordinary relevance and scientific interest. The author's objective is to investigate how social and economic factors and economic character rational conditions influence elector's final decision. So, he states a comprehensive model including a group of explanatory variables that synthesize the most outstanding statements of electoral behaviour: party loyalty, rational decision theory and sociostructural basis of the vote. Even more, the author thinks this proposal should be considered as a desideratum.
But, we can't consider this study a theoretical one, because the ultimate objective is to identify factors determining the Spanish voter's final decision; and, thereafter, to analyze the influence of economic variables on voting tendencies.
Under the spotlight of estimations, we can affirm that, in Spain, economic voting has been used as a reward-punishment: it harmed the PSOE in the general elections in 1993 and favoured the electoral expectancies of the PP in the same polls. On the other hand, unemployment and income as sociostructural factors conditioning voter's personal situation have played an important role in the Spanish voter's final decision. Finally, we have to say that on this matter, Spain is not so much different when compared to another industrialized countries.
INTRODUCCIÓN
El análisis del voto económico es un tema de investigación de extraordinaria relevancia, y quizá el ámbito de estudio más fructífero de la teoría del comportamiento electoral. Hasta los años ochenta, el objetivo básico era analizar cómo la política, instrumentalizada con las medidas adoptadas por los gobiernos democráticos, afectaba la economía en general. Sin embargo, en los dos pasados decenios los investigadores se han centrado en el estudio de cómo la economía orienta la decisión final de los votantes. Con base en lo anterior no debemos inferir que la investigación del voto económico es relativamente moderna, y cometeríamos una injusticia científica si no citamos como antecedentes relevantes la teoría de la democracia de Schumpeter1 y la teoría económica del voto de Anthony Downs.2 No olvidemos que en torno de estos trabajos se fue estructurando lo que hoy se denomina teoría del voto, como una decisión racional. En esta corriente científica se amparan los planteamientos del ciclo político y del voto económico, además de los análisis espaciales del comportamiento electoral, la teoría direccional del voto y otros estudios que hacen del elector un agente racional: su decisión posee un valor instrumental, ya que es la única manera que tiene el votante de satisfacer sus intereses individuales.
Al margen de las consideraciones anteriores hemos de aseverar que nuestro objetivo último es analizar la influencia de los asuntos económicos en la decisión final de los electores españoles; para ello, adoptamos una visión comprensiva del comportamiento electoral, es decir, planteamos una función del voto que integra los tres grandes planteamientos de la teoría del voto: el enfoque partidista, la tesis racional-económica y la base socioestructural del voto. Además de este desafío de carácter aplicado nos planteamos desarrollar una función del voto económico multivariable según la nueva visión del comportamiento electoral.
Una vez estimada la función del voto de la democracia española podremos enjuiciar si la decisión final de los electores está muy afectada por la situación económica (prospectiva) del país o, por Io contrario, si los electores se están dejando llevar por aspectos financieros personales u otras circunstancias socioestructurales. Otro de los interrogantes que nos planteamos es si el voto económico se ha utilizado como regla premio-castigo, tal y como predice la teoría racionalista. Una de las enseñanzas que se extraen de este estudio es que España no es diferente de los demás países del mundo industrializado, pues si bien existe el voto económico, este no es el elemento que más orienta la decisión final de los electores.
De la lectura de los párrafos anteriores se infiere que nuestro interés se centra fundamentalmente en el análisis de la función del voto económico, y rehusamos, por el momento, investigar la función de la popularidad. Entendemos que en un programa de trabajo de investigación tan amplio era prioritario comenzar estudiando cómo influyen las variables económicas en la decisión individual de los electores. En el future nos planteamos investigar las razones últimas que determinan las intenciones colectivas (función de la popularidad).
Hay otras motivaciones exógenas que nos obligan a iniciar esta investigación analizando la función del voto económico en la democracia española: la frecuencia temporal de la intención del voto,3 unido al hecho de que sólo han transcurrido 25 años de convivencia en libertad, hace que las series disponibles tengan pocas observaciones.4 Si a todo ello le agregamos que no hay datos de algunas variables explicativas de la función de la popularidad,5 y que hasta ahora no se ha publicado ningún trabajo respecto a la función del voto económico en España,6 se comprenderá por qur hemos iniciado este programa de trabajo analizando el voto económico.
Con el fin de alcanzar estos objetivos hemos organizado este artícuIo en tres secciones. En la primera presentamos el voto económico como una manifestación electoral que contribuye a explicar la decisión del individuo en el momento que acude a las urnas; todo ello se hace sin olvidar que, además de los argumentes económicos, el comportamiento electoral está condicionado por otros factures: identificación partidista, racionales y socioestructurales. La sección II expone los fundamentos teóricos de la función del voto multinomial,7 que vamos a utilizar para aproximarnos al estudio empírico del voto económico en la democracia española (sección m).
Finalizamos este artículo con las conclusiones, en las que hacemos una valoración global del voto económico como expresión del comportamiento electoral en la democracia. Tras destacar las principales aportaciones teóricas y metodológicas de este estudio describimos las grandes características que definen el voto económico de los españoles, basándonos en las estimaciones realizadas (comicios generales de 1986, 1993 y 1996). La selección de estas convocatorias no responde a ningún criterio subjetivo del investigador, sino que está determinada por las restricciones de las encuestas poselectorales del banco de datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que es la única fuente estadística (pública y privada) que facilita esta información. En ese sentido es necesario señalar que no hemos podido analizar la influencia de la situación económica retrospectiva en ninguna de las elecciones generales celebradas hasta ahora, dado que el CIS no incluyó preguntas relativas a esta cuestión. Respecto al efecto de la percepción prospectiva de la situación económica general, sólo hemos podido estudiar su repercusión en los comicios generales de 1993. No podemos fmalizar esta introducción sin justificar que hemos incluido la variable socioestructural situación laboral,8 dado que afecta la economía personal del elector y, por extensión, orienta su decisión final.9
I. EL VOTO ECONÓMICO Y EL COMPORTAMIENTO ELECTORAL
Como hemos adelantado en la Introducción, los distintos modelos explicativos del comportamiento electoral se fundamentan en concepciones teóricas diferenciadas, e incluso a veces contrapuestas; sin embargo, la principal enseñanza que se extrae de los numerosos estudios empíricos realizados es que éstos no son tan incompatibles,10 de ahí que cada vez seamos más los investigadores que planteamos modelos comprensivos, en los que se integran los tres enfoques básicos del comportamiento electoral.11
Aunque parezca paradójico el primer núcleo básico de discrepancia es la naturaleza del voto.12 La identificación partidista considera que el acto de votar le permite al elector expresarse políticamente, mientras que los modelos de la elección racional le dan un carácter más instrumental, pues afirman que el votante, cuando acude a las urnas, elige al partido más cercano a sus intereses, valores y prioridades.13 En el marco de la teoría sociológica el acto de votar es sinónimo de manifestación de pertenencia a un determinado grupo social (clase social, étnico, nacionalidad...). Hay quienes han llegado a afirmar que los modelos de identificación partidista y la elección racional explican cómo adoptan su decisión los electores, mientras que los planteamientos de la estructura social analizan el porqué de esa decisión.14
1. La identificación partidista
El argumento central de la teoría de la identificación partidista es que los votantes adquieren a lo largo del proceso de socialización afinidades con determinados partidos políticos. La simpatía del elector, con las distintas fuerzas políticas o ideologías, es el elemento que orientará su voto, de modo que se crea un vínculo a largo plazo, debido a la complejidad del sistema de identificación actitudinal. De lo señalado hasta ahora se deduce que este enfoque contribuye a explicar el anclaje electoral, entendido como aquellos factures que determinan la fidelidad de los votantes con un determinado partido o ideología política. En ese sentido, los realignment en el espectro politico sólo pueden producirse cuando cambian las afinidades ideológicas o las actitudes políticas de los electores, y ello sucederá en el largo plazo, ya que es el periodo en el que se pueden producir cambios generacionales, al participar nuevas cohortes de votantes más jóvenes que se han socializado en condiciones diferentes.15
2. La teoría racionalista y el voto económico
Frente a los planteamientos de la identificación partidista emergieron los estudios que intentaban explicar el voto como una decisión racional. El trabajo precursor de Downs recibió severas críticas, de ahí que surgiesen como respuesta las propuestas del voto retro y prospectivo.16 Posteriormente aparecieron los planteamientos racionalistas de la teoría espacial y direccional del voto. Enelow e Hinich (1994), a partir de la teoría económica del voto de Downs y del teorema del votante mediano de Black, plantearon que tanto los votantes como los partidos y/o candidatos se sitúan en un continuum bidimensional que refleja las posiciones de ambos colectivos respecto a cada uno de los emisores políticos. Al final, el elector optará por la opción más próxima, es decir, la que le permite minimizar la sumatoria de las distancias de los diferentes factures que determinan su decisión final. Por lo contrario, la teoría direccional del voto es una versión diferenciada de la espacial; en este caso los votantes no eligen los partidos y/o candidatos más próximos sino que optan por quienes defienden con mayor intensidad sus preferencias.17
No podemos olvidar la relevancia que ha adquirido la teoría del voto económico como un factor más del comportamiento electoral. Los gobiernos ganan o pierden elecciones en función de los resultados económicos de su actuación política. Los votantes, que se suponen personas responsables, atribuyen los resultados de la política económica articulada (positivos y negatives) al(los) partido(s) que respalda(n) parlamentariamente al gobierno; de ahí que premien a los políticos que en su acción de gobierno favorecen el auge económico y castiguen a quienes inducen crisis en el nivel de actividad.18 Otra cuestión es identificar los argumentos que utiliza el elector para dictaminar su sentencia de premio-castigo:19 la decisión final del votante, de revalidar o retirar su confianza al(los) partido(s) del gobierno, ¿depende mas de su situación económica personal o de sus intereses sociotrópicos?;20 ¿es la percepción de la situación económica previa a los comicios (retrospectivo) el factor que determina la decisión de los electores, o por lo contrario influyen más las previsiones (prospective)?, y, por último, ¿el voto económico es más cognitivo que afectivo, es decir, el elector adopta su decisión en función de la situación económica o se deja llevar por las emociones personales acerca de la situación que vive el país?
Respecto al primero de los interrogantes hay estudios que evidencian cómo el voto económico está condicionado tanto por motivaciones individuales (ingresos del elector...) como por la percepción que el votante tiene de la situación económica;21 sin embargo, hay dos cuestiones planteadas respecto al carácter del voto económico: la primera es si la evaluación sociotrópica que hacen los electores es sencilla o compleja, es decir, si únicamente tienen en cuenta, a la hora de votar, su percepción de la situación económica general (sencilla); o por lo contrario, además de valorar la circunstancia del país también consideran la política económica articulada por el gobierno (compleja).22 Este debate de si el volo económico es más egotrópico que sociotrópico, o viceversa, está motivado por el hecho de que el elector no sabe si su situación financiera responde más a cuestiones estrictamente personales o, por lo contrario, está más afectada por lo que sucede en el entorno.23
De acuerdo con esta última cuestión planteábamos anteriormente que otra de las disyuntivas que se establecían dentro de la teoría del voto económico es si los electores juzgan al(los) partido(s) del gobierno por sus resultados económicos (pasado) o si, por lo contrario, los votantes, cuando adoptan su decisión, tienen en cuenta sus expectativas (futuro), es decir, qué esperan de los distintos partidos y/o candidates que concurren a los comicios, si se les otorga la responsabilidad de gobernar.24 Para Bartels (1988) esta controversia no tiene sentido, ya que el pasado esta dado y, por tanto, los eleclores han de mirar hacia el futuro.
El análisis del voto económico prospectivo es más reciente que el estudio del voto retrospectivo, y la preocupación por conocer cómo los electores determinan sus expectativas es una de las líneas de trabajo con mayor vigencia: hay quienes defienden que los votantes realizan sus previsiones extrapolando el pasado,25 mientras que otros postulan que las expectativas se fundamentan en variables de tipo político (campaña, la ideología...).26
Señalábamos líneas arriba que otro de los objetivos fundamentales de la teoría del voto económico era explorar si los electores son racionales, es decir, si analizan cuidadosamente la actuación económica de los distintos candidates y/o partidos que concurren a las elecciones, y optan por aquel (o aquellos) que le(s) proporciona(n) mayor utilidad, o, por lo contrario, son más idealistas y se dejan influenciar por cuestiones afectivas, ideológicas...27
3. La base socioestructural del voto
La teoría del voto, determinado por la estructura social, destaca la importancia de los factores socioestructurales como variables explicativas del comportamiento electoral. Los grupos sociales pueden diferenciarse con base en variables como el género, la pertenencia a un determinado colectivo social, étnico, edad, religión..., y éstos a su vez permiten identificar a los votantes con determinados partidos. Ello explica por qué las fuerzas políticas son un medio de representación de los intereses de grupo y cómo las bases sociales de los partidos la conforman los electores. El proceso de formación de los grupos se explica históricamente por las rupturas políticas presentes en cada sociedad, que provocan la unión de los votantes (de cada fragmentación) en su acción política, ya que todos ellos están muy próximos y tienen un alto grado de interrelación.
Tal y como señalamos en la Introducción, y reiteramos al inicio de esta sección, en este estudio nos planteamos también reafirmar la visión comprensiva del comportamiento electoral, apoyándonos en el análisis empírico de la función del voto de la democracia española. Existe un amplio consenso respecte a la complementariedad y la posibilidad de integrar estos tres macroplanteamientos del comportamiento electoral en una función del voto mullivariante, que combine las principales variables explicativas orientadoras de la decisión final del elector. Uno de los primeros trabajos que se publicaron al respecto fue el de Kramer (1971), quien planteó una ecuación multinomial de elección discreta para explicar el volo, como una función de diferentes atributos psicológicos y sociológicos del votante. Este ámbito de investigación experimentó un extraordinario progreso con las aportaciones posteriores de Lewis-Beck (1990), Álvarez y Nagle (1995), Whitten y Palmer (1996)...
II. LA FUNCIÓN DEL VOTO
El vector x es el conjunto de factures que determinan por qué el elector i termina votando al partido j(V^sub i^sub j^^):30
Variables socioestructurales. A este grupo pertenecen
e = la edad del elector,
s = el género,
ci = el estado civil,
ne = la escolaridad del elector,
sp = el ámbito donde trabaja el elector (sector público o no),
as = si el elector es asalariado o no,
de = si el elector está desempleado o no,
na = si el elector habita en las Comunidades Autónomas del País Vasco o Cataluña,
pe = si el elector es pensionista o no,
h = el tamaño del hábitat en el que reside el elector,
fa = el número de hijos que componen la familia del elector,
y = la renta familiar del elector,
es = la clase social subjetiva del elector, es decir, en la que se ubica el votante,
re = la religión del elector,
pre = la práctica religiosa del elector.
Variables situacionales y temas circunstanciales. A este grupo pertenecen
tv = la valoración que hace el elector de los debates televisados,31
en = la valoración que merecen las encuestas preelectorales para el votante,
c = la percepción que tiene el elector de la campaña realizada por la fuerza política a la que votó,
l = la valoración que otorga el elector al líder político del partido elegido.
Factores ideológicos y variables psicopolíticas. A este grupo pertenecen
i = la identificación partidista del elector,
di = la distancia ideológica entre el elector y la opción electoral por la que optó el votante.32
Variables de carácter racionalista. A este grupo pertenecen
ppp = la percepción (prospectiva) que posee el elector de la situación política del país,
ppe = la percepción (prospectiva) que posee el elector de la situación económica del país,
cg = capacidad de gobierno del partido elegido.
Otras variables y factures. A este grupo pertenecen
rv = el recuerdo de voto, es decir, qué opción electoral escogió el votante en los comicios generales anteriores,33
vp = el voto prospective, es decir, qué opción electoral escogería el votante en los próximos comicios generales.
Esta función de voto se fundamenta en dos supuestos: i) las distintas opciones electorales j son independientes34 y ii) las diferentes opciones j no son fácilmente sustituibles entre sí. Además de estos supuestos realizamos dos contrastes de hipótesis adicionales: i) los errores del modelo de regresion subyacente son homocedásticos por grupos (opciones políticas)35 y ii) no se omiten variables explicativas significativas.36
Una vez estimado el modelo (4) podremos simular las probabilidades de voto para cada opción electoral en las distintas convocatorias analizadas y calcular sus elasticidades (ε), ante un cambio en cualquiera de los factores determinantes del voto.37 El valor de las elasticidades refleja cómo influyen los distintos factores explicatives del comportamiento electoral en la decisión final de los votantes.
III. EL VOTO ECONÓMICO Y EL COMPORTAMIENTO ELECTORAL DE LOS ESPAÑOLES
TaI y como adelantamos en la Introducción, nuestro estudio está condicionado por las encuestas poselectorales del banco de datos del CIS. Sólo hemos podido analizar la influencia de situación económica personal (y) en las elecciones generales de 1986,1993 y 1996: en 1986 se les preguntó a los encuestados cuál era su renia familiar; por lo contrario, en 1993 y 1996 se sustituyó este ítem por el de quién era la persona que más ingresos aportaba al hogar.'" En ninguno de los estudios poselectorales el cis se preguntó a los electores cuál era su valoración de la situación del país. Respecto al efecto de la percepción retro y prospectiva de la circunstancia económica general, sólo hemos podido estudiar el efecto de la visión prospectiva en los comicios de 1993.39 Por último, hemos incluido, como factor explicativo del voto económico, la variable socioestructural situación laboral (de), dado que afecta la situación económica personal del elector. Es posible que otros factores sociales como el régimen de trabajo (as) y el estado de actividad (p) contribuyan a determinar la percepción que el votante posee de su situación individual, pero el efecto de estas variables socioestructurales, en la decisión final del elector, es indirecto; de ahí que no las consideremos como elementos clave del voto económico.
Antes de pasar a analizar la función del voto de los españoles en la democracia considero oportuno señalar los aspectos más relevantes de la evaluación de los modelos estimados. TaI y como era previsible, no podemos aceplar la hipítesis de no nulidad para todos los parámetros estimados, con un nivel de significación igual o inferior a 0.05(40) (véase los cuadros 1, 2 y 3). Por otra parte, en ninguna de las funciones de voto estimadas existe un error de especificación I (omisión colectiva, variables explicativas por grupos), es decir, todos los coeficientes estimados de las variables de identificación partidista, racional-económica y socioestructurales son diferentes de 0. Tampoco podemos concluir que puedan omitirse (en bloque) las variables explicativas correspondientes a cada uno de estos grupos de factures explicatives del comportamiento electoral.
Respecte a la hipótesis de independencia de opciones políticas (PCE/IU,41 PSOE, CDS, CIU, PNV y CP/pp)42 irrelevantes, las pruebas de Haussmann y McFadden (HM) certifican que podemos aceptar este supuesto (véase los cuadros 1, 2 y 3). Además, tampoco se presentan problemas de heterocedasticidad por grupos (opciones políticas), según se infiere del estadístico multiplicadores de Lagrange (LM) (véase los cuadros 1, 2 y 3).
No podemos finalizar esta evaluación de las funciones de voto estimadas sin señalar que los modelos especificados no se ajustan perfectamente; sin embargo, podemos afirmar que las estimaciones presentan una gran capacidad de predicción global (ILR) (véase los cuadros 1, 2 y 3).
Si tuviésemos que realizar una valoración global del voto económico, como elemento que contribuye a explicar el comportamiento electoral de los españoles tras la restauración del régimen de libertades públicas, destacaríamos que IU y PP han sido las dos fuerzas políticas más beneficiadas por la percepción prospectiva de la situación económica del país en las elecciones generales de 1993. A diferencia de estos dos partidos, PSOE, ciu y PNV fueron castigados por los electores más optimistas, es decir, por quienes pensaban que la situacion iba a mejorar, o al menos permanecería igual, tras la celebración de los comicios.
Por otra parte, la renta y el desempleo favorecieron la ruptura socioelecloral en las convocatorias de 1993 y 1996, beneficiando a PP e lu, respectivamente. En cualquier caso, de Io anterior no se puede inferir que España presenta grandes diferencias con respecte a los demás países democráticos del mundo desarrollado.
1. La IU y el PP, los mas beneficiados por la percepción (prospectiva) de la situación económica en 1993
Si examinamos la elasticidad media de la función del voto en las elecciones generales de 1993 observamos que la IU y el PP han sido las fuerzas políticas más beneficiadas por el efecto de la percepción prospectiva de la situación económica del país. Las expectativas electorales de la coalición de izquierdas aumentaban 3.57% entre los electores que pensaban que la situación del próximo ejercicio mejoraría, o al menos permanecería igual; a diferencia de IU, la esperanza de voto de los populares sólo mejoraba 3.39%. En cualquier caso, no debemos olvidar que la percepción de la situación económica futura no fue la variable más determinante en la decisión final de ambos colectivos de votantes, pues en el caso del PP hubo otros facto res más influyentes: la percepción prospectiva de la circunstancia política, los rubros desempleo y sexo, el recuerdo de voto de las últimas elecciones autonómicas y el liderazgo de Aznar. Por lo contrario, en la función del voto de la coalición liderada por Anguita hubo otros elementos más determinantes: la fidelidad electoral, la proximidad ideológica entre los votantes y el partido, y la identificación partidista de sus simpatizantes.
En esta cuestión España sí es diferente de los países comunitarios más desarrollados, ya que en el caso de la Gran Bretaña, Francia y Alemania la evaluación prospectiva de la política económica ha sido una variable determinante durante la primera mitad del decenio de los ochenta.43 En la medida que los británicos consideraban que la política económica iba a mejorar en el año siguiente, las expectativas electorales de los conservadores (partido del gobierno) aumentaban 26%; mientras que en Alemania, Francia e Italia la esperanza de voto del (los) partido(s) en el poder mejoraba 24, 12 y 6%, respectivamente.44 La excepción es Italia, donde el efecto de esta variable situacional se ha visto superado por la influencia de la clase social.
Es evidente que el caso de España se asemeja más al de los Estados Unidos, pues como lo evidenció Fiorina (1981), en su estudio de las elecciones presidenciales y del Congreso estadunidense, las expectativas de la situación económica del país afectaron la función del voto de los demócratas y republicanos. Además, en los Estados Unidos tampoco este factor situacional es la variable más determinante.
De nuestro estudio se infiere que la percepción prospectiva de la situación política fue uno de los principales factures que contribuyeron a que el PSOE perdiese la mayoría absoluta en las elecciones generales de 1993, y a que el PP se convirtiera en una verdadera opción de gobierno. En la función del voto de los populares se erigió en el principal elemento que explica por qué esta fuerza política mejoró considerablemente sus expectativas electorales; mientras que en el caso de los socialistas fue el factor que más perjudicó su esperanza de voto: la probabilidad electoral del PP aumentaba 15.78% entre los votantes que presagiaban que la circunstancia política del país iba a mejorar tras la celebración de los comicios, o al menos permanecería igual; por lo contrario, las expectativas de voto del PSOE disminuían 6.89 por ciento.
Nadie discute que las elecciones parlamentarias de 1993 estuvieron dominadas por la crisis económica, y sobre todo por la corrupción, que enturbiaban la percepción que los españoles tenían de la situación política.41 Ello explica por qué las expectativas electorales del PP aumentaban entre los electores más optimistas, que presagiaban una mejoría en el ámbito político tras la celebración de los comicios.
Con el desempleo sucedió algo similar a lo de la percepción prospectiva de la situación política. Entre los electores desempleados la probabilidad de voto del PP aumentaba 9.72%, siendo el segundo factor que más contribuyó al relative éxito electoral del partido Iiderado por Aznar, mientras que la esperanza de voto del PSOE disminuía 2.43% entre estos electores.
El sexo es otro elemento socioestructural que explica la escisión en el comportamiento electoral de los españoles. Entre los hombres la probabilidad de voto de los populares aumentaba 7.41%; por lo contrario, la esperanza electoral del PSOE disminuía 3.37%. En cualquier caso, incurriríamos en un error si pensamos que este gender gap es un elemento estructural que caracteriza el comportamiento electoral de los españoles en la democracia, como sucedió en los Estados Unidos durante los decenios de los setenta y ochenta, cuando el voto femenino benefició al Partido Demócrata. No debemos obviar que en los comicios parlamentarios del 3 de marzo de 1996, tanto el PP como los socialistas experimentaron una pérdida de expectativas de voto en el colectivo de votantes masculines.
A la luz de lo relatado podemos afirmar que la base socioeconómica del voto, y en concreto las variables desempleo y sexo, explican en buena medida la pérdida de la hegemonía electoral del PSOE en 1993. Sin embargo, ello no debe inducirnos a olvidar la importancia que tuvo el recuerdo del voto de las autonómicas en el realineamiento electoral que se produjo en el sistema político español. Efectivamente, este ha sido otro de los factores clave que contribuyó a que el PP se aproximara al PSOE en las elecciones generales de 1993, y se convirtiese así en una verdadera opción de gobierno: entre los votantes, que en los anleriores comicios autonómicos habían votado a los populares, la esperanza electoral de esta fuerza política aumentaba 4.78%; por lo contrario, en el caso de la función del voto del PSOE el efecto de esta variable fue negativo. Quizá el parlido liderado por Felipe González ganó las elecciones parlamentarias de 1993 porque este hecho fue reforzado por el voto restrospectivo de las generales: buena parte de los electores socialistas seguían evidenciando una gran lealtad.
El liderazgo ha sido otro elemento de carácter siluacional, cuya influeneia en la decisión final de los electores del PP (elecciones generales de 1993) fue ciertamente superior, si se compara con la ejercida por la percepción prospectiva de la situación económica. En la medida que mejoraba la valoración que daban los votantes populares al liderazgo de Aznar, las expectativas de voto popular aumentaban 4%. Además, este fue otro de los factores que contribuyeron a reducir la distancia electoral entre los dos principales partidos del espectro ideológico. En el país no existen estudios precedentes que cuantifiquen la influeneia de esta variable en el comportamiento electoral de los españoles, pero en otras democracias, como la de los Estados Unidos, existen análisis que evidencian cómo la evaluación de los candidates Ford y Carter condicionó la decisión final de los electores estadunidenses.46
La capacidad de gobierno que percibían los votantes en José María Aznar también fue decisiva para el triunfo electoral del PP en los comicios de 1996. El tiempo que transcurrió entre 1993 y 1996 se percibió como un puente entre el ciclo gubernativo socialista y el que se atisbaba en el horizonte, presidido por Aznar. En ese sentido hay quienes consideran que ese periodo estuvo dominado por la crisis del socialismo;47 por eso la probabilidad electoral del PP aumentó 60.38% entre los electores que percibían en el partido liderado por Aznar una gran capacidad para gobernar el país.
En la función del voto de iu también hubo otros factores que influyeron más que la percepción prospectiva de la situación económica. Al igual que en el caso del PSOE, la fidelidad de sus votantes fue el elemento que más favoreció sus expectativas electorales, ya que entre quienes habían votado en las generales de 1989 a la coalición, la probabilidad de voto de esta fuerza política aumentaba 5.74%. Hubo un segundo factor que influyó más que la percepción de la situación económica prospectiva: la distancia ideológica entre los votantes y la IU. En la medida que los electores situados a la derecha del partido liderado por Anguita se identificaban más con la coalición,48 la esperanza electoral media de este parlido aumentaba 5.62%. A la luz de esto, se explica por qué la identificación partidista de los simpatizantes de la IU también favoreció las expeclativas electorales de esta fuerza política en los comicios de 1993: a medida que los votantes sintonizaban más con las propuestas de la coalición su probabilidad de voto aumentaba (en promedio) 5.35 por ciento.
2. Los electores castigaron al PSOE, CiU y PNV en 1993
Tal y como predice la teoría racionalista del voto, los españoles castigaron a las tres fuerzas que suscribieron el pacto de legislatura tras la celebración de los comicios de 1993: PSOE, CiU y PNV. No podemos olvidar que en la legislatura que precedió a esta convocatoria electoral el gobierno de Felipe González necesitó, puntualmente, el apoyo parlamentario de estas fuerzas políticas de ámbito nacionalista, y quizá ello explica por qué las expectativas electorales del PSOE, CiU y PNV disminuían 5.78, 0.73 y 0.45%, respectivamente, a medida que los españoles con derecho a voto consideraban que la acción de gobierno del nuevo Ejecutivo no facilitaría la reactivatión económica.49 El castigo electoral que impusieron los votantes de CiU a la coalitión fue aún más drástica, si se compara con las sanciones que recibieron PSOE y PNV, ya que la perceptión prospectiva de la situación económica fue el factor que más dañó la esperanza de voto del partido liderado por Pujol, neutralizando en parte el gran efecto positivo que tradicionalmente ha ejercido el cleavage nacionalista.
Si revisamos los estudios realizados acerca del voto económico en el mundo industrializado observamos que la percepción de la situación económica retrospectiva ha perjudicado las expectativas electorales de los partidos del gobierno durante la primera mitad del decenio de los ochenta: los conservadores en la Gran Bretaña y las coaliciones democristiana-liberal en Alemania y socialista en Italia.50 Lipset y Schneider (1987) encontraron que en muchos países desarrollados el efecto de la situación económica retrospectiva favoreció la alternancia en el poder, sobre todo a partir de la crisis del petróleo de 1973.
En los casos del PSOE y PNV, la percepción de la situación económica prospectiva ocupó el tercer lugar dentro del conjunto de factores que perjudicaron sus expectativas electorales en los comicios generales de 1993. Hubo otros elementos, como la percepción de la situación política prospectiva (a un año vista) y la distancia ideológica, que dañaron aún más la probabilidad de voto del PSOE; en el caso del PNV, los efectos nocivos de la percepción de la situación económica prospectiva fueron superados por la repercusión negativa del liderazgo de Arzallus y el ámbito de trabajo del elector.51
3. El desempleo y la rentafavorecieron a la IU y al PP en 1993 y 1996
Este análisis del voto económico en España quedaría inconcluso si no hacemos una breve referencia al efecto que ejercieron variables socioestructurales como el desempleo y la renta, pues determinan, en gran medida, la situación financiera del votante. De este modo sabremos si estos factores han dado lugar a algún tipo de anclaje socioelectoral y si el voto de los españoles puede calificarse de egotrópico.
Fiorina (1978) comprobó que la situación financiera personal de los electores estadunidenses condicionaba la orientación de su voto en las elecciones presidenciales; mientras que Kinder y Kiewiet (1981) y Kiewiet (1983) evidenciaron que en los Estados Unidos el voto económico no es egotrópico.
La alta tasa de desempleo que tiene España desde fines del decenio de los setenta ha provocado una escisión social a lo largo de ese periodo de convivencia en libertad. Ello favoreció las expectativas electorales del PCE en las elecciones de 1982 y 1986, y de la IU en los comicios generales de 1989 y 1996; por lo contrario, las restantes fuerzas políticas que se sitúan a la derecha de la IU52 han visto mermada su esperanza de voto entre los electores desempleados. Conscientes del riesgo que trae consigo analizar los factores últimes que explican esta fractura socioelectoral, pensamos que los desempleados han castigado, en las diferentes convocatorias, a los partidos que respaldaban la acción de los gobiernos que no conseguían controlar el incremento del desempleo: la Union del Centro Democrático (UCD) en 1982 y el PSOE en 1993 y 1996. Pero los electores desempleados no sólo penalizaron electoralmente a los partidos que gobernaron sino que también han castigado a otras fuerzas minoritarias del arco parlamenlario: este anclaje electoral se ha erigido en el castigo que los desempleados han ido otorgando al PNV, CiU, CDS y PP, pues entendían que las propuestas de política económica de estos partidos no priorizaban la reducción de la tasa de desempleo. Resulta paradójico el caso de las elecciones generales del 3 de marzo de 1996, cuando la IU fue la única fuerza política beneficiada por el efecto de esta variable.
Kirchgässner (1991) evidenció que durante el decenio de los setenta y principios de los ochenta el desempleo fue un factor muy relevante en las funciones de popularidad de los gobiernos social-liberales de Alemania y en el caso de los ejecutivos democristianos-liberales que le sucedieron.
La renta ha sido otro factor del comportamiento electoral que ha generado una fractura en el sistema político, ya que en las dos pasadas elecciones el PP ha sido la única fuerza que ha experimentado una mejoría en sus expectativas electorales entre los votantes que aportaban la principal fuente de ingresos al hogar. Aunque es cierto que en las elecciones generales de 1993 este elemento socioeconómico sólo contribuyó a mejorar las expectativas electorales de los populares en 0.70%, en los comicios de 1996 esta proporción ascendió hasta 9.81%. Al margen de estas consideraciones, hemos de subrayar que este factor facilitó el triunfo de José María Aznar en las elecciones parlamentarias de 1996, y desempeñó un papel muy relevante en la pérdida de la hegemonía electoral del PSOE en los comicios de 1993. Además, no podemos obviar que la renta fue la variable instrumental que los españoles utilizaron para aplicar su sentencia premio-castigo en materia fiscal: castigaron al PSOE porque interpretaban que sus ingresos del trabajo y el capital estaban penalizados por las allas cargas impositivas que fijaron los gobiernos de Felipe González y por extensión premiaron al PP, ya que presagiaban que los ejecutivos de Aznar reducirían las tasas impositivas.53
Como señalamos líneas arriba, los votantes que aportan la principal fuente de ingresos al hogar presentan características sociales muy similares, ya que en su mayoría son cabezas de familia, de edad avanzada y con empleo; además, castigaron mucho al PSOE en las elecciones generales de 1996: la probabilidad de voto de los socialistas descendía 8.96% en este grupo de votantes, e incluso fue el segundo factor que más contribuyó a la derrota electoral de este partido. Podemos afirmar que esta variable socioeconómica ha provocado una escisión en el sistema político: los partidos que se sitúan a la izquierda del PP, en las convocatorias electorales de 1993 y 1996, fueron castigados por los votantes que aportaban la mayor fuente de ingresos al hogar; por Io contrario, el partido liderado por Aznar en buena medida está gobernando gracias a la confianza depositada por este grupo de electores. Es evidente que, para medir el efecto de la renta en la decisión final de los votantes españoles, sería más oportuno utilizar sus ingresos como variable explicativa; sin embargo, ello no ha sido posible, dado que el cis sólo formuló esta pregunta en la encuesta poselectoral de 1986. En cualquier caso, constatamos que este factor socioecónomico actuó también de anclaje electoral: a un lado de la divisoria quedaban los partidos políticos como el PCE, CDS, ciu y PP, con planteamientos ideológicos ciertamente diferenciados; en la otra parte se situaban sólo el PSOE y el PNV. Mientras que el primer grupo obtuvo una mejoria en sus expectativas electorales medias a medida que los electores poseían una renta superior; sin embargo, las fuerzas políticas del otro bloque experimentaron una pérdida de voto.
A diferencia de España, los ingresos reales y el desempleo fueron los factores que más afectaron, durante el decenio de los ochenta, la intencion de voto de los partidos que conformaban Ia coalición de gobierno democristiana-liberal en Alemania.54
4. Los comicios de 1996: Las elecciones del cambio
La convocatoria electoral de 1996 deparó un cambio de gobierno: el PP, con un respaldo parlamentario mayoritario (relativo), sustituyo en el gobierno de España al PSOE. Hay quienes opinaban que la victoria del partido encabezado por Aznar era efímera, ya que los populares no conquistaron el voto de los electores que de manera traditional venían optando por el PSOE o los partidos nacionalistas (PNV y CiU). Efectivamente, los resultados de estos comicios evidenciaron que estábamos ante un cambio coyuntural, ya que el éxito electoral del partido liderado por José María Aznar" se fundamentó en asuntos como la corrupción, la judicialización de la vida política, el GAL...56
Si comparámos las funciones del voto del PP y PSOE en las elecciones generales de 1996 concluimos que los populares basaron su victoria en tres factores estructurales (persona que más ingresa, escolaridad y tamaño del hábitat) y en la capacidad de gobierno que percibían los electores en Aznar (coyuntural). La influencia de este asunto fue el principal aliado del PP y el gran enemigo electoral del PSOE en estos comicios. En cualquier caso, no debemos olvidar que la función del voto socialista seguía teniendo una base social muy sólida, ya que el estado de actividad, el ámbito de trabajo, el componente nacionalista, la edad, el género, la situación laboral y el régimen de trabajo favorecieron las expectativas de voto del partido liderado por Felipe González. Al margen de estos factores, la distancia ideológica fue otro elemento estructural que benefició más a los socialistas, sin olvidar tampoco el gran efecto de variables coyunturales como el recuerdo de voto (autonómicas y generales), la campaña electoral y el liderazgo.
5. España no es tan diferente
Si hacemos un análisis comparativo del voto económico de los españoles con el de otros países industrializados concluimos que España no es muy diferente. Efectivamente, en las elecciones generales de 1993 el voto se instrumentalizó como un castigo que los españoles impusieron al PSOE, dado que era el partido que respaldaba parlamentariamente al gobierno hasta ese momento. Los votantes no eran muy optimistas a la hora de valorar el futuro de la economía, de ahí que penalizaran electoralmente al partido liderado por Felipe González; por lo contrario, esta situación benefició al PP: los electores esperaban que la circunstancia económica del siguiente año podía mejorar si se confirmaban las predicciones que hacían las encuestas de opinión y los populares pasaban a gobernar. Además, en este castigo, los socialistas arrastraron a sus dos socios de gobierno (PIW y CiU).
España presenta como hecho diferencial que la situación política prospectiva influyó mas que la situación económica prospectiva. En el caso de la función del voto del PSOE, la valoración que suscitaba la coyuntura política del siguiente año se transformó en la condena más importante que impusieron los votantes a esta fuerza política, ya que fue el factor que más perjudicó sus expectativas electorales en las elecciones de 1993; a diferencia de los socialistas, el considerable progreso electoral que obtuvo el PP en estos comicios vino marcado, fundamentalmente, por esta variable de corte racionalista.
A la luz de todo lo anterior, podemos concluir afirmando que en España se ha instrumentalizado el voto económico, como en cualquier otra democracia de nuestro entorno comunitario y mundial. Las variables socioeconómicas, desempleo y renta se han erigido en cleavage que favorecieron las expectativas electorales de dos fuerzas políticas de la oposición: la IU y el PP, respectivamente. Por otro lado, los españoles han utilizado el voto económico como un premio-castigo: perjudicó al partido del gobierno en las elecciones de 1993 y favoreció las expectativas de voto de la principal fuerza política de la oposición.
Tampoco el carácter de nuestro voto económico es muy diferente, si se compara con el de los países del mundo industrializado. En los casos del PP y la IU han cohabitado el voto sociotrópico y egotrópico: ambas fuerzas políticas fueron las más beneficiadas por el efecto de la percepción prospectiva de la situación económica en las elecciones generales de 1993 (sociotrópico); también las expectativas electorales de estos partidos fueron favorecidas por la renta y desempleo (egotrópico), respectivamente. Para justificar esta paradoja hay que recurrir a la hipótesis de la disparidad en los valores culturales: hay quienes argumentan que el voto económico hay que interpretarlo como la respuesta que dan los electores a la pregunta de qué ha hecho el gobierno por la nación;57 mientras que olros apuntan que el votante orienta el premio-castigo basándose en lo que hizo el Estado por él.58
Brody y Sniderman (1977) evidenciaron que el voto económico de los estadunidenses, a veces, ha sido más sociotrópico, ya que se autoinculpan en sus problemas, dejando al margen a las instituciones sociales que dependen directa o indirectamente del gobierno de la nación. Incluso Schlozman y Verba (1979) descubrieron que los desempleados de la nación más rica del mundo percibían que su situación era una consecuencia de los desajustes en el mercado laboral, pero ni el gobierno ni otras instituciones dependientes del mismo eran los principales causantes.
A diferencia de los autores anteriores, Fiorina (1978) ha comprobado que la situación financiera personal de los electores ha influido en las elecciones presidenciales estadunidenses; sin embargo, los estudios posteriores de Kinder y Kiewiet (1981) y Kiewiet (1983) probaron que el efecto de esta variable en las elecciones parlamentarias de los Estados Unidos no era muy significativo.
Al igual que en otros países democráticos desarrollados, la percepción prospectiva de la situación económica de España fue relevante en la función del voto de 1993, aunque no debemos olvidar que no fue la variable más determinante en el comportamiento electoral de los españoles. En esta línea, Kuklinski y West (1981) encontraron una correlación positiva entre las expectativas de la situación económica personal de los electores estadunidenses y su deecisión de voto en las elecciones al Senado.59
En España también observamos un sesgo cognitivo en el voto económico de la IU y el PP: las expectativas electorales de ambos partidos han sido afectadas por variables socioeconómicas objetivas, como el desempleo y la renta. Los análisis empíricos realizados por Conover y Feldman (1986) evidenciaron que durante la presidencia de Reagan los votantes de los Estados Unidos también se vieron influenciados por la evaluación cognitiva que hacían de la situación económica.60 La decisión electoral de los estadunidenses estuvo marcada, fundamentalmente, por el efecto de la identificación partidista, pero ello no fue óbice para que su voto económico se distinguiera por ser cognitivo y no emocional.
CONCLUSIONES
De la lectura de las secciones anteriores se infiere que el análisis del voto económico es uno de los programas de investigación de mayor relevancia dentro del panorama científico del comportamiento electoral. A diferencia de la mayoría de los investigadores, que han optado por aproximarse a esta cuestión por medio de la función de popularidad, nosotros elegimos el paradigma de la función del voto, ya que ofrece una visión comprensiva del comportamiento electoral. En ese sentido, planteamos un modelo multivariable, en la línea de lo que se denomina nueva visión, que integra variables explicativas del enfoque partidista, racional-económicas y socioestructurales.
Si nos adentramos en el análisis de la democracia española observaremos la existencia de un voto económico que los electores han utilizado como un premio-castigo: perjudicó la esperanza electoral del PSOE en los comicios legislatives de 1993 (partido del gobierno) y favoreció las expectativas electorales del PP (partido mayoritario de la oposición). No obstante, hemos de destacar que el efecto de la percepción prospectiva de la situación económica fue relativamente menor, si se compara con la influencia de la valoración de la coyuntura política (prospectiva). Llegamos incluso a evidenciar que este factor de índole racionalista fue clave en el cambio electoral de 1993: posibilitó que el partido liderado por Aznar se convirtiese en una verdadera opción de gobierno, al mismo tiempo que se erigió en el principal enemigo electoral de los socialistas.
Los factures socioestructurales, desempleo y renta, que condicionan la situación financiera personal del elector, también han influido en la orientación del voto económico de los españoles. El desempleo ha actuado a modo de anclaje electoral, favoreciendo las expectativas del PCE en las elecciones de 1986, y de la coalición IU en los comicios de 1989 y 1996. A diferencia de estas fuerzas políticas, el PSOE, como partido que respaldaba a los gobiernos del país entre 1982 y 1996, fue castigado por los votantes, ya que no conseguía controlar el incremento del desempleo.
La renta ha sido otro factor socieconómico que en las dos recientes convocatorias ha dividido al sistema político en dos bloques: de un lado, el PP ha sido la única fuerza política que experimentó una mejoría en sus expectativas de voto entre los votantes que aportaban la principal fuente de ingresos al hogar, mientras que en la otra parte de la divisoria se situaban lu, PSOE, ciu y PNV.
A la luz de lo anterior no debemos inferir que el comportamiento electoral de los españoles es muy diferente, si se compara con la actitud de los votantes de los países más industrializados. Al menos es lo que se deduce con este análisis de la función del voto en la democracia española. Para obtener estas conclusiones supusimos que el objetivo de cualquier votante es maximizar su utilidad electoral, de ahí que su decisión final venga determinada por un conjunto de factores que se integran dentro de un modelo de elección discreta múltiple (logit multinomial). En cualquier caso valoramos de manera muy positiva los ajustes realizados: la mayoría de las variables explicativas son significativas a nivel individual, no existen errores en las especificaciones de los modelos, se aceptan en todos los casos los supuestos de independencia de opciones políticas irrelevantes y la ausencia de heterocedasticidad por grupos y, por último, no podemos obviar que las funciones estimadas presentan una gran capacidad predictiva.
Junio de 2002
1 Véase Schumpeter (1945).
2 Véase Downs (1957).
3 Recordemos que los óndices de popularidad disponibles son trimestrales.
4 Recordemos que algunas series, como la intención del voto, comenzaron a publicarse en 1980.
5 Hay series, como la percepción retro y prospective del país, de las que no hay datos.
6 En España se han realizado algunos análisis empíricos de la función de la popularidad: Bravo (1985), pp. 17-23; Lancaster y Lewis-Beck (1986), pp. 648-674; Mancha (1993), páginas 152-164; Bosch, Díaz y Riba (1999), pp. 171-197. En el artículo de Maravall y Przeworski (1999) se analiza el voto económico, pero adoptando como variable dependiente la intención de voto al partido del gobierno, la indecisión y el apoyo a la oposición.
7 Lewis-Beck (1990), p. 29, que emplea el término defunción del voto.
8 En este caso hemos analizado la influencia que ejerce el que el elector esté o no desempleado en su decisión de voto.
9 Véase Kiewiet (1981), pp. 448-459; Rattinger (1991), Nannestad y Paldam (1994), pp. 213-245.
10 Véase Harrop y Miller (1990).
11 Véase Lewis-Beck (1990).
12 Véase Harrop y Miller (1990).
13 Ibid.
14 Véase Ruiz Olabuenaga (1994).
15 Véase Nie, Verba y Petrocik (1976).
16 Véase Riker y Ordeshook (1968).
17 Véase Rabinowitz y MacDonald (1989), pp. 93-121.
18 A este principio se Ie denomina hipótesis de la responsabilidad.
19 Véase Lewis-Beck (1990), pp. 33-52. El autor plantea esta cuestión como si fuese uno de los grandes interrogantes que aun quedan por responder en el seno de la teoría económica del voto.
20 Los intereses sociotrópicos reflejan la preocupación del votante por cuestiones que afectan al colectivo: la situación económica del país...
21 Véase Chappell y Keech (1990), pp. 313-328; Fiorina (1978), Kinder y Kiewiet (1981) y Kiewiet (1983).
22 Fiorina (1981), pp. 80-129, ha analizado la influencia de la evaluación sociotrópica (sencilla y compleja) en las elecciones al Congreso de los Estados Unidos.
23 Véase Lewis-Beck (1990), pp. 33-52; Lewis-Beck (1986), Brody y Sniderman (1977) y Schlozman y Verba (1979).
24 Paldam (1981) llegó a afirmar que este era uno de los interrogantes que se plantean los votantes de los paises más industrializados.
25 Véase Lewis-Beck (1990), pp. 115-136; Uslaner (1989), pp. 495-513; Bratton (1994), páginas 277-296; Lanoue (1994), pp. 193-205, y Keech (1995).
26 Véase Abramowitz, Lanoue y Ramesh (1988), pp. 839-862.
27 Véase Harrington (1993), pp. 27-42, y Converse (1969), pp. 139-171.
28 En nuestro caso el votante puecle elegir entre cinco opciones electorales: Partido Nacionalista Vasco (PNV), Izquierda Unida (IU), PSOE, Convergencia i Unió (CiU) y PP. En los comicios de 1986 sólo aparece como opción adicional el Centre Democrático y Social (CDS).
29 Esta variable no es observable.
30 Hemos de señalar que las variables que se tnencionan a continuación no se incluyeron en todas las funciones de voto estimadas, ya que algunas de las encuestas poselectorales utilizadas no incluían items que nos permitiesen medir la influencia de estos factores explicativos.
31 tv es una variable discreta que refleja el seguimiento que hicieron los electores de los debates televisados entre José María Aznar y Felipe González en las elecciones generales de 1993.
32 di es una variable continua que representa la clistancia ideológica (en términos nominales) entre el votante y el partido al que ha votado: di^sup j^^sub i^ = I^sub i^ - I^sup j^; ∀i =1, 2, ..., n; j =1, 2, ..., k;en la que I^sub i^ es la posición ideológica del votante i en el piano ideológico I e I^sup j^ es la posición ideológica del partido j en el piano ideológico I.
33 Se incluyó tanto el recuerdo de voto de los comicios generales (rvg) como el de las autonómicas (rva).
34 Véase Greene (1998), pp. 791-792. Para aceptar o rechazar este supuesto utilizamos el contraste de Hausmann y McFadden (MM).
35 Véase Greene (1998), pp. 758-766. Para aceptar o rechazar la ausencia de homocedasticidad por grupos utilizamos el contraste de multiplicadores de Lagrange (LM).
36 Véase Greene (1998), pp. 763-766. Consideramos una alternativa: i) que todos los parámetres del modelo fuesen igual a 0 y ii) que el conjunto de coeficientes correspondientes a las variables que representan la identificación partidista, la teoría racional y los factures fuesen iguales a 0. Para realizar estos contrastes utilizamos la prueba de Wald (W) y la razón de verosimilitud (LR).
37 Para cada una de las variables explicatives hemos calculado las elasticidades medias en los distintos valores de la escala. Consideramos que dichas variables, excepto la que utilizamos para el cálculo de la ε, toman el valor medio.
38 Hemos de señalar que los electores que más renta aportan al hogar tienen una característica muy similar: son padres de familia, de edad avanzada y con empleo.
39 Durante el año poselectoral.
40 Dado que la distribución asintótica de los estimadores es gaussiana, utilizamos las siguientes pruebas para analizar la significación individual de los parámetros: la desviación estándar del coeficiente estimado y el p-value. Para calculer el nivel de significación p-value utilizamos el método bootstrap (Efron, 1982, y Mooney y Duval, 1993).
41 A partir de las elecciones generales de 1986, el Partido Comunista de España (PCE) se integró en la coalición IU.
42 La Coalición Popular (CP) estaba formada por Alianza Popular (AP), Partido Demócrata Popular (PDP) y Unión Liberal (UL). En el congreso que celebró AP en 1990 el partido pasa a denominarse Partido Popular (PP).
43 Véase Lewis-Beck (1990), pp. 55-68.
44 Ibid, pp. 81-94.
45 Véase Tusell (1999), pp. 331-335; Fusi y Palafox (1997), pp. 399-405; Powell (2001), páginas 500-518; Sáez Lozano (2000a), pp. 91-104.
46 Véase Markus y Converse (1979), pp. 1055-1070. Estos aulores evidenciaron que entre 1972 y 1976 la intención de voto de Ford y Carter fue muy influida por la identificación partidista de los electores, cuando los diferenciales en la valoración de la personalidad de ambos líderes era insignificante.
47 Wert (2000).
48 Es decir, la distancia ideológica entre el votante y la coalición era menor.
49 Véase Tusell (1999), quien afirma que a fines de la legislature que transcurrió entre 1989 y 1993, los gobiernos de Felipe González solicitaron el apoyo parlamentario de CiU, PNV y CDS para aprobar algunas leyes en la Cámara de Diputados. No olvidemos que ese periodo se caracterizó por la inestabilidad política que suscitaron los escándalos (en los que estaba implicado el PSOE) y la división interna de la organización, y ello provocó que en algunos momentos la mayoría del grupo parlamentario socialista no fuese suficiente.
50 Véase Lewis-Beck (1990), pp. 55-68, y Fiorina (1981).
51 Entre los electores que trabajaban en el ámbito de la administración pública las expectativas de voto del PNV disminuyeron 0.58 por ciento.
52 Entre los electores que estaban desempleados la probabilidad de voto del PCE-IU aumentaba 0.22% en las elecciones de 1982, 2.06% en 1986, 1.22% en 1989 y 5.81% en 1996.
53 Véase Tusell (1999), p. 330. Desde 1991 las encuestas evidenciaban que los españoles opinaban que pagaban demasiados impuestos.
54 Véase Kirchgássner (1991) y Rattinger (1991).
55 Véase Rodríguez Menés (1998).
56 Véase Tusell (1999), pp. 343-344; Fusi y Palafox (1997), pp. 400-405; Powell (2001), páginas 519-568; Sáez Lozano (2006b), pp. 97-99. En estos estudios se analizan todos los problemas que condicionaron la política en España en la última etapa de gobierno del PSOE.
57 Véase Kinder y Mebane (1983).
58 Véase Mattila (1996) y Midtbo (1998).
59 Una de las críticas que se le podría hacer a estos autores es que no consideraron, simultáneamente, el efecto de la situación económica personal prospective y retrospective. Fiorina (1981), en su estudio de las elecciones presideneiales y al Congreso de los Estados Unidos, sí especificó, simultáneamente, ambos factures exógenos.
60 Abelson et al (1982) distinguieron cinco categorías de emociones económicas negatives (enfado, temor, disgusto, frustración e incomodidad) y otras tantas positivas (esperanzado, orgulloso, feliz, simpático y confidente).
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José Luis Sáez Lozano*
* Profesor titular de Economía Aplicada e investigador del Instituto de Desarrollo Regional de la Universidad de Granada.
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