Naciones y narraciones
Explorando los orígenes de una narrativa de nación en las colonias hispano-americanas, Benedict Anderson ha señalado que fueron los funcionarios peregrinos criollos y los hombres de prensa provincianos quienes asumieron la tarea de construir una comunidad imaginada para los recién independizados estados latinoamericanos. Anderson asegura que aunque los dos factores más comúnmente aducidos para explicar la independencia latinomericana son el aumento del control desde Madrid y la dispersión de las ideas liberales de la Ilustración en la segunda mitad del siglo XVIII, ellos no explican con propiedad por qué las provincias coloniales, que usualmente agrupaban amplias, oprimidas, poblaciones no hispanas, produjeron un grupo de criollos que de manera consciente redefinió a esas poblaciones como compatriotas, y a España, a donde estaban de muchas formas aliados, como un enemigo extraño1.
Los criollos no eran, en muchos sentidos, la burguesía madura que lideró la formación de narrativas de nación del estado moderno en Europa y los Estados Unidos. De hecho, aquellos que apoyaron la lucha de independencia de España, y que algunas veces dieron su vida por la causa, eran, en muchos casos, latifundistas, conservadores radicales con respecto al liberalismo económico, aliados con comerciantes y varios tipos de profesionales (abogados, militares y funcionarios provinciales y locales)2. Debido al lenguaje compartido entre las colonias y la metrópoli, la transmisión de las nuevas doctrinas económicas y políticas que se estaban produciendo en Europa fue rápida y fácil. Sin embargo, Anderson asegura que “nada confirma esta “revolución cultural. más que el republicanismo incisivo de las nuevas comunidades independientes”3.
Anderson sostiene que los funcionarios peregrinos criollos desarrollaron su tarea de narrar la nación debido a las dificultades de comunicación propias de la división geográfica y de las unidades administrativas creadas por el Imperio Español. Escribiendo y circulando anécdotas sobre las colonias, los funcionarios criollos peregrinos fueron creando y empleando un lenguaje común, compartido por todos los administradores coloniales y las compañías de viajeros. El hombre de prensa criollo surgió de la tradición del periódico. Sin embargo, más que en la dispersión de ideas ilustradas específicas, la prensa fue importante en tanto creó una comunidad imaginada a partir de grupos particulares de lectores. Las publicaciones combinaban los anuncios de precios con noticias sobre matrimonios y asuntos políticos, entre otros. Anderson reconoce en ellas un doble carácter, un mundo paralelo, donde un oficial peninsular podía estar leyendo noticias desde Madrid, mientras los criollos leían sus noticias locales, “una asimetría replicable al infinito en otras situaciones coloniales”4.
Quizá la diferencia más importante entre las colonias españolas y los estados europeos en la construcción de una narrativa de nación, hace referencia a los procesos políticos que en los últimos dio nombre al pueblo y “lo indujo a la vida política”. Anderson parece sugerir que fue precisamente el miedo a las clases bajas lo que promovió el alineamiento de las comunidades criollas y produjo un sentido de identidad y diferencia. De hecho, antes de las guerras de Independencia, funcionarios de la administración española habían enfrentado el surgimiento de varios movimientos subversivos organizados por la población indígena y los esclavos negros. Bolívar mismo alguna vez opinó que una revuelta negra era “mil veces peor que una invasión española”5. Resaltando esta importante diferencia, Anderson considera a los pioneros criollos ubicados en una situación ambivalente: eran una comunidad colonial y una clase alta. Eran explotados económicamente, pero también eran esenciales para la estabilidad del Imperio.
De acuerdo con Anderson, los museos, junto a los funcionarios peregrinos, el “capitalismo impreso”, el censo y el mapa, jugaron un papel importante en la narración de la nación moderna.
“El censo, el mapa y el museo… profundamente dieron forma a los modos mediante los cuales el estado-nación imaginó sus dominios –la naturaleza de los seres humanos que gobernaba, la geografía de sus territorios y la legitimidad de sus ancestros–”6.
En particular, los museos permitieron a las nuevas naciones crear mitos de origen y coleccionar el pasado para proveer un sentido de lo que constituía la nueva nación y a su vez de lo que no le pertenecía.
Este tipo de instituciones culturales fueron creadas por el estado moderno para promover el surgimiento de nuevos sujetos políticos y para transformar la población en un recurso útil del Estado; tenían el doble oficio de narrar la nación y de educar las poblaciones en los nuevos deberes gubernamentales.
El Museo Nacional de Colombia fue fundado en 1824, poco después de la gesta de Independencia. La creación de un museo que junto a la exhibición de colecciones, albergara una escuela para educar a la población en las nuevas disciplinas científicas había sido planeada desde 1819. El 24 de diciembre de ese mismo año, Bolívar encomendó al vice-presidente Francisco Antonio Zea la tarea de visitar las cortes europeas, presentar el nuevo estado y organizar un grupo de especialistas que formara el museo7. El modelo seguido por los criollos para la organización del Museo Nacional estaba basado en el Museo Francés que se inauguró en 1793 y que también combinaba la exhibición de objetos, la investigación y la docencia.
La siguiente nota apareció en el diario oficial el 18 de agosto de 1824, anunciando su fundación el 4 de julio del mismo año8:
Tenemos el placer de anunciar al público que el día 4 del corriente se abrió el museo de historia natural. S.E. el vicepresidente con los secretarios del interior y de la guerra y alguna comitiva concurrieron á la apertura. El museo en su infancia posee ya algunas cosas raras; las siguientes son las principales. Una colección de minerales arreglada según el sistema del celebre Hüy [sic], en la que se encuentran algunas muestras singulares por su cristalización y escasez. La mayor parte de estos minerales viene de Europa y de otras partes muy remotas. Tiene algunos pedazos de hierro meteórico encontrados en diferentes partes de la República y analizados por los señores Rivero y Boussengoult [sic]. Muchos huesos de animales desconocidos sacados de Soacha que son muy curiosos por su tamaño. Una momia encontrada cerca de Tunja con su manta bien conservada, y se supone tener más de 400 años. Algunos insectos de estraordinaria hermosura. También posee varios mamíferos, reptiles, peces y algunos instrumentos muy bien hechos. Tiene además el establecimiento un laboratorio y sala de dibujo. Deseoso el gobierno de fomentar un establecimiento que es indispensable para propagar las luces, y ver al mismo tiempo reunidos en la capital todas las producciones de la República; encarga á los intendentes gobernadores, curas, jueces políticos, y alcaldes remitan todas aquellas cosas curiosas, como minerales, animales, pájaros, insectos, reptiles, peces, conchas, etc”, etc.: los que puedan venir vivos serán más apreciables; de lo contrario se enviarán del modo posible, teniendo siempre cuidado de remitir los animales con sus cabezas y pies, los reptiles y peces pueden remitirse en aguardiente, y los insectos clavados con alfileres, poniéndoles en cajones muy bien cerrados en los que se pondrá un poco de pimientaó tabaco para que los insectos no dañen los esqueletos. Se espera que con la ayuda de dichas personas en algunos años la capital de Colombia podrá rivalizar con los gabinetes de las naciones europeas…9.
Sherman y Rogoff han señalado que “todas las estrategias de exhibición de los museos incluyen concepciones, a menudo ignoradas, acerca de la comunidad a la cual están dirigidos”10. Mi interés en algunos textos y hechos que conciernen a la fundación del Museo Nacional se relaciona con sus narraciones de la nación colombiana, así como con sus orígenes y ambivalencias. De una parte, es importante examinar cómo la primera colección permanente del museo, así como sus intenciones y actividades principales, combinaban la narrativa de América creada por el Imperio español, a través de la Historia Natural y las expediciones naturalistas, con los discursos ilustrados del estado y la cultura. De otra parte, la fundación del Museo Nacional difiere de las rutas convencionales que dieron origen a los museos en lo que hace referencia a su papel en la construcción pública del conocimiento, al establecimiento del poder gubernamental del estado moderno y a la formación del ciudadano.
El museo público europeo señala el paso de las estrategias jurídicas discursivas del poder hacia las “tácticas multiformes. del poder gubernamental moderno, mediante la creación de espacios públicos disciplinarios para la vigilancia y el control de la población. El Museo Nacional, por su parte, debido a su esfera restringida de acción así como a sus dificultades iniciales, se fue convirtiendo en un archivo viejo e incompleto de las producciones naturales del país11, incapaz de convocar a la población en torno a los valores para los que había sido creado. Fue necesario esperar hasta finales del siglo XIX para que el Museo pudiera consolidarse como una institución cultural, gracias, en parte, a las condiciones políticas heredadas de la Constitución de 1886 y a la consolidación de algunas disciplinas científicas que más tarde formarían parte de su discurso institucional.
A primera vista, la narración de una nación parece ser una representación unificada de la identidad nacional. Sin embargo, en medio de las luchas políticas y atravesada por asuntos de género, clase y etnicidad, la nación es siempre la narrativa que una clase particular o comunidad crea no sólo para convocar a la población o a otros grupos sociales, sino también para crear nuevas formas de identidad y diferencia. El reconocimiento de la nación como una narración ha fracturado la pretensión historicista de considerarla como una realidad fijada en la linealidad de la sociedad occidental. En su lugar, narrar la nación es un sistema de significación cultural, una representación de la vida social. La nación como una narración “contesta la autoridad tradicional de aquellos objetos nacionales de saber -la Tradición, el Pueblo, la Razón del Estado, la Cultura, por ejemplo- cuyos valores pedagógicos reposan a menudo en la representación de un concepto holístico ubicado en una narrativa evolutiva de la continuidad histórica”12.
Sin embargo, valdría la pena preguntar: ¿Cuáles son las fronteras de la escritura metafórica de la nación? ¿En vez de su historicidad, cuáles son sus temporalidades, sus ambivalencias? Reconociendo la inestabilidad del significado en el lenguaje, ¿cómo dar cuenta de las luchas continuas entre la pulsión totalizante de la narrativa de una nación y las fracturas y dispersiones producidas por la diferencia cultural?
Pues la nación, como una forma de elaboración cultural (en el sentido gramsciano), es una instancia de narración ambivalente que mantiene a la cultura en su posición más productiva, como una fuerza para subordinar, fracturar, difundir, reproducir, así como para producir, crear, forjar, guiar13.
Sería entonces necesario dar cuenta de las temporalidades donde se inscriben esas comunidades imaginadas, así como las ambivalencias y mecanismos empleados en la tarea de narrar una nación. Dar cuenta no sólo de su instancia pedagógica, su pretensión de representación total de una identidad dada, sino también de sus fracturas, fisuras por las cuales la narración se mueve de un significado estable hacia los conflictos producidos por su continua dispersión. Por ejemplo, es importante dar cuenta de cómo la narrativa de una nación invoca al pueblo como depositario del poder político, mientras lo excluye a través de la creación de nuevas formas de diferenciación social y cultural, esto es, ofreciendo el saber como un bien público y al mismo tiempo restringiendo su acceso a través de discursos sobre los objetos que implican una cierta educación para apreciarlos De igual manera, teniendo en cuenta la importancia dada por Anderson al “capitalismo impreso. en la formación de la nación, sería importante notar que el acceso a los periódicos era restringido a aquellos que tenían la habilidad de leer, y que para aquellos tiempos, eran casi exclusivamente los criollos. Debido a la posición ambivalente de éstos, tal como es presentada por Anderson, su narrativa de nación y las instituciones culturales creadas para tal fin fueron orientadas sobre todo a dar respuesta a las demandas del orden internacional, más que a convocar a los grupos sociales internos. Esto no quiere decir que la nueva nación colombiana no empleó más adelante sus estrategias pedagógicas para educar a la población en torno al pasado heroico de la independencia, ni ejerció sus poderes gubernamentales para la educación de la población en las nuevas conductas civiles, sino que buscó reconocer, precisamente por la situación conflictiva de los criollos, que su relato de nación, más que una narración compartida por los grupos sociales de la nueva República, facilitó el control de la diferencia interna (mestizos, mujeres, negros e indígenas) y la inserción del nuevo estado en las condiciones imperantes del capitalismo moderno.
Expediciones, colecciones y nuevas tierras
Mauricio Nieto afirma que “durante el siglo XVIII los viajes de exploración se convirtieron en un centro de interés público, político y comercial de las élites europeas….la historia natural, la recolección y catalogación de objetos naturales, se constituyeron en la expresión de un proyecto político de expansión y apropiación”14. Examinando los orígenes de la explicación del nuevo estado, y teniendo en cuenta el carácter de su primera colección permanente, el Museo Nacional construyó una narrativa de nación íntimamente relacionada con “los intereses de las potencias europeas en la Historia Natural, la cartografía, la producción de floras y herbarios que era una expresión de su compromiso por mantener y expandir su control sobre el mundo”15.
Desde el siglo XV los imperios occidentales habían estado preocupados por explorar nuevas tierras en la búsqueda de oro y plata. Sin embargo, en el siglo XVIII aparece un nuevo tipo de exploración dominada por la Historia Natural y la Medicina. El propósito fundamental de la Historia Natural era hacer familiares los objetos extraños, transformar la naturaleza en algo accesible y controlable, lo cual parecía ser el proceso general seguido por las sociedades occidentales después de la conquista de pueblos remotos. Esta manera taxonómica de apropiar el Nuevo Mundo fue llevada a cabo precisamente cuando el sentido de fascinación producido por el paisaje y la población de América disminuyó. La Historia Natural dio forma a una racionalidad que permitió incorporar lo nuevo dentro de un orden de cosas dominado por una comprensión taxonómica del universo. El interés del Imperio en la botánica buscaba mejorar los usos de las plantas en los tratamientos medicinales y competir en el mercado farmacéutico16. Sin embargo, concentrado casi exclusivamente en el control de los mercados de productos naturales, el Imperio español fue incapaz de entender y seguir las condiciones que tenían lugar en la economía europea, interesada en los usos de los recursos naturales para la expansión de la industria.
Teniendo en cuenta el interés de los criollos por insertar la nueva República dentro de las condiciones económicas imperantes, así como su comprensión del territorio desde una perspectiva naturalista, la presentación de la nación colombiana a través de la exhibición museológica se hizo dentro del orden proveído por la Historia Natural y a través de la narración del territorio creado por las expediciones españolas. Así, los criollos, pese a su rechazo a España, sólo pudieron usar la narración española, que era la única disponible. La colección permanente del Museo estuvo formada por un conjunto de animales, plantas y minerales, necesarios para exhibir la riqueza de la nación. Como señala Mauricio Nieto,
Durante el siglo XVIII cualquier centro cultural que se respetara debería poder mostrar colecciones de especímenes naturales, plantas, animales o minerales de lugares remotos. Coleccionistas aristócratas empiezan a satisfacer sus intereses y capacidades adquisitivas no sólo con obras de arte, sino con curiosidades de la naturaleza, plantas fósiles, animales disecados, conchas, minerales o insectos, muchas veces adquiridas a precios elevados17.
De tal manera que junto al uso de la narrativa de nación heredada de las expediciones españolas, los criollos hicieron también uso del carácter privado y el estilo de las colecciones de aristócratas europeos para presentar un estado público.
Es también importante notar la ausencia casi total de los objetos que más tarde constituirían el centro de interés de disciplinas como la antropología y la arqueología. El museo moderno surgió de las colecciones privadas para hacer público el poder y la riqueza del Estado y para educar a la población en los pasados gloriosos de las naciones; a diferencia de los museos europeos y de los de aquellos nuevos estados aparecidos después de la descolonización, cuyo interés consistía en exhibir su pasado y su herencia cultural al público, el Museo Nacional expresaba las intenciones criollas de ignorar las tradiciones locales y de ser reconocidos como parte de un nuevo orden de cosas que dominaba el mundo después de la Revolución Francesa.
Es como si la nueva República deseara olvidar (o prevenir) el pasado precolombino, afro-colombiano y colonial para crear una narrativa de sí misma que invitara a los nuevos estados, distintos de España, a descubrirla. Más que un pasado histórico, con suficientes bienes culturales, los criollos presentaron la nación como un lugar natural, fuera del tiempo histórico y disponible para dar respuesta a las nuevas condiciones económicas.
Entre el gabinete de curiosidades y la episteme moderna
De acuerdo con Eilean Hooper-Greenhill, la historia de las colecciones privadas y los museos públicos puede ser rastreada desde el Gabinete de Curiosidades del Príncipe hasta el museo público del estado moderno, representando las sucesivas rupturas y discontinuidades dentro de las diferentes estructuras del conocimiento18. Teniendo en cuenta la noción de episteme desarrollada por Foucault, Hooper-Greenhill identifica tres epistemes que pueden organizar la historia de las colecciones y los museos: la renacentista, la clásica y la moderna. Aunque el Museo Nacional de Colombia surgió a la luz de las profundas transformaciones sufridas por las colecciones privadas en Europa y de los desarrollos de la episteme moderna, su colección se mueve entre el Gabinete de Curiosidades del Príncipe, la obsesión taxonómica de la colección privada clásica y la necesidad por establecer las relaciones orgánicas entre las cosas, propias de la episteme moderna. Pensada como la representación de la nueva nación, la primera colección del Museo combina diferentes formas de entender el conocimiento y, a su vez, diferentes representaciones de la nación.
El carácter de gabinete de curiosidades implícito en la colección reposa en el interés de los organizadores de provocar la fascinación en los espectadores, así como en el énfasis marcado en las cualidades exóticas de los objetos incluidos en el nuevo museo. Como varios autores han analizado, el gabinete de curiosidades está relacionado con la empresa europea de coleccionar el mundo durante los siglos XV y XVI. Se relaciona también con la construcción de la diferencia como una representación basada en lo exótico, lo extraño, lo inexplicable. Los gabinetes fueron creados a partir de la colección de objetos exóticos traídos por viajeros para el placer de los príncipes y soberanos de las cortes europeas. Teniendo en cuenta las diferencias marcadas entre esas “cosas raras”, así como el asombro por el encuentro con culturas ajenas, la episteme renacentista insistía en el estudio de las similitudes entre las cosas, similitudes que según Foucault podrían ser catalogadas como “conveniencia”, “emulación”, “analogía. y “simpatía”19. Era una forma de convertir lo diferente en lo mismo. La invitación a la población para que “remita todas aquellas cosas curiosas, como minerales, animales, pájaros, insectos, reptiles, peces, conchas, etc., etc.,” con la promesa de ser coleccionadas y estudiadas de acuerdo con las más modernas tecnologías del saber, es una representación de una nación que se define a sí misma como un lugar exótico, para ser descubierto y coleccionado, y sin embargo una nación que es capaz de ubicar lo exótico y lo extraño dentro de las corrientes de pensamiento que para aquella época estaban sobre todo preocupadas con la resemblanza, el parecido.
La presencia de la episteme clásica se expresa en el carácter taxonómico de la colección, heredado de la Expedición Botánica. En sus inicios, la Expedición fue organizada bajo los principios de la Historia Natural, pero más adelante, con la inclusión de nuevos miembros formados en el desarrollo de la ciencia y el saber modernos, la expedición giró hacia una comprensión más renovada de la naturaleza y hacia una relación diferente entre ésta y los recursos económicos.
La perspectiva de la Historia Natural cuyo interés fundamental era la clasificación taxonómica de la naturaleza, era una estructura del conocimiento que daba más prioridad al orden, a través de la medida y la composición de series jerárquicas. Conocer era discriminar, y esta discriminación tenía lugar a través de la separación de interminables parecidos en dos partes: de un lado, las taxonomías, las clasificaciones y las jerarquías del saber, del otro, el material crudo provisto por la naturaleza para el análisis en divisiones y distribuciones20. La tradición iconográfica de la episteme clásica, por la cual una cierta forma de visibilidad proveía el conocimiento detallado de las especies y su clasificación bidimensional, imprimió su carácter a la organización de la Expedición y a sus resultados. A diferencia de las Expediciones de México y Perú que incluyeron dos dibujantes, la Expedición Botánica de Mutis llegó a tener diecinueve dibujantes encargados de ilustrar los ejemplares botánicos. De igual manera, mientras la expediciones de Perú y México coleccionaron dos mil imágenes, la Expedición Botánica de Mutis llegó a tener una colección de más de seis mil imágenes de las plantas del Nuevo Reino de Granada21.
Un orden clásico de objetos, organizado por taxonomías y representaciones bidimensionales de la naturaleza puede ser explorado en la colección del Museo y en su exhibición, analizando la importancia dada a la clasificación de la naturaleza en reinos y a la invitación a la población a enviar “cosas curiosas”. Reconociendo la fascinación producida por el carácter de las nuevas tierras, el Museo deseaba inscribir estas nuevas diferencias dentro de un orden de cosas dado por la Historia Natural. A diferencia de la episteme renacentista preocupada por el establecimiento de similitudes, la episteme clásica se preocupaba por la discriminación sobre la base de la diferencia. Siguiendo la tradición iconográfica y bidimensional de la episteme clásica, el nuevo museo tenía su propia sala de dibujo, una herramienta crucial para crear una tabla de clasificación que surgió como la estructura básica del conocimiento. El Museo narraba una nación que además de ser discriminada revelando su esencia única, pudiera ser ubicada en un orden comparativo de objetos y naciones.
La Expedición fue diversificando sus intereses a partir del ingreso de un nuevo grupo de especialistas. Junto a la sección de botánica estaban ahora la zoología y la astronomía. Estos nuevos centros de interés fueron cambiando las perspectivas y los propósitos de la Expedición de la Historia Natural hacia una comprensión más moderna del rol de la ciencia en el desarrollo económico. Francisco José de Caldas, miembro desde 1805, aseguraba: “Volvamos nuestros ojos sobre nosotros mismos, registremos los departamentos de nuestra propia casa, y veamos si la disposici ón interna de esta Colonia corresponde al lugar afortunado que ocupa sobre el globo”22.
Por último, en 1802, Francisco Antonio Zea escribió el “Proyecto de Reorganización de la Expedición Botánica”23 siguiendo el interés de los nuevos miembros y algunas críticas al viejo proyecto organizado por Mutis. En particular, criticaba la débil relación entre la Expedición y los usos prácticos para la colonia y la metrópoli, afirmando que “sus trabajos son puramente botánicos, sin relación alguna a la agricultura, la economía ni a las artes”24. Zea buscaba darle una nueva orientación a la Expedición hacia la producción de un conocimiento más aplicable a la economía:
¿Quién duda de que el descubrimiento de una planta medicinal o sea de cualquier uso en las artes o en la economía, es más apreciable que el de otra, cuya fructificación excite la admiración de botánicos? No por eso deben abandonarse los trabajos dirigidos al adelantamiento y rectificación de la ciencia. Primero lo útil y luego lo científico, es lo que se desea25.
Zea estaba convencido del papel de la agricultura en el contexto económico internacional, así como del lugar que la nueva República ocuparía en el nuevo orden. Estaba cambiando la idea de coleccionar y ordenar “cosas curiosas. de acuerdo con la taxonomía de la Historia Natural, por la creación de cultivos experimentales para hacer observaciones acerca de sus condiciones y de las técnicas para mejorar su producción.
Al transformar la Expedición, organizando un instituto de investigación que invitara a especialistas de Europa y desarrollara una nueva relación entre el saber sobre las nuevas tierras y las condiciones económicas imperantes, Zea le imprimía un carácter moderno al conocimiento y a la organización del Museo. Lejos de la organización bidimensional de la episteme clásica, que comprendía las cosas como piezas visuales que se movían en un tablero de jerarquías de un nivel, la episteme moderna comprendía el mundo como estructuras orgánicas con una variedad de niveles diferentes de complejidad y de relaciones entre ellas, algunas a un nivel y otras a uno distinto26. El surgimiento de la episteme moderna está vinculado con el desarrollo de la relación entre saber y poder adelantado por el capitalismo industrial y el estado moderno. La aparición de este nuevo sistema de verdad intenta suplir las demandas de un nuevo orden económico, así como la necesidad de una nueva comprensión de la relación entre la población y el estado.
Haciendo eco de estos procesos sociales que ocurrían en el mundo, los criollos organizaron el Museo para que fuera reconocido como la expresión de una joven nación, así como la de un estado moderno capaz de atender los compromisos del nuevo orden mundial. La idea de combinar la exhibición de objetos y la investigación era ya una expresión del impacto de estas nuevas corrientes de pensamiento en las comunidades criollas. Además, la creación de un instituto de investigación en el Museo refleja el interés criollo de educar a la población en las nuevas disciplinas y en sus aplicaciones a las demandas económicas del mercado internacional.
La narrativa de la nación colombiana detrás de la primera colección del Museo Nacional de Colombia está inscrita en medio de ambivalencias, límites y contradicciones. Pese al rechazo consistente de los criollos a la tradición española, su narrativa de la nación recién independizada empleó la representación del territorio creada por la tradición expedicionaria del Imperio español, adecuada a las demandas por recursos naturales de la creciente industria capitalista. Aunque unitaria de manera aparente, la narrativa del Museo combinó formas mixtas de explicar la nación, representándola como un lugar natural, exótico y sin embargo, dirigido por una casta capaz de dar respuesta a las nuevas demandas del orden internacional. Por último, debido a la situación ambivalente de los criollos con respecto a su diferencia interna, el carácter público del Museo, carácter que lo inscribe en el propósito general de las instituciones y prácticas culturales modernas de crear una mejor economía del poder, no fue pensado para convocar la población interna. En su lugar, el Museo fue planeado para producir una narrativa de nación que permitiera a los criollos ubicar la riqueza del territorio dentro de las nuevas taxonomías del poder.
Reconocer los márgenes ambivalentes de la nación, es prevenir que ésta sea representada como una identidad esencial, como una narrativa fundacional que captura en su totalidad el núcleo interior de las historias y los deseos de la población. Precisamente, es el reconocimiento del pueblo como el límite de la nación como narración, donde las pulsiones absolutistas y esencialistas del Yo se desvanecen y los múltiples significados de la nación son interpelados y algunas veces negociados. Narrar la nación implica tener en cuenta no sólo el momento del consenso, ese momento pedagógico donde se crea un sistema de verdad que abre la construcción de una nueva civilización en el sentido gramsciano, sino también al momento del disenso, ese momento donde el sistema se fractura por la irrupción de contra-narrativas y nuevas formas de construir significaciones culturales. Estudiar la ambivalencia de las narrativas de nación es establecer las fronteras culturales de la nación, reconociéndola como un “espacio continente de sentidos que deben ser cruzados, borrados y traducidos en los procesos de producción cultural”27.
Citas
1 B. Anderson, Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, Edición Revisada, London, Verso, 1991, p.50. Todas las traducciones del inglés son mías.
2 Ibid”, p.48.
3 Ibid”, p.51.
4 Ibid”, p.62.
5 J. Lynch, The Spanish American Revolutions 1808-1826, New York, W.W. Norton & Company Inc”, p.192.
6 B. Anderson, Ob. cit”, p.164.
7 J. De Mier, La Gran Colombia, Tomo I, Bogotá, Presidencia de la República, 1983, p.61. Citado por M. Segura, Itinerario del Museo Nacional de Colombia, Tomo I Cronología, Bogotá , 1995, p.29.
8 La fecha escogida no es coincidencial al aniversario de la Independencia de los Estados Unidos. Los organizadores la escogieron para celebrarla. El movimiento de independencia de los Estados Unidos fue crucial en la narración de las naciones latinoamericanas ya que éste funcionaba como un modelo a seguir. Por ejemplo, la Constitución de la Primera República de Venezuela (1811) fue en muchos lugares copiada íntegramente de la de los Estados Unidos. Mur. Bolívar, p.131.
9 Gaceta de Colombia, Bogotá, No. 114, 18.7.1824. Citado por M. Segura, Ob. cit”, p.52.
10 D. Sherman and I. Rogoff, Museum Culture: Histories, Discourses, Spectacles, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1994, XVII.
11 O. Restrepo, “El Tránsito de la Historia Natural a la Biología en Colombia. 1784-1936”, en: Ciencia, Tecnología y Desarrollo, Vol. 10, No. 3-4, Bogotá, 1986, p.229.
12 H. Bhabha, Nation and Narration, London and New York, Routledge, 1990, p.3.
13 Ibid”, p.14.
14 M. Nieto, “Políticas Imperiales de la Ilustración Española: Historia Natural y la Apropiación del Nuevo Mundo”, en: Historia Crítica, No. 11, p.39.
15 Ibid”, p.40.
16 Ibid”, p.39.
17 Ibid”, p.40.
18 E. Hooper-Greenhill, Museums and the Shaping of Knowledge, London and New York, Routledge, 1992, p.12.
19 M. Foucault, The Order of Things, 1970, XV. Citado por E. Hooper-Greenhill, Ob. cit”, p.74.
20 M. Foucault, Ibid”, p.15.
21 O. Restrepo, Ob. cit”, p.205.
22 F. J. de Caldas, Obras Completas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1966, p.189. Citado por O. Restrepo, Ob. cit”, p.206.
23 Citado por J. Amaya, La Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1982, p.45.
24 Ibid”, p.45.
25 Ibid.
26 Ibid”, p.17.
27 H. Bhabha, Ob. cit”, p.4.
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Abstract
El artículo explora los orígenes y las ambivalencias en la narración de la nación colombiana moderna implícita en algunos textos y hechos que conciernen a la fundación del Museo Nacional de Colombia. Teniendo en cuenta las reflexiones de Mauricio Nieto en torno a la dimensión política de la Historia Natural y de Olga Restrepo acerca de la Expedición Botánica, se sostiene que debido a la situación ambivalente de los criollos respecto a los grupos sociales internos y pese a su rechazo general hacia España, la narración de la nación implícita en el Museo hace uso de la narrativa expedicionaria del Imperio Español y combina formas distintas de comprender el rol de los museos, las formas de conocimiento y, en consecuencia, distintas representaciones de lo nacional. El Museo presenta la nueva nación como un lugar natural, fuera del tiempo histórico y expresa el interés de los criollos en la inserción del nuevo estado en el orden mundial, más que en la convocatoria de la población hacia la conformación de una comunidad imaginada.
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