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Para muchos críticos y los puertorriqueños en general, la figura del jíbaro representa la esencia de la nacionalidad puertorriqueña.1 El vocablo "jibaro" ha prevalecido en Puerto Rico para designar a los campesinos blancos.2 María Teresa Babín en su libro La cultura de Puerto Rico (1986: 64) indica que "cuando decimos que alguien es un jíbaro, cargamos el sentido de la denominación con los atributos morales y espirituales que trascienden el hecho físico de pertenecer esta persona a la raza blanca y de ser del campo". El jíbaro, añade Babín, "representa lo más entrañable, resistente y puro de la nacionalidad puertorriqueña".3
El tema del jíbaro, según se aplica al campesino puertorriqueño, se inicia con la aparición de El gíbaro (1849) de Manuel Alonso (1822-1889). Alonso, considerado como el patriarca de la literatura puertorriqueña, era parte del grupo de estudiantes en la Universidad de Barcelona que iniciaron nuestra literatura con las publicaciones del Album puertorriqueno (1844) y el Cancionero de Borinquen (1849). Como otros escritores hispanoamericaños de la época, Alonso se vale del costumbrismo como vehícule de expresión para indagar una identidad nacional propia. En la escena XX de El gíbaro, Alonso ofrece un retrato fisonómico del puertorriqueño y los atributos que él consideraba típicos de su personalidad:
Sin embargo, en la obra de Alonso, el puertorriqueño se define en términos de la lengua, cultura y tradición heredadas de los españoles. La exaltación del puertorriqueño en este poema se opone al cuadro general que el autor presenta del campesino o jíbaro. La caracterización de esta figura en el libro de Alonso es semejante a la percepción negativa del jíbaro que tenía la elite puertorriqueña durante el siglo XVIII. Ellos usaban el término "jíbaro" para referirse a la población campesina nómada, indómita y poseedora de costumbres poco civilizadas y engendradoras de vicios. En el prólogo a El gíaro, Alonso expresa que su intención es "corregir las costumbres deleitando" (8). En el mismo promete ser "indulgente ó severe". Sin embargo, Alonso es severe en la crítica de las costumbres que presenta. Por ejemplo, en la escena IV bajo el título de "Un casamiento jíbaro", Alonso describe un grupo de unas treinta personas que se dirigen a una boda. Todas ellas iban montadas a caballo ("Ey que menos diba en...