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El asunto no es nuevo, como bien sabemos. Las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos sobre América Latina y el Caribe se remontan a los primeros años de su nacimiento como país independiente, a finales del siglo XVIII, y tuvieron una primera concreción en la "Doctrina Monroe", elaborada por John Quincy Adams y proclamada por el presidente James Monroe en diciembre de 1823, en la que se rechazaba toda intervención europea en los asuntos del continente bajo la consigna "América para los americanos". México y Cuba eran los bocados más apetecidos, por su vecindad. La historia nos cuenta objetivamente el curso que habría de seguir dicho propósito.
Iniciaba el siglo XX cuando el presidente Theodore Roosevelt, en lo que se llamará después el "Corolario Roosevelt" (1904) de la Doctrina Monroe, apela a una supuesta "misión civilizadora" de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental para justificar su intervención militar, cada vez que se presenten incidentes o incapacidades de los gobernantes de los países que lo conforman. El 2 de septiembre de 1902 pronunció un encendido discurso sobre política exterior en el que utilizó la fórmula que habría de hacerse...