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Pacheco Gómez, Máximo, La separación de la Iglesia y el Estado en Chile y la diplomacia vaticana. Con la colaboración de Jaime Muñoz Sandoval y Cristóbal García-Huidobro Becerra (Santiago, Editorial Andrés Bello, 2004), 333 págs.
Mientras Chile formó parte de la monarquía española, las relaciones entre la Iglesia y la corona discurrieron por la vía del real patronato, que había sido concedido por la Santa Sede a los monarcas españoles, el que subsistía al iniciarse el movimiento independentista, si bien, con el correr del tiempo, se había complementado con una serie de abusos que tanto los Austria como los Borbones habían ido desarrollando de hecho, ante los cuales la Iglesia disponía de pocas posibilidades de reacción. Al producirse la independencia, las nuevas autoridades chilenas conservaron de las españolas el modelo que éstas habían tenido en lo que se refiere a las relaciones entre el poder temporal y el poder espiritual, haciéndose continuadoras del patronato. Sin embargo, a diferencia de lo que había sucedido en el período indiano, el patronato inaugurado por las autoridades nacionales fue sólo una situación de hecho, pues, aunque Chile hizo gestiones para obtener el reconocimiento del mismo por la Santa Sede, ésta nunca lo concedió ni reconoció. Esto no fue impedimento para que las autoridades chilenas lo consagraran constitucionalmente, y la Iglesia se vio obligada a soportarlo como hecho consumado. Con el paso de los años, empero, la Iglesia fue consciente del abuso que esto significaba y, por otra, hubo grupos políticos que intentaron la separación entre ambos poderes durante la segunda mitad del siglo XIX, intentos que no prosperaron y que, en ocasiones, fueron detenidos por las máximas autoridades del Estado. La separación definitiva se produjo en 1925 cuando el Presidente de la República de entonces, Arturo Alessandri, logró la aprobación de una nueva Constitución política que vino a reemplazar la...