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La vivi enda popular urbana como problema
La cuestión de la vivienda popular -o social, como se le llama de manera oficial- es un tema relevante en el Chile actual. Aunque ya no presenta los graves problemas de insalubridad de principios del siglo xx, ni la movilización social existente entre las décadas de 1950 y 1970, la vivienda popular ha permanecido como un problema relevante, debido, sobre todo, al déficit habitacional en las principales ciudades nacionales. La falta de casas para los sectores más modestos ha repercutido al menos en dos grandes fenómenos: primero, un aumento de la autoconstrucción, de preferencia en zonas de difícil acceso, con bajas condiciones de habitabilidad dadas la topografía y la ausencia de servicios básicos, así como con un régimen de tenencia de la tierra irregular. Estos asentamientos, conocidos como campamentos, en rigor no son una forma de habitar novedosa: décadas atrás fueron denominados también como poblaciones callampas y rancheríos2. Dicho de otro modo, los campamentos constituyen un asunto de larga data en las urbes nacionales, poniendo en el debate la cuestión de la accesibilidad a la vivienda social y las condiciones de vida de los sectores populares.
El aumento de los campamentos chilenos ha sido un desafío que no ha encontrado una solución global por parte de los sucesivos gobiernos -actuando a través del Ministerio de Vivienda y Urbanismo- cuestionando una política de vivienda que, en el contexto latinoamericano, hasta fines de la década de 1990 era considerada como exitosa3. Esto lleva al segundo gran fenómeno resultante del déficit habitacional existente en Chile: el hacinamiento de quienes viven en departamentos entregados por el Estado. La provisión de viviendas, si bien convirtió a muchas personas en propietarios, significó también la entrega de 36 o 40 m2 que indudablemente fueron insuficientes para las familias beneficiarias. Estas, en muchos casos -como única alternativa- también recurren a la autocons· trucción, aunque bajo la forma de ampliaciones hechizas, de frágil estructura y dudosa calidad antisísmica. El arquitecto Alfredo Rodríguez, hace ya más de una década, calificó a este fenómeno de hacinamiento y tugurización como el problema de "los con techo": aquellos que habían logrado la tan ansiada casa propia, pero estrecha y de una materialidad constructiva pobre y, en ocasiones, directamente de mala calidad4.